Hasta hace poco, al escuchar “protección de datos” las personas pensaban que se trataba de asuntos de gobiernos, secretos empresariales, asuntos de espías gubernamentales o, incluso, de espionaje industrial. Sí, hasta hace muy poco sería lo correcto. Hoy es asunto de todos, o casi todos: de cualquiera que sea nativo digital y de todos aquellos que se encuentran aferrados al borde de la aún existente brecha digital.
Ahora todos podemos ser víctimas del robo de información, del acceso a nuestros datos privados. No sólo a manos un ladrón que se lleve el equipo: entre los interesados en nuestra información, además del gobierno, están las empresas; y no se trata de alguna compañía oculta con fines desconocidos. Hablamos de las empresas muy visibles en el mundo de las aplicaciones para teléfonos inteligentes, ávidas de conocer todo sobre la población: no necesitan realizar millones de encuestas ni ingresar a las casas. No necesitan seguirnos para conocer nuestra ruta diaria, ubicar a nuestros conocidos o saber a quién frecuentamos y dónde.
En algunos casos se trata de empresas como Foursquare, donde las personas que, uno pensaría que están muy preparadas para los riesgos digitales, a diario publican cuando llegan a su trabajo y cuando, por la noche, llegan a casa; por supuesto, incluyendo dirección y mapa de por medio. Sí, avisan a qué hora salen y cuánto tiempo está su hogar desprotegido. Ahora pensemos en la información que pueden brindar las personas menos preparadas en cuestiones tecnológicas mundanas.
A los teléfonos de Apple, los famosos Iphone, les entregamos gustosos nuestra huella digital. ¿Qué tan seguros estarán nuestros datos biométricos? Para los expertos de revistas especializadas en tecnología y negocios, quienes reciben de regalo uno de los aparatos, dirán que muy seguros; otros más neutrales dirán que es muy pronto para saberlo. Yo pienso que compartir nuestro iris y nuestras huellas digitales con la Secretaría de Hacienda es riesgoso; hacerlo con un teléfono lo es aún más. Deberíamos ser un poco más inteligentes que nuestro teléfono.
Google –una empresa fuertemente establecida en el imaginario colectivo de cualquier persona que use internet– utiliza Adwords y Adsense para, a muy grandes rasgos, leer lo que leemos, revisar los sitios que visitamos y hacer un expediente de lo que supone nos interesaría. Después nos muestra anuncios relacionados a ello. De esta forma la empresa ha generado su enorme fortuna. Pero ahora con su sistema operativo Android, para teléfonos inteligentes, ofrece Google Now, que da seguimiento a nuestros movimientos en el mundo real hasta deducir dónde vivimos y dónde trabajamos, incluso nos avisa dónde supone que estacionamos el auto. Útil o no, es una muestra de la facilidad que existe para obtener información privada de los usuarios.
Pero quien ha ido más allá es Facebook, la red social más importante y la que más ha crecido. Ésta decidió que era hora de recibir ganancias y, para ser atractiva, la más atractiva de todas para los anunciantes, ideó dar seguimiento a todo lo que nos gusta en nuestra línea de tiempo, los enlaces que guardamos, los que compartimos y los que buscamos en la plataforma. Así, si alguien buscó información sobre un disparador remoto para una cámara fotográfica, mágicamente aparecen anuncios del producto. En el archivo personal tienen nuestro número telefónico, la lista de contactos y sus números telefónicos, ubicaciones desde donde nos conectamos, fotografías tomadas con el teléfono que se subieron automáticamente sin preguntarnos, además de todas las conversaciones con los amigos, amigas y amantes. Sí, esa conversación “eliminada” también está ahí. Cada acción va quedando guardada, no se puede borrar. Es un nuevo concepto de huella digital para el que debemos estar preparados, porque convenientemente las leyes que protegen a los ciudadanos son lentas como el progreso.
Gonzalo Monterrosa
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Contralínea 473 / del 01 al 07 de Febrero de 2016
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