El pasado 30 de julio se cumplieron 200 años de la muerte de Miguel Hidalgo, el padre de la patria, quien luego de ser fusilado fue objeto de una intensa campaña de desprestigio durante los siglos XIX y XX, misma que actualmente continúa. Tanto liberales como conservadores (José María Luis Mora y Lucas Alamán, respectivamente) lo hicieron blanco de un permanente ataque, pues su movimiento revolucionario atentó contra la propiedad e impulsó la devolución de las tierras a los indígenas.
Una de las calumnias que repiten los historiadores oficiales es la retractación y arrepentimiento de Hidalgo, cuestión que es falsa, y que se puede comprobar en el texto de José Herrera Peña “La retractación… ¿de Hidalgo?”, contenido en el libro Hidalgo. Tres ensayos de José Fabián Ruiz, Fernando López Alanís, José Herrera Peña, (Foro Cultural Morelos, AC, Morelia, 2003).
Para destruir el movimiento insurgente, una vez que Hidalgo estaba preso, el poder colonial tenía que liquidarlo física y moralmente. Su llamado a la lucha sin cuartel por la Independencia era muy peligroso para el dominio extranjero. Era necesario para el poder colonial hacer creer que el autor del movimiento de Independencia se había arrepentido de sus actos. Pero éste nunca se retractó de sus ideas, y afrontó los juicios militar y eclesiástico con gran dignidad y entereza. Así que era preciso presentar públicamente un documento en el que Hidalgo hiciera un llamamiento a los insurgentes a rendirse ante el rey y que se mostrara arrepentido de sus “errores”.
Entonces el 11 de julio de 1811, en Guadalajara, José de la Cruz, brigadier del ejército realista, y encargado de la intendencia y el gobierno, da a conocer un documento que supuestamente había escrito Hidalgo el 28 de mayo y ratificado el 7 de junio de 1811. De ese documento se presentó una copia sin certificar, pero nunca se conoció el original. Además, no fue publicada en Chihuahua donde había estado preso, sino en Guadalajara.
El supuesto escrito de Hidalgo, como se puede constatar, es totalmente ajeno a su sentir y pensamiento; además tiene distintos estilos de redacción, lo que deja en claro que fue escrito por una comisión de frailes o militares. En unos de sus párrafos se lee:
“Quién dará agua a mi cabeza y fuentes de lágrimas a mis ojos; quién pudiera verter por todos los poros de mi cuerpo la sangre que circula por sus venas; no sólo para llorar día y noche los que han fallecido de mi pueblo, sino para bendecir las interminables misericordias del Señor…”.
“Oh América, ¡querida patria mía! Ay, americanos, mis compatriotas; europeos, mis progenitores, y sobre todo, insurgentes, mis secuaces, compadeceos de mí. Veo la destrucción que he ocasionado, la ruina de los caudales que se han perdido, la infinidad de viudas y huérfanos que he dejado, la sangre que se ha vertido y lo que no puedo dejar de decir, sin desfallecer, la multitud de almas que, por seguirme, estarán en los abismos…”.
“Honrad al rey, porque su poder es dimanado del de Dios; sabed que el que resiste sus potestades legítimas resiste las órdenes del Señor. Dejad, pues las armas; echaos a los pies del trono; no temáis las prisiones ni la muerte: temed, sí al que tiene poder, después que quita la vida al cuerpo, de arrojar el alma a los infiernos (…).”
¿Pudo Hidalgo escribir esto? Como dice el historiador José Herrera Peña, “el texto es ridículo y no fue escrito por Hidalgo”. Y esto está claro, puesto que el juicio militar a Hidalgo se efectuó el 7, 8 y 9 de mayo de 1811 en una sala del Real Hospital de Chihuahua, y se suspendió el 9 de mayo de 1811. Se reabrió un mes después y concluyó el 17 de julio de 1811. “La supuesta retractación no pudo haberse producido el 18 de mayo porque en esos momentos la instrucción estaba provisionalmente cerrada y suspendidas las actuaciones públicas”. El 7 de junio de 1811, día de la supuesta ratificación ante dos testigos, la causa aún no se reabría.
Ese documento no lo escribió Hidalgo, su forma y fondo no corresponden con sus ideas. Nunca se dio a conocer el original y sólo se manejaron copias no certificadas. En esa época estaba prohibido que los presos tuvieran en su poder tinta, pluma y papel: debían solicitarlo para obtener el aval del fiscal o el dictamen del juez. Luego de usar los “avíos para escribir”, quedaba constancia de los pliegos que se usaban y de lo que se devolvía, éstos se integraban al expediente para ser ratificado por el reo, y certificado el contenido ante el tribunal, e integrado al expediente que era archivado.
Los clérigos que estaban comisionados para juzgar a Hidalgo y contaban con autorización para acceder a su persona y dar fe de sus actos eran exclusivamente Francisco Fernández Valentín, juez eclesiástico de la causa; José Mateo Sánchez Álvarez; fray José Térraga; Jean Francisco García, y fray José María Rojas, quienes firmaron la sentencia de degradación sacerdotal. Los supuestos testigos que ratificaron el falso escrito del 18 de mayo, con fecha 7 de junio de 1811, fueron José Ignacio Irurribarria, canónigo de Durango, y José Mariano Urrutia, cura de Cosiguriachi. No estaban comisionados ni tenían autorización para actuar, tampoco levantaron acta ni constancia de ratificación. Eran personas ajenas al proceso que vivían muy lejos de Chihuahua. De hecho, no aparecen para nada; mientras que Iturribarria estaba en el momento en que supuestamente fue testigo de la ratificación, en realidad estaba a 40 leguas de Chihuahua de donde estaba Hidalgo, por lo tanto era imposible que fuera testigo.
Pero además, las declaraciones posteriores de Hidalgo no muestran que se arrepintiera de sus actos. El 27 de junio de 1811, al hacer sus declaraciones oficiales frente al juez comisionado Ángel Avella, Hidalgo argumentó que las ejecuciones que él ordenó habían sido “no sólo legales sino legítimas”, y que los excesos no los había ordenado él sino que fueron producto del “antojo y los caprichos de la canalla”. El 29 de julio de 1811, luego de que se le notificó que había sido condenado a muerte, el juez eclesiástico le preguntó “por qué razón se rebeló contra el rey y la patria” e Hidalgo contestó que “ya había dado sus razones al juez militar y que no contestaba más”; así ratificó sus declaraciones judiciales que contradicen por completo la “retractación y arrepentimiento” del 18 de mayo 1811 que inventaron los españoles, ya que entre otras cosas defendió su derecho a rebelarse al decir que “ése es un derecho que tiene todo ciudadano cuando cree que la patria está en riesgo de perderse”. Ésa fue la declaración que él reconoció y firmó, y la única auténtica.
La “retractación y arrepentimiento” de Hidalgo es un documento falso fabricado en la oficina del comandante Salcedo, quien lo envió a Durango, Monterrey, Sonora, Coahuila, Nuevo México y Texas, donde no se publicó por ser una copia no certificada y que sólo lograron divulgarla dos meses después en Guadalajara. ¿Por qué no se dio a conocer inmediatamente después del 18 de mayo de 1811 en Chihuahua? Eso hubiese sido un golpe sensacional, pero no se hizo porque dicho documento no existía. Tuvo que pasar más de un año de la ejecución de Hidalgo para que dicho documento fuera “legalizado” el 27 de octubre de 1812, por el secretario Francisco Velasco, quien hizo constar que sacó copia del documento original y que el “original” se lo devolvió al comandante Salcedo, quien no tenía porque guardar –si hubiese existido– un documento de esa naturaleza. El original jamás se ha presentado públicamente porque no existe. De existir lo hubiesen exhibido de inmediato y con gran escándalo. Pero eso es imposible: Miguel Hidalgo y Costilla fue un hombre de una sola pieza que actuó conscientemente y fue fiel hasta la muerte a sus convicciones. Hasta los últimos minutos de su vida, antes de ser pasado por las armas, mostró tranquilidad y satisfacción por sus actos y las decisiones que tomó, además de un gran amor a México y a su pueblo.
En la actualidad sufrimos el neocolonialismo, por eso es necesario y vital retomar las experiencias, ideas y el ejemplo de Hidalgo. Pero los poderosos, quienes atentan contra la independencia y la soberanía de México para subordinarlo a Estados Unidos, quieren destruir y difamar a quienes son una prueba de que sí hay mexicanos que ponen por delante los intereses de la patria y su amor al pueblo y que son capaces de enfocar sus energías en la liberación. Se ha desprestigiado a héroes como Miguel Hidalgo y Costilla, y hoy en pleno siglo XXI en revistas, libros, programas de radio y televisión multitud de escritores e “historiadores de prestigio” repiten, sin sustentarlo, la acusación de la supuesta “retractación y arrepentimiento” de Hidalgo.
A 200 años del fusilamiento de Hidalgo su causa sigue viva y vigente. Él luchó por la independencia política y económica, el desarrollo de proyectos productivos en las comunidades indígenas, abolió la esclavitud, combatió contra el mal gobierno y los monopolios, se opuso a los tributos y alcabalas (impuestos), exigió la devolución de las tierras a los indígenas, y sostuvo que las riquezas de México y los empleos debían ser para los mexicanos. Y desde el inicio del movimiento propuso que con la unión de los mexicanos todo se podía lograr. Fue un hombre fuera de serie que abrió paso a la Independencia al desarrollar ideas de justicia y libertad en medio del oscurantismo colonial y ponerlas en la práctica con gran amor a su pueblo.
*Politólogo y urbanista; dirigente de Mexteki y vocero del Congreso de la Soberanía
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