Desde antes del famoso caso del Iphone que el estadunidense Buró Federal de Investigación (FBI) no puede desbloquear, ya existía un antecedente de la presión contra una empresa para que se haga harakiri tecnológico y deje de ofrecer privacidad a sus usuarios. Se trata Telegram.
Mientras tanto, en Estados Unidos los agentes del FBI están lejos de acceder a los datos de un Iphone usado por uno de los atacantes del atentado en San Bernardino, California. Presionan a la compañía Apple para que ofrezca al gobierno acceso a dicho dispositivo. La empresa se niega porque eso significaría que ninguno de sus caros aparatos ofrecería seguridad alguna.
Abordaremos el caso de la aplicación de mensajería Telegram de la empresa Digital Fortress (que para entendernos describiremos como un Whatsapp pero con un alto grado de privacidad). A diferencia de Apple, Telegram no puede ser presionada económicamente, pues no depende de las ventas, rentas o publicidad: dependen de la fortuna personal de su creador, Pavel Durov, quien asegura que su aplicación nunca ha tenido como fin el brindar ganancias económicas, sino brindar seguridad real. Otra diferencia con el caso de Apple es que el producto y la forma en que trabaja su algoritmo está a disposición de quien quiera verlo y comprobar que no se envía la información a terceros, tema que para Apple sería impensable por sus ideas heredadas de Steve Jobs. También ofrecen un premio de 300 mil dólares a quien pueda romper su código de seguridad. El equipo de desarrollo ha aprendido del comportamiento de los gobiernos y las leyes, así que les es imposible leer los mensajes de sus propios usuarios ya que las claves para encriptar y desencriptar se generan en el mismo dispositivo, sin interacción de los servidores. Quizá es porque no hay dinero involucrado por lo que no se ha generado tanto escándalo, pero se trata de la misma batalla de Apple contra el FBI: la defensa de la privacidad de todos.
Pavel Durov, fundador de Telegram y su equipo de trabajo viven como nómadas, huyendo de gobiernos quienes los ven como un factor que podría romper su control sobre la sociedad, por ejemplo Rusia –su país de origen–, así como China, Arabia Saudita e Irán que han intentado bloquear la aplicación de comunicación privada. Estados Unidos los acusa de brindar comunicaciones privadas a grupos terroristas, pero culpar a Telegram por brindar privacidad a ciudadanos, pero también a terroristas, sería como culpar a los fabricantes de candados por brindar sus productos a padres de familia y secuestradores por igual.
Pavel Durov, fundador de Telegram y admirador de Edward Snowden –a quien, por cierto, le ofreció trabajo una vez–, afirmó que ninguna aplicación es totalmente segura. Aun así, la suya, de mensajería privada, ha sido un dolor de cabeza para las autoridades de varios países, y es porque cuenta con una función de chat normal y otra de chat secreto (que no es grabado en los servidores) y, además, los mensajes, sean de texto, voz o videos no pueden ser reenviados. Y puede configurarse un tiempo de autodestrucción del mensaje para que no pueda ser consultado nuevamente o recuperado. El sistema de encriptado lo diseñó el hermano de Pavel Durov: Nikolai, quien es matemático.
Aunque muchos se burlen de lo que denominan ciberactivismo y dicen que no sirve de nada, sirve; millones de personas se enteran de situaciones que suceden en sus respectivos países y que de otra manera nunca sabrían o lo harían meses o años después de sucedido. Todos conocemos a personas que ni siquiera leen los periódicos o ven noticias, sea porque no les interesa o huyen de las malas noticias como guerras, robos y asesinatos. Sin embargo, una sociedad conectada está más expuesta a los ideales de otros, de la oposición, de las minorías, personas luchando por sus derechos o por los derechos de todos. Muchas veces reciben esa simpatía, que es inútil para muchos, pero preocupante para los gobiernos, sean dictaduras, gobiernos títere o grandes democracias. Sí, a todos por igual les molesta la idea de que existan espacios donde la información fluya a toda velocidad; peor aún, si esas personas pueden comunicarse de forma privada.
Muchas veces se ha apelado a la seguridad de los “buenos ciudadanos” para que éstos cedan sus derechos pacíficamente y de buena gana e incrementen el poder de un gobierno (en una especie de doctrina del shock tecnológica, que busca culpar y relacionar a la privacidad y encriptamiento de datos con los causantes del terrorismo en el mundo). Varios gobiernos intentan convencer a las personas para que consideren que los únicos interesados en defender la privacidad son aquellos que tienen algo malo que ocultar, facilitando su apoyo a leyes que impidan o limiten el derecho que tienen todos a ella.
Gonzalo Monterrosa
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