La comparación de las insurrecciones en el mundo árabe con las llamadas “revoluciones de colores” es errónea. Primero, porque el objetivo de los actuales movimientos no es eliminar dirigentes opuestos al poderío estadunidense para poner en su lugar dirigentes favorables a ese país. Segundo, porque no apuntan únicamente al derribo de determinados líderes políticos.
Thierry Meyssan / Red Voltaire
Los pueblos del Norte de África y del Medio Oriente se están sublevando contra la dominación que Estados Unidos e Israel han venido ejerciendo a través de dirigentes títeres. No se están limitando al derrocamiento de gobiernos, sino que aspiran a una transformación social.
Contrariamente a las “revoluciones de colores”, que duraban sólo unos días o unas pocas semanas, estas insurrecciones populares son el comienzo de un proceso revolucionario regional de varios años que debe dar lugar al surgimiento de diferentes tipos de gobiernos soberanos.
El intervencionismo estadunidense está tratando de desviar a estos movimientos de su objetivo central, por ejemplo, a través de acciones emprendidas por los agentes del Albert Einstein Institute y del Canvas. Estas maniobras no están funcionando en la práctica: los manifestantes están manteniendo sus reclamos iniciales y se aprecia, además, el surgimiento de un sentimiento panárabe contrario al imperialismo y al sionismo. Lo más que ha logrado Estados Unidos es manipular a los medios occidentales para esconder al mundo el súbito descenso de la influencia de Washington.
Si en el pasado los revolucionarios eran militantes que se formaban en la Unión Soviética, hoy se forman en Teherán.
Esta revolución, que comenzó en el Líbano por la vía constitucional, ha proseguido en las calles, en los casos de Túnez, Egipto, Libia, Yemen y Bahréin, debido al carácter autoritario de los regímenes de estos países.
Es previsible que ese movimiento no se limite al mundo árabe, sino que se extienda a la África negra.
En el contexto de las insurrecciones árabes, el 3 de marzo, la Red Voltaire publicó que el gabinete Netanyahu solicitó a Global CST socorrer al régimen del coronel Gadafi. Por lo cual, esa compañía prevé reclutar y transportar hasta 50 mil mercenarios, lo que parece ser todo un ambicioso proyecto.
Global CST formó y supervisó, por ejemplo, a las fuerzas armadas de Georgia cuando éstas atacaron Osetia del Sur; se encargó de organizar la liberación de Ingrid Betancourt, prisionera de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, y también entrenó a las fuerzas especiales peruanas en su guerra sucia contra los guerrilleros del Sendero Luminoso.
El coronel Gadafi se inspiró al principio de su carrera en los ideales y la ideología del líder egipcio Nasser, pero, desde hace tiempo, se ha especializado en el doble juego: juega en dos tableros (de la política internacional), con el riesgo de que los dos campos se le vengan encima a la vez.
Tenía un discurso ultrarradical contra el imperialismo estadunidense y el sionismo, al tiempo que les prestaba enormes servicios. Por ejemplo, cuando eliminó, a pedido de sus principales adversarios, al iraní-libanés Moussa Sadr y al sudanés Abdel Khaleq Mahjoub. Gadafi nunca emprendió una acción contra Israel y se reconcilió oficialmente con Washington en 2003.
Global CST, una de las compañías más importantes en el mundo especializada en el reclutamiento de mercenarios –a cambio de dinero o para cumplir con mandatos encomendadas por el Estado israelí–, ha reaccionado airadamente a esa publicación. Y esta polémica nos da la ocasión de hacer algunas precisiones.
En su amenazadora respuesta, redactada por el consultorio de abogados Mackrell International, Global CST no pone en tela de juicio los crímenes que ha cometido en América Latina o en Osetia del Sur; sólo desmiente toda relación actual con el coronel Gadafi.
Las informaciones que nosotros hemos publicado tienen dos fuentes: un periodista del diario israelí Yediot Aharonot y el sitio web israelí Inyan Mercazi. Los datos han sido retomados, desarrollados y ampliamente difundidos por los medios de comunicación audiovisuales, como la televisión árabe Al-Jazeera de Qatar o la televisión iraní Press TV.
Estas informaciones confirman que Israel utiliza sus vínculos privilegiados con el coronel Gadafi para fomentar una guerra civil en Libia y abrir así una puerta de entrada a la injerencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte en África del Norte.
En la entrevista que otorgó al canal de televisión France 24, el coronel Gadafi no ocultó un solo momento que las operaciones militares que él dirige actualmente contra los rebeldes en su país son iguales a la operación militar “plomo endurecido”, efectuada por Israel contra el territorio palestino de Gaza.
El desmentido de Global CST llega justo cuando es seriamente investigada por su intervención e implicación en Guinea y ha escapado a severas penas y sanciones. La compañía está acusada, entre otras cosas, de haber violado las reglas de exportación de armamento y capacitación al dar apoyo al régimen de Guinea cuando éste estaba bajo sanciones internacionales. No obstante, Global CSTfue castigada simplemente con un llamado a respetar las “obligaciones deontológicas” en la trata de mercenarios.
Es necesario precisar que el general Moussa Dadis Camara se amparó del poder en Guinea a finales de 2008. En mayo de 2009, confió la creación, instrucción y equipamiento de su Guardia Presidencial a Global CST por un monto de 10 millones de dólares al año. El 28 de septiembre de 2009, sus soldados, dirigidos por Global CST, dispararon contra manifestantes opositores que protestaban en Conakry, y mataron, al menos, 157 personas. Mientras que el régimen de Moussa Dadis Camara era condenado por las naciones del mundo, se abrió una investigación en Israel acerca de la participación de Global CST en las matanzas.
Esta compañía, implicada en el comercio de mercenarios, era dirigida por el mayor general retirado Israel Ziv y el antiguo comandante de la policía de Tel-Aviv, David Tzur. Ambos se beneficiaron del apoyo inesperado del antiguo ministro de Relaciones Exteriores, el social demócrata Shlomo Ben-Ami; del antiguo ministro adjunto de Defensa, Ephraim Sneh, y del antiguo embajador de Israel en Francia, Nissim Zvili.
Con la ayuda de éstos y de sus informaciones secretas, Global CST evitó ser sancionada. Según el diario israelí Haaretz, la compañía se había metido en Guinea para apoyar los negocios del traficante de diamantes Benny Steinmetz, quien ha contratado al exprimer ministro Ehud Olmert como empleado.
Global CST y sus excelentes abogados lanzaron una campaña para hacer creer que el compromiso de la compañía al negociar con mercenarios en Guinea era la perforación de pozos para suministrar agua potable a las aldeas.
Las cosas se complican para el gobierno israelí, que no sabría dar una autorización oficial a Global CST para intervenir en Libia cuando el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se opone a cualquier apoyo militar extranjero al coronel Gadafi.
Global CST tiene encargada una misión en Libia que no puede confesar ni tener la fachada oficial porque contraviene la ley israelí, y es por tal razón que el comunicado israelí se apresura en desmentir esto con fuerza y vigor. Al mismo tiempo, la embajadora de Estados Unidos en el Consejo de Seguridad de la ONU ha pedido que los mercenarios que intervienen en Libia no sean perseguidos por la justicia internacional. Siempre es bueno tomar precauciones.
El mayor general Israel Ziv, a quien sus abogados presentan como una persona honorablemente conocida en Israel, es el antiguo jefe de operaciones de Tsahal (ejército israelí). Cuando desempeñó ese cargo se habría involucrado en los crímenes de guerra que cometieron en Líbano en 2006: él supervisó los bombardeos que mataron 1 mil 187 civiles y que provocaron el desplazamiento de más de 1 millón de personas, sin contar las 15 mil casas que fueron arrasadas.
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