Kuala Lumpur, Malasia. Pocos políticos se atribuyen el mérito de causar estancamiento y recesiones. Sin embargo, lo hacen todo el tiempo, justificando sus acciones por un supuesto propósito superior.
Ahora, ese propósito superior es controlar la inflación como si fuera la peor opción para la gente hoy en día. Muchos supuestos economistas se inventan cuentos chinos de que la inflación provoca una contracción económica que el común de los mortales no conoce ni entiende.
Desde principios de 2022, como muchos otros en el mundo, los estadunidenses han estado preocupados por la inflación. Pero los datos oficiales de Estados Unidos muestran que la inflación se ha ralentizado desde mediados de 2022. Las tendencias recientes desde mediados de 2022 son claras. La inflación ya no se acelera, sino que se ralentiza. Y para la mayoría de los economistas, sólo la aceleración de la inflación es motivo de preocupación.
Desde entonces, la inflación anualizada solo se ha situado ligeramente por encima del objetivo de inflación oficial, aunque arbitrario, de 2 por ciento de la mayoría de los bancos centrales occidentales.
En su punto álgido, el breve repunte inflacionista, en el segundo trimestre del año pasado, alcanzó sin duda los “niveles [de precios] más altos desde principios de la década de 1980” debido a la forma en que se mide.
Tras décadas de “financialización”, el público y los políticos apoyan sin saberlo a los intereses de los adinerados que quieren minimizar la inflación para sacar el máximo partido a sus activos financieros.
La agresión de Rusia contra Ucrania comenzó el 24 de febrero hará un año, seguida de sanciones de represalia contra Moscú. Ambas han interrumpido el suministro, especialmente de combustible y alimentos. El repunte de la inflación en los cuatro meses posteriores a la invasión rusa se debió principalmente a “shocks de oferta”.
La guerra y las sanciones de represalia provocaron un aumento de los precios, especialmente del combustible, los alimentos y los fertilizantes. Aunque ya no se aceleran, los precios siguen siendo más altos que un año antes.
Sin duda, las presiones sobre los precios se habían ido acumulando con otras interrupciones del suministro. Además, la demanda ha cambiado con la nueva Guerra Fría contra China, la pandemia de covid-19 y su “recuperación”, y la restricción del crédito en el último año.
Hay pocos indicios de más factores aceleradores importantes. No existe una “espiral salarios-precios”, ya que los precios han subido últimamente más que los salarios a pesar de los esfuerzos del gobierno de Washington por garantizar el pleno empleo desde la crisis financiera mundial de 2008.
A pesar de las dificultades debidas a la inflación, decenas de millones de estadounidenses están mejor que antes, por ejemplo, con los 10 millones de puestos de trabajo creados en los últimos dos años. Bajo el mandato de Joe Biden, los salarios de los trabajadores mal pagados han subido más rápido que los precios al consumo.
Los mayores costes de los préstamos también han debilitado la suerte de los trabajadores en todas partes. Estas consecuencias adversas serían mucho menos probables si el público comprendiera mejor los recientes aumentos de precios, las opciones políticas disponibles y sus consecuencias.
Con la notable excepción del Banco de Japón, la mayoría de los demás grandes bancos centrales han estado jugando a alinearse con las subidas de los tipos de interés de la Reserva Federal de Estados Unidos, la Fed. Sin duda, la inflación ya ha estado cayendo por muchas razones, en gran parte ajenas a ellos.
Pero el encarecimiento de los préstamos ha reducido el gasto, tanto en consumo como en inversión. Esto ha acelerado la desaceleración económica en todo el mundo tras más de una década de crecimiento en gran medida mediocre desde el estallido de la crisis financiera mundial de 2008.
Las desacertadas políticas anteriores limitan ahora lo que los gobiernos pueden hacer en respuesta. Con la fuerte subida de los tipos de interés por parte de la Reserva Federal en el último año, los bancos centrales de los países en desarrollo han intentado, normalmente en vano, frenar las salidas de capital hacia Estados Unidos y otros «paraísos seguros» que suben los tipos de interés.
Tras abrir sus cuentas de capital siguiendo consejos extranjeros, los bancos centrales de los países en desarrollo siempre ofrecen tipos de interés más altos, con la esperanza de que entren más capitales en lugar de que salgan.
Curiosamente, los economistas conservadores estadounidenses Milton Friedman y Ben Bernanke han demostrado que la Fed ha empeorado las anteriores recesiones de Estados Unidos subiendo los tipos de interés, en lugar de apoyar a las empresas en momentos de necesidad.
Hace cuatro décadas, el aumento de los costes del servicio de la deuda desencadenó la crisis de la deuda externa en América Latina y África, condenándolas a «décadas perdidas». El Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial impusieron entonces drásticas condicionalidades políticas para acceder a préstamos de emergencia.
Las políticas de globalización económica de principios de siglo están sufriendo un importante revés, con consecuencias devastadoras para los países en desarrollo después de que abrieran sus economías al comercio y la inversión extranjeros.
El fomento de la inversión extranjera de cartera se ha hecho cada vez más a expensas de la inversión extranjera directa “de campo verde”, que mejora las nuevas capacidades económicas.
Podría decirse que la nueva Guerra Fría ha implicado más armas económicas, por ejemplo, sanciones, que la anterior. El “reshoring [relocalización o repatriación de empresas al país desde el exterior]” y el “friendshoring [traslado de actividades a países amigos]” de la administración de Donald Trump y Japón discriminan entre inversores, rehaciendo las cadenas de “valor” o “abastecimiento”.
También podría decirse que la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 1995 fue el punto álgido de la liberalización del comercio multilateral, al establecer un enfoque de “talla única” para todos, independientemente de los medios.
Más recientemente, Biden ha continuado con el retroceso de Trump de la liberalización comercial anterior.
En 1995 también se reforzaron los derechos de propiedad intelectual a nivel internacional, limitando las transferencias de tecnología y el progreso. Los recientes «conflictos comerciales» afectan cada vez más al acceso a la alta tecnología, por ejemplo, en el caso de las transnacionales extranjeras Huawei, TSMC y Samsung.
Con la disminución de los tipos impositivos directos en casi todo el mundo, los gobiernos se enfrentan a más restricciones presupuestarias. En el último año se ha visto cómo estos medios fiscales disminuidos se desviaban masivamente para gastos militares y fines estratégicos, recortando los recursos para el desarrollo, la sostenibilidad, la equidad y los fines humanitarios.
En este contexto, los nuevos antagonismos internacionales conspiran para convertirlo en una “tormenta perfecta” de estancamiento y regresión económica. De ahí que quienes luchan por la paz y la cooperación internacionales puedan ser nuestra mejor esperanza contra la “nueva barbarie”.
Jomo Kwame Sundaram/Inter Press Service (IPS)*
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