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Los barones ladrones

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Marcos Chávez * @marcos_contra
El retorno a la escena pública de los escándalos de la banca privada mexicana e internacional, con las mismas prácticas ilegales, tramposas, corruptas, especulativas y de lavado de dinero, entre otras, que llevaron al colapso financiero y productivo global de 2008, no es más que la reiterada y chocante comprobación de al menos tres aspectos señalados por diversos analistas:
1) Que la estrategia anticrisis impuesta por los guardianes del sistema, los gobiernos y los organismos regionales y multilaterales, fue la peor solución desde el punto de vista del capitalismo en su conjunto, pero no así para los banqueros. Porque el objeto es rescatarlos, socializar sus pérdidas (los subsidios públicos con los mayores impuestos y de los precios de bienes y servicios pagados por las mayorías, y el recorte del gasto productivo y social) y restaurar y acrecentar sus ganancias, a costa de las empresas que no tienen acceso a los laberintos del poder y de hundir en la pobreza y la miseria al 99 por ciento de la población mundial. Por esa razón no se restableció el dogal regulatorio al sector financiero mundial aplicado y promovido por Franklin D Roosevelt después de la Gran Depresión de la década de 1930 detonada por la banca, el cual permitió que funcionara con relativa estabilidad y sin sus desmesurados abusos; ni se les impuso castigos severos para inhibir sus ímpetus delincuenciales, ni se recuperó su operación tradicional como un servicio público vital para el desarrollo: fomentar el ahorro y proteger el dinero de la población, y suministrar el capital requerido por la inversión productiva y el crecimiento con costos de crédito accesible y no voraz como el que rige actualmente.
Por el contrario, se mantuvo intocada la nueva forma de acumulación capitalista basada en la financiarización, en la salvaje especulación financiera iniciada desde la década de 1970 a raíz de la eliminación de los controles nacionales e internacionales impulsada por los neoliberales, y responsable del desastre global. Se mantuvo a la sociedad, la economía y las naciones como rehenes de los depredadores financieros. Se preservó sin cambios el vasallaje de la política y los gobiernos ante la oligarquía financiero-industrial, su turbia relación que ha usurpado la democracia burguesa se optimizó. Aquellos se han convertido en súbditos de éstos y protegen sus intereses. La puerta giratoria entre la política y las finanzas opera eficientemente: los financieros se convierten en gobernantes y los políticos en empleados de los financieros. Van y vienen de un lugar a otro. A veces sin necesidad de la “democracia” electoral. O los partidos, de derecha e izquierda, eligen mandatarios que aceptan convertirse en sus siervos.
2) La permanencia de lo que Larry Summers –economista que fue secretario del Tesoro con Clinton y director del Consejo Nacional de Economía con Obama– calificó como el “equilibrio de terror financiero”.
La rapiña en los mercados financieros y el saqueo de los Estados y las naciones (Grecia, España, Portugal, Italia); la extorsión de las empresas calificadoras que manipulan la evaluación de los bancos y los Estados débiles, a favor de los fuertes, para arrancarles más réditos al momento de reciclar sus deudas o concederles nuevos préstamos; el chantaje de los sicarios del sistema, el Fondo Monetario Internacional o los administradores de la Eurozona y la Unión Europea, que condicionan sus apoyos al sometimiento de los gobiernos en calidad de protectorados, a la imposición de brutales programas de choque y contrarreformas estructurales neoliberales, con la amenaza de cerrarles las llaves de los dólares y los euros, abandonarlos a su suerte y expulsarlos del “paraíso” primermundista e integracionista, donde ocupan el papel de colonizados; el genocidio económico que cometen los gobiernos contra sus gobernados al romper unilateralmente el contrato social y condenarlos a la pobreza y la miseria, al recortarles los salarios nominales, arrojarlos masivamente a la calle, abaratando el costo de las indemnizaciones y el seguro contra el desempleo (su cuantía y el tiempo para recibirlo), reducirles los beneficios laborales, someterlos a los abusos empresariales (la “flexibilidad” laboral), aumentarles la edad de jubilación y reducirles las pensiones para mueran más rápido, cobren menos y sobrevivan en la indigencia, desmantelar el Estado de bienestar, elevarles los impuestos (al consumo, la renta y otros) y los precios de los bienes y servicios públicos, y privatizar empresas estatales y sectores estratégicos como parte del bárbaro ajuste fiscal fondomonetarista, que proporcione un excedente en los ingresos estatales y asegure el pago irrestricto de la deuda oficial.
3) El Fondo Monetario Internacional (FMI) urge al Banco Central Europeo (BCE) que “haga algo” ante el temor de una deflación, es decir, una caída generalizada y prolongada de los precios, que podrían ubicarse por debajo del 2 por ciento hasta 2014. ¿Qué propone el FMI al Banco Central Europeo para evitarlo? La inyección de más liquidez y la unión bancaria, entre otras medidas.
Cegado por su fundamentalismo económico y los intereses que representa, el FMI no se da cuenta de que el problema es más grave: el proceso de consolidación de la tercera depresión global capitalista que puede extenderse por toda la década actual (la primera inició en 1873, detonada por el derrumbe bursátil y la quiebra del banco Jay Cooke and Company, y terminó en 1879; es conocida como la “depresión larga” o long depression). Y la responsabilidad recae en las políticas impuestas por el mismo FMI, el BCE, los capos de la Unión Europea, la Eurozona y la vorágine especulativa de los intermediarios financieros.
Entre el final de la Segunda Guerra Mundial y el ocaso de la década de 1960, el crecimiento descansó en la demanda agregada: el mayor consumo asociado a un empleo más alto, la mejoría en los ingresos reales de la población y creciente gasto público (a menudo deficitario), también en consumo e inversión productiva. Ello estimuló la demanda interna y externa, la realización de la producción y la ampliación de la inversión privada, apoyada adicionalmente, por el bajo costo del crédito. A partir de 1970 y, sobre todo, de 1980, empero, con la contrarrevolución neoliberal, se redujo el crecimiento, el empleo, los salarios reales (la tasa de explotación) y el gasto público, y se redistribuyó el ingreso y la riqueza de abajo hacia arriba. La menor demanda y la tasa de ganancias fueron compensadas con la expansión del crédito y el endeudamiento, complementados con la especulación financiera. Sin embargo, con el colapso de 2008, la evaporación del capital ficticio, la crisis crediticia, el alto endeudamiento y las quiebras bancarias por la montaña de deudas, la insolvencia de pagos (y no un problema de liquidez), el exceso de activos basura en las hojas contables bancarias; el desempleo masivo, el recorte de los salarios y las prestaciones sociales, el menor gasto público, provocado todo por el derrumbe y las políticas del FMI, el BCE y demás, que refuerzan las presiones contractivas y recesivas, ¿qué estimulará la demanda, la realización de la producción, el alza de las ganancias así como la reactivación del crecimiento? La Unión Europea está en recesión. Estados Unidos, China, India, África del Sur, Argentina, Brasil y otros países se desaceleran. Se espera que el crecimiento mundial en 2012 sea el peor desde 2009. Si no hay consumo e inversión, ¿cómo no esperar que caigan los precios?
Para salvar al sector bancario y a otros intermediarios financieros se les han inyectado billones de dólares. ¿De qué ha servido si un gran número de bancos están al borde de la quiebra oficial? Sólo para alimentar sus prácticas especulativas e ilegales. ¿Qué hacen el “policía de ronda”, los gobiernos y los reguladores financieros? Solapar lo que William K Black –uno de los mayores penalistas estadunidenses– denomina la “conducta inmoral endémica” de “los altos funcionarios que comandan el fraude” y la mentira para aumentar su riqueza, “un ambiente agresivamente inmoral en la cúspide del sistema”, que obliga a “los empleados más morales [a abandonar] indignados el escenario y la escoria moral [que] aflora a la superficie de la fosa séptica” (Sin permiso, 15 de julio de 2012). Esto lo dijo a raíz de la corrupta manipulación de la tasa Libor por parte de Barclays y que Robert Preston, “analista” de la BBC de Londres, aplaudió por “su realismo de sentido común”, ya que otros “bancos eran unos mentirosos aún mayores sobre lo que estaban pagando al pedir prestado”.
¿Es el Barclays la manzana podrida del sector financiero, de “fallos” en la supervisión, de “errores”, de distracción de los reguladores? ¿O todos son una pandilla de delincuentes?
En una encuesta levantada por el bufete Labaton Sucharow entre 500 dirigentes de Wall Street y la bolsa de valores de Londres, el 24 por ciento aceptó que podría emplear métodos deshonestos o ilegales para tener éxito en el mundo de las finanzas, para mejorar sus ingresos, lo que le llevó a señalar: “cuando la deshonestidad es una práctica comúnmente aceptada por los profesionales de las finanzas, es la integridad misma de todo nuestro sistema financiero lo que está en peligro.”
Esto no es novedoso y forma parte de la naturaleza del capitalismo. A finales del siglo XIX, se acuñó en Estados Unidos el término robber barons o “barones ladrones” para identificar a los dueños de las empresas industriales, los ferrocarriles y los bancos (JP Morgan, John D Rockefeller, Andrew Carnegie, Jay Gould, entre otros) que se convirtieron en el sector burgués dominante que asumió el poder y el destino de dicho país, y cuyas fortunas descansaron en el fraude y los negocios ilícitos, con la complacencia y protección oficial (Howard Zinn, La otra historia de los Estados Unidos, editorial Siglo XXI, México, 1999). En 1931 dijo Al Capone, amargamente: “¿Piensa que esos banqueros acabaron en prisión? Se encuentran entre los ciudadanos más destacados [y] ¡son tan corruptos, como los políticos corruptos! Hasta que he entrado en [su] ambiente, no he sabido cuántos bribones de esa clase existen, gente que viste ropas caras y habla con afectada entonación” (L Coen y L Sisti, Marcinkus, el banquero de dios). “¡Un estafador! ¡Es un estafador!”, dijo una señora al escuchar el nombre de Marcinkus. Bertold Brecht se preguntaba irónicamente: “¿Qué es robar un banco en comparación con fundarlo?”.
Hablando de estafadores, el Partido Revolucionario Institucional inventó empresas (EFRA y Grupo Comercial Inizzio) para lavar varias decenas de millones dólares a través de los bancos Monex y Mifel, con el objeto de comprar votos y asegurar el triunfo electoral de Enrique Peña. Y el Instituto Federal Electoral y el gobierno calderonista no se dieron cuenta. Estados Unidos acusa a México de ser el paraíso del lavado de dinero y denuncia que HSBC manejó en nuestro país, al menos desde 2007, alrededor 50 mil cuentas, por un monto del orden de 2.1 mil millones de dólares, relacionadas con el narco. ¿Y los calderonistas? Padecen el síndrome Fox: “¿Y yo por qué”? Alejandro Poiré, secretario de Gobernación, dice que no sabía nada, y Marisela Morales, procuradora General de la República, señala que no puede actuar “de oficio”. ¿Y la Comisión Nacional Bancaria y de Valores? Guillermo Babatz agrega que existe la “preocupación por las operaciones de HSBC desde 2002. Pero no se hizo nada, y añade que ese banco sólo se puede hacer acreedor a una sanción administrativa. ¿Y el banco central, que por sus narices han salido 14.3 mil millones de dólares insuficientemente identificados en lo que va de 2012? Sólo se preocupa por “estabilizar” la moneda –e inyectar reservas cuando es necesario– y la inflación. ¡Viva el libre flujo de capitales! ¿Y los éticos de la asociación de banqueros? Velando por la moral del gremio.
¿Negligencia calderonista? ¿Complicidad? ¿Negligencia cómplice y disfrute de los beneficios, en un sistema que hiede a corrupción y es supura de ilícitos?
Timothy Geithner y la Asociación de Banqueros Británicos sabían desde 2008, o antes, que el Barclays manipulaba ilegalmente índice Libor, del que dependen cada día negocios por valor hasta de 360 mil millones de dólares, y apenas actuaron y le impusieron una multa por 453 millones. ¿Cuánto ganó en ese tiempo? Hoy se sabe que se investiga a más de una decena de bancos de Europa, Japón y Estados Unidos por la misma razón y cuyas operaciones inescrupulosas afectan a billones de dólares a escala mundial.
El Morgan es afectado por operaciones con derivados. Rodrigo Rato, exdirector del FMI y de Bankia, y exministro de Economía con José María Aznar, enfrenta cargos por corrupción. El banco del Vaticano es investigado por la misma causa. Los ejemplos pueden seguirse sumando.
La oligarquía financiera y los gobiernos que los protegen son una pandilla de ladrones.
Es el capitalismo mafioso. Genéticamente irreformable.
*Economista
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Fuente: Contralínea 295

 

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