Las reformas regresivas y anticonstitucionales de Enrique Peña y sus cómplices significan un retroceso inaceptable para la sociedad mexicana.
Desde atrás, muy atrás en el tiempo, el mal gobierno ha hundido a México en un negro pasado. Y ahora, con el nefasto Pacto contra México firmado por Peña el 2 de diciembre de 2012, con el apoyo del Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y el Partido Acción Nacional (PAN), el régimen del PRIAN ha consumado su trabajo –el cual comenzó hace décadas al servicio de las grandes corporaciones– con la aprobación de una serie de reformas: laboral, educativa, fiscal, financiera, en telecomunicaciones, energética y política. Son reformas anticonstitucionales que violan los artículos 135 y 136 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y no tienen validez, pues violan derechos y reivindican viejas formas de explotación y opresión ya superadas, gracias a las luchas de los siglos XIX y XX, que costaron no poca sangre y sacrificios. De hecho las reformas, según el diccionario, son la acción de ejecutar una “innovación o mejora en algo”. Por lo tanto, no son reformas lo que ha impulsado Peña sino contrarreformas anticonstitucionales. No han mejorado o innovado nada, sino suprimido y mutilado el texto constitucional para pisotear derechos ganados y consagrados. Por eso, el 5 de febrero pasado se entregó una denuncia en contra de Enrique Peña Nieto ante la Procuraduría General de la República por el delito de traición a la patria. La hicieron llegar Andrés Manuel López Obrador y el Movimiento Regeneración Nacional (Morena) a través de Martí Batres y Bernardo Bátiz.
La contrarreforma financiera permite el endeudamiento de la población para que luego tenga que trabajar de sol a sol para pagar lo impagable so pena de cárcel, embargo o arraigo. Primero se nos empobrece con salarios de hambre para obligarnos a endeudarnos, y luego la pagamos caro. Ya no tienen la necesidad, como en el colonialismo o el porfirismo, de ponernos a un capataz con látigo para que castigue nuestras espaldas; ahora nosotros mismos cargamos una tarjeta de plástico para endeudarnos, y luego a trabajar sin parar para intentar pagar la tarjeta de crédito…
La contrarreforma de telecomunicaciones abre el sector a las corporaciones extranjeras, entrega todo a los monopolios mediáticos más ricos fortaleciéndolos, en particular a Televisa, reforzando su papel como moderna Inquisición que quema a los disidentes, anula la libertad de prensa y mantiene la ignorancia a través de los medios de desinformación, a pesar de que ya la mayoría sabe leer y escribir. Al pueblo se le quiere mantener en la ignorancia, y la contrarreforma educativa se instrumenta para despedir a los maestros y hacer pagar altas cuotas a los padres de familia bajo el pretexto de la autonomía de gestión. Pretenden hacer un negocio de la educación y mantener a los maestros amordazados con la amenaza de despido.
La contrarreforma fiscal aumenta los impuestos a la población mientras privilegia a las grandes corporaciones –como en el porfirismo–, haciéndole pagar al consumidor y al pequeño y mediano empresario lo que no pagan las gigantescas corporaciones, aplicando el terrorismo fiscal a los pequeños negocios orillándolos al cierre y la ruina. El abuso en el cobro de impuestos nos recuerda la época de Santa Anna, en la que había que pagar por cada perro, cada ventana, cada rueda de carreta. Época de corrupción y vicios, similar a la del PRIAN actual.
La contrarreforma política busca la reelección de funcionarios para que la misma mafia corrupta, que ha mutilado la Constitución y que ha cooperado activamente en el desmantelamiento de México, sea la que se mantenga en el poder al servicio de sus amos.
Atrás, muy atrás nos lleva el PRIAN y su mal gobierno, así como sus cómplices: el PRD, el Partido Verde Ecologista de México, el Partido Nueva Alianza… En el pasado, Estados Unidos se levantó como gran potencia, apoyándose en el trabajo de los esclavos del Sur que eran los afroamericanos; ahora que está en decadencia necesitan de la moderna esclavitud. Ahora los esclavos del Sur son los trabajadores mexicanos. Todo gracias al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que ha expulsado anualmente a medio millón de mexicanos de su patria y que son, a su vez, expulsados por Obama, capturados en redadas y encerrados en campos de confinamiento, separados de sus hijos, criminalizados como si buscar trabajo fuera un crimen. La temible Patrulla Fronteriza asesina a los migrantes en la frontera, los asesina sistemáticamente. Basta un argumento: “Estaban aventando piedras”, dicen, y así justifican haberles metido un balazo en la cabeza y quedar en completa impunidad.
El PRIAN ha instituido el esclavismo moderno y ya no vale nada la vida del trabajador: murieron 65 mineros en Pasta de Conchos, Coahuila; decenas de trabajadores de Petróleos Mexicanos, tanto en plataformas como en oficinas; 49 niños y niñas en la guardería de ABC, en Sonora; cientos de mineros en las minas de carbón en Sabinas, Coahuila; siete trabajadores en la Cervecería Modelo; cinco en Charcas, San Luis Potosí; todos por negligencia industrial. La lista es interminable… Ningún patrón en la cárcel… Ningún derecho para el trabajador… Ni el de la vida. Toda la impunidad para los patrones. Esclavismo moderno aún más cruel que el clásico, que obligaba al amo a darle al esclavo alimento, techo, vestido, mientras que en el sistema actual y con la contrarreforma laboral, el trabajador puede ser despedido por el patrón, quien puede contratar al obrero 1 hora o 16 a su antojo; y el trabajador desempleado se puede morir de hambre sin compromiso alguno de las empresas.
México está sujeto al neocolonialismo. El endeudamiento nos ató a los organismos financieros internacionales que forzaron la integración económica. El TLCAN destrozó la economía mexicana y a la empresa nacional, el campo, la industria, el comercio, la minería, la banca. Todo quedó avasallado por los gigantes monopólicos de Estados Unidos y Canadá. Nos pusieron a competir en pie de igualdad con una economía 15 veces más grande que la nuestra. Los resultados son desastrosos. El TLCAN condujo a la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte –que nos integró en energéticos y seguridad con Estados Unidos y Canadá–; y ésta, a la Iniciativa Mérida y la integración militar, con el pretexto de una alianza para colaborar contra el crimen. Alianza y amistad que son una farsa, que se refleja en el llamado “muro de la muerte” en la frontera con Estados Unidos y en la imposición de visas por parte de Canadá.
Si en la Colonia los españoles indujeron al alcoholismo a millones de indígenas para poderlos embrutecer y controlar, en la actualidad el imperio yanqui induce la drogadicción para neutralizar a la juventud, y la guerra para dividirnos y provocar masacres. “Divide y vencerás” es la divisa del imperio. El problema de la droga es generado por Estados Unidos, donde en un territorio cinco veces mayor que el de México se lava 15 veces más dinero en sus bancos; territorio de donde viene la mayoría de las armas. Estados Unidos es el problema, no la solución, pero inducen la “guerra contra el narco” para imponer su dominio militar sobre nuestro país, en lo que es ya una real anexión de México al Estados Unidos de las corporaciones. Uno de los objetivos de Washington es contar con mexicanos como carne de cañón para sus guerras expansionistas.
Pero el pueblo de México no quiere ir hacia atrás sino hacia adelante. En circunstancias históricas muy similares a la actual, durante la modernización borbónica, el régimen de Santa Anna o la modernización porfirista, se vivió una situación de opresión similar. ¿Y qué hizo? ¡Se levantó con toda su potencia, asombró al mundo y logró avances espectaculares que sirvieron de experiencia internacional! Nuestro pueblo, con tradiciones revolucionarias como pocos, tiene la experiencia de la Independencia, la Reforma, la derrota de la Intervención Francesa, la Revolución Mexicana y el cardenismo; ha realizado tres grandes transformaciones. Nuestro pueblo aguanta mucho, pero llegado el límite se levanta contra la opresión y hoy se dispone a construir la cuarta gran transformación de México. Hoy se une y organiza para lograr que lo viejo, podrido y caduco, muera definitivamente para forjar un futuro en el siglo XXI.
La situación en que han colocado a nuestro país y a nuestro pueblo es complicada y difícil. Por eso es indispensable la unión y la organización para salir adelante, siempre teniendo en cuenta que hay salida, que hay un futuro diferente. El pueblo sabe, el pueblo tiene la fuerza, el pueblo mexicano se prepara para construir una sociedad en la que imperen la democracia, la independencia, la paz y la justicia. No más regresiones, vamos hacia adelante. ¡Venceremos!
*Politólogo y urbanista. Dirigente de Mexteki y vocero del Congreso de la Soberanía
Contralínea 382 / 20 al 26 de Abril
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