Su participación en la cumbre de Lima, a finales de abril, seguramente insufló su ánimo bravucón al departir con sus pares de la derecha gobernante latinoamericana, Alan García, Juan Manuel Santos y Sebastián Piñera, que, como los últimos cruzados neoliberales, resisten en sus ínsulas a las tempestuosas aguas progresistas que se han ensanchado por el continente. Y su asistencia en la ceremonia de beatificación de uno de los papas más retrógrados y siniestros del siglo XX, uno de los más feroces guerreros católicos que, durante su reinado absolutista y oscurantista, acompañó y pontificó las peores causas en contra de la humanidad –su apoyo a las genocidas campañas anticomunistas, colonialistas, guerreristas o golpistas de los Bush; su respaldo a las criminales dictaduras militares; su rabioso liderazgo, cual Tomás de Torquemada, en la persecución en contra de quienes defienden los derechos de las mujeres, de los homosexuales, la educación y la vida secular, entre otras exigencias ciudadanas–, sin duda, reanimó su concupiscencia mística. Su presencia en este acto, justo el día internacional de los trabajadores arrollados por el neoliberalismo global, “es congruente con los principios de laicidad del Estado mexicano”, según el retorcido comunicado emitido por la Presidencia para justificarse, y cuya inasistencia hubiera sido una “descortesía”, según la clerigalla local, convertida en vocera oficiosa de Calderón, bajo la lógica de que “ser cortés no quita lo laico” a un Ejecutivo devoto que tuvo que ponerse ese irritante ropaje constitucional y que le gustaría convertir a ese organismo en un Estado teocrático. Además, Calderón, Javier Lozano y compañía son bestiales enemigos y opositores de los obreros y sus conquistas laborales, a las que pretenden destruir completamente para convertir a los asalariados en esclavos “flexibles”, sometidos a la dictadura de la productividad, la competitividad y la rentabilidad del capitalismo salvaje. Al cabo, son mejores la ensoñación y los cantos celestiales, comparados con las groseras y arrabaleras imprecaciones con que podría ser recibido por sus enemigos de clase, a los que ha ultrajado hasta la abyección.
El huidizo y fugaz peregrinaje a tierras vaticanas y de sus iguales reaccionarios, empero, fue inútil para conjurar los pétreos juicios emitidos por funcionarios libres de toda sospecha. Como aves de mal agüero, le revolotearon por la cabeza durante el viaje y su retorno, al grado de tornarlo más irascible. Unos están relacionados con la ascendente inseguridad que se enseñorea despiadadamente en México, convertido en un camposanto y en un tiradero de cadáveres a lo largo y ancho de su territorio, manifestación del fracaso de la guerra de Calderón en contra del narco, la principal divisa de gobierno que atizó la criminalidad y su salvajismo, así como la violación de los derechos humanos. Esa situación inquieta a los inversionistas extranjeros, de suyo nerviosos, sobre todo los especuladores, los cuales requieren de la suficiente tranquilidad para especular, explotar al máximo a los trabajadores y depredar las riquezas nacionales. Un mayor escalamiento podría provocar la estampida de capitales. Desde luego, su aflicción nada tiene que ver con sus escrúpulos al momento de violentar el estado de derecho local.
El gasto militar durante el calderonato ha sido desaforado e inútil, si se considera que su guerra fue improvisada y está perdida. El dinero se drena entre las grietas de la ineficiencia y su empleo es poco claro. Según los Indicadores del desarrollo mundial, del BM, éste aumentó 44 por ciento, de 45 mil millones de pesos (MMDP) en 2006 a 64.3 MMDP en 2009. En cambio, el de educación y salud apenas creció marginalmente. El de salud por habitante, por ejemplo, pasó de 507 dólares a 515. Los egresos totales en seguridad, corrigió Ernesto Cordero, ascienden a 200 MMDP anuales, seis veces más que el destinado al combate de la pobreza extrema (en 2011, a 35.4 MMDP). Por cada 5.6 pesos erogados en seguridad, corresponderá 1 a la pobreza extrema. A la educación se aplicarán 230 MMDP, y a la educación superior, 146.3 MMDP.
Según el BM, lo anterior explica la elevación de la pobreza. El neoliberalismo mexicano primero genera miserables, a unos cuantos les da limosnas y a otros los atiende a balazos y con la cárcel.
Otras críticas “amigas” corresponden al manejo económico y sus resultados.
Lejos están los neoliberales mexicanos de la efímera “época dorada” en la que eran considerados como los “alumnos ejemplares”, dignos de emularse, la cual se acabó violentamente con el trágico colapso de la ficción salinista, en diciembre de 1994.
Ahora son vistos con recelo; como aprendices remisos; lerdos.
Contra el optimismo de los calderonistas, en su informe semestral Panorama de la economía mundial, el FMI considera que la economía mexicana aún no se recupera de la crisis de 2008-2009 y su nivel es 10 por ciento menor al registrado antes de ella. A escala mundial, esa situación sólo es compartida por Rusia y Turquía. Comparado con los países latinoamericanos, su desempeño es mediocre. La mayoría de ellos ya recuperó y superó el terreno perdido. En particular, destacan Argentina y Brasil que, a diferencia de México, hace tiempo abandonaron la ortodoxia económica y crecen a buen ritmo. Para el FMI, la mediocridad económica de México se explica por su dependencia a Estados Unidos y el estancamiento del mercado interno. Sin embargo, ese organismo guarda silencio ante su corresponsabilidad en el asunto. Sus alumnos, los Chicago Boys mexicanos, aplican desde 1983 las políticas ortodoxas que el FMI “propone” para contener la inflación, que condena al consumo, la inversión, el crecimiento y el empleo internos al estancamiento crónicos, e imponen las contrarreformas estructurales neoliberales, entre ellas el Tratado de Libre Comercio, que terminaron subordinando al país ante su “socio” del Norte y cuyo futuro es incierto, merced a sus graves desequilibrios que obstaculizan su expansión, entre ellos el déficit fiscal (10.8 por ciento del producto interno bruto, PIB) y la deuda pública (99.5 por ciento del PIB y que llegará a 110 por ciento en menos de cinco años), que reflejan el oneroso rescate de los especuladores financieros que provocaron su colapso y contribuyeron al del sistema capitalista mundial. El ritmo de crecimiento mexicano en este siglo sólo supera al de los países más humildes: Jamaica, Bahamas, Barbados, Granada y Haití.
Augusto de la Torre, economista en jefe del Banco Mundial, también arrojó un balde de agua fría al optimismo calderonista. En el informe El éxito de Latinoamérica y el Caribe se somete a prueba, presentado por De la Torre, México es considerado como un caso “excepcional” y “misterioso”. Es “excepcional” porque su recuperación económica no sólo no genera empleos, sino que aumentan los desempleados, a diferencia del resto de América Latina que no padeció una destrucción significativa de puestos de trabajo: los que se perdieron ya fueron recuperados, la tasa de desempleo se ubica por debajo de la conocida antes del inicio de la crisis y se crean nuevos empleos. Ello sucede en Argentina, Brasil, Ecuador, Perú y Uruguay, cuyos gobiernos progresistas, a excepción de Perú, son la antípoda del régimen derechista, clerical y neoliberal calderonista. “Sólo México es un foco especial en materia de empleo en la región”.
Es un enigma para el BM, porque si bien “México es un país estrella en el ámbito macroeconómico” y es visto como una economía robusta, debido a su desempeño estelar en el manejo macro, especialmente el monetario y fiscal, lo que supuestamente no genera preocupaciones sobre la vulnerabilidad macroeconómica, también representa un “gran misterio”. “¿Por qué no consigue generar tasas de crecimiento mayores?”.
Los asertos de De la Torre y el BM son verdaderos disparates. Sólo un ignorante, un malintencionado o un Chicago Boys pueden creer en la dicotomía entre lo micro y lo macro. Lo macro está bien gracias a que lo micro está pésimo. Es decir, la “fortaleza” monetaria –los altos réditos que premian a la especulación financiera y castigan a la inversión productiva y el consumo– y fiscal –su equilibrio logrado con la reducción del consumo, la inversión y el gasto social públicos–, medidas empleadas para controlar la inflación, tal y como “recomiendan” el FMI y el BM, son las causantes, junto con las contrarreformas neoliberales, de la pérdida del crecimiento, del estancamiento, de la falta de empleos formales, del retroceso del poder de compra real de los salarios, de la miseria, la exclusión social, la inseguridad y el descontento que sufre México y todos los países en donde se aplicaron y se imponen esas políticas. En ese sentido, no existe ningún misterio, sólo tonterías.
De alguna manera esto lo tiene claro Robert Zoellick, presidente del BM, aunque oculte las causas. En el Informe sobre el desarrollo mundial 2011. Conflicto, seguridad y desarrollo, recién presentado por Zoellick a nombre de ese organismo, se dice que el progreso sin precedentes de la delincuencia organizada, que ahoga a México y que podría provocar el hundimiento de muchos estados frágiles, a medida que sus instituciones caigan presas de la violencia organizada, se debe al desempleo, en especial el juvenil; los bajos ingresos, las tensiones étnicas, religiosas y sociales, entre otros. Ello explica que parte de la población se vea obligada a integrarse a las pandillas y movimientos rebeldes”, ya sea para sobrevivir o buscar un mundo mejor.
La creación de instituciones más legítimas, responsables y eficientes que ofrezcan seguridad, justicia y empleos son algunas medidas que, a juicio del BM, pueden romper los círculos de la violencia criminal y política. Por desgracia, el FMI, el BM y los neoliberales nada tienen que ofrecer al respecto.
Desdichadamente, el colapso mundial iniciado en 2007, la especulación con los precios, la imposición de políticas antipopulares para enfrentar la crisis y la antidemocracia sólo reforzarán la pobreza, el descontento y la delincuencia.
Si el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) muestra que el ingreso laboral por persona en México cayó 20 por ciento entre el segundo trimestre de 2008 y 2010, el informe Monitor de precios de alimentos del BM agrega que el índice que mide la proporción de gente que no puede adquirir una canasta mínima de consumo con su ingreso laboral se incrementó cerca de 5 por ciento entre el segundo y cuarto trimestres de 2010. En 2006, la pobreza afectaba a 42.6 por ciento de los mexicanos; en 2008, a 47.4 por ciento. En las zonas rurales pasó de 54.7 por ciento a 60.8 por ciento; en las urbanas, se elevó de 35.6 a 39.8 por ciento. Aún se desconoce cómo quedó la situación después del colapso.
Según el Informe sobre seguimiento mundial 2011. Mejorar las posibilidades de alcanzar los ODM, elaborado por el BM, ocho de cada 10 indígenas mexicanos son pobres, relación que sólo es superada en el mundo por la República Democrática del Congo, donde la relación es de 8.4 por cada 10. La relación casi duplica a la de la población general, en la que la pobreza afecta a 4.5 de cada 10 mexicanos. Los indígenas son los principales excluidos por el sistema.
En su Panorama de la sociedad, la OCDE ve más pobreza en México y más sobreexplotación: “Uno de cada cinco mexicanos es pobre, comparado con sólo uno de cada 10 en promedio en la OCDE; a la mitad de la población le resulta difícil o muy difícil vivir con sus ingresos. México ocupa el segundo lugar en desigualdad de ingresos” dentro de la OCDE. Más trabajadores mexicanos se ven obligados a laborar más para elevar los ingresos que reciben.
“La crisis no ha terminado”, señala Dominique Strauss-Kahn, director del FMI. “Estamos en una zona peligrosa”, remarcó Zoellick, del BM, debido al alza de los precios de los alimentos que arrojaron a la pobreza a 44 millones de personas en el mundo; 10 millones se agregan a ese infierno cada vez que las tarifas de los alimentos suben 10 por ciento, según el BM. Y su índice de precios de alimentos se elevó 36 por ciento en el último año. El del maíz se elevó 74 por ciento; en México, 37 por ciento; más del doble respecto de Brasil y Argentina. El precio del trigo mundial se elevó 69 por ciento; la soya, 36 por ciento, y el azúcar, 21 por ciento.
Contra el optimismo ficticio de Calderón, más pobreza, más delincuencia, más descontento social se atisban en el horizonte de México y el mundo capitalista.
*Economista
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