En esta prestigiada revista he tenido la oportunidad de publicar cerca de 10 artículos en donde he analizado varias cuestiones del gobierno de Enrique Peña Nieto. Nunca ha sido una crítica destructiva, pero sí dura en cuanto al comportamiento del presidente de la República. No siempre he sido crítico, porque en los 2 primeros años, incluso, pensé que por fin un mandatario podía romper barreras y concertar con los partidos políticos diferentes a su partido (Acción Nacional, PAN, y de la Revolución Democrática, PRD).
Logró, incluso, la aprobación de reformas estructurales importantes, como la financiera, la energética, la educativa y la fiscal. Lo importante era ver si estas reformas darían resultado originando desarrollo económico en el cual la población pudiera elevar su nivel de vida; por lo menos, era lo que justificaba dichas reformas. El 5 de febrero de 2014, en el 97 aniversario de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, se alabaron estas reformas y se congratuló que la calificadora Moody’s elevara la calificación de la inversión mexicana. Ante ello, consideré en un artículo que eran prematuras estas campanas al vuelo y lo veía más como una cuestión política.
Hasta ese momento, parecía que el presidente iba en el camino adecuado y su aprobación era de alrededor del 70 por ciento. La debacle empieza a finales de 2014. Acontecimientos como el de Ayotzinapa, con la desaparición de 43 normalistas, el 26 de septiembre; el escándalo de la casa blanca en octubre d ese año; Tlatlaya y Tanuanato en 2015, y el incremento de la inseguridad; viajes suntuosos utilizando el avión presidencial y fletando otros aviones para invitados, amigos y familiares del presidente y su esposa; encubrimiento de funcionarios públicos y gobernadores (hoy prófugos); protección a sus amigos moviéndolos a un lugar más seguro dentro del gobierno; enroques en el gabinete convirtiendo a los funcionarios como todólogos…
La corrupción ha sido un elemento central de este gobierno, en el cual ha estado involucrado directamente el presidente, con asuntos como el de la casa blanca, la casa de Malinalco de Videgaray y el lujoso departamento de Miami de su esposa y del que un empresario le paga el predial. Es más, ha tenido el descaro de declarar y reconocer que es corrupto, cuando expresó que todos somos corruptos, incluyendo a la sociedad, y lo confirmó en estos últimos días al decir que todos los partidos políticos eran corruptos, incluyendo el suyo.
Estoy convencido que aun y cuando una parte de la población accede a pagar sobornos, también existe población que se niega a pagar mordidas, se niega a la piratería y a todo lo que huela a corrupción. Y el presidente nos hecha a todos en el mismo saco, cree que todos somos igual que él.
Claro que la corrupción va en deterioro de las finanzas públicas, porque finalmente las prebendas y los regalos de empresarios a servidores públicos, se incluyen en los costos de las licitaciones públicas de bienes y servicios y de obra pública provocando el pago de un sobreprecio al triple de su valor normal. No puedo decir que haya habido un gobierno lejos de la corrupción, pero éste raya en el descaro.
Las finanzas públicas se han ido debilitando en los 3 últimos años, menos captación de ingresos tributarios y no tributarios y mayor deuda. El gasto público está lejos de ser un dinamizador de la actividad económica. Si se tiene que pagar cerca del 20 por ciento del producto interno bruto (PIB) al costo financiero de la deuda, no se puede presumir que la economía mexicana esté creciendo más que los países latinoamericanos. Pero si revisamos las expectativas de crecimiento establecidas en los criterios generales de política económica, vamos para atrás. Es más, en el segundo trimestre de 2016, el PIB cayó en 3 por ciento. No se han alcanzado las metas.
El gobierno culpa de esto a la reducción del precio del petróleo, al Breixit, al incremento del tipo de cambio, a Trump y lo que se deje: el chiste es lavarse las manos.
Lo cierto es que las reformas estructurales no han funcionado y se ha visto en las licitaciones públicas petroleras, que algunas se han declarado desiertas porque no hay inversionistas interesados. Claro, Peña Nieto cree que sí han funcionado.
La deuda pública externa ha llegado a niveles inmanejables, incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI) le aconsejó a México que se creará un Consejo Fiscal que permitiera el buen manejo de los recursos. Obviamente las autoridades hacendarias no aceptaron esa propuesta, con el argumento que la política fiscal (ingreso y gasto) estaba controlada. Lo cierto es que tienen temor que salgan a la luz los malos manejos que se han hecho de la deuda externa, la debilidad en la captación de recursos financieros y una mala asignación de gasto público.
Los servidores públicos responsables de que la política económica funcione, culpan a factores externos de la depreciación continua del peso con respecto al dólar. Si algo tienen que ver, no hay que negarlo, pero parte importante es responsabilidad de estos servidores públicos que no han podido fortalecer a las finanzas públicas y por el contrario han fomentado la especulación de grupos financieros y empresariales.
La pobreza en el sexenio de Peña Nieto, según las últimas cifras del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), 2014, había aumentado de 52 a 55 millones de mexicanos. El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) le quiso hacer el favor al presidente borrando de un plumazo a 11 millones de pobres, con el pretexto de incorporar una metodología que midiera mejor la pobreza y que resultó que no tenía parámetros de comparabilidad.
Subordinarse a Trump, porque no fue otra cosa, ha sido uno de los errores más garrafales que pudo haber cometido el presidente y que causó un repudio de la sociedad mexicana. No creo que le haya apostado a que Trump vaya a ganar, pero si gana Hillary Clinton, por lo menos los 2 años que le quedan al gobierno Peña Nieto va a sufrir en su relación con Estados Unidos.
A todo esto hay que sumar los aumentos a la gasolina y la energía eléctrica, cuando expresó que por las reformas estructurales los precios disminuirían. La inflación repuntó en el último mes llegando a un poco más del 3 por ciento. Los salarios se han vuelto competitivos, pero con referencia a los salarios mínimos no a sueldos altos y de nivel mundial.
El plagio de su tesis quedó en la impunidad y no fue castigado porque la Universidad Panamericana consideró que estaba fuera de tiempo. Lo cierto es que no se castigó porque es el presidente de la República.
El día 25 de octubre, Peña Nieto señaló que ningún presidente se levantaba con el ánimo de “joder” a México. No me asusta por ningún motivo este lenguaje, pero es la manera de expresarse del presidente de la República. Ahora, imagínense si se levantara con ese ánimo, que tan jodidos estaríamos.
Lo cierto, es que la forma de mirar las cosas del presidente tiene una brecha demasiado distante, diametralmente opuesta, al sentir de la sociedad. La credibilidad que se tiene de su gestión es demasiado baja, ha llegado al 25 por ciento y con una mayor tendencia a la baja.
Lo cierto, es que aun cuando Peña Nieto siga siendo el presidente de la República y termine su gestión en 2018, desde el punto de vista de la gobernanza ha sido el sexenio más corto. Sólo duró 2 años.
Óscar Enrique Díaz Santos*
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]
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