Pedro Margolles Villanueva*
La Habana, Cuba. En octubre de este año los cubanos recordaron los 50 años de la Crisis de Octubre o del Caribe, como se le ha dado en llamar. Nunca antes, ni después, la humanidad ha estado tan cerca de una guerra nuclear. Todo pendía de un hilo.
Entonces, un simple mayor de una unidad coheteril soviética, emplazada en el Oriente de Cuba, decidió derribar un avión espía estadunidense que volaba sobre el territorio cubano donde estaba su grupo.
Fue en la mañana del 27 de octubre de 1962 cuando el avión espía estadunidense U-2 fue derribado sobre la zona de Banes. La orden de disparar fue dada por el mayor del ejército soviético, Iván Minovich Guerchenov, jefe del grupo de misiles antiaéreos emplazado en esa región.
Algunos han creído que fue un oficial de alto rango quien tomó la decisión. Sin embargo, fue ese pequeño jefe de grupo ubicado en aquella lejana zona del territorio cubano –situada a unos 800 kilómetros al Noreste de La Habana– quien lo hizo sin consultar a ningún superior.
El militar soviético tomó la decisión por sí mismo al perder su unidad de comunicación con el mando, y según planteaba el reglamento de combate vigente en las Tropas Coheteriles Antiaéreas Soviéticas, al perderse las comunicaciones en una situación combativa el jefe de grupo tomaba las decisiones.
Así parece haber sucedido aquel día lluvioso de octubre, cuando el desencadenamiento de una guerra nuclear pendía de un hilo.
Este testimonio nos fue relatado por el teniente coronel en retiro de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) de Cuba, Rubén G Jiménez, quien ha publicado un libro sobre la Crisis de Octubre titulado Octubre de 1962: la mayor crisis de la era nuclear. También ha escrito numerosos artículos sobre el tema.
Rubén G Jiménez recuerda que desde el 23 de octubre la aviación de combate estadunidense hacía vuelos rasantes sobre las unidades y emplazamiento de las Fuerzas Militares cubanas y soviéticas en pleno desafío a la soberanía de Cuba.
Refiere que el 26, a partir de las primeras horas del día, se incrementaron esos vuelos, con lo que aumentaba el peligro de un golpe aéreo sorpresivo sobre Cuba.
Los integrantes de las tropas antiaéreas cubanas, con el armamento que poseían enviado desde la entonces República de Checoslovaquia y de China, estaban deseosos de responder a la provocación. Pero tenían la orden de no disparar.
Ante tales circunstancias, relata Jiménez, el comandante Fidel Castro tomó la decisión de disparar contra todo avión que violara el espacio aéreo a partir del amanecer del 27 de octubre.
Por la tarde del 26, Fidel Castro se reunión con el jefe de la Agrupación de Tropas Soviéticas en Cuba para comunicarle la decisión de la parte cubana.
Los mandos cubanos y soviéticos llegaron a la conclusión de que era inminente una agresión de Estados Unidos, con mayor probabilidad de un golpe aéreo.
A los jefes de unidades de defensa antiaérea coheteriles se les ordenó, a través de sus mandos, que apuntaran al espacio y abrieran fuego contra los aviones que atacaran las posiciones y objetivos de las tropas soviéticas.
Relata el autor que durante esa noche las cargas nucleares para el regimiento de la región central de Cuba fueron llevadas hacia lugares cercanos a sus posiciones de lanzamiento.
A los tres regimientos se les puntualizaron sus misiones de combate, y les entregaron las tareas de vuelo para los cohetes que garantizarían que las cargas nucleares describieran las trayectorias previstas hasta los blancos seleccionados en territorio estadunidense.
En el amanecer del 27 de octubre, las baterías antiaéreas cubanas abrieron fuego contra los aviones yanquis en vuelo rasante, mas éstos aumentaron velocidad y altura y se retiraron hacia el mar. Ninguno fue derribado y no repitieron sus incursiones. Tampoco los cubanos disponían en ese momento de armas más modernas antiaéreas ni de cohetes para abatir ese tipo de aviones. Estaban en manos de los soviéticos y de sus unidades, donde no tenían acceso los soldados y milicianos cubanos.
Entretanto, en Estados Unidos, ese mismo día a las 10 de la mañana comenzó la reunión del Comité Ejecutivo para analizar una carta de Jruschov donde se planteaba que si Estados Unidos se comprometía a no invadir a Cuba se consideraría la retirada de las armas nucleares de ese país.
Mientras se celebraba esa reunión, en el lejano Banes era abatido el avión U-2, que había ingresado al espacio aéreo cubano después de las ocho de la mañana, y que había volado a lo largo del territorio nacional cubano. Hizo un giro en la región oriental para retirarse cuando fue derribado por los cohetes soviéticos disparados desde la unidad del mayor Iván.
Sin embargo, los estadunidenses no se enteraron sino seis horas después. Ya antes se había acordado que si era abatido en Cuba uno de sus aviones, se debía responder destruyendo a la unidad que lo derribara.
Parecía que la paz mundial dependía de un fino caballeo que iba a romperse, nos dice Jiménez. También nos aclara que recientes versiones de agencias internacionales han dicho, erróneamente, que fue una batería cubana quien lo derrumbó.
Refiere Jiménez que el avión espía “U-2 volaba a una altura de alrededor de 21 kilómetros, y los cohetes antiaéreos, únicos que podrían alcanzarlo, estaban en manos de los soviéticos”.
Los aviones U-2 se comenzaron a construir en 1957, y empezaron a volar en 1959.
Se hicieron famosos: pasaron de la oscuridad a ser estrellas de primera magnitud una vez que los soviéticos derribaran un avión U-2 el 1 de mayo de 1960, cuando realizaba un vuelo espía sobre territorio soviético, en el cual quedó vivo el piloto Power. Los estadunidenses tuvieron que reconocer que, efectivamente, habían hecho aquel vuelo espía.
Los aviones U-2 fueron ampliamente utilizados en Cuba desde antes de la Crisis de Octubre. Desde hacía meses, hacían un vuelo mensual sobre la isla para más o menos tener el control de la ubicación de las unidades permanentes y principales que tenían las FAR cubanas.
Los vuelos se incrementaron a partir de agosto y el 29 de ese mes detectaron los primeros emplazamientos de cohetes antiaéreos en la parte occidental de Cuba, principalmente en Pinar del Río.
Volaban a 20 y 22 mil metros de altura y no eran visibles ni se percibía el ruido de sus motores.
Sobre la orden del derribo de ese tipo de avión espía en Cuba, piloteado por el comandante Rudolf Anderson, quien pereció, se han tejido varias versiones. Una de ellas decía que la orden provino de Fidel Castro; otra, que fue del primer ministro soviético, Nikita Jruschov.
Si Fidel Castro hubiera querido hacerlo lo hubiera coordinado con los soviéticos, y a donde hubiera ido sería a la región del Mariel o por Cabañas, lugares cercanos a La Habana, que era por donde siempre pasaban los U-2. Allí había dos regimientos de cohetes de alcance medio. No hubiera ido al grupo de Banes, tan distante, señala el investigador histórico.
Otra versión fue que el que dio la orden fue Jruschov, o que fueron distintos generales que formaron parte de la jefatura de la Agrupación de Tropas Soviéticas en Cuba. Todas esas variantes se habían propagado, señala. “Yo, en mi libro, planteo una nueva variante que es la de verdad”.
Según el investigador Jiménez, el único responsable fue el mayor Iván Minovich Guerchenov.
Pude enterarme de quién realmente dio la orden, porque cuando se hizo un llamado en marzo de 1963 para que varios miles de cubanos se alistaran en la Fuerzas Armadas, para que aprendieran a utilizar la nueva técnica militar dejada en Cuba por los soviéticos después de la Crisis, yo era estudiante de ingeniería en la Universidad de La Habana y me incorporé a las FAR de Cuba.
“Yo estaba estudiando ingeniería mecánica en la Universidad de La Habana, becado, y fui uno de los 200 y tantos estudiantes que ingresamos en las Fuerzas Armadas para la asimilación de las armas estratégicas, que era como se les llamaba en aquella época”, recuerda.
“A mí me designaron para las tropas coheteriles antiaéreas, que se comenzaron a formar cuando recibimos el armamento. A partir de mayo ya nosotros estábamos con los soviéticos asimilando la técnica.
“Durante los meses que estuvimos en las unidades con los soviéticos, ellos nos relataron en múltiples ocasiones la forma en que había sido derribado el U-2.”
Nos cuenta Jiménez que cinco años más tarde se encontraba en Minsk, capital de la República de Bielorrusia, en la antigua Unión Soviética. Allí era jefe de un grupo de cubanos que estudiaban en la Escuela Superior de Ingeniería Coheteril Antiaérea.
Recuerda que el segundo jefe de la escuela era el mayor general Voronkov, que había estado en Cuba durante la Crisis de Octubre y había comandado la División de Cohetes a la que estaba subordinado el grupo del mayor Iván Minovich y, en ocasión de una cena dedicada a una fiesta nacional cubana, sentados ambos a una mesa, conversaron sobre el tema del derribo del U-2 en Cuba.
“El general me mostró una de las órdenes de la Estrella Roja que llevaba prendidas en la chaqueta de su uniforme de gala, y dijo que se la habían dado por el U-2 derribado, e interrogado sobre si era verdad que el jefe de grupo había tirado por su propia decisión, respondió que sí”, afirma Jiménez.
Le dijo el general que cuando recibió la información de que Iván Minovich Guerchenov había derribado el avión, le ordenó al jefe de cuadros que dispusiera una orden de condecoración para Iván y otra orden de arresto y que las tuviera “a la mano”, pues pensaba que todo dependía de las circunstancias.
Así sucedió, el mayor Guerchenov fue enviado inicialmente al Estado Mayor de su regimiento, cercano a la ciudad de Victoria de las Tunas, también en el Oriente cubano, donde estuvo retenido varios días.
Después, cuando el comandante Fidel Castro le dio una connotación positiva al derribo del U-2 en su intervención televisada del 1 de noviembre, fue devuelto el mayor a su unidad.
En el lapso de tiempo en que las Fuerzas Militares cubanas asimilaban el nuevo armamento antiaéreo cedido por los rusos, Iván fue condecorado y ascendido a teniente coronel, refiere Jiménez al recordar lo que le contó el mayor general Voronkov.
Pero si volvemos a la parte estadunidense: ante el derribo de su avión espía, ¿qué decidieron hacer?
El entonces presidente de Estados Unidos, J F Kennedy, estaba informado que esas armas eran operadas y controladas por soviéticos, y consideraba el ataque al U-2 como una escalada de parte rusa; pero, en definitiva, tuvo la serenidad y la sangre fría para postergar la represalia inmediata, nos dice Jiménez.
Recuerda lo que planteó Kennedy, según lo relatado por su hermano Robert en su libro 13 días: “estaba muy presionado por los ‘halcones’ que le pedían responder de inmediato”.
Kennedy dijo: “No es el primer paso el que nos preocupa, si no que ambos bandos escalemos el cuarto y el quinto peldaño…, y no digo el sexto, porque probablemente no quedará nadie vivo para hacerlo”.
Los soviéticos decidieron retirar las armas nucleares de Cuba. Fidel Castro rechazó esa decisión inconsulta y no permitió la inspección de la evacuación de las armas en territorio cubano, como pretendían los estadunidenses. No serían revisadas en el territorio cubano ni en sus aguas jurisdiccionales, pues era una cuestión de soberanía y Cuba no había hecho nada ilegal y por lo tanto no aceptaba la inspección.
Se revisaron en altamar
Cuando el Che Guevara se despidió de Fidel Castro para iniciar la lucha en otras tierras, en su carta de despedida escribió: “He vivido magníficos días y sentí a tu lado el orgullo de pertenecer a nuestro pueblo en los días luminosos y tristes de la Crisis del Caribe.
“Pocas veces brilló más alto un estadista que en esos días; me enorgullezco también de haberte seguido sin vacilaciones, identificado con tu manera de pensar y de ver y apreciar los peligros y los principios.”
Fidel Castro planteó los Cinco Puntos que reclamaban, entre otras cosas, el cese del bloqueo, la devolución de la base naval de Guantánamo, el cortar el apoyo a la contrarrevolución y las agresiones desde Estados Unidos.
En desacuerdo con la decisión soviética de retirar las armas estratégicas, proclamó que Cuba tenía “cohetes morales” de largo alcance que no se desmantelarían jamás.
Cuba llegó a la conclusión de que su defensa dependería en adelante de sus propias fuerzas.
Pero ése es otro capítulo de la Crisis de Octubre de 1962.
*Periodista
Fuente: Contralínea 311 / Noviembre de 2012