La izquierda unida está ante una oportunidad quizá irrepetible para avanzar en 2012 y así evitar la hecatombe que se avecina de continuar por el camino trazado por la tecnocracia neoliberal desde hace casi tres décadas. Por eso mismo, la extrema derecha en el poder hace todo lo que está de su parte para frenar y hacer inviable ese anhelado objetivo que jamás se ha conseguido en México. Muchos años atrás, cuando los comunistas representaban lo más avanzado del pensamiento de izquierda, se decía que la burguesía contaba con agentes que infiltraban las células del Partido Comunista, en el clandestinaje, para conocer sus planes y hacerlos abortar. Tal modo de actuar era exitoso y por eso contaba con todo el apoyo de la Secretaría de Gobernación. Así se mantuvo a la izquierda desunida y sin posibilidad real de afectar los intereses del grupo en el poder, contrarios a los de la población mayoritaria.
En la actualidad, cuando la izquierda actúa a la luz del día con entera libertad, la desunión continúa siendo la característica fundamental de tal corriente política. No hay necesidad de infiltrar agentes emboscados, que realizan un trabajo en la oscuridad, ya que la izquierda misma facilitó el trabajo al actuar con una mentalidad tribal. Desde luego, esta característica ha sido plenamente aprovechada por el grupo en el poder, y ahora los agentes que sirven a sus intereses desde la izquierda misma no necesitan un disfraz, sino que actúan abiertamente en contra de sus propios objetivos y principios, como se advierte al analizar la trayectoria de dirigentes obstinados en obstaculizar toda posibilidad de impulsar una estrategia común de las fuerzas de izquierda.
Esto es evidente ahora, cuando se avecinan elecciones importantes en varias entidades federativas, particularmente en el Estado de México. La derecha en el poder sabe que sufrir derrotas en los comicios del próximo año influirá en la correlación de fuerzas políticas, por eso se apresta a dar los pasos que sean necesarios para evitar que sean desfavorables los cambios que se produzcan como consecuencia del proceso electoral. Para eso cuenta con el grupo de los Chuchos, que cumple el papel que antaño tuvieron los agentes de la Dirección Federal de Seguridad, para frenar cualquier posibilidad de avances de la izquierda y de las organizaciones progresistas.
Ante el desgaste sufrido por dicho grupo, que lo hace inviable como instrumento divisionista, se cuenta ahora con el grupo que dirige Manuel Camacho, para relevar a los Chuchos en un momento decisivo. Su comportamiento demuestra un vivo interés en servir a los intereses de la derecha en el poder, pues no puede explicarse de otro modo su empeño en impulsar alianzas con el Partido Acción Nacional (PAN). Experiencias anteriores, como la de Durango, han demostrado la inviabilidad de coaliciones entre la izquierda y la derecha, dizque para derrotar al Partido Revolucionario Institucional (PRI). Esto no podría suceder en Coahuila, y mucho menos en el Estado de México, porque el partido blanquiazul no tiene arraigo en ambas entidades y sus electores no aceptarían una alianza con fuerzas históricamente antagónicas.
De ahí lo equivocado e incorrecto de tales coaliciones, sobre todo en un momento en que el partido en el poder está al borde del colapso por los pésimos resultados del desgobierno de Felipe Calderón. Vale reiterar que una alianza con el PAN en Coahuila, en la que el candidato a gobernador fuera Guillermo Anaya, compadre del inquilino de Los Pinos, estaría destinada a una derrota por demás aparatosa. El panismo saldría ganando al hacer suyos los votos de la izquierda, mientras que el Partido del Trabajo, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Convergencia cargarían con el descrédito de su pérdida de identidad ideológica y el de una derrota vergonzosa. Lo mismo sucedería en el Estado de México si la izquierda llega dividida al proceso electoral.
No es entendible que el Diálogo para la Reconstrucción de México contravenga la postura del PRD estatal en Coahuila, el cual no acepta la alianza con el PAN. De ahí que se piense que Camacho y Jesús Ortega actúan con miras personalistas, no con el fin de apuntalar un proyecto político que fortalezca a la izquierda. Con su comportamiento, lo único que habrán de conseguir será debilitar a la izquierda para allanarle el camino a un PRI que parece seguir controlado por la fracción que dirige Carlos Salinas de Gortari. ¿Será acaso que Camacho no ha roto en realidad con su excompañero de andanzas políticas? No es improbable que ésa sea la causa oculta del papel que está desempeñando como factor de desunión, no como alguien que propiciara y fortaleciera una unidad firme, de largo alcance.
*Periodista
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