Petra Benítez Barrios nace el 23 de febrero de 1951 en Tepetixtla, Guerrero. Forma junto con familiares y vecinos la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS). Posterior a la masacre de Aguas Blancas del 28 de mayo de 1995, la represión se recrudece y su trabajo de vender carne, ropa, pan dulce en otras comunidades se vuelve cada vez más difícil, por lo que al igual de decenas de familiares es desplazada interna de esa zona. Se traslada a Cuernavaca. Vive con sus tres hijos menores y sus dos nietos. Trabaja en casas particulares, ayudando en los trabajos del hogar. Su hijo Anselmo está preso en Atlacholoaya, acusado de la muerte de Paula Gallo.
Corre el año 2000. Petra Benítez entonces forma parte de la OCSS a la cual se había incorporado después de separarse de su segunda pareja. Participaba en las asambleas, reuniones y marchas y conoce a varias familias que han sufrido persecución y represión en el estado de Guerrero. No fue testigo de la masacre de Aguas Blancas pero pasó por el lugar cuando todavía se encontraban en el lugar los cuerpos de las víctimas.
El 8 de julio de 2000 es secuestrada en su casa, en Tepoztlán, Morelos, Paola Gallo Delgado. El 16 de julio es asesinada y el mismo día se encuentran los cuerpos de tres supuestos secuestradores. Desde ese día, el padre de la víctima, Eduardo Gallo, se dedicado a buscar a los presuntos responsables.
El 19 de julio aproximadamente a las 5 de la madrugada unos 30 hombres, vestidos de negro y algunos con pasamontañas, entran violentamente, tumbando la puerta, al cuarto de Petra. La levantan de la cama por el cabello y la sientan en una mesa. También toman a la hija y le preguntan por su madre. Ella responde “Soy yo” y en seguida la llevan afuera. Le sumergen su cabeza en el agua de una pila. Le tapan la cabeza con una chamarra, le dan golpes con los puños y la pistola y la amenazan con matarla, si “no habla”.
A la dueña de la casa le preguntan acerca del paradero de su hijo Anselmo, pensando que ella era esposa del mismo y amenazan con violarla. Enseguida la suben a un vehículo de la policía, donde probablemente ya se encontraba otra mujer, porque escucha que dicen: “Bajen a ella”. Le colocan una bolsa de plástico en su cabeza. La amarran y le provocan la sensación de ahogarse.
Pasan a otra casa. Petra escucha ruidos, gritos de mujeres. Dos mujeres son subidas a la patrulla. Son trasladadas a Ahuantepec, al domicilio de su hijo Anselmo. Allá le quitan la bolsa de plástico para que identifique a Anselmo. A fuera de la casa había varias patrullas y ella ve a José, su hijo menor, tirado al piso y a Anselmo vestido solamente con trusas, esposado y con pasamontañas.
La bajan de la patrulla y, vendada de los ojos, la suben a otra junto con sus dos hijos y las otras dos mujeres. Empiezan a golpearla con una pistola en la cabeza. Al intervenir José, también recibe un golpe con la pistola, provocándole una herida abierta. Durante el traslado amenazan a la señora Petra Benítez de violarla delante de los hijos. Le preguntan por su nombre, de dónde era y por qué había venido de Guerrero. Durante todo el trayecto José está llorando.
Antes de llegar a la Procuraduría de Buenavista, en Cuernavaca, los agentes le quitan su reloj, tres anillos de oro, una cadena y los aretes. A José le quitan su reloj y el dinero que traía.
En la Procuraduría meten a los cinco detenidos en un cuarto donde se encontraban cuatro o cinco personas vestidas de negro, los tiran al suelo y tienen que quedarse hincados con la cabeza al piso, prohibiéndoles levantarse o mirar. También le toman fotografías a cada uno y enseguida se los llevan, de manera separada, al interrogatorio en otro cuarto.
La señora Petra Benítez es interrogada por primera vez por un comandante llamado Teodoro o algo parecido, de 45 años aproximadamente, de 1 metro 75 centímetros de estatura, son sobrepeso, sin lentes, boca grande, con bigote. Las preguntas giran alrededor del secuestro, su hijo Anselmo y el dinero. Como ella contesta que no sabe nada del secuestro, el comandante le rompe un vaso de vidrio en su cabeza, otro agente le arranca bello del brazo y le jalonea del cabello quedándose con un mechón, queriendo que firme algunas hojas. Se resiste y la amenazan con detenerla. Este interrogatorio dura aproximadamente 30 minutos y al terminar la llevan a otro cuarto, contiguo al primer cuarto, donde ya se encuentra su hijo menor y después llegan otras dos mujeres de nombre Fania y María Luisa. Estando allí se escuchan gritos y llanto de las personas interrogadas en el cuarto anterior. También es interrogado su hijo Anselmo, se escuchan golpes y gritos de él. Después del interrogatorio Anselmo es apartado en otro cuarto.
Aproximadamente a las 17 horas del mismo día las cinco mujeres son llevadas a una celda en la misma Procuraduría. Anselmo sigue separado de los demás y José es llevado a otro lugar. Unos 30 minutos después, un agente (alto, moreno, delgado, bigote ancho, nariz afilada, aproximadamente de 35 años de edad) se lleva a Petra al segundo interrogatorio en un cuarto oscuro, sin ventanas, con un escritorio y una computadora. En total se encuentran cuatro agentes judiciales allí. La interroga un hombre de aproximadamente 50 años de edad, de baja estatura, obeso, moreno, con bigote, ojos oscuros, nariz ancha. Como Petra contesta que no sabe nada, ambos hombres la insultan (“¡Bruja!”, “pinche vieja!”). La amenazan con matar a su hijo menor. Recibe golpes en la espalda y la cara, así como en ambos oídos por parte del agente más joven. La presionan para declarar que Anselmo se dedica al secuestro, prometiéndole la libertad a cambio. Como ella se niega toman las huellas de las dos manos y de los pies y con fuerza las ponen en hojas blancas, además vuelven a tomar fotografías de ella. Este segundo interrogatorio dura alrededor de una hora y terminando la regresan a la celda, llevándose luego una por una a las otras mujeres. También alcanza a ver que se llevan a Anselmo a otro interrogatorio que dura como una hora y media, al regresar tiene sangre en la boca y menciona que le pegaron. Más tarde se realiza un tercer interrogatorio con el mismo agente del segundo interrogatorio. La llevan a un baño y sumergen su cabeza en el agua de la taza de baño dos veces hasta el punto de ahogarse y tragar agua. Luego al regresar al cuarto siguen los golpes en el cuerpo y los oídos, así como insultos y amenazas. Durante todos los interrogatorios tiene las manos fuertemente esposadas hacía atrás.
Es hasta el día siguiente a las 14 horas que queda sin probar agua y alimentos. A esta hora llega su hija quién le trae comida y agua. En la tarde del mismo día los detenidos, excepto José, son presentados a la prensa. Loe medios toman fotografías de ellos.
Este mismo día también llega el licenciado Cesar Hidalgo Valverde, de la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Morelos, quien a raíz de una denuncia en la Comisión Estatal, entrega un amparo para la liberación de la señora.
Repetidamente la señora Petra Benítez pide ser revisada por un médico por los fuertes dolores de cabeza y fiebre. Poco antes de salir, es presentada con un médico delgado, moreno, lentes, de aproximadamente 30 años de edad, quien realiza una revisión física, dándose cuenta de las lesiones pero diciendo que no eran nada.
Al día siguiente a las 5 de la mañana puede salir de la Procuraduría. Inmediatamente después inicia la búsqueda de José, pero es hasta 3 meses después que logra ubicarlo en una Casa de Menores.
El de abril de 2001, a las 7 de la mañana, es secuestrada por varios hombres, entre ellos el señor Eduardo Gallo y Tello y por lo menos un agente de la Policía Judicial del Estado. Es llevado a una casa en un lugar desconocido. En la casa alcanza ver un escritorio, además escucha que se cierra el cajón de escritorio. También escucha las voces de más personas, entre ellas mujeres. De vez en cuando se escuchan coches. En la casa es sometida a interrogatorio, amenazas, golpes, toques eléctricos, asfixia, violación sexual y otras agresiones físicas y sicológicas durante todo el día. En la noche, después de las 11 horas, todavía vendada de los ojos, es dejada en un lugar denominado “La Joya” por los agresores. Allí recibe la ayuda de personas que se encuentran en el lugar y es llevada hasta su casa.
No es todo. La historia se recrudece. Continuamos con ella en la próxima entrega.
Adrián Ramírez*/ Primera parte
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