Berlín, Alemania. El pasado 3 de abril 2017 una bomba explotó en el metro de la ciudad de San Petersburgo, Rusia. Hasta ahora se han contabilizado 14 muertos, según fuentes oficiales. El estallido ocurrió entre la estación Instituto Tecnológico y Plaza Sennaya a las 14:40, hora local. El mandatario bieloruso, Aleksander Lukashenko, se encontraba de visita oficial en la ciudad portuaria rusa. Inmediatamente los servicios de emergencia se pusieron en marcha para asistir a los heridos desde la estación de la plaza de Sennaya, los cuales fueron alrededor de 45, según los últimos datos disponibles. Los servicios del metro fueron inmediatamente detenidos y las fuerzas del orden y los bomberos atendieron a los heridos en el interior de la estación.
Una vez que estallara la bomba, el metro siguió hasta la siguiente estación desde donde se comenzó con la evacuación de los sobrevivientes. Se acordonó totalmente la zona para desactivar todos los posibles dispositivos potenciales. De hecho se pudo neutralizar otra bomba antes de que estallara en las cercanías de Nevski Prospect, la arteria principal de la ciudad. Las investigaciones acerca de los responsables indican que se trataría de un ciudadano ruso de origen kirguiso, identificado por los servicios secretos kirguisos como Akbarjon Yalilov.
La noticia fue recibida de inmediato como lo fueron los atentados anteriores: con actos de solidaridad y pésames hacia las víctimas del atentado. El presidente Vladimir Putin fue a la estación Plaza Senanaya a depositar una ofrenda de flores. Lo que llamó la atencion fue la falta de reacción en varias capitales europeas.
Berlín, capital alemana, en el pasado reciente ha proyectado de muchos colores su famosa Puerta de Brandenburgo, como una manera de solidarizarase con las víctimas de los atentados de Londres, Bruselas, Niza, París, Ankara Orlando, etcétera. A cada evento, los colores patrios correspondientes. Esta vez no hubo la tricolor rusa ni en Berlín, pero tampoco en Londres ni en París. No obstante, en el último caso se decidió por apagar in extremis la Torre Eifel, aunque no hubiera colores azul, rojo y blanco. En Berlín el gobierno local decidió no mostrarse solidarios con los rusos ni tampoco mostrar los colores de la bandera rusa en la famosa puerta berlinesa. Cuando, incluso, Israel rindió honores a Rusia con sus evidentes fricciones diplomáticas recientes, al parecer la dirigencia israelí sí supo distanciarse de lo político frente a la tragedia humana.
El mensaje implícito queda evidente: no nos solidarizamos con las víctimas rusas. En boca de algunos representantes del senado local se pudo ver una abierta actitud crítica hacia el gobierno ruso y un evidente distanciamiento para con las personas que fueron víctimas de un acto terrorista. Incluso en el caso del atentado en Ankara, Turquía, también fue llevado a cabo la iluminación solidaria a modo turco. Ese acto no fue interpretado como una legitimización implícita del regimen establecido –en este caso el de Recep Tayyip Erdogan–. Cabe resaltar que el gobierno alemán se encuentra en fuertes crispaciones con Ankara.
El atentado de ahora finalmente se convirtió en una excepción a la regla. Según ella, los rusos no serían ni amigos, ni están hermanados con Berlín, ni tienen lazos especiales con Alemania. Ésta sería la razón pertinente por parte del Senado para justificar su inacción al respecto, y su rechazo a la política rusa tanto en su propio país, como en su actuar en Siria. Desde la perspectiva del gobierno alemán, estos actos en connivencia con el gobierno sirio en contra de los autoproclamados grupos rebeldes, así como la incorporación de la península de Crimea y el estilo autoritario del presidente Putin serían incompatibles con la inherente solidaridad que se debe con cualquier víctima del terrorismo.
Con base en este precedente, algunos políticos incluso insinuaron dejar de lado enteramente el solidarizarse con cualquier acto terrorista en el futuro. Talvez sea ésta una forma de darle un fundamento a esta evidente omisión. Lo cierto es que fueran consecuentes con la decisión o no, la política ha ganado sobre la solidaridad internacional.
Las víctimas del terrorismo lo son en todas partes, independientemente de su nacionalidad o sitio donde se produzca tal atrocidad. El argumentar que por ser un supuesto régimen autoritario no es apropiado, no es un criterio para determinar si va a haber un acto solidario en algún edificio emblemático de la capital. El gobierno en Berlín mostró su lado más pragmático y calculador, lo cual caló hondo a nivel mundial. No hay forma moral o ética de cimentarlo, sin caer en pretextos banales o incluso en contradicciones.
Cuando aquí mismo, en la plaza de Breitscheid, ocurrió en abril del año en curso un atentado, se recibió unánimamente solidaridad del mundo entero, pese a las posibles diferencias políticas para con el gobierno alemán. ¿Y si hubieran sido a los alemanes a los que se les aplicara tal lógica con base en su política exterior agresiva en Siria? ¿Cuál hubiera sido su sentir si China, Rusia o Siria no hubieran mostrado la misma solidaridad con los berlineses afectados?
Axel Plasa
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]
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