Zósimo Camacho, @zosimo_contra / Primera de tres partes
“Son ya casi 50 años de lucha congruente y firme, de convicción revolucionaria reivindicando las necesidades históricas del pueblo oprimido y explotado”, dice el Comité Central del Partido Democrático Popular Revolucionario (PDPR)-Comandancia General del Ejército Popular Revolucionario (EPR) a Contralínea.
En entrevista, el EPR reivindica ser una evolución de la Unión del Pueblo (UP), que luego se denominó Partido Revolucionario Obrero Clandestino Unión del Pueblo (PROCUP). No se refiere ya al Partido de los Pobres (PDLP), de Lucio Cabañas, y cuya sigla acompañó a la del PROCUP en la década de 1980 y hasta mediados de la de 1990: PROCUP-PDLP.
El máximo órgano directivo del EPR asegura que nació en 1964, a diferencia de lo que han señalado estudios académicos y otras organizaciones guerrilleras, quienes ubican la fundación de la UP entre 1970 y 1972. Con la fecha ofrecida por el EPR, la organización se sitúa como la decana del movimiento guerrillero en México. Incluso, antes del ataque al Cuartel de Madera, Chihuahua, realizado en 1965 por los guerrilleros comandados por Arturo Gámiz.
La guerrilla con estructuras en al menos 11 estados de la República no reconoce haber sufrido desprendimiento alguno. Mucho menos, padecer una diáspora. Propaganda del régimen, considerar a las siglas ERPI (Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente), FARP (Fuerzas Revolucionarias Armadas del Pueblo), CCP-CJ28 (Comité Clandestino de los Pobres-Comando Justiciero 28 de Junio), MRLCB (Movimiento Revolucionario Lucio Cabañas Barrientos) o, entre otras más, TDR-EP (Tendencia Democrática Revolucionaria-Ejército del Pueblo) como desprendimientos de la estructura eperrista. Lo que ha ocurrido, asegura, es una depuración.
“Ni antes ni después ha habido desprendimiento alguno”. Dice que lo vivido entre 1997 y 2000 fue un proceso de “depuración” en el que hubo expulsiones, autoexpulsiones, retiros y deserciones. También señala que durante esos años el EPR padeció una crisis de seguridad, atribuible a la falta de disciplina de quienes se fueron.
Al respecto, explica que los que se marcharon “tienen una concepción y metodología muy distinta a la establecida en nuestra estrategia y táctica general de la revolución. En esa práctica hubo un distanciamiento gradual de los principios generales para hacer y dirigir la revolución, hasta llegar el momento de ser insostenible su pertenencia al Partido al seguir manteniendo de palabra una estrategia y táctica que no sustentaban en la práctica”. Considera que muchos eran infiltrados oportunistas o individuos con pensamiento burgués.
Rechaza que con la crisis, a la que también llama “de dirección”, la organización se haya debilitado. Aunque se mermaron en número las fuerzas de la revolución, el movimiento guerrillero se fortaleció cualitativamente.
Sobre el debate entre los grupos revolucionarios, armados y sociales, acerca de la supuesta necesidad de una vanguardia que organice y dirija la revolución, los integrantes del Comité Central del PDPR señalan: “Sin tapujos, sostenemos que para que una revolución triunfe se requiere de una vanguardia revolucionaria”.
Explican que en oposición a esa vanguardia sólo existe el espontaneísmo (“el culto a la acción caótica, desesperada y catártica del individuo sin conciencia, sin objetivo a largo plazo, sin método”), que ha dañado mucho el proceso de emancipación social. Ejemplifican con lo ocurrido en 2006, con el movimiento de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO): “fueron diezmadas las fuerzas populares por rendir culto al espontaneísmo y no organizar sistemáticamente la autodefensa armada de las masas”.
Agregan: “Oaxaca también enseña que cuando las masas no se organizan sobre los principios leninistas quedan a merced del oportunismo […]. La causa principal de la derrota del movimiento popular-magisterial es haber fincado la organización y dirección del proceso en la […] horizontalidad, que como práctica tuvo debut y fracaso”.
Sobre el papel de los pueblos indígenas en la revolución, señalan que son campesinos tan explotados como toda la clase trabajadora y que no pueden ser considerados el “sujeto histórico llamado a encabezar el asalto contra la fortaleza capitalista”.
Mientras que para uno de los movimientos armados más importantes de finales del siglo XX e inicios del XXI, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), los derechos de los pueblos indígenas y la autonomía son las demandas centrales, el EPR dice que “esta reivindicación ha destruido la unidad de pueblos y facilitado la intervención imperialista”.
Considera que “la autonomía exacerbada, orientada con chovinismos, sectarismo y patrimonialismo sólo reproduce los males del capitalismo, como el individualismo, consumismo, competencia deshumanizante, el apego a la propiedad y la comercialización de nuestras vidas en los ámbitos cultural, religioso e idealizan usos y costumbres, pero sobre todo enfrentan y generan conflictos intercomunitarios y entre las comunidades partiendo de que lo suyo es lo mejor”.
El EPR asegura, sin embargo, que “los primeros grupos que brindaron protección a nuestros primeros núcleos de militantes fueron pueblos indígenas, quienes tomaron conciencia de la necesidad de un cambio social y dio como resultado la ampliación de la organización del Partido en varias regiones del país”. Agrega: “sólo el indígena con conciencia proletaria arriba a sujeto revolucionario, por eso planteamos como una necesidad política la proletarización ideológica del campesino, para que pueda constituir la alianza estratégica entre el obrero y el campesino”.
Sobre las medidas que tomarán para exigir la presentación con vida de sus militantes Edmundo Reyes Amaya y Alberto Cruz Sánchez –detenidos y desaparecidos por elementos del Ejército Mexicano en la ciudad de Oaxaca en 2006– señalan que serán político-militares. “Como el Estado y la actual junta administrativa siguen en su postura de nula voluntad, demagógica, autoritaria y criminal, el pueblo tiene el legítimo derecho de aplicar la justicia popular”.
A continuación las respuestas íntegras del movimiento armado.
—¿Cuáles son las causas de que el EPR haya sufrido una serie de desprendimientos de la segunda mitad de la década de 1990 a la fecha? ¿Cuántos desprendimientos reconocen?
—Primero, antes que ejército, desde el principio de nuestra historia somos un partido revolucionario. Éste, desde su fundación, tiene el doble carácter político-militar como un proceso dialéctico. Somos el PDPR. Nuestras respuestas son desde ese ámbito, ya que el proceso, como proyecto revolucionario, no se reduce o circunscribe sólo a la sigla EPR.
“Segundo, partimos del principio de que todo militante de nuestro Partido es combatiente del ejército del pueblo. El EPR es el ejército del pueblo, un pilar de la revolución. El otro principio que rige la relación entre partido y ejército es que no todo combatiente del ejército es militante del partido. Ambos son pilares fundamentales de la revolución.
“Sobre la base de estas dos premisas afirmamos que ni antes ni después se ha dado desprendimiento alguno; lo que vivimos fue un intenso proceso de depuración que se materializó en diferentes momentos y circunstancias, expresados en las autoexpulsiones, retiros bajo acuerdo, expulsiones y deserciones encubiertas. Cabe reiterar que, todas ellas sin excepción, en el ámbito de individuos y no de organizaciones o grupos, en tanto que nuestra incorporación y participación en el Partido es a título personal.
“Depuración no significa debilitamiento; por el contrario, es una forma de resolver contradicciones y en todo proceso revolucionario toda depuración significa fortalecimiento, un nuevo ciclo de desarrollo en cantidad y calidad.
“La causa principal de estas autoexpulsiones, expulsiones, deserciones, encubiertas o anunciadas largamente, tienen fundamento en la forma de cómo hacer y dirigir la revolución en México; quienes no compartían estrategia, táctica y método probadas en esta larga historia de lucha, simple y sencillamente buscaron el mejor momento para retirarse y justificar su salida de manera “decorosa”, o argumentaron de diferentes maneras la justificación. Dialécticamente, algunos dejaron de ser para no volver a ser, confirmándose en la práctica que el revolucionario de toda la vida es lo que requiere nuestro país para materializar un cambio en sentido revolucionario de la sociedad mexicana.
“Podemos señalar que en algunas de las salidas está expuesta la falta de disciplina revolucionaria basada en la seguridad y discreción que nos llevó a un problema de seguridad, el cual resolvimos sobre la base de la combatividad y la disciplina. En este proceso de contradicciones, como manera de justificar el dejar de ser, escribieron de manera catártica o con críticas personalizadas para justificar la creación de diferentes siglas, siempre bajo el amparo de haber pertenecido a nuestro Partido.
“Hablamos de una depuración natural como en todo organismo político, que se da de acuerdo con principios políticos e ideológicos, a partir de discusiones político-ideológicas en el proceso de homogeneización de la militancia; en el Partido quedamos los militantes que asimilamos y aplicamos creadoramente la metodología de construcción revolucionaria que fundamentó el accionar y desarrollo desde la UP al PROCUP.
“Como partido revolucionario no somos –ni así debe entenderse– un amontonamiento mecánico de recursos o fuerzas amorfas como para hablar de desprendimientos. En todo caso, nos enfrentamos al hecho de no estar de acuerdo con el proyecto revolucionario en cuanto a los objetivos y los medios para lograrlos, y respecto a la actitud correcta ante la vida, la depuración política e ideológica la entendemos como parte de un proceso cualitativo.
“Las causas de este proceso depurativo radican, en cuanto a los que se marchan de las filas, [a que] tienen una concepción y metodología muy distinta a la establecida en nuestra estrategia y táctica general de la revolución. “En esa práctica hubo un distanciamiento gradual de los principios generales para hacer y dirigir la revolución, hasta llegar el momento de ser insostenible su pertenencia al Partido al seguir manteniendo de palabra una estrategia y táctica que no sustentaban en la práctica.
“Hubo quienes se retiraron del Partido bajo acuerdo político –reiteramos: a título personal–, estableciéndose el compromiso de no mencionar el origen y ambos nos comprometimos a guardar el secreto revolucionario; sin embargo, no cumplieron con los acuerdos establecidos y en poco tiempo, al no impactar por sí solos, ante la necesidad de reconocimiento y protagonismo, tuvieron que dar la nota mediática que salieron de nuestras filas.
“Para nosotros, lo más importante es comprender el fenómeno y el proceso de manera dialéctica, bajo la concepción marxista para poder llegar a conceptualizar y sistematizar la práctica, para abonar a la ciencia de la revolución.
“La causa fundamental de la depuración está en la inconsecuencia teórica-práctica del lineamiento que el Partido tiene desde sus orígenes; en la divergencia en conceptos y actitudes producto de ellos; en la incongruencia en la actitud ante la vida, ante el enemigo y ante el trabajo; la discrepancia en la concepción de la sociedad, la naturaleza y el lugar que ocupa el hombre en ellas; y, al no coincidir sobre el rol que juega el hombre en la revolución y el uso de los recursos materiales en ella.
“Hablamos de la absorción de la ideología burguesa al reproducir en diferentes formas el bienestar burgués y renunciar en los hechos al bienestar proletario; al reproducir en la práctica la concepción burguesa de la revolución. En esa desviación política-ideológica la responsabilidad es colectiva y así se asume autocríticamente quienes continuamos en el proyecto revolucionario que inició formalmente en 1964.
—¿De qué manera estos desprendimientos debilitaron el proyecto revolucionario?
—Esta pregunta, por sí sola, constituye un sofisma; sin embargo, estas autoexpulsiones, expulsiones, retiros bajo acuerdo y deserciones veladas, lejos de debilitar nuestro proyecto revolucionario, lo fortalecieron en cuanto confirman lo acertado de la estrategia y táctica revolucionaria seguida por nuestro Partido; reafirman igualmente y fortalecen los principios políticos e ideológicos. Hoy, a la distancia, la propia realidad ha probado y puesto en su justa dimensión los hechos mismos.
“En definitiva, como ya lo dijimos, ni desprendimiento ni debilitamiento del proceso revolucionario. Lo que ha sucedido es una expresión de la dialéctica en la emancipación de un pueblo, en nuestro proyecto revolucionario. Lo que a nuestro Partido le aconteció fue una depuración; por consecuencia, el proceso revolucionario se fortalece dando un salto cualitativo. ¿Cómo? En la consecuencia de la lucha comunista por la emancipación del pueblo de la dictadura burguesa y del imperialismo que explotan y oprimen.
“Lo vivido fue el resultado de contradicciones internas, cuyo origen está en la concepción, interpretación y práctica del lineamiento, pero la contradicción política-ideológica no debe causar escozor porque toda contradicción lleva el germen del desarrollo cualitativo. Un partido revolucionario sin contradicciones no tiene vida política y está condenado a desaparecer del campo de la lucha de clases.
“Esto, en lo particular; y en lo general, para el proceso revolucionario que se vive en el país, para las fuerzas revolucionarias que se robustecieron, por cuanto adquirieron claridad respecto al objetivo, formas y métodos para lograr la revolución en México. El objetivo trazado desde nuestro origen como proyecto revolucionario tuvo un fortalecimiento cualitativo en cuanto se levantan en alto las banderas de la revolución socialista como proyecto libertario y su concreción en un proyecto de vida para la revolución en donde se vive y se muere para ella.
“El proceso de crisis partidaria que vivimos concluyó en 2000, con la realización del primer congreso del Partido donde se ratifica la estrategia, táctica y metodología de la revolución en México, quedando como mera especulación los dichos sobre fracturas, desprendimientos, diáspora, éxodo, etcétera.
“Que mediáticamente esto se presente como un desprendimiento, o con cualquier otro adjetivo es entendible, pues obedece a la propaganda que el Estado ha vertido a través de sus órganos de inteligencia, medios oficialistas y otros que beben de las fuentes del Estado. Nosotros tenemos presente que desde el Estado se presentarán hechos tergiversados como reales; esto con el propósito de generar confusión en el pueblo y de esta forma intentar hacer daño al proceso revolucionario.
“En la prensa que está controlada por los monopolios de la comunicación, desde donde se ejerce la dictadura del capital expresada en una dictadura de opinión, y los detractores de nuestro Partido hablan, desean y sueñan con ese debilitamiento; pero debe saber nuestro pueblo que aquí no hubo debilitamiento alguno; por el contrario, este proceso doloroso, en cuanto que las fuerzas de la revolución que militaban en nuestro Partido se vieron mermadas cuantitativamente, sin embargo, tuvo como resultado el fortalecimiento y un desarrollo cualitativo de nuestra militancia y Partido.
Por último, esto nos deja una enseñanza: quien parte de premisas falsas llega a especulaciones subjetivistas y éstas siempre se estrellan contra la realidad. En toda la historia de la humanidad nunca ha existido una revolución tersa donde no se den contradicciones internas. Éstas se dan en el campo revolucionario por los diferentes sectores que participan en ella, es decir, en una revolución se confrontan intereses de clase; por consecuencia, en las propias filas revolucionarias se expresan intereses de clase en la lucha ideológica.
—En casi 50 años la organización que hoy es el Ejército Popular Revolucionario se ha mantenido firme, ortodoxa (“rígida”, dirían algunos) en la reivindicación del marxismo leninismo y una de sus expresiones de lucha: el vanguardismo. ¿Hay algunos cambios a destacar en esta concepción integral de lucha a lo largo de la existencia de la organización?
—Enfatizamos que el EPR es la expresión político militar del PDPR, por lo que, reducir casi 50 años la lucha revolucionaria en México al mero aspecto militar es no comprender la realidad a la que nos enfrentamos cuando hablamos de grupos armados revolucionarios y guerrilla en México; no comprender que constituye y es la expresión política de la lucha de clases en México. Analizar el fenómeno desde un sólo aspecto del mismo, reduce la realidad a la mutilación dialéctica de los fenómenos en cuestión. Desde esta posición se reduce todo un proceso de lucha revolucionaria a la concepción militarista de la lucha de clases. Nada más alejado de la realidad. Lo demuestra uno de nuestros principios, a saber: que todo militante del Partido es un combatiente; nuestro proyecto obedece a causas más profundas que las simples armas. Sin embargo, por causas y principios políticos-ideológicos, las armas son una necesidad ineludible.
“Debemos señalar que, desde la Colonia, no han dejado de existir grupos de resistencia revolucionaria que han existido aún después de la Revolución Mexicana de 1910-1917 debido a que no han cambiado las condiciones de explotación y opresión, por lo que la lucha por la emancipación del pueblo sigue siendo una necesidad histórica.
“Efectivamente, son ya casi 50 años de lucha congruente y firme, de convicción revolucionaria reivindicando las necesidades históricas del pueblo oprimido y explotado, realidad que en 50 años no ha cambiado en esencia, lucha que se ha expresado y concretiza bajo un fundamento teórico, táctico y estratégico dentro de un lineamiento político.
“Somos una organización revolucionaria que ciertamente en 5 décadas de lucha ha alcanzado el desarrollo de Partido. Hemos estado presentes en la lucha de clases en este periodo de la lucha revolucionaria, somos parte de ella, ahí nos hemos forjado y día a día nos fortalecemos en los combates de clase que libra nuestro pueblo.
“Ni ortodoxos, ni rígidos, nada de lo que quieran decir con esas palabrejas. Sobre todo somos marxistas. Quien bebe de la fuente ideológica de la burguesía se traga toda la concepción burguesa y anticomunista que es elaborada en los centros ideológicos del imperialismo. Como marxistas, estamos contra la vulgarización de las categorías socio-filosóficas que dan cuenta de manera científica de los fenómenos y procesos que se dan tanto en la sociedad como en la naturaleza.
“Enjuiciar al marxismo como ortodoxo significa partir de una concepción filistea, de lenguaje e ideología imperialista para desconocer la ciencia. El marxismo es la teoría de la revolución, ciertamente integral, pero no rígida sino dialéctica; sus leyes generales y particularidades que toman éstas en cada país son según el desarrollo capitalista; desde nuestra concepción y praxis, la ciencia revolucionaria en esencia no ha sufrido cambios, sino aplicación y creación dialéctica para enfrentar la dictadura del capital en nuestro país.
“Entendemos que quien o quienes tienen una talla política corta, de manera desesperada, tienden a agarrarse del posmodernismo o refugiarse en él, corriente ideofilosófica que difunde la concepción burguesa de la sociedad. En el terreno de la lucha de las ideas, toda crítica que parte de las premisas sustentadas en las fuentes ideológicas de la burguesía se invalidan por su carácter de clase y quienes se apoyan en ellas siempre sufren un estrepitoso fracaso.
“Sobre el terminajo ‘vanguardismo’, eso, que lo expliquen los que lo abrazan: no es lo mismo vanguardia revolucionaria que vanguardismo, el primero es una categoría marxista, mientras que el segundo es una vulgarización posmodernista. Sin tapujos sostenemos que para que una revolución triunfe se requiere de una vanguardia revolucionaria, tesis comprobada con procesos revolucionarios en el mundo entero que dan cuenta de ello. Quien desconoce la historia universal ignora que los procesos libertarios que no aplican este principio de la lucha de clases han terminado en rotundo fracaso; no hay revolución en el mundo que haya triunfado sin vanguardia revolucionaria.
“Nosotros, como partido revolucionario, sostenemos el marxismo como arma ideológica y como teoría de la revolución; por las enseñanzas de los procesos revolucionarios de otros pueblos; por la lucha histórica de nuestro pueblo en décadas; sustentamos la tesis de que no hay revolución que triunfe sin vanguardia revolucionaria; por tanto, aspiramos legítimamente, como todo partido, a formar parte de esa vanguardia histórica que reclama el proceso revolucionario en México.
“Los enemigos del marxismo pretenden idílicamente poner como antítesis de la vanguardia revolucionaria la pleitesía al espontaneísmo de las masas, que adquiere expresión material en los estrechos marcos de las luchas economicistas y en el culto a la acción caótica, desesperada y catártica del individuo sin conciencia, sin objetivo a largo plazo, sin método, y eso, actualmente, ha hecho mucho daño al movimiento popular en nuestro país; por ejemplo: en Oaxaca fueron diezmadas las fuerzas populares por rendir culto al espontaneísmo y no organizar sistemáticamente la autodefensa armada de las masas.
“Oaxaca también enseña que cuando las masas no se organizan sobre los principios leninistas de organización quedan a merced del oportunismo, el neoportunismo y la represión, pues se mediatiza su disposición de combatir para convertirse sólo en moneda de cambio para fortalecer cotos de poder político y económico. La causa principal de la derrota del movimiento popular-magisterial es haber fincado la organización y dirección del proceso en la propuesta de la horizontalidad que, como práctica, tuvo debut y fracaso.
“Dentro de este proceso de lucha también, hubo esfuerzos honestos y consecuentes por la trayectoria histórica de lucha del pueblo de Oaxaca, en quienes recayó la organización e impulso de la resistencia popular. Esa actitud es digna de reconocimiento.
“Nuestro análisis con respecto del movimiento magisterial-popular en Oaxaca obedece a una práctica revolucionaria en el campo de la lucha de clases y no a elucubraciones academicistas que se apoyan en conceptos y categorías ajenas a la realidad objetiva, que recurren equivocadamente al fetiche de la modernización del lenguaje.
“Cualquier crítica desde la concepción marxista es válida, necesaria e inevitable; ésta construye, es dialéctica, fortalece y consolida. Con esa crítica estamos de acuerdo. Con el criticismo que tiene fundamento en las concepciones anticomunistas, ni paz ni cuartel, lucha ideológica consciente.
—¿Cuenta el EPR con un programa en específico para los más oprimidos entre los oprimidos en este país que son los indígenas? ¿Qué posición tienen ante las demandas de autonomía y derecho a preservar su cultura y cosmovisión identitarias?
“El PDPR-EPR tiene un programa de lucha general, una estrategia y táctica revolucionaria que contempla al conjunto de los oprimidos y explotados, independientemente de sus rasgos faciales o características particulares; en consecuencia, no compartimos el criterio de que el indígena es el más oprimido de los oprimidos. El indígena, como sector, pertenece a una clase social según el lugar que ocupa con respecto del proceso de producción y distribución de los bienes materiales, y por el grado de desarrollo del capitalismo en México. El indígena, en su mayoría, forma parte del campesino como clase social.
“La explotación económica y la opresión política no distingue color de piel o rasgos faciales; es igual para todos los oprimidos. Por lo tanto, el indígena –por su condición de origen– no puede ser considerado como clase social y sujeto histórico llamado a encabezar el asalto contra la fortaleza capitalista. Tal planteamiento constituye una desviación en la lucha popular-revolucionaria. A su vez, una aberración sostener que es el más oprimido de los oprimidos, porque está sometido a la misma explotación y opresión que ejerce el capital contra el pueblo trabajador.
“No olvidemos que entre los indígenas se dan relaciones de explotación y opresión. No escapan a la lógica de las relaciones capitalistas. Existen caciques indígenas que explotan a sus hermanos, que han colaborado activamente con las juntas administrativas en turno integrando grupos paramilitares entrenados por el Ejército federal para tratar de exterminar a los indígenas en vías de proletarización física e ideológica.
“Si se piensa o se dilucida que desdeñamos al indígena, es una rotunda equivocación o interpretación prejuiciada y predispuesta para intentar provocar el enfrentamiento estéril entre hermanos de clase. Consideramos que el indígena es parte activa de la lucha contra el régimen antipopular y el capitalismo. Su participación en la lucha y su condición social no están dadas por la actividad que realiza, oficio o vocación; ni por cuestiones de cultura, raza o género; menos aún por causas lingüístico-culturales, sino por la conciencia proletaria que puede asumirse conscientemente como sujeto transformador, con las mismas posibilidades de cualquier hombre y mujer de los diferentes sectores del pueblo.
“No concebimos al indígena como sujeto social ajeno a la influencia política-ideológica burguesa, que escape a la dinámica capitalista, ajeno de la mercadotecnia que se hace de él como un producto mercantil a nivel de folclor, en manifestaciones de sincretismo pagano-religioso que se han reducido a vulgares eventos de consumismo. Esto es la expansión de las relaciones capitalistas para hacerlos sujetos de denigración y sometidos a la explotación, reducidos a un medio mercantil para hacer dinero a nombre de la cultura de los pueblos originarios.
“La denigración se da también cuando el Estado prepara, crea, con indígenas, grupos paramilitares; cuando son reclutados por el Ejército federal a causa de la miseria; cuando son parte activa del caciquismo, actividades con las cuales están desempeñando un papel nefasto dentro de la lucha de clases.
“La lucha revolucionaria, la lucha de clases no se puede reducir y limitar a una pugna de castas, etnias o culturas. Diluir la lucha de clases a esto, constituye una grosería a la propia historia, pues se distrae y confunde el verdadero interés de clase de los explotados y oprimidos.
“El indígena, como sector social, no puede ser objeto de estudio o investigación con fines academicistas o experimentales, que indistintamente lo ponga en un lugar de victimización o como el sujeto al que tiene que redimirse. Lo que denotan estas líneas de ‘investigación’ es la penetración de la ideología burguesa a través del postmodernismo para deformar la realidad y hacer del sujeto de estudio en cuestión un sujeto timorato, victimizado y ladino que se ata con su actitud él mismo a las cadenas de la explotación y la opresión.
“Tratar de separar a un sector del pueblo bajo la bandera culturalista y de la autonomía étnica es perder de vista las verdaderas causas de la opresión y explotación en México y el mundo, en todo caso, más que de autonomía en este sentido hablaríamos de la lucha por la soberanía económica y política del pueblo, dado que es precisamente la voluntad popular la que no se respeta.
“La cultura como producción del pueblo para su concientización y emancipación, en todas sus expresiones artísticas-intelectuales, siempre será patrimonio popular, como tal, todo el pueblo tiene derecho a su acceso.
“Los proyectos y esfuerzos organizativos de los distintos sectores se colocan de acuerdo con su desarrollo político-organizativo, a sus alternativas y combatividad, retomando de forma objetiva la historia de México y la historia universal, por lo cual, cada sector históricamente ha cumplido un papel en la lucha de clases en el país y otras regiones del mundo. También discrepamos con quienes promueven por intereses ideológicos y conveniencias políticas-económicas el sectarismo al parcializar o sectorizar la lucha y demandas del pueblo.
“En nuestra experiencia, al estar inmersos en la lucha de clases, experiencia teórica-práctica que se concreta en la organización de los pueblos indígenas, hemos comprobado que no hay diferencia sustancial en la explotación y la opresión entre los trabajadores del campo y la ciudad.
“Económica, política y socialmente la distinción entre estos sectores del área rural y urbana, en donde encontramos el sujeto indígena, no es de esencia sino de matiz, sólo en hábitos y rutina familiar-laboral, porque ambos sectores son explotados, reprimidos, despojados y oprimidos políticamente por el Estado, y las prácticas de violencia institucionalizada, caciquiles y discriminatorias se reproducen tanto en el campo como en la ciudad, porque ningún sector, comunidad, cultura o pueblo es puro y escapa de la explotación, opresión y enajenación del capitalismo, es la realidad que nuestro pueblo enfrenta de una sola manera, luchando por la sobrevivencia y por su liberación.
“Con respecto de la autonomía y autogestión, el pueblo organizado tiene todo el legítimo derecho a ejercerlas independientemente del Estado mexicano, de la corporativización, la democracia burguesa y el estado de derecho oligárquico. La organización económica, social y política debe ser en función de ir construyendo las bases políticas para la transformación profunda que anhelan los distintos sectores populares.
“Denominarse autónomos y decir que se practica la autogestión como el objetivo estratégico y final de una lucha sin tocar con el pétalo de una rosa al responsable de la pobreza, marginación, miseria y opresión política, primero, es mediatizar la lucha con la obtención de una demanda económica en la lucha política irreconciliable entre burgueses y el pueblo; segundo, es desviar la lucha entre poseedores y desposeídos a un mero asunto de territorio, de reconocimiento jurídico como ciudadanos, y por ende al respeto de los derechos humanos y constitucionales dentro de un estado de derecho oligárquico.
“Partimos de premisas objetivas, reales e históricas y no de criterios subjetivistas que se adjuntan a lo geográfico, a lo lingüístico, a los rasgos faciales y a todo ese mundo del folclor mediático que todo lo diluye en las buenas y bonitas formas de la filantropía burguesa que no escapa a la lógica del mercado.
“Si revisamos la historia desde las banderas de la autonomía, esta reivindicación ha destruido la unidad de pueblos y facilitado la intervención imperialista; el ejemplo más claro es Irak, donde desde el imperialismo se ha confrontado a tres grupos étnicos y al lograrlo se termina la unidad nacional facilitando la intervención imperialista.
“Nosotros hablamos del pueblo trabajador donde englobamos al proletariado y al campesinado con sus respectivos sectores; y en la lucha de clases contra los opresores, lo importante es la conciencia proletaria que nos hace también ser parte de este pueblo trabajador, y no el color de la piel, nuestra forma de vestir, de calzar o de hablar. Abordar el problema de la explotación y opresión desde esta perspectiva sería abonar nosotros mismos a la discriminación de una forma pasiva.
“En relación con los usos y costumbres que van de la mano con esa cultura y cosmovisión hay que señalar que también están regidos por la lógica capitalista, concretamente por la superestructura; luego entonces, cultura y ‘cosmovisión’ son sometidas a la misma lógica capitalista. Estamos de acuerdo con los usos y costumbres que coadyuvan a la unidad popular y rechazamos los que tienen un contenido conservador y reaccionario. Existen usos y costumbres que no se pueden reivindicar por atentar a la dignidad humana.
“Posturas político-ideológicas del indigenismo que se generan en los hechos y los marcos de la lucha de clases, que son utilizadas políticamente por el Estado con una propaganda insultante, porque lo declarado y la estadística oficial contrastan diametralmente con la realidad socioeconómica, no sólo de los pueblos en cuestión sino de todos los sectores populares en general.
“El gobierno refuerza el sometimiento mediante el cual se hace pasar como democrático y respetuoso con el indígena, sin embargo, es pura demagogia que sirve como una de las fuentes de oxigenación política para la clase en el poder y el sistema capitalista al erigirse, propagandísticamente, la administración de la oligarquía en turno, como un gobierno incluyente, pero en los hechos el “conceder” autonomía –no sin antes haber dado unos zarpazos represivos–, tiene en esencia un carácter contrainsurgente al poner un dique de contención por medio de una trampa jurídica y mediatización económica a la lucha por el derecho a la organización independiente, a la liberación de la opresión y al de la transformación histórica.
“Desde el Estado se hace una perversión política de la autonomía y autogestión, en complicidad con personajes y organismos que lucran por estatus social y económico. La autonomía exacerbada, orientada con chovinismos, sectarismo y patrimonialismo, sólo reproduce los males del capitalismo, como el individualismo, el consumismo, la competencia deshumanizante, el apego a la propiedad y la comercialización de nuestras vidas en los ámbitos cultural, religioso, e idealizan usos y costumbres, pero sobre todo enfrentan y generan conflictos intercomunitarios y entre las comunidades partiendo de que lo suyo es lo mejor.
“Respecto de la cosmovisión, hay que señalar que quienes enarbolan esta bandera hacen culto al conocimiento empírico y lo contraponen al conocimiento científico. Basta ya de medrar con las banderas indigenistas, basta de medrar con la victimización del indígena. En nuestra experiencia nos hemos organizado como compañeros de diferentes orígenes étnicos y, juntos, hemos construido la conciencia proletaria para enarbolar las banderas de la lucha por el socialismo.
“Por si no lo han notado o no es de su conocimiento, en nuestra historia, como partido, los primeros grupos que brindaron protección a nuestros primeros núcleos de militantes fueron pueblos indígenas, quienes tomaron conciencia de la necesidad de un cambio social y dio como resultado la ampliación de la organización del Partido en varias regiones del país, como parte del trabajo de construir la base política de la revolución.
“Luego entonces, están profundamente equivocados aquellos que suponen que no tenemos una propuesta y un programa con relación al ‘problema indígena’, y más equivocados están aquellos que sostienen que nuestro pensamiento es rígido o arcaico por sustentarnos en las categorías marxistas, si la explotación y opresión es la misma para todo explotado y oprimido, por tanto, un programa general de lucha es el único que puede garantizar la lucha contra los responsables de tal fenómeno social.
“Sin intentar desatar una polémica colérica, el uso de la cosmovisión nos parece un término no adecuado para el conocimiento que de forma empírica vivencial y metódica lograron nuestros antepasados en la herbolaria, las matemáticas, la astronomía… Aplicadas en todos los aspectos de vida y cultura, acentuándose significativamente en la agricultura como parte del desarrollo de las fuerzas productivas de los pueblos. Para nada lo concebimos como un asunto mágico o producto de una raza superior.
“La libertad de organizarse y dirigir nuestros destinos como pueblo no se solicita, no se pide, no se demanda, no se declara, se toma por la vía de los hechos por ser una exigencia; se ejerce de manera unida y organizada, en unidad con todos los sectores populares en lucha.
“Los campesinos e indígenas como parte de los explotados, como tales, están engrosando las filas del Partido, por lo tanto, la lucha de clases es una confrontación de intereses e ideología antagónicos, donde no hay lugar para frases o modales para ser gratos en los grandes centros académicos, en los recintos del poder burgués y disputarse los reflectores de intelectuales orgánicos del sistema y sus voceros, es decir, caerle bien al mundo de las ‘buenas conciencias’ y ‘gente de bien’.
“En conclusión, el indígena como sujeto social está determinado no por causas lingüístico-culturales sino por el lugar que ocupa en el proceso de producción de bienes materiales, en la relación que guarda con respecto a la tenencia o no tenencia de los medios de producción y de la cantidad y cómo se apropia de la riqueza socialmente producida. Su condición de indígena, originario, autóctono, etcétera no lo pone en el lugar de sujeto histórico, ni tampoco en el sujeto victimizado al que hay que redimir.
“Como pueblo explotado y oprimido tenemos identidad histórica de lucha y, como tal, debemos preservarla y reproducirla; ésa es parte de nuestra cultura, de nuestras raíces que se extienden por todo lo largo y ancho del país.
“Sólo el indígena con conciencia proletaria arriba a sujeto revolucionario, por eso planteamos como una necesidad política la proletarización ideológica del campesino, para que pueda constituir la alianza estratégica entre el obrero y el campesino.
—¿De qué manera la desaparición forzada a la que se ha sometido a dos militantes del Ejército Popular Revolucionario –Gabriel Alberto Cruz Sánchez y Edmundo Reyes Amaya–, modificó aspectos de la estrategia, táctica y acciones programadas? Ante la falta de respuesta y de voluntad del gobierno federal, ¿modificarán las medidas para exigir la presentación con vida de sus compañeros?
—Lo primero que hay que destacar es que la desaparición forzada es un crimen de lesa humanidad que no prescribe. En México se desaparece a personas por motivos políticos y sociales como política de Estado, lo que habla de un gobierno autoritario, criminal y genocida, verbigracia, el sexenio de [Felipe] Calderón, en el que se registran más 60 mil víctimas ya sea por motivos políticos o sociales. Dentro de este contexto se dio la detención-desaparición forzada de nuestros camaradas Edmundo Reyes Amaya y Gabriel Alberto Cruz Sánchez, así como la de miles más de luchadores sociales y defensores de los derechos humanos que continúan en esta condición. Crimen de Estado que no sólo ha sido cometido contra nuestros compañeros. Los gobiernos priístas iniciaron con esta deleznable práctica ante la crítica del pueblo organizado. Los panistas le dieron continuidad y lo llevaron a niveles nunca vistos en el país. Para tener una idea de la magnitud del crimen, tan sólo en el sexenio del espurio Calderón se registraron más de 60 mil desapariciones forzadas. Cifra que supera con creces las de las dictaduras de centro y Suramérica del siglo pasado.
“Esta política forma parte del terrorismo de Estado para sostener al régimen y es parte de la naturaleza genocida del Estado burgués, que recurre a la práctica de la desaparición forzada como medida punitiva ante las manifestaciones de protesta y cuestionamiento al régimen. Esta política de Estado transexenal se ha venido generalizando en la primer década de este siglo y con la actual junta administrativa continúa aplicándose de manera sistemática con la característica y sello distintivo del priísmo.
“En cuanto a la estrategia y la táctica, sustancialmente no han sufrido cambios. La actividad de nuestro Partido y el pueblo que le da sustento sigue bajo el curso del torrente de la lucha revolucionaria, por lo tanto, nuestra política y nuestra demanda es seguir impulsando la lucha por la presentación de todos los detenidos desaparecidos de ayer y hoy.
“Nuestra exigencia sigue siendo la misma: juicio y castigo a los responsables materiales e intelectuales de este deleznable crimen, presentación con vida y en libertad de nuestros compañeros detenidos-desaparecidos, así como de todos los mexicanos que se encuentren en esta condición.
“En lo general, la estrategia y táctica no puede ser modificada a partir de la detención-desaparición de alguno de nuestros militantes y combatientes. Desde luego en el curso de los acontecimientos de la confrontación de la lucha de clases la táctica puede someterse a una adecuación o readecuación. Sin embargo, ello no significaría que se modifique dentro de una generalidad estratégica.
“De las medidas que se tomarán para exigir la presentación con vida de nuestros compañeros sólo podemos señalar que éstas han sido, son y serán político-militares. Como el Estado y la actual junta administrativa siguen en su postura de nula voluntad, demagógica, autoritaria y criminal, el pueblo tiene el legítimo derecho de aplicar la justicia popular.
“No está de más destacar el ejemplo de la consecuencia revolucionaria de nuestros compañeros, sobre todo para quienes han renegado de la lucha revolucionaria argumentando lo insostenible, nuestros compañeros, a pesar del tormento físico y todos los actos degradantes a los que son sometidos hasta hoy, han guardado el secreto revolucionario. Seguiremos luchando por su presentación por todas las formas de lucha que determine nuestro Partido.”
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Fuente: Contralínea 368 / 12 enero de 2014
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