México ingresa a la peor crisis de su historia reciente. A los severos problemas internos, se agrega el hecho de que las elites que gobiernan México desde 1982 se quedaron sin proyecto de país.
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Durante 35 años, los gobiernos federales de extracción priísta y panista pugnaron por integrar a México, de manera subordinada, al bloque geopolítico de América del Norte. Sus expectativas económicas, políticas e, incluso, militares se cifraron en la tutela que Estados Unidos ejerció abiertamente bajo los sexenios de Miguel de la Madrid (1982-1988), Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y Ernesto Zedillo (1994-2000), emanados del Partido Revolucionario Institucional (PRI); de Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), del Partido Acción Nacional (PAN), y el actual de Enrique Peña Nieto, otra vez del PRI.
“Se quedaron huérfanos”, dice el internacionalista, politólogo e historiador Lorenzo Meyer. En entrevista con Contralínea, el investigador y catedrático del Colegio de México considera que “la esencia del proyecto neoliberal hoy está en crisis en México”.
Explica que dicho proyecto buscó su identificación con el estadunidense anterior a Trump “y con la decisión de más o menos disolver a México como una parte secundaria dentro del gran universo de la América del Norte dominada por Estados Unidos. Ahora ese proyecto se vino abajo”.
De acuerdo con información de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE), México mantiene vigentes 66 instrumentos bilaterales firmados con Estados Unidos, entre actas, acuerdos, protocolos, convenios y tratados. A ellos se suman los multilaterales que involucran también a mexicanos y estadunidenses, de manera destacada el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). En total rebasan los 500 documentos que dan cuenta de la estrecha relación y dependencia que México construyó con su vecino norteño, la mayor potencia del mundo.
“Son acuerdos que no solamente tienen que ver con cuestiones de migración y de fronteras, también de cooperación fronteriza y transfronteriza, de las aguas, etcétera. Tenemos muchos temas”, explica el doctor Alfonso Sánchez Mugica, coordinador del Centro de Estudios en Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Todos estos instrumentos generaron instituciones u organismos bilaterales, algunos muy “pequeños” pero activos y con responsabilidades importantes para resolver temas controversiales entre las dos naciones. Una de ellos es la Comisión Internacional de Fronteras y Aguas entre los Estados Unidos de América y los Estados Unidos Mexicanos, de la que da cuenta el documento State, Foreign Operations Appropriations: A Guide to Component Accounts (que podría traducirse como Asignaciones de Estado para Operaciones Extranjeras: Guía de Componentes).
El informe, elaborado por el Congressional Research Service (Servicio de Investigación del Congreso estadunidense), señala que estos organismos implican “fondos para el personal, las operaciones y los programas”.
Además, se han diseñado programas gubernamentales de apoyo a determinados países, “cuyos propósitos también ayudan a promover los intereses de Estados Unidos en el exterior”. Destaca el de Control Internacional de Narcóticos y Aplicación de la Ley (INCLE, por su sigla en inglés). Ejemplifica precisamente con el uso de recursos de esta iniciativa de Departamento de Estado para “apoyar los esfuerzos en México para mejorar las relaciones bilaterales y cooperar en el combate al narcotráfico”, sin que determine el volumen de recursos entregados a los mexicanos bajo este programa.
Otra de las instituciones que estadunidenses y mexicanos operan de manera conjunta tiene que ver con los asuntos financieros. Su origen es el propio TLCAN. Se trata del Banco de Desarrollo de América del Norte (Nt Bank o NADBank, por su sigla en inglés).
“El NADBank es gobernado por Estados Unidos y México. Comenzó a prestar en 1996 para financiar infraestructuras ambientales, proyectos a lo largo de la frontera entre Estados Unidos y México, y las actividades de inversión en ambas naciones”, dice el documento.
Desde 2005, Estados Unidos, Canadá y México buscaron estrechar aún más la relación y, bajo el TLCAN, acordaron profundizar la “cooperación” en economía y seguridad, principalmente. Para ello impulsaron reuniones trilaterales del más alto nivel. Se les conoce como Cumbres de Líderes Norteamericanos. La más reciente data del 29 de junio pasado, cuando el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, recibió al entonces presidente estadunidense Barack Obama y al presidente mexicano, Enrique Peña Nieto, en Ottawa, Ontario, Canadá. Fue la décima reunión de este tipo. La penúltima cumbre se llevó a cabo en México el 19 de febrero de 2014. Peña Nieto recibió a sus contrapartes en su terruño: Toluca, Estado de México.
En las cumbres más recientes se perfilaba un tema que ahora ha sido rechazado, de manera general, por la administración de Trump: el cambio climático.
Luego de la pasada Cumbre de Líderes Norteamericanos, el Servicio de Investigación del Congreso estadunidense
Estas cumbres han servido para instaurar nuevos organismos y mecanismos en el marco del TLCAN, como el Plan de Trabajo para la Competitividad de América del Norte y la Conferencia Norteamericana de Competitividad e Innovación. Además, el 12 de febrero de 2016 –hace poco más de 1 año–, los tres países firmaron un Memorando de Entendimiento sobre Cambio Climático y Colaboración Energética. El documento consideraba dicho documento como “un paso potencial hacia una futura estrategia de energía conjunta entre los socios comerciales”.
Las cumbres han propiciado la creación de grupos de trabajo bilaterales o trilaterales en torno a cinco aspectos de las relaciones entre los países socios del TLCAN. Según el documento NALS, del Servicio de Investigación del Congreso estadunidense, son: 1) cooperación regulatoria para aumentar la competitividad económica; 2) planificación y coordinación a largo plazo de la infraestructura fronteriza para facilitar el comercio y reducir los cuellos de botella y la congestión en los pasos fronterizos; 3) la armonización de las normas de eficiencia energética para mejorar la seguridad energética y la protección del medio ambiente; 4) cooperación e intercambio de información sobre la inocuidad de los alimentos y productos; y 5) la coordinación de emergencias en Norteamérica para ayudarse a responder rápida y eficientemente en tiempos de crisis.
Así, después de la más reciente cumbre, los gobiernos de los tres países anunciaron iniciativas sobre energía renovable, comercio, competitividad global y seguridad.
El documento destaca compromisos sobre los que ya se trabaja: que el 50 por ciento de la energía de América del Norte provenga de fuentes limpias para 2025, a través del aumento de la producción de energía renovable, solar, nuclear y otras; la liberalización de las normas de origen del TLCAN en una gama de productos, incluyendo productos farmacéuticos, cosméticos, caucho, metales y maquinaria industrial y eléctrica; reducir los costos para las empresas y facilitar las asociaciones mediante la mejora de la eficiencia de la cadena de suministro y el avance de la innovación.
También, crear el Centro Norteamericano para el Desarrollo Colaborativo para perseguir la investigación conjunta y fomentar los intercambios entre académicos y otros actores sobre el cambio climático, la energía, la manufactura y los pueblos indígenas; la firma de un memorando de entendimiento para promover las pequeñas y medianas empresas propiedad de mujeres; el compromiso de un Acuerdo de Viajeros de América del Norte para finales de 2016 y una aplicación de portal único para finales de 2017; pugnar por una mayor alineación de los sectores energéticos de los países aumentando la cooperación reguladora; proteger a los refugiados y entregar 10 millones de dólares al Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, para los refugiados centroamericanos y los solicitantes de asilo; y la ratificación de los compromisos en materia de seguridad y defensa, mediante un entendimiento común de las amenazas a la seguridad.
Además, Estados Unidos y México se comprometieron a mantener un “diálogo económico de alto nivel”. Lo encabezan los gobiernos, pero están incluidos “líderes” de los sectores público y privado.
Ahora todo está en entredicho. La relación, como la pensaron los neoliberales mexicanos, está a punto de colapsar.
¿Renegociar todo?
El problema, explica el doctor Sánchez Mugica, no es que se suspendan las relaciones de México con Estados Unidos. Es un escenario improbable. Lo que ocurrirá será un nuevo trato entre los países con muchos temas que renegociar. Los instrumentos ya firmados son relevantes.
“El problema está en que la política del presidente Trump está siendo radicalmente distinta a la de sus antecesores. Eso lo que hace es que se complique la relación. Y eso hace que tengamos que tener nuevas estrategias para trabajar los distintos temas. Son muchos temas los que se han abierto. Uno es la renegociación del Tratado de Libre Comercio. Otro es la participación de estados Unidos en Acuerdo Transpacífico. Otro es la cuestión de migración. Pero hay otros temas también que se van a estar trabajando. La cuestión es que cada tema tenga su propia estrategia.”
Lejos de ampliar los acuerdos, quien hoy gobierna Estados Unidos emitió, el 25 de enero pasado, una orden ejecutiva por la que instruye al secretario de Seguridad Nacional a “tomar todas las medidas apropiadas para planear, diseñar y construir inmediatamente un muro físico a lo largo de la frontera sur. (…) para lograr de manera más efectiva el control operacional completo de la frontera México-Estados Unidos”.
La orden se refiere en específico a “una pared física contigua u otra barrera física similar, segura, contigua e infranqueable”.
Trump emitió la orden sin siquiera requerirlo legalmente, pues la ley federal autoriza al Departamento de Seguridad Nacional (DHS, por su sigla en inglés) a construir barreras a lo largo de las fronteras de Estados Unidos para disuadir a los cruces ilegales.
Según el documento Barreras a lo largo de las fronteras de los Estados Unidos: Principales Autoridades y Requisitos, elaborado por el Servicio de Investigación del Congreso estadunidense, el DHS está incluso obligado a construir cercas reforzadas a lo largo de 700 millas (1 mil 127 kilómetros) de la frontera terrestre con México, una frontera que se extiende 1mil 933 millas (3 mil 111 kilómetros).
Pero el Congreso sí debe establecer las directrices sobre las características específicas de las cercas u otras barreras físicas; por ejemplo, altura o composición material.
En efecto, está en riesgo el proceso de integración. El doctor Sánchez Mugica dice que “los riesgos están presentes, se han manifestado. Las políticas del presidente Trump son muy regresivas; y, por supuesto, la economía de Estados Unidos es la más grande de las tres conforman América del Norte. Entonces si ellos cambian el giro radicalmente y lo llevan a sentido contrario de lo que han hecho durante los últimos 30 años, pues seguramente sí va a haber cosas que se van a detener. Y tenemos que buscar otras alternativas, otros mercados, otros socios inversionistas en Canadá, en América Latina, en fin”.
Sáncez Múgica considera que “no fue un error” el acercamiento con la mayor potencia militar del mundo. “Al contrario –dice– era una estrategia necesaria que México se integrara a Estados Unidos. Desde antes del Tratado de Libre Comercio era su principal socio comercial. Por muchas razones tiene que serlo; por la vecindad geográfica, nuestros productos llegan mucho más rápido que a cualquier otra parte del mundo. Un poco el error es no diversificar la política y la economía mexicana, pero es difícil con un socio de ese tamaño”.
Para Lorenzo Meyer, la crisis que hoy atraviesa México también es responsabilidad de los gobernantes mexicanos. Y es que, a decir del catedrático del Colegio de México, se trata en realidad de una convergencia de dos crisis. “La crisis interna, la que se ve venir desde hace mucho tiempo, en particular desde que fracasó Fox y fracasó la transición del autoritarismo a la democracia” y la otra que “llegó tan rápido que no la vi venir: la explosión interna de Estados Unidos”.
La senadora Luz María Beristain, secretaria de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado de la República, reconoce que sí hay responsabilidad de los gobiernos mexicanos en la crisis actual, porque todo se construyó alrededor de Estados Unidos.
“Fue una visión muy corta. Nosotros teníamos mucha influencia en otras naciones latinoamericanas. Y nos hemos alejado de América Latina. Éramos una especia de hermano mayor. Pasó esto que estamos viviendo porque se concentró demasiado todo el intercambio, toda la cooperación, todos los tratados con el vecino país del norte.”
Sin embargo, la legisladora adscrita a la bancada del Partido de la Revolución Democrática en el Senado también observa una “oportunidad” para recuperar la política exterior mexicana como una política de Estado y no al servicio del grupo que detente el poder.
“Ésta es una sacudida fuerte que de cierta forma es normal, porque nada en la vida es para siempre, ni lo bueno ni lo malo. En algún momento las cosas colapsan. Nos obliga a replantear todo. Tenemos que reinventarnos y eso puede llegar a ser positivo para el país. Hay que ver la política exterior como una política del Estado mexicano, donde siempre el Ejecutivo tome en cuenta la opinión del Legislativo, donde haya un canal de diálogo permanente, donde no nos enteremos de las cosas a través de los medios de comunicación sino que seamos parte del análisis de la política exterior.”
Lorenzo Meyer dice que actualmente ningún país puede ser enteramente independiente de otros. Pero está de acuerdo en que México debe procurar ser más soberano en asuntos torales. “Se debe, por ejemplo, volver a vitalizar el campo para no depender de una manera tan clara en la parte que es vital, que es la independencia alimentaria, o por lo menos no depender tanto”.
Zósimo Camacho
[BLOQUE: INVESTIGACIÓN][SECCIÓN: SOCIEDAD]
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