En los zoológicos de la Ciudad de México cohabitan 285 especies animales, de las cuales sólo 31 –el 10.8 por ciento– forman parte de algún Programa de Acción para la Conservación de Especies (PACE) de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp). Es decir, 89 por ciento está fuera de las “estrategias estructuradas” para la recuperación de sus poblaciones a nivel nacional, y que supuestamente “justificarían” la vida en cautiverio.
En total, son 1 mil 886 ejemplares encerrados en los zoológicos de Chapultepec, San Juan de Aragón y Los Coyotes. De éstos, 518 pertenecen a las 31 especies con la misión de conservación. El resto –1 mil 368 animales de 254 especies– permanece en exhibición de forma indefinida, mientras sufre los estragos del confinamiento sin ningún objetivo.
De acuerdo con datos obtenidos por Contralínea, más de la mitad (55.4 por ciento) de los animales que se encuentran en estos zoológicos y cuyas especies sí tienen un PACE son ajolotes: hasta febrero de 2020 sumaban 287 ejemplares. Los demás son: 43 teporingos, 27 guacamayas verdes, 22 lobos mexicanos, 21 monos araña y otras 26 especies que registran menos de 20 individuos.
No obstante los datos duros que la propia autoridad proporcionó a este semanario, el titular actual de la Dirección General de Zoológicos y Conservación de la Fauna Silvestre de la Ciudad de México, Fernando Gual Sill, aseguró que los zoológicos ya dejaron de ser “una simple colección de animales” como en el siglo XIX y buscan constituirse como “verdaderos centros de conservación”.
Durante una videoconferencia organizada por la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) el pasado 28 de agosto, Fernando Gual expuso que hoy se apuesta por una conservación integrada, vinculando las acciones in-situ (trabajo directo en los ecosistemas) y ex-situ (fuera del lugar de origen), como es el caso de los zoológicos y acuarios.
El director general sostuvo que –a nivel mundial– estos centros han sido parte fundamental de los esfuerzos para recuperar a las especies amenazadas que integran la Lista Roja elaborada por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN).
“Una cuarta parte de las [68] especies que se alejaron de la extinción en las listas de especies en peligro, se logró gracias a que se reprodujeron en zoológicos y no se perdió la especie. Posteriormente, hubo reintroducciones; pero si no hubiera sido por esta herramienta de conservación, estarían extintas”, afirmó el funcionario.
En respuesta a Contralínea, Gual Sill explica que en el caso de los zoológicos capitalinos “hay alrededor de 25 programas de conservación” en los que cada centro tiene diferentes grados de participación. “Desde educación, reproducción o reintroducción, como es el caso del cóndor de California. No en todos los casos es fácil lograr la reintroducción, pero se está manteniendo viva esa especie que está a punto de extinguirse. Es el caso de varias especies que tenemos: ajolotes, teporingos, lobos mexicanos, algunas aves, entre otros”.
Sin embargo, esos ejemplos de éxito no alcanzan a justificar el cautiverio permanente en el que vive el 73 por ciento restante, es decir 254 especies, para las cuales no hay estrategias de conservación. Esto, a pesar de que 34 de ellas se encuentran clasificadas en la Norma Oficial Mexicana NOM-059-SEMARNAT-2010 como probablemente extintas en vida silvestre (E), en peligro de extinción (P), amenazadas (A) o sujetas a protección especial (Pr).
Tampoco se explica cómo es que estas instituciones que aspiran a ser centros de conservación y no “simples colecciones de animales”, gastan millones de pesos del erario público en la compra de animales exóticos para su mera exhibición, la gran mayoría sin programas de reproducción o reinserción.
En este sentido, la directora de Proyecto Gran Simio México, Paulina Bermúdez, dice a Contralínea que la organización se constituyó en 2014, cuando presentaron una propuesta para trasladar a [los orangutanes] Toto y Jambi del zoológico de Chapultepec al Santuario para grandes simios ubicado en Sorocaba, Brasil. Sin embargo, la petición fue negada por las autoridades gubernamentales.
La defensora de los derechos animales expone que ninguno de los dos orangutanes se encontraba en algún programa de conservación, al igual que la mayoría de los animales que se encuentran en los tres zoológicos de la Ciudad de México.
“Toto y Jambi no estaban en ningún programa: son híbridos, son un fracaso en términos reproductivos en un zoológico. No estaban ahí por un objetivo de conservación, no había un objetivo de investigación con ellos. No es como que se estuvieran estudiando las consecuencias inmunológicas de los híbridos, nada. Era nada más por el mero encierro y, bueno, lamentablemente es una constante en los zoológicos alrededor del mundo”, subraya.
Debido a que el traslado fue negado, Proyecto Gran Simio México se constituyó legalmente para dar seguimiento legal a la muerte de Jambi, ya que éste falleció en 2016 debido a una bacteria conocida como Leptospira que, de acuerdo con Paulina Bermúdez, es muy común entre animales del zoológico.
La activista explica que esto ocurrió debido al trato que reciben los animales dentro de las instalaciones: en ocasiones los trabajadores que se encargan de alimentarlos les lanzan la comida y ésta se queda a la intemperie, lo que provoca que la orina y las heces de la fauna endémica del Bosque de Chapultepec entren en contacto con la comida de los animales y así contrajo la bacteria el orangután.
Las muerte de Jambi no es un caso aislado. En siete años, de 2012 a 2019, fallecieron 4 mil 158 animales de 349 especies distintas en los tres zoológicos de la Ciudad de México, de acuerdo con las solicitudes de información que Contralínea realizó, con folio 0112000076720 y 0112000076820. Ello causó una pérdida total de 64 especies, es decir, los zoológicos de la capital ya no poseen ni un solo ejemplar de esas especies.
El zoológico que presentó mayor número de muertes fue el de Chapultepec, con 2 mil 901: seguido por el de Aragón, con 695, y por último se encuentra el de Los Coyotes, con 562.
Dos de las especies que destacan por la cantidad de muertes son: el teporingo, con 1 mil 634 decesos; y el ajolote de Xochimilco, con 325, animal que se encuentra en peligro de extinción.
Al respecto, Paulina Bermúdez cuestiona “¿por qué se mueren tantos? Porque los tienen hacinados, son muchísimos los que tienen y [poseen] espacios para su reproducción que están dentro del zoológico. No los ve nunca el público, por eso es que la gente no se da cuenta de que se mueren”.
En este sentido, Diana Palafox –fundadora de la organización Abriendo Jaulas y Abriendo Mentes– comenta a Contralínea que en una ocasión se enteró que una jirafa que tenía tres días de nacida murió por culpa de uno de los veterinarios que estaba a cargo de su cuidado en el zoológico de Aragón. Uno de los días en los que acudió a realizar el monitoreo de la organización supo que una de las jirafas había tenido una cría. Sin embargo, en los días posteriores nunca vieron al animal. La organización realizó una solicitud de transparencia y de esa forma supieron que el mamífero murió.
Además, recibió denuncias de forma anónima en sus redes sociales en las que le decían que habían matado a la jirafa por broncoaspiración, porque el veterinario quiso darle biberón, el agujero estaba muy grande y la cría se ahogó.
“¿Qué carajos tenían que meter la mano? La mataron, pero nace la de Chapultepec y hasta concurso de nombre y premio en efectivo y la fregada. Nació otra después y también: concurso y todo. Esta [que murió] se fue invisible, como se fue Esperanza, la antílope acuático, igual la jirafita. Es una especie en peligro de extinción, nace una cría que debe ser un notición y la matan. Te acabo de dar un ejemplo de la conservación de especies en un zoológico”, advierte Palafox.
Unos meses después de la muerte de Jambi, murió Bantú, el único gorila macho de tierras bajas que quedaba en el país. La causa fue un mal manejo del animal para trasladarlo al zoológico de Guadalajara con fines reproductivos, ya que mientras estaba sedado sufrió un paro cardio respiratorio.
Después de que el simio en peligro de de extinción falleciera, Proyecto Gran Simio México realizó una denuncia ante la Procuraduría General de la República –hoy Fiscalía General de la República (FGR)–, “como parte de las acciones legales encaminadas a la defensa y protección legal de los animales, así como al combate a la impunidad en casos de negligencia por el inadecuado manejo de los animales que ahí habitan”.
El caso quedó en manos de la licenciada Diana Barbosa, agente del Ministerio Público de la Federación adscrita a la Unidad Especializada en Investigación de Delitos contra el Ambiente y Previsto en Leyes Especiales (UEIDAPLE) de la Subprocuraduría Especializada en Investigación de Delitos Federales. Ella “cometió una serie de irregularidades y negligencias en la integración de la carpeta de investigación, [con el propósito] de desconocer nuestra participación como denunciantes y que no obtuvieramos información respecto a las diligencias de investigación”, señaló la organización en un comunicado.
Por ello, en 2018 denunciaron a la servidora pública mediante un escrito de queja que presentaron en el Área de la Visitaduría de la FGR “por el inadecuado ejercicio del servicio público al que está obligada como Ministerio Público”.
Luego de dos años de haber presentado dicha queja, las autoridades competentes respondieron que apegándose a “los elementos de prueba que acreditan dichas irregularidades se formuló un acuerdo en el que determinó dar vista al titular de la unidad en que laboraba la agente ministerial para que, de estimarlo conveniente, inicie el procedimiento administrativo correspondiente en contra de Diana Barbosa por incurrir en las causales de responsabilidad previstas en la ley”. Además, Proyecto Gran Simio México obtuvo la aprobación para seguir participando en la investigación por la muerte del gorila.
“Bantú no tuvo elección, las decisiones que llevaron a su muerte fueron decisiones tomadas por unos cuantos, sin pruebas diagnósticas que reflejaran la viabilidad y eficacia de su traslado. La denuncia de Proyecto Gran Simio México tenía como objetivo exigir justicia [para el gorila], que su muerte fuese esclarecida y sirviera para impedir que esto se repitiera en otros casos futuros”, destacó la organización.
La activista Paulina Bermúdez denuncia que Juan Arturo Rivera Rebolledo, exdirector general de Zoológicos y Conservación de la Fauna Silvestre, fue suspendido después de la muerte del primate. Sin embargo, lo volvieron a colocar como médico general en el recinto de Aragón. Contralínea consultó esta información a través de la Plataforma Nacional de Transparencia y encontró que hasta enero de 2019 el exdirector estuvo laborando bajo el cargo de médico, con un sueldo de 28 mil 84.88 pesos mensuales.
Bermúdez añade que la organización realizó otras denuncias penales por el caso de los orangutanes Toto y Jambi; por el del chimpancé Lío y por el de otros animales, incluyendo siete aves que fallecieron en el zoológico de Aragón.
La defensora de animales advierte que ninguna de las denuncias está cerrada y que han sido procesos complicados, por la “ignorancia de los mismos agentes del Ministerio [Público]. No hay una condena por nada de esto. Estamos llegando a un punto en el que sí nos damos cuenta que hay una falta de profesionales y peritos, por ejemplo que tengan conocimiento de estas especies”.
Asimismo, agrega que hubo “una perito experta en vacas y la pusieron a hacer el dictamen de aves. Ella decía que las plumas de las aves estaban despeinadas y en realidad era un picaje, es cuando las aves se arrancan las plumas por cuestión de estrés. Es un nivel de incompetencia, de ignorancia y de falta de profesionales en la materia”.
Por su parte, Diana Palafox –fundadora de Abriendo Jaulas y Abriendo Mentes– explica que ellos también han realizado denuncias, la más reciente fue por presunta negligencia en el cuidado de las dos lobas marino de la Patagonia que se encuentran en el zoológico de Aragón.
En este sentido, la directora de Proyecto Gran Simio México explica que “son contadas las organizaciones que trabajamos en la denuncia y eso se ha visto reflejado en nuestras propias denuncias, porque no hay como una sapiencia de los agentes del Ministerio Público de cómo investigar estas cosas. No tienen idea de en qué puede consistir un daño a la fauna silvestre. Nosotros batallamos para que nos reconocieran que tenemos interés político en esto. O sea, en algún momento en todas las denuncias fue como una respuesta de las autoridades de decir, como el animal no es suyo, ustedes no tienen ninguna afectación a sus derechos”.
La Dirección General de Zoológicos y Conservación de la Fauna Silvestre adquirió 149 animales el 31 de diciembre de 2014, de acuerdo con la solicitud de información con folio 0112000073020 que realizó Contralínea. Las “altas por adquisición” se realizaron durante la administración del exdirector Juan Arturo Rivera Rebolledo.
El proveedor único, Animalia Exótica, cobró un total de 5 millones 847 mil pesos por los ejemplares de 33 especies distintas. El pago más caro fue por un leopardo de las nieves, por el que se pagó 1 millón 200 mil pesos y que hoy es exhibido en Chapultepec, tras una barrera transparente llena de rasguños.
De acuerdo con la Lista Roja de la UICN, este felino –que habita las montañas altas de Asia Central– se encuentra en un estado de conservación “vulnerable” ya que en la actualidad sólo quedan alrededor de 3 mil individuos en el mundo. Y la organización World Wildlife Fund (WWF) advierte que la caza y el comercio ilegal son algunos de los principales factores que amenazan su existencia.
En esta compra también destacan otras tres especies clasificadas como “vulnerables” por la UICN: dos tortugas gigantes de Aldabra por un total de 500 mil pesos, ocho ejemplares de pecarí de labios blancos por 224 mil pesos y cuatro individuos de hocofaisán por 128 mil pesos. De éstos, sólo el pecarí tiene un programa de conservación en México.
Asimismo, llama la atención la compra de cuatro especies originarias de África por un total de 1 millón 270 mil pesos. Se trata de tres tipos de bóvidos: dos ejemplares gran kudú, por 550 mil pesos; un antílope sable negro, por 250 mil pesos y dos impala, por 200 mil pesos. Además de un par de hienas moteadas por las que se pagó 270 mil pesos.
También fueron adquiridos seis ejemplares de borrego cimarrón por 900 mil pesos, 150 mil por individuo. En vida silvestre, este mamífero habita pastizales y áreas rocosas de Canadá, Estados Unidos y el noroeste de México. Su estado de conservación es de “menor preocupación” y no cuenta con ningún programa para la recuperación de su población a nivel nacional. Su adquisición sólo responde a la exhibición.
En realidad, en esta lista sólo hay cuatro especies para las que la Conanp ha estructurado un PACE que busca su recuperación: un águila real hembra por 310 mil pesos, tres venados bura por 195 mil pesos, cinco perritos de las praderas por 75 mil pesos y los ya mencionados ocho ejemplares de pecarí de labios blancos.
Pero aún teniendo un programa de conservación, no se explica la necesidad de su adquisición mediante una compra masiva, donde el único beneficiado claro es Animalia Exótica, la empresa proveedora, y donde también se adquirieron 29 especies sin PACE.
Las especies que también fueron compradas y aún no han sido mencionadas son: azulito (10), calandria de Altamira (6), calandria de Baltimore (6), calandria pecho manchado (4), cezontle (4), cisne coscoroba (2), cisne cuello negro (3), colorín oscuro (10), cuitlacoche común (4), faisán argos de Borneo (3), ganso canadiense (2), huilota (4), mirlo negro (4), mirlo pardo (4), pavo ocelado (4), pico grueso azul (10), primavera (14), rana de ojos rojos (8), tepezcuintle (4), torla común (5) y zorro ártico (1).
Ely es el nombre de la única elefanta que hay en los tres zoológicos de la Ciudad de México y se encuentra en San Juan de Aragón. De acuerdo con la Secretaría de Medio Ambiente (Sedema), el paquidermo “fue rescatado” en 2012 del circo Hermanos Vázquez.
Sin embargo, la Lista de Adquisición de Animales 2011 de la Dirección General de Zoológicos y Vida Silvestre reveló que la elefanta africana fue comprada al circo por 3 millones 474 mil 400 pesos. En aquella ocasión también se adquirieron 29 animales –además de Ely– por 3 millones 691 mil 750 pesos.
De acuerdo con información publicada en el portal web de la Secretaría de Medio Ambiente (Sedema) de la Ciudad de México, “la elefanta fue rescatada para darle un trato adecuado” y las instalaciones son adecuadas. Además, tiene cuidados 24 horas al día.
Sin embargo, Diana Valencia –integrante de Abriendo Jaulas y Abriendo Mentes– señala a Contralínea que ella y los integrantes de la organización se percataron de que “le dan de comer cuando quieren, la bañan cuando quieren [y] la cepillan cuando quieren”, ya que asistían al zoológico de San Juan de Aragón cuatro días a la semana para monitorear a todos los animales y realizar registro audiovisual.
Asimismo, afirma que el espacio en el que el animal se encuentra es muy pequeño: no tiene la libertad de hacer los recorridos que un elefante y “todo es artificial”, debido a que la mayor parte es de concreto y hay poco pasto. También tiene “un miserable arenero seco, cuando ellos [los elefantes] se dan baños de lodo”.
Por su parte, Paulina Bermúdez señala que a través de Proyecto Gran Simio México contactaron a Joyce Poole, especialista en elefantes africanos, para que hiciera una evaluación del estado en el que se encontraba el paquidermo y le enviaron la documentación que tenían. “Lo que ella nos decía es que no hay un zoológico en el mundo que le pueda ofrecer a un elefante lo que necesita y nos dijo que Ely está fatal”, subraya.
Aunado a ello, refiere que en México son pocas las organizaciones que denuncian y visibilizan las condiciones en las que se encuentran los animales que habitan los zoológicos públicos. En el caso de la Ciudad de México sólo está Abriendo Jaulas y Abriendo Mentes, así como Proyecto Gran Simio.
“Mejor otras organizaciones internacionales han incidido directamente en el tema”, declara. Un ejemplo es One Protest, organización estadunidense que tiene todo el caso de Ely documentado e investigado o Joyce Poole.
En la Ciudad de México, el zoológico más antiguo es el de Chapultepec, mismo que abrió sus puertas en 1924 con una colección de 243 animales. Ahora, según datos actualizados hasta febrero de 2020, este centro cuenta con 1 mil 110 animales y se han aperturado otros dos similares: San Juan de Aragón, que fue inaugurado en 1964 y hoy alberga a 544 animales; así como Los Coyotes, un antiguo Centro de Decomiso de Fauna Silvestre que a partir de 1999 empezó a ser llamado zoológico y tiene 233 animales en cautiverio.
En total, los zoológicos capitalinos cuentan con 1 mil 886 ejemplares y el que más tiempo lleva encerrado es una aguililla cola roja, cuya alta se registra en 1983. Las dificultades para lograr una reinserción exitosa hacen que, para la gran mayoría, el cautiverio sea de por vida. Como resultado, de 2012 a 2019 han muerto 4 mil 158 animales enjaulados en espacios reducidos, lejos de sus hábitats naturales.
Morir tras las rejas implica también una vida dentro de ellas y para entender más a fondo el impacto del encierro, Contralínea entrevistó al director del Instituto de Ecología de la UNAM, el doctor Constantino de Jesús Macías García.
El cautiverio de los animales “afecta su capacidad para aprender sobre el ambiente. Hay elementos clave de su aprendizaje que ya no van a estar disponibles. Por ejemplo: cómo elegir cierta comida”, comenta el científico.
También explica que el cautiverio impacta el proceso de selección natural, porque cuando “sacamos de su hábitat a los organismos, estamos modificando las presiones que operan sobre ellos. [Es decir], si en la naturaleza enfrentan ciertos depredadores o tienen cierto tipo de dieta que requiere enfrentar sustancias tóxicas, en el momento en el que los tenemos en cautiverio ya no va a depender de sus atributos individuales porque están protegidos de esas fuerzas selectivas”.
Modificar su proceso de selección tiene como consecuencia que “inevitablemente en pocas generaciones la estructura genética de las poblaciones en cautiverio sea diferente de las poblaciones de campo y que un intento de repoblar alguna zona enfrente inevitablemente problemas porque ya no están adaptados a esas condiciones”.
El académico de la UNAM destaca que las condiciones sociales generadas en los zoológicos también incrementan la agresividad de los animales. Explica, por ejemplo, que algunos individuos pueden monopolizar el alimento que reciben por parte de los cuidadores pero no corren riesgo de ser atacados, ya que las agresiones, que en vida silvestre podrían ser mortales, son limitadas en cautiverio.
“Un individuo puede robarse la comida y, aunque lo ataquen por ello, de todos modos logra sobrevivir y acabamos teniendo poblaciones de bichos más peleoneros de lo que serían en la naturaleza”, explica el doctor Macías García.
De acuerdo con el experto, el cautiverio también impacta la variabilidad genética, debido a que “las poblaciones en cautiverio tienden a ser muy pequeñas comparadas con las especies en vida silvestre y la riqueza genética se pierde muy rápidamente en cautiverio”.
“Esto significa que frente a cualquier cambio, por ejemplo una enfermedad novedosa –que es algo a lo que los organismos en cautiverio se enfrentan con frecuencia– no tienen forma de responder porque no tienen una variante genética que nos proteja”, menciona. Esto se puede ejemplificar con la muerte del orangután Jambi.
El doctor Constantino Macías añade que no es tan sencillo reinsertar a alguna especie a su hábitat natural y para que ocurra “el primer paso es que la población que tengamos en cautiverio sea de suficiente tamaño para no haber perdido mucha de su diversidad genética. El segundo es que las cosas que tiene que aprender, las pueda aprender en cautiverio. [Por ejemplo] como no hay depredadores en cautiverio, uno debería ser capaz, con algunas especies al menos, de entrenarlos ante depredadores falsos”.
Por último, apunta que una forma de disminuir el impacto que causa el cautiverio en los animales es a través del “enriquecimiento del hábitat para proveer de estímulos, si no iguales, por lo menos del tipo de los que encontrarán en su vida cotidiana a fin de mantener sus mentes activas. Es cómo cuando uno tiene un perro viejito, lo ponga a buscar la comida en lugar de dársela directamente dentro de la boca. Eso lo mantiene activo y reduce su estrés”.
Ultraprocesados, fraude alimentario causante de cáncer Darren García, diciembre 21, 2024 Casi una tercera parte…
Casi una tercera parte de las calorías ingeridas por la población mexicana es de productos…
El 3 de diciembre, el presidente surcoreano, Yoon Suk Yeol, declaró la ley marcial de…
La Habana, Cuba. El año 2024 concluye para Alemania con muchas oportunidades perdidas: desde la…
Ciudad de Panamá, Panamá. El 5 de mayo de 2024, se realizaron en Panamá comicios…
Puerto Príncipe, Haití. La próxima Cumbre India-Comunidad del Caribe (Caricom) será celebrada en 2025 en…
Esta web usa cookies.