La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) finaliza en esta semana un proceso inédito para elegir a su máxima autoridad ejecutiva: el titular de la Rectoría para los próximos 4 años. Gobernada casi siempre por políticos-académicos ligados al Partido Revolucionario Institucional (PRI), la máxima casa de estudios del país hoy vive la designación del gobierno universitario cuando ese partido no sólo está fuera del poder presidencial, sino pulverizado, con una presencia apenas testimonial en el Poder Legislativo.
La disputa por la Universidad no se juega en la designación en sí, explican académicos consultados por Contralínea. En realidad iniciará una vez que se sepa el nombre del ganador. Iniciará entonces un proceso de negociación al interior de la institución y hacia el exterior con el grupo político hegemónico del presidente Andrés Manuel López Obrador y el Movimiento Regeneración Nacional (Morena).
Apenas hubo cuatro candidatos y sólo tres fueron considerados seriamente por la Junta de Gobierno. De ellos, los únicos con posibilidades reales fueron Enrique Graue y Angélica Cuéllar, y son parte del mismo grupo que hoy controla la Universidad.
Enrique Graue es el actual rector. Angélica Cuéllar, directora de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (FCPS). Mientras, Pedro Salazar Orozco, director del Instituto de Investigaciones Jurídicas (IIJ) no tuvo realmente oportunidad, pues rompe una regla no escrita en cada proceso: el rector debe ser egresado de la propia Universidad. Salazar Orozco es egresado del Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM).
En realidad, la gran batalla por la Universidad empezará una vez que se elija al rector. Lo que tendrá que venir será una negociación al interior y al exterior para modernizar los procesos de representación en la UNAM. Se buscará que ésta haya sido la última vez en que el rector fuera elegido por el “grupo de los 15 notables”: la Junta de Gobierno.
Todos los académicos coinciden en que el proceso para elegir rector está agotado. Se deben buscar nuevas formas que garanticen una mayor participación de la comunidad universitaria. Y no sólo del rector, sino de las autoridades de la UNAM.
Las demandas estudiantiles desde 1986 incluyen la desaparición de la Junta de Gobierno. Hasta la fecha, la elección del rector es una elección de amigos, señala el doctor en ciencias sociales Valeriano Ramírez. El politólogo y sociólogo señala que ya es impostergable transformar las elecciones de la Universidad hacia método más democrático en la que de alguna manera participen todos los rectores de la Universidad. Rechaza que este método tenga que ser abierto a una lección tipo partidista, sino “con criterios claros previamente definidos”.
En este mismo sentido, el doctor en administración Luis Antonio Cruz Soto, investigador adscrito a la División de Investigación de la Facultad de Contaduría y Administración, señala que la UNAM no puede quedar al margen de una transformación que se pretende para todo el país. Está de acuerdo en que debe democratizarse la elección de las autoridades univesitarias aunque no a través de elecciones abiertas a todo mundo en las que pudiera caerse en la disputa partidista.
De acuerdo con el politólogo y sociólogo Ramírez Medina, integrante del Consejo Técnico de la FCPS, el gobierno de Andrés Manuel López Obrador tiene asegurado el control de la universidad mediante dos vías: el presupuesto y la investigación que pueda ordenar por casos de corrupción.
Además, considera el académico, todo parece indicar que al actual presidente de la República no está preocupado por la UNAM. En materia de educación superior, sus esfuerzos estarán en la consolidación de la Universidad Benito Juárez. Se trata de un modelo distinto de educación pública.
Luis Antonio Cruz Soto, por su parte, señala que la nueva realidad política de México sí tendría que incidir en la Universidad más importante del país. Y si no incidió en el proceso de designación del rector, lo hará en el funcionamiento de la estructura universitaria en los próximos años.
De hecho, el doctor en administración pública considera “necesario” que haya repercusiones en la UNAM de la llegada de un gobierno que busca combatir la corrupción y transparentar la vida pública.
“Es necesario que se revise el gasto en la UNAM. Se sigue despilfarrando el dinero”, señala.
Cruz Soto advierte que algunas expresiones que esgrimen que debe privar la “autonomía” frente al nuevo gobierno en realidad buscan mantener privilegios y los mecanismos de permiten un ejercicio opaco de los recursos.
De hecho, para el investigador, el discrecional uso de los recursos es el principal problema de la Universidad. Tal situación repercute, incluso, en la academia. “La academia está abandonada. Los investigadores tienen sus sueldos. Pero si quieren acceder a financiamiento para realizar investigaciones, no se les aprueban. No hay criterios claros para saber cuáles investigaciones se aprueban y cuáles son. Hay mafias académicas, grupos que controlan ciertos espacios”.
De hecho, el doctor Cruz Soto lamenta que en el actual proceso para elegir rector no haya ocurrido cambio alguno. “No veo cambios, todo sigue igual. Se van a mantener las mismas prácticas. Lo que más me preocupa es que se mantiene todo con la anuencia del nuevo gobierno”.
Explica que la elección de las autoridades universitarias es de las más opacas que hay en a vida pública del país. Es algo que tendría que cambiar de inmediato.
Sin embargo, acepta que tales cambios no están sólo en el terreno de la propia Universidad. En efecto, transformar el proceso de elección de las autoridades de la UNAM pasa por reformas que debe hacer el Congreso de la Unión, en específico las que tienen que intervenir tanto la Ley Orgánica de la Universidad como el Estatuto univesitario.
Descarta que el gobierno de la República tenga interés en atentar contra la autonomía de la UNAM. “No les interesa a los del nuevo gobierno. Además eso les generaría mucha animadversión”. Lo que sí tendría que impulsar el nuevo gobierno, por el bien de la universidad y la transformación del país, es “anular a las mafias y a los grupos que están controlando presupuestos y decidiendo el destino de la Universidad”.
Sobre la casi ausencia de candidatos a relevar a Enrique Graue, los académicos consultados ofrecen tres razones. La primera tiene que ver con un cierre de filas al interior de los grupos que se han disputado el poder en la UNAM. La segunda es la línea del nuevo gobierno para que sus simpatizantes no se inscribieran en el proceso. La tercera es la falta de liderazgos sólidos que conjunten amplias simpatías entre la comunidad universitaria.
“No hay muchos liderazgo en la UNAM”, señala Luis Antonio Cruz Soto. El doctor en Administración explica que precisamente la hegemonía de los grupos que controlan la universidad ha impedido que crezcan liderazgos al margen de ellos.
“Los grupos que controlan las decisiones no permiten el diálogo entre univesitarios ni el debate. Al primer disidente que asoma la cabeza lo reducen políticamente. Quizá académicamente no les es posible, pero políticamente sí. No permiten que surjan nuevos liderazgos.”
El primer cambio sería el de la forma en que se eligen a las autoridades. No es que tendría que hacer por particpación abierta, votación.
Carlos Luis Sánchez y Sánchez, investigador adscrito al Centro de Estudios en Ciencias de la Comunicación de a FCPS, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, señala que los grupos que se diputan el poder en la UNAM no tiene una existencia orgánica dentro de la Universidad.
El maestro en estudios políticos y sociales y doctor en ciencia política por la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), señala que lo que sí existe es una “afinidad de gremios”.
Reconoce que la actual elección es inédita porque se da en un contexto. En que la presidencia de la República está en manos de la izquierda electoral mexicana.
Además, “Se refuerzan las sospechas de que López Obrador tratará de influir en la sucesión porque es hijo de la Universidad y de la misma Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, donde la directora es una de las candidatas,”.
Con respecto de las afinidades gremiales al interior de la UNAM, el también postdoctor en el Instituto de Investigaciones Sociales señala que se trata de afinidades naturales. Más que grupos, hay afinidad de gremios. No hay una existencia orgánica de los grupos, sino son afinidades naturales.
Explica que la candidatura de Angélica Cuéllar sí es muy seria también porque genera adhesiones al verla como alguien que puede preservar la autonomía universitaria y mantener a la UNAM al margen de la influencia de los partidos políticos.
Los propios grupos que por décadas se han disputado el poder tuvieron que posponer sus rencillas explica el politólogo y sociólogo Ramírez Medina. Están contenidas pero frecuentemente dejan ver algunas expresiones, como los continuos paros de labores en varias escuelas, colegios y facultades y marchas estudiantiles con diversas demandas al interior del campus central.
Explica que cuando Jonh Ackerman, investigador del IIJ y a quien hasta antes del inicio de proceso se le veía como el candidato de López Obrador a la Rectoría de la UNAM, anunció que se adhería a a candidatura de Enrique Graue, “no sólo es él”. Advierte que se trata de una posición política de la “4T” para que nadie más de este grupo se meta al proceso. De ahí la baja participación: apenas cuatro candidaturas, cuando en procesos anteriores llegaron a ser 40.
Por ello, aunque la candidatura de Graue no generaba entusiasmo entre la comunidad critica de la UNAM, muchos guardaron silencio. Se sabe que los saldos del rectorado de Enrique Graue son de pérdida de lugares en las clasificaciones de las universidades más importantes del mundo; la negligencia para atender el incremento de la violencia contra las mujeres; la inseguridad en los campus, la falta de transparencia en el ejercicio de los recursos y a impunidad de quienes han cometido actos de corrupción. Pero muchos de los anteriores críticos han guardado silencio.
El grupo hegemónico es el de los médicos, quienes a mediados de la década de 1970 se apoderaron de la Junta Gobierno y desde ahí han controlado toda la Universidad. La Junta elige al rector y a los directores de las escuelas, facultades, institutos, colegios y centros. A su vez, éstos eligen a cada nuevo integrante de la Junta de Gobierno.
La UNAM ha sido gobernada por tres grandes grupos: Derecho, Ingeniería y Medicina. Los mismos grupos hacen coyunturalmente alianzas. En caso de Ciencias Políticas, siempre ha estado plegado a Medicina, Química y Administración, a Derecho, Ingeniería, a Ciencias, explica Valeriano Ramírez.
“Angélica Cuéllar está ligada al grupo de Medicina. Es decir, la terna de este proceso jugó con dados cargados”, asegura.
De hecho el grupo de los médicos cumplió en este 2019 un total de 20 años de gobernar ininterrumpidamente a la Universidad. Y entre 1946 y 2019, un periodo de 73 años, suma 36 de gobernar la universidad. En contraste los otros 37 años de gobierno se reparten entre abogados (9 años), ingenieros (12 años), un sociólogo (dos años), un científico (7 años) y un químico (7 años).
“Los 15 notables son propuestos por el rector, hay un dominio total asegurado desde su propia gestación”, expone.
Sobre los grupos de poder, el exacadémico y hoy trabajador de la UNAM Ángel Benhumea, recuerda que en la universidad fueron orquestados y manejados por el PRI, del cual, por ejemplo, el exrector José Narro fue un militante sobresaliente.
Coincide en que la de la UNAM es una “estructura anacrónica elitista: sus órganos de gobierno no sólo permiten el control de un pequeño grupo, sino que generan verdaderas mafias que controlan feudos en la Universidad. Por ello, el presupuesto se ejerce de manera tan poco transparente y no tiene como principal fin los objetivos formales universitarios sino los intereses de los grupos enquistados desde hace décadas.
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Los rectores de la UNAM y sus grupos: la hegemonía de los médicos
Salvador Zubirán (médico): 1946-1948
Luis Garrido (abogado): 1948-1953
Nabor Carrillo (ingeniero): 1953-1961
Ignacio Chávez (médico): 1961-1966
Javier Barros Sierra (ingeniero): 1966-1970
Pablo González Casanova (sociólogo): 1970-1972
Guillermo Soberón (médico): 1973-1981
Octavio Rivero Serrano (médico): 1981-1984
Jorge Carpizo MacGregor (abogado): 1985-1989
José Sarukhán Kermez (científico): 1989-1996
Fancisco Barnés (químico): 1997-1999
Juan Ramón de la Fuente (médico): 1999-2007
José Narro Robles (médico): 2007-2015
Enrique Graue (médico) 2015-
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Los 15 “notables” de la UNAM: los que designan a todas las autoridades univesitarias
Juan Alberto Adam Siade (Contador-administrador; Facultad de Contaduría y Administración)
Ana Rosa Barahona Echeverría (bióloga; Facultad de Ciencias)
Eduardo Bárzana García (ingeniero químico, Facultad de Química; Coca Cola)
Óscar de Buen Richkarday (ingeniero civil; Facultad de Ingeniería; SCT; Grupo Colinas de Buen)
Jorge Cadena Roa (economista-sociólogo; Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades)
Patricia Elena Clark Peralta (médica; Facultad de Medicina)
Teresita Corona Vázquez (médica; Facultad de Medicina)
Javier García Diego Dantan (politólogo-historiador; Facultad de Ciencias Políticas y Sociales; El Colegio de México)
Rocío Jáuregui Renaud (física; Facultad de Ciencias)
Rafael Lira Saade (biólogo; Facultad de Ciencias)
José de Jesús Orozco (abogado; Facultad de Derecho-Instituto de Investigaciones Jurídicas)
Vicente Quirarte Castañeda (literato; Facultad de Filosofía-Instituto de Investigaciones Bibliográficas)
Francisco Javier Soberón Mainero (químico-médico; Instituto Nacional de Medicina Genómica)
Jaime Humberto Urrutia Fucugauchi (ingeniero geofísico-científico; Instituto de Geofísica-Facultad de Ciencias)
Gina Zabludovsky Kuper (socióloga; Facultad de Ciencias Políticas y Sociales)
Zósimo Camacho
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