⇒ Parte II: Tehuipango: la deuda de Enciclomedia, Seguro Popular y Procampo
Aunque el expresidente Calderón cerró su administración promoviéndola como el “sexenio de la salud”, los indígenas de Tehuipango no forman parte de la cobertura universal del Seguro Popular: para recibir atención médica deben caminar más de 10 kilómetros para llegar a la clínica “más cercana”. Los nahuas tampoco tienen acceso a las nuevas tecnologías que prometió el Programa Enciclomedia; ni siquiera se apoya a la única actividad posible en este lugar: los campesinos no reciben el Procampo
Nancy Flores/Monserrat Rojas*, fotografías/enviadas
Tehuipango, Veracruz. De la camisa blanca asoman algunos centímetros del vientre moreno de Juan Carlos. Su pantalón color azul marino, apenas asido de sus caderas, tampoco alcanza a cubrirle del todo. La temperatura ha descendido a menos de 10 grados centígrados, pero él no viste suéter.
A Juan Carlos le gusta estudiar matemáticas, una de las materias que aprende en un precario salón de clases. Un lápiz y un cuaderno son los únicos materiales a los que tiene acceso el estudiante, porque en la comunidad de Achichipico nada se sabe de las computadoras con internet y los pizarrones inteligentes de los programas Enciclomedia y Aula Base Telemática.
En Tehuipango, la promesa de digitalizar la enseñanza y acortar la brecha tecnológica que hizo la Secretaría de Educación Pública federal (SEP) –durante los gobiernos de Vicente Fox y Felipe Calderón– jamás se cumplió. Los alumnos no sólo no tienen acceso a las tecnologías de la información, sino que asisten a clases en aulas desvencijadas, con insuficiente cobertura de maestros y materiales.
“No hemos visto lo que nos han prometido de que en cada escuela íbamos a contar con una computadora y con su respectivo internet. Las computadoras en nuestra escuela están descompuestas. No funciona el Enciclomedia. Necesitamos ahora, con la nueva tecnología, otros instrumentos para que estemos a la vanguardia en la educación”, señala Lara Tecuateque.
El profesor de la primaria de Xaltepec no se explica cómo en los libros de texto se remite a páginas electrónicas para complementar las actividades y ampliar los conocimientos. “Nos mandan a [consultar] sitios de internet en los pies de página de los libros, pero no podemos hacerlo porque no contamos con ese servicio”.
Los niños y niñas ni siquiera tienen asegurado lo más básico (cuadernos y lápices), porque los útiles y materiales que proporciona la SEP, a través del Consejo Nacional de Fomento Educativo, son exiguos. “Hay niños a los que no les llega a tocar material. Hay que buscar cómo apoyarlos, darles un cuaderno. Hay materiales que se les piden en lo que marca las actividades, pero están muy caros. Los padres nos han comentado que están ganando 30 o 40 pesos al día y eso no satisface para comprar los materiales al niño, porque cuentan con varios hijos. Son gastos muy fuertes para la familia”.
En el Programa Enciclomedia y en su sustituto, Aula Base Telemática, se han invertido unos 40 mil millones de pesos: 25 mil millones en el primero, entre 2004 y 2009; y 15 mil millones en el segundo, de 2010 a 2012.
Salud y campo, en el olvido
Con cargas diversas al lomo, los indígenas recorren a pie veredas y caminos abiertos para automóviles que casi nunca circulan por aquí. Siempre obligados a arrastrar la mirada, acompañan su andar con el silbido del aire lo mismo que con la bruma, la lluvia, el sol del medio día, el frío, la oscuridad.
Sólo ellos saben a dónde van o de dónde vienen: la milpa, la escuela, la cabecera municipal (para gestionar obras o comerciar sus productos), el médico, la colecta de agua para beber y hacer la comida. Para ellos, todo se localiza a más de 30 minutos caminando por los agrestes trayectos.
El profesor Regino Lara explica que, aunque Xaltepec se ubica en las inmediaciones de la cabecera municipal, la gente no cuenta con un centro de salud cercano: la clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) no brinda atención a quienes no están afiliados, y la mayoría se encuentra en esa condición.
Por ello, los nahuas van al médico hasta Tepecuitlapa y “cuando ya están muy graves, casi muriéndose, para que los atiendan. Si nada más van para diagnosticar qué es lo que tienen no los atienden”.
Vicenta, de 32 años de edad y quien habla en náhuatl, explica que en su comunidad ellos mismos construyeron la casa de salud; pero no funciona: carece de medicamentos. También “nos hacen falta una enfermera y un doctor. Ahorita nos toca ir hasta Tepecuhitlapa, que está como a 2 horas caminando. El camión nos cobra 20 pesos de ida y 20 de regreso”.
Aquí la tragedia no sólo es enfermar e ir hasta esa comunidad: “Hay veces que ni siquiera está el doctor, porque allá atienden las caravanas [de salud]. Entonces, cuando vamos para allá a veces no los encontramos, porque salieron a otra comunidad”.
—¿Las caravanas vienen aquí?
—Cada 15 días, nada más. Si no vienen en una ocasión, pues entonces llegan hasta los otros 15 días [es decir], hasta el mes. Hace 8 días una señora se cortó la mano y la tuvieron que llevar hasta Tepecuhitlapa. Y acá en el centro, en la cabecera, aunque hay enfermeras no nos atienden. Nos mandan para allá, porque no somos del IMSS.
En comunidades como Aguacatla, las caravanas de salud ni siquiera llegan, denuncian los indígenas. Y es que aquí es inexistente la cobertura universal del Seguro Popular, que tanto pregonó el pasado gobierno de la República. El “sexenio de la salud”, como lo autonombró el expresidente Calderón, quedó a deber este derecho humano a decenas de indígenas de Veracruz.
Esto, a pesar de que en 2012 el presupuesto del programa de la Comisión Nacional de Protección Social en Salud ascendió a 68 mil 847 millones de pesos; y a lo largo del sexenio tuvo recursos públicos por más de 300 mil millones, aunados a un crédito que le otorgó el Banco Mundial en 2010, por 1 mil 250 millones de dólares (unos 16 mil 250 millones de pesos).
Otro programa casi ausente para los nahuas es el de los Apoyos Directos al Campo (Procampo) que, sin embargo, sí obtuvo durante todo el sexenio Francisco Mayorga Castañeda, exsecretario de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación (
Contralínea 226 ).
A la pregunta de si recibe el apoyo del Procampo, Simón Tiahua, habitante de Aguacatla, responde: “nada de eso llega”. El esposo de Albina Temoxtle, residente de Xaltepec, tampoco. “Anteriormente sí lo recibía, pero en un tiempo no pudo ir a cobrarlo y se lo quitaron desde entonces”.
En 2012, el presupuesto autorizado al Procampo-Vivir Mejor ascendió a 14 mil 718 millones de pesos, para cubrir una superficie estimada de 13 millones 561.9 mil hectáreas. Del ese total, 14 mil 453 millones 76 mil pesos se asignaron a los subsidios de 2 millones 700 mil beneficiarios; y 264 millones 924 mil pesos a gastos de operación, indica el informe Resultados principales al primer trimestre.
Piso firme, un embuste
Paredes de tablones, techo de lámina, piso de tierra, estufa de leña y letrina en lugar de sanitario son las características de la mayoría de las viviendas en el décimo primer municipio más pobre del país. Los espacios que ocupan las casas son generalmente reducidos (6 por 5 metros), además de estar desintegrados: uno para la cocina, otro para la habitación y uno más para el baño (que no pasa de 1 metro por 2).
En el interior de las habitaciones no es difícil adivinar que sus moradores, casi siempre más de seis, viven hacinados al grado de dormir en una misma cama. Tampoco, que cada invierno pasan frío.
Los signos de la pobreza están presentes en todos los aspectos de la existencia de los nahuas; para ellos, la posibilidad de construir un hogar con materiales (ladrillos, cemento, losa y mosaicos) es escasa. Es más, aquí hay que conformarse con el suelo de tierra, porque el Programa de Piso Firme si llegó fue parcialmente. Según la Secretaría de Desarrollo Social federal (Sedesol), el costo promedio por superficie cementada es de 6 mil 500 pesos, cifra que resulta impagable para los indígenas.
Genaro, consejero comunitario de Xaltepec, explica que en esta localidad se hicieron pisos firmes en 2008-2009, pero no a todas las viviendas y menos en forma cabal.
“Aquí hay unas casas que son de 5 por 6 [metros]; otras son de 4 por 6, pero no les dieron el piso para toda la casa. Y esos se anotaron [en los reportes oficiales] como si fueran pisos completos. También se anotaron unos 50 [“beneficiarios”] para que se los vayan a terminar, pero hasta ahora no hay respuesta. No nos han dado nada”.
Información oficial de la Sedesol apunta que el del Piso Firme forma parte del Programa para el Desarrollo de Zonas Prioritarias. Este último es el que “financia la ejecución de proyectos de infraestructura y servicios básicos, como agua potable, drenaje, saneamiento y electrificación (entre otros), así como acciones de mejoramiento de vivienda, como lo es la instalación de piso firme, servicio sanitario, sustitución de fogones abiertos por fogones ecológicos, reforzamiento de muros y techos”.
En 2012, el presupuesto para dicho Programa ascendió a 6 mil 411 millones de pesos. Sin embargo, a Tehuipango poco le ha valido estar en la lista de Zonas de Atención Prioritaria, que establece año con año el Congreso de la Unión: casi ningún “financiamiento” se ha hecho realidad para esta gente.
“Drenaje aquí no hay en ninguna casa. Todas tienen letrinas. Del agua potable no llega, porque no es domiciliaria. En esta orilla de la carretera están los hidrantes y de aquí la agarran. Pero esto apenas está funcionando desde hace 2 años”, explica Genaro.
El joven de 37 años de edad dice: “Ojalá el gobierno que venga no vea nada más a sus colaboradores, a sus seguidores; que vea para el pueblo. Yo creo que nuestro gobierno, que va a ser Enrique Peña Nieto, la verdad no conoce ni este pueblo”.
—¿No vino ahora que estuvo en campaña?
—No. Nunca. Ni lo vimos acá… Lo vimos nomás en la televisión, porque creo que la televisión es su fama.
—¿Le pediría que viniera a conocer?
—Claro. Yo sí le pido al gobierno que conozca estos pueblos, estos municipios, cómo están marginados. A ver si llega, porque a veces dicen que van a llegar, pero que por el camino, por la lluvia, no pueden llegar. Nosotros a pie o no sé cómo pero llegamos. Sí le pido a nuestro gobierno que nos respete y nos haga valer. A nosotros, que nos llaman indígenas, que nos respeten y nos respalden en todo: que haya servicios y que haya trabajo. Dice el gobierno saliente que hubo empleo, pero qué empleo. Por ejemplo, nosotros que no fuimos a la escuela, que no somos profesionistas, qué empleo nos puede ofrecer.
—También dicen que combatieron la pobreza.
—Eso es. No hay pobreza. Y aquí, ¿cómo ven? ¿No hay pobreza, verdad? Claro que hay; hay mujeres que están amamantando y están desnutridas; no están sanas, por falta de salud. Una señora embarazada ahorita tiene que caminar 7 kilómetros para que la revisen. Estas dos localidades, Xaltepec y Ojo de Agua, se deben regionalizar, para que ya no vayan hasta allá. Ahorita acá en la cabecera municipal hay una clínica del IMSS-Solidaridad, pero la pasamos [de largo], porque nosotros pertenecemos nada más a las caravanas. Pero no hay nada de salud.
Aquí, ni el joven Genaro ni el anciano Constantino ni los niños Yolanda y Juan Carlos viven mejor. Por más publicidad oficial, los nahuas no tienen oportunidades de llevar una vida digna y plena.
Poco a poco cae la noche en Xaltepec y con ella llega el aguacero. Los indígenas caminan deprisa a sus casas, mientras el golpe de la lluvia contra la tierra ahoga el rumor del pueblo. Niños y niñas se guarecen en las habitaciones en espera de la merienda, mientras un olor a tierra mojada, a naturaleza viva, cubre el lugar.
(*Integrante de Regeneración Radio)
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Fuente: Contralínea 320 / febrero 2013