A 100, la Constitución privilegia intereses del capital
Felpe Calderón y Peña Nieto, los que más han “reformado” la Constitución. El panista concretó 110 cambios y el priísta lleva 147
Felpe Calderón y Peña Nieto, los que más han “reformado” la Constitución. El panista concretó 110 cambios y el priísta lleva 147
Son 33 ensayos que aparecen en el libro coordinado por Eliezer Morales Aragón y Juan José Dávalos López: Reforma para el saqueo, foro petróleo y Nación, con dedicatoria: “Al pueblo de México”; donde con severas críticas exploran las contrarreformas aprobadas por el Congreso de la Unión, como ajustes estructurales en el contexto de la globalización del capitalismo; aun en contra de la oposición legislativa y las manifestaciones de la opinión pública nacional. Ninguna fue sometida a consulta popular conforme a lo dispuesto en el Artículo 35, fracción VIII, de nuestra Ley Fundamental, como derecho de los ciudadanos. Son cinco capítulos-tema con la más completa panorámica de que el peñismo y los partidos del “Pacto”, más que en el estira y afloja de la democracia, se confabularon para establecer cambios constitucionales “contrarios a los principios que ella [la Constitución] sanciona”, y un gobierno contrario a la Constitución, equivalente a una rebelión que ha interrumpido su observancia. “En la forma polémica de los ensayos que aquí se presentan debemos dejar en claro que estamos convencidos de que se trata de un cuestionamiento que conlleva una gran cantidad de propuestas para liberar el gran potencial de desarrollo económico, político y social que posee nuestra nación y que merece alcanzar”.
La democracia liberal representativa está en la más severa crisis de su historia. Hasta allá la ha llevado el propio modelo económico que la creó: el capitalismo, ahora radicalizado en la que los Estados sólo son carceleros y protectores de los verdaderos amos: las trasnacionales. Informe de Latinbarómetro señala que los latinoamericanos son los más insatisfechos con su “democracia”. México, el peor
Empiezan a barajarse nombres para disputarse la Presidencia de la República en 2018, a pesar de la descomposición del antiguo presidencialismo y el descrédito de los partidos, más la creciente ola de candidatos independientes, en las agitadas aguas de la crisis económica del neoliberalismo que arrastra al capitalismo mismo, como el rostro auténtico tras la máscara de aquel. Y la acumulación de problemas: pobreza masiva (55 millones que son la mitad de la población); desempleo (con 44 millones de mexicanos en la informalidad); la corrupción de la élite en los tres poderes federales y en las 32 de las entidades; la impunidad, por las complicidades entre los gobernantes, la sangrienta inseguridad con los sicarios del narcotráfico, los feminicidios, los secuestros, las desapariciones forzadas y los abusos sexuales con la misma pederastia, para sólo mencionar a los primeros cinco asuntos del catálogo nacional, son más que suficientes para fundamentar los hechos y síntomas del descontento popular contra el mal gobierno de presidentes municipales, desgobernadores y el mismo presidente en turno, desde cuando menos Díaz Ordaz, o tal vez desde Miguel Alemán (1946-1952) hasta Enrique Peña Nieto, en lo que lleva de su período (2012-2016).
Durante los 90 minutos de charla que tuvo el historiador Enrique Krauze en la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara (Reforma, 3 de diciembre de 2015), declaró que no quiere “que haya una revolución violenta, pero sí quiero que haya cambios pacíficos y rápidos para México”. Y es que negar la crisis general de la nación en todos sus frentes y no atenderla cuanto antes es casi un suicidio; pues no hay tiempo, o apenas lo hay para implantar lo que en otros países se llama instalar un “gabinete de crisis” (Bernard Schwartz, Los poderes del gobierno; volumen II: Los poderes del presidente, editado por la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México; y de Harold Zink, Los sistemas temporáneos de gobierno, Libreros Mexicanos Unidos).
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