Somos un gobierno de salvación nacional, dispuesto a dejar hasta la sangre para recuperar la dignidad griega
Alexis Tsipras, primer ministro griego
La troika está tratando de ahogarnos, de ejercer presión, […] diciéndonos: o hacéis caso de nuestras exigencias u os arrojamos a los infiernos. […] Andan tratando de aterrorizar a los griegos
Yanis Varoufakis, filomarxista postkeynesiano y ministro de Finanzas griego
Antes de las votaciones: “Unas nuevas elecciones no cambian nada”.
Después de las elecciones: “Lo siento por los griegos. Han elegido un gobierno que de momento se comporta de manera bastante irresponsable”
Wolfgang Schäuble, ministro alemán de Finanzas y cancerbero de la eurozona bajo la hegemonía germana
Sólo es cuestión de tiempo que Grecia abandone el euro.
Alan Greenspan, expresidente de la Reserva Federal estadunidense y corresponsable del colapso sistémico neoliberal
Es una decisión del pueblo griego [abandonar el euro]
George Osborne, ministro británico de Economía, neothatcheriano y nostálgico del imperialismo inglés
En su trabajo Syriza and the French indemnity of 1871-73, el economista Michael Pettis dice: “la actual crisis europea es aburridamente similar a cualquier otra crisis monetaria y de deuda soberana ocurrida en la historia moderna” (http://blog.mpettis.com/2015/02/syriza-and-the-french-indemnity-of-1871-73/).
El juicio de Pettis es confirmado por el John Kenneth Galbraith, quien, en su Breve historia de la euforia financiera, recrea la monotonía de los ciclos especulativos capitalistas y sus secuelas recesivas y sociales, a fuerza de la absurda repetición en sus rasgos esenciales. Desde la inaugural gran explosión de la burbuja de la tulipamanía de 1637, registrada por la primera bolsa moderna creada en Holanda, pasando por la de octubre de 1987, de Wall Street, la primera de carácter global bajo el naciente neoliberalismo y la última revisada por el economista keynesiano fallecido en 2006, hasta la sistémica de 2007-2009, igualmente neoliberal, que ha dejado a la Unión Europea y la eurozona en un “escenario típico de una película zombi”, como diría Yanis Varoufakis, actual titular de finanzas griego.
Cada episodio repite la misma mecánica, según Galbraith. Cada uno fabrica su propio maniático “genio especulador que precede a la caída”. Todos se hermanan por su cortedad de memoria, su ignorancia de la historia, sobre todo en asuntos financieros, su ingenuidad –“por no decir estupidez”–, su supuesta superioridad mental y su codiciosa voracidad por el dinero fácil y rápido, “la medida de toda realización capitalista”. Para Galbraith lo único novedoso en cada boom es el tipo de bienes que respalda las deudas garantizadas.
Cada cual recorre los mismos vericuetos de la montaña rusa especulativa. La orgiástica euforia y locura individual y colectiva. El rápido endeudamiento: la nerviosa aparición de nubarrones. El pánico, la histeria masiva. La estampida de la manada. El colapso. La desdichada ruina de muchos y las ganancias de pocos. La economía deprimida, el desorden generalizado de la vida económica y financiera. La manía, dice Schumpeter, es ineludible. “El capitalismo –la libre empresa– lleva en su seno las semillas de deterioro recurrente”, agrega Galbraith. Su hijo, James, dice: “Esto no es una accidente: es un sistema”.
Quizá porque fue la primera vez, Jan Brueghel, el joven, no fue indiferente a la primera explosión y legó a la posteridad su Alegoría de la tulipomanía (An allegory of Tulipomania). Una sátira de la fiebre por los tulipanes, recreada con un grupo de monos, vestidos como la clase alta de la época, que remedan el ciclo de la orgiástica quiebra bursátil.
De todos modos, la exuberancia irracional –para usar la expresión de Alan Greenspan— especulativa le permitió a John a Galbraith “saborear el drama de la locura colectiva”.
Carlos Marx afirma que la historia se repite una vez como tragedia y otra como farsa. Pero Yanis Varoufaki, confeso “marxista errático” y flamante responsable de las finanzas griegas, dice que Marx estaba equivocado: “la historia se repite, simplemente”.
Aburridas o no, fársicas o simples repeticiones históricas, las grandes crisis suelen ofrecer espectáculos más atractivos que la morbosa “locura colectiva” que fascinó a Galbraith.
Por ejemplo, las legítimas llamaradas espontáneas globales de los descontentos, después del colapso sistémico iniciado en 2007, las recesiones y los salvajes programas de ajuste fiscal fondomonetaristas que les siguen, los cuales sacrifican a las mayorías para salvar a los especuladores que provocaron el desastre.
Dicha crisis se concentra en los países avanzados, en particular, en los periféricos de la Unión Europea y la eurozona. En algunos de ellos, como los llamados PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España), se convierte en general, financiera, económica y política, acompañada de intensas movilizaciones sociales de rechazo, ya que, a los costos de la recesión, el desempleo masivo, la pérdida de viviendas o la mutilación de beneficios sociales se suman los del salvaje ajuste fiscal impuesto a partir de 2010.
El gasto público empleado para rescatar al sistema financiero en la eurozona eleva el déficit fiscal de 57.2 mil millones de euros (mme) en 2007 a 582 mme en 2010, en 917 por ciento; pasa de -0.6 por ciento del producto interno bruto (PIB) a -6.1 por ciento. En la Unión Europea llega a 811 mme, 6.4 del PIB. La deuda bruta en la primera región pasa de 5.9 billones de euros (be) a 8 be, 36 por ciento más. Sube de 46 por ciento a 84 por ciento del PIB. En la Unión se incrementa a 10 be, el 78 por ciento del PIB. Ése es el costo del rescate y la socialización de las pérdidas del sistema financiero, sin ponerse un límite.
Mientras subsiste el pánico, sobre todo por el alto nivel de exposición de la banca alemana y francesa, principalmente, en los países más débiles y su insolvencia de pagos, fueron olvidadas al menos dos de las llamadas reglas de oro vinculantes: el criterio de déficit público máximo de 3 por ciento del PIB y una deuda pública no mayor a 60 por ciento del PIB.
La ampliación del gasto público no impide la recesión, la peor desde la gran recesión de la década de 1930. En 2007, el crecimiento de la Unión Europea y la eurozona es de 3 por ciento. En 2008 y 2009 cae a 0.5 por ciento y 4.5 por ciento. La mejoría de 2010-2011 se desvanece en la nueva recesión de 2012-2013 (tasa media de -0.4 por ciento).
La tasa de desempleo abierto en la eurozona en sube de 7.5 por ciento a 11.9 por ciento entre 2007 y 2010. En el grupo de los siete (Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido) de 5.4 por ciento a 8.1. Y en la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) de 5.6 a 8.3 por ciento. Datos de Eurostat señalan que los arrojados a la calle en la Unión Europea suben de 16.4 millones en 2007 a 27.4 millones en el primer trimestre de 2013, y actualmente es del orden de 23.5 millones. En la eurozona pasan de 11.5 millones a 19.7 millones y 17.5 millones en cada caso. Los jóvenes (15 a 24 años de edad) son los más afectados: su tasa de desempleo pasa de 7.1 por ciento a 12 por ciento entre 2007 y el primer trimestre de 2013. Actualmente es de 10 por ciento. En Grecia y España equivale a 25 por ciento.
Ello explica que el motor de los descontentos, con la furia de algunos, sean jóvenes a los cuales se les ha arrebatado su presente y su futuro.
El keynesianismo de conveniencia de los neoliberales se esfuma rápidamente y se restablece el monetarismo a golpes de hacha.
Las reglas de oro son desempolvadas en 2010, lo que exige un ajuste fiscal draconiano, comunes a las terapias de choque, con frecuencia acompañados de los choques eléctricos que el Fondo Monetario Internacional (FMI) impone en el mundo subdesarrollado: el alza de impuestos directos e indirectos y de los precios públicos; el recorte de los salarios nominales, los subsidios, del gasto estatal social, los apoyos al desempleo o las pensiones, aumentándose la edad de retiro; el despido masivo de empleados gubernamentales; la privatización de empresas públicas y sectores estratégicos. Así, el déficit público en la eurozona y la Unión Europea cae a 2.6 por ciento y 2.9 por ciento del PIB en el tercer trimestre de 2014, 64 mme y 100 mme. La deuda estatal bruta, en cambio, pasa a 95 por ciento y 87 por ciento del PIB, a 8 be y 10 be, respectivamente.
Esas y otras medidas antisociales llevan a la pérdida de legitimidad y representatividad de los gobiernos, agravan el malestar de las apaleadas mayorías y las tendencias deflacionarias (recesión con caída de los precios) en el Viejo Continente, las cuales subsisten hasta el momento y se extenderán en lo que resta de la década en curso.
Es la tercermundialización del primer mundo, diseñada por la troika neoliberal: la Comisión Europea, el Banco Central Europeo (BCE) y el FMI, dirigidos por Jean-Claude Juncker, Mario Draghi y Christine Lagarde, en ese orden, pontificados por Angela Merkel, y aplicada por los gobiernos locales, la derecha y los social-neoliberales.
Ellos son los perros guardianes del terrorismo eurócrata, como calificara el economista barcelonés Vicenç Navarro a los neoliberales de la región. Ellos son los administradores de la bankruptocracy, término acuñado por Varoufakis, o ptocho-trapezocracy, que en griego quiere decir: ptocho: “indigente, mendigo”, y trapeza: “banco”, según su trabajo El Minotauro global (Capitán Swing Editorial, España, 2012).
James K Galbraith: “la esperanza griega”
El éxito electoral de Alexis Tsipras en Grecia el 25 de enero de 2015, líder de la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza), organizada alrededor de El programa de Salónica, de septiembre de 2014, es hijo del colapso (el programa puede verse en: www.sinpermiso.info/articulos/ficheros/salonica.pdf).
Es el primer fruto nacional de los descontentos después del diluvio, en contra del ajuste monetarista, de los partidos gobernantes tradicionales que sometidos a la troika la aplican salvajemente y del neoliberalismo regional y mundial. La victoria llega después de 30 huelgas generales y de incontables manifestaciones callejeras y de violentas represiones. Una de las raíces del movimiento es el Primer Encuentro por la Humanidad y contra el Neoliberalismo, realizado en territorio zapatista en 1996, que busca organizar la resistencia en contra de la internacional neoliberal a través la protesta global antineoliberal, la cual irrumpe en la escena política y reciben su bautismo de fuego en la llamada batalla de Seattle de 1999.
Simbólica y prácticamente, si logra mantener sus principios y sus compromisos con sus electores en las tortuosas negociaciones con la troika, sin traicionar su esencia, las propuestas de Syriza implican la confrontación de dos paradigmas contrapuestos para tratar de resolver la grave crisis griega, de la Unión Europea y la economía mundial. Son un desafío al orden internacional neoliberal que se convulsionó a partir de 2007.
Al momento del triunfo, Tsipras declara: “Nuestro futuro común en Europa no es uno de austeridad, es el de la democracia, la solidaridad y la cooperación”.
La austeridad de la ortodoxia monetarista y las reformas estructurales neoliberales a rajatabla han sido despóticas, recesivas, antisociales, desnacionalizadoras y sólo ha beneficiado a una minoría local y trasnacional. Las batallas por otras opciones que privilegian el crecimiento y el bienestar se libran en el planeta, de diversas maneras, con diferentes grados de éxito, como en Argentina, Bolivia, Brasil, Ecuador, Venezuela o Brasil, gobernados por regímenes progresistas, con todo y sus bemoles.
Ahora se suman los griegos.
Austeridad o crecimiento: ésa es la cuestión
Desde luego, no todos están dispuestos a desertar de la ortodoxia.
Ante la primera complicación, unos prefieren aferrarse al manoseado catecismo de la austeridad como un clavo ardiente.
Asumen plácidamente el papel de la servidumbre voluntaria.
Pavlovianamente.
Sufren una especie de “síndrome de Estocolmo” económico. Sin importarles que la consecuencia de la austeridad sea la permanencia del estado comatoso de la economía y el sufrimiento social.
Es el caso de Enrique Peña y Luis Videgaray.
Ante el colapso de los precios del crudo y para tratar de compensar la regresividad fiscal, la falta de políticas contingentes anticrisis y la desastrosa conducción del país, y para evitar el aumento del déficit público, recurren a la vieja y desacreditada receta fracasada: mutilar el gasto en 124.3 mil millones de pesos, el 0.7 por ciento del PIB, contra los 90 mil millones esperados por los analistas. El ajuste, que se resentirá en 2016, afectará a la inversión estatal, tendrá efectos depresivos.
Si en 2014 la economía apenas creció 2.1 por ciento, con el recorte difícilmente superará ese nivel en 2015 y 2016, lo que perpetuará el dilatado estancamiento iniciado en 1983.
Patéticamente, Videgaray dijo que el Banco Mundial acompañará a la dependencia en la revisión del gasto público.
Es la ignominiosa capitulación total de un alumno ejemplar.
Sin necesidad de que le agiten el garrote.
Otros optan por asumir el papel de pendenciero mozo de cuadra. Como Mariano Rajoy.
El neofranquista aplica ferozmente la ortodoxia en España. Se envuelve en la bandera de la austeridad ante Syriza. Se suma a la cruzada de la troika que va a Grecia a apoyar vanamente al derechista derrotado Antonis Samarás y a amenazar con un castigo financiero a Tzipras.
Según Rajoy, los recortes en el gasto público y las reformas han “producido resultados y establecen bases sólidas”.
¿De qué habla Rajoy?
El único resultado visible es la baja del déficit fiscal. Éste pasa de 2 por ciento del PIB en 2007 a un máximo de 11 por ciento en 2009. En 2014 cae a 4.6 por ciento del PIB.
¿Cómo logra Rajoy el ajuste? Muy fácil. Con el brutal tijeretazo al gasto. Con más impuestos, más despido de empleados públicos, más privatizaciones de empresas públicas, más palos a los opositores y más deuda pública, que pasa de 36 por ciento del PIB en 2007 a 96.8 por ciento en 2014. De 383 mil millones de euros a 1 billón.
Arrojando a la economía de la recesión (en 2008-2013 la tasa media anual del PIB es de -1.2 por ciento) a la deflación (en 2014 el PIB es de 0.4 por ciento y la inflación de -0.2 por ciento). Arrojando a más trabajadores a la calle, la pobreza y la miseria. Entre 2007 y 2014 la tasa de desempleo general sube de 8 por ciento a 25.4 por ciento, y la juvenil de 9.5 por ciento a 53 por ciento.
Un gran éxito fiscal antisocial. El imperativo para salvar a la oligarquía financiera neofranquista y la podrida y corrompida monarquía.
Pero sobre todo, Rajoy busca salvarse a sí mismo. Porque el triunfo de Syriza puede traer consigo un “efecto contagio” nada austero.
Eventualmente, la primera víctima sería el mismo Rajoy, quien podría perder su reelección a finales de 2015 ante Pablo Iglesias, candidato del partido Podemos, el cual irrumpe súbitamente en la arena política con un discurso antineoliberal que lo ha colocado en la cúspide de las encuestas electorales. Podemos surge en enero de 2014, y en documentos como Mover ficha: convertir la indignación en cambio político o Un proyecto económico para la gente, propone cancelar la deuda odiosa, fijar una renta básica, reducir la jornada laboral a 35 horas y la edad de jubilación a 60 años, suprimir el precepto del equilibrio presupuestal, aplicar una reforma fiscal más progresiva, nacionalizar empresas estratégicas y derogar la reforma laboral, entre otras medidas. Todas ellas a contracorriente con el neoliberalismo.
Después, la llamarada griega podría extenderse hacia las praderas de otras naciones parias también sometidas al bárbaro electrochoque fiscal depresivo: Irlanda, Portugal, Italia o Chipre. En una perspectiva más amplia, renovaría mundialmente los esfuerzos de los grupos progresista antisistémicos.
Si sucediera lo anterior, el futuro de la hegemonía regional alemana, la integración europea neoliberal, el neoliberalismo global y sus principales instituciones sería nebuloso. Renovaría las expectativas de cambio postneoliberal.
“El verdadero déficit de Grecia es el de la dignidad. Debido a esta falta de dignidad es por lo que hemos aceptado medidas estúpidas y con ello se ha alimentado un ciclo vicioso de indignidad, que a su vez mantiene el descontento, el temor y el resentimiento”, dijo Kaufakis. Él mismo señaló que la cirugía fiscal se efectuó con cuchillo de carnicero. Comparó las tácticas de la troika con las técnicas de tortura de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) estadunidense: “Poco antes de la parada cardíaca se nos permite respirar un par de veces. Entonces se nos vuelve a empujar debajo del agua, y todo vuelve a empezar’”. Calificó a François Hollande como un “Vichy posmoderno”.
Retóricamente, la campaña de Syriza tenía que ser radical para ganarse el voto mayoritario del electorado agraviado. Tenía que cuestionar la tiranía de la troika que convirtieron en un protectorado a Grecia y sus primeros ministros Yorgos Papandreu, Lucas Papademos, Panagiotis Pikramenos y Antonis Samarás; los términos onerosos del rescate de 2010 que sólo ofrecieron la puerta de escape, sin graves quebrantos, a la banca alemana y francesa; la rudeza del ajuste fiscal y contrarreformas estructurales.
Frente a ellas tenían que agitar el fantasma de la fuga griega de la eurozona para recuperar su soberanía nacional; la propuesta de un new deal europeo; la solicitud de un crédito puente para armar su programa económico; la demanda de renegociar y cancelar parte de la deuda pública; el diseño de un programa de reconstrucción nacional, basado en el crecimiento, el empleo y el bienestar, la justicia fiscal y la democracia; la promesa de acabar con la cleptocracia.
Pero una cosa es la realidad y otra el deseo de patear realmente el tablero de la Unión Europea.
“¿Qué capacidad de maniobra tiene Grecia? Evidentemente, no mucha”, señala el economista James K Galbraith. A su juicio, los poderes europeos disponen de tres bazas para doblegarlos: Grecia tiene deudas que vencen este año y que no puede pagar; los bancos griegos dependen de la provisión urgente de liquidez del BCE, que se les podría retirar; la flexibilización cuantitativa le otorga al BCE una manera nueva de aislar al resto de Europa de las agonías de Grecia. “Si Europa quisiera, estas bazas pueden utilizarse para aplicar una política de amenazas, con el fin de mantener la austeridad, los desahucios y la penuria de Grecia”.
Grecia en un país “zombi”, dijo Kaufakis. Está quebrado financieramente. Está en la ruina económica. Está socialmente desahuciado. Sólo dispone de la voluntad política. Pero ella es insuficiente.
Por ello, en la carta del 24 de febrero, enviada por Kaufakis al “Dear President of the Eurogroup”, Jeroen Dijsselbloem, a nombre del gobierno griego, éste, el gobierno, se compromete, entre otras cosas, a no dar marcha atrás en las privatizaciones que están ya completadas y honrar los compromisos fiscales.
¿Es la (primera) capitulación?
¿Un doloroso quid pro quo, acaso reversible, con tal de ganar tiempo, el respaldo de la troika y el dinero que se requiere para evitar la bancarrota, mientras se impone el proyecto original?
Al menos logró esos puntos. Fluirán hacia Grecia 1.8 mil millones euros pendientes del rescate y otros 1.9 mil millones de euros que ese país reclama al BCE procedentes del rendimiento de los bonos griegos.
¿Ese crédito es el principio del descrédito social de Syriza?
Es prematuro definirlo. La película apenas principia.
Lo que sí es claro es que la situación económica de Grecia es el escenario típico de una película zombi, como diría Kaufakis.
La economía zombi
Algunos datos muestran la ruina de Grecia, ilustrada con las gráficas anexas
Entre 2008 y 2014 la economía se contrajo en 3 por ciento en promedio real anual. El valor del producto en 2014 es menor en 26 por ciento respecto de aquel año. No le alcanzará el resto de la década para recuperarlo, sobre todo si se considera que la inversión real acumulada se desplomó en 63 por ciento. Esa es la proporción de la destrucción de su riqueza debido al colapso y al ajuste fiscal.
En 2013 y 2014 la inflación decrece 0.9 por ciento y 1.3 por ciento.
Grecia se encuentra en una fase deflacionaria.
Entre 2007 y 2014 el desempleo general sube de 8.4 por ciento a 26.7 por ciento. De 418 mil personas a 1.3 millones. En el caso de los jóvenes se eleva de 23 por ciento a 53 por ciento. De 90 mil individuos a 162 mil.
Entre 2007 y 2013 el salario medio real anual acumula una pérdida de 19 por ciento y el mínimo 21 por ciento.
El porcentaje de pobres pasa de 28 por ciento a 36 por ciento de la población total entre 2007 y 2013. De 3.1 millones de personas a 3.9 millones.
Entre 2007 y 2013 el déficit fiscal del Estado pasa de 6.7 por ciento a 12.2 por ciento del PIB.
Entre 2007 y 2014 la deuda pública se eleva de 103 por ciento del PIB a 176 por ciento del PIB. De 240 mil millones de euros a 315 mil millones.
Marcos Chávez M*
*Economista
Contralínea 427 / del 08 al 14 de Marzo 2015