Negociaciones, reuniones y más reuniones del gobierno griego y la Troika –conformada por la Comisión Europea (CE), el Banco Central Europeo (BCE) y el Fondo Monetario Internacional (FMI)– y no hay progreso. Las conversaciones no avanzan. Hay una brecha entre gobierno griego y Troika. Las propuestas griegas son insuficientes. La pelota está del lado de los griegos…
Con titulares de tal jaez, y la espada de Damocles de la suspensión de pagos griega, los medios informativos marean la perdiz. Hasta que el FMI congela las esperanzas de acuerdo entre Grecia y sus acreedores. Hay diferencias irresolubles, dijo un portavoz del organismo, sobre la reforma del sistema griego de pensiones, impuestos indirectos y financiamiento de gastos públicos. Casi nada.
Los meses pasados de pretendida negociación entre el gobierno griego y representantes de sus acreedores internacionales son de imprecisión y confusión hasta devenir grosero chantaje a Grecia. La Troika incluso ha empezado una ofensiva general contra el gobierno griego, agitando el miedo a la fuga de capitales de Grecia.
La Troika, leal defensora de los acreedores internacionales, exige medidas que ponen al gobierno griego entre la espada y la pared. Más impuestos indirectos, disminuir más el funcionariado, recortar inversiones y gastos sociales, rebajar protección social…
El primer ministro griego, Alexis Tsipras, culpa del colapso de las negociaciones a los acreedores por insistir en el cambalache de ayuda, a cambio de una austeridad que perjudicará severamente al pueblo griego. ¿Una gran deuda la de Grecia? Sí, pero no olvidemos la iniquidad y gratuidad de un gasto en armamento que antes y durante la crisis convirtió a Grecia en el quinto comprador de armas del mundo. Sin desconocer tampoco que la voluminosa deuda pública griega empezó a contraerse arbitrariamente por la dictadura de los coroneles. La compra de armamento, que infla la deuda, se pretende justificar por un presunto peligro de guerra con el enemigo histórico Turquía. Improbable porque ambos Estados están en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y, Estados Unidos, que la controla, difícilmente lo permitiría.
El gobierno de Atenas ha mostrado buena voluntad y ha hecho concesiones, como un moderado aumento de impuestos que no afecte a los ingresos más bajos. Pero la buena voluntad ha caído en saco roto. Al respecto, el Premio Nobel de Economía 2001, Joseph Stiglitz, ha escrito que la Unión Europea se ha embarcado en un arriesgado juego de cuerda floja con el gobierno griego, a pesar de que Grecia ha cumplido con mucho más de la mitad de las exigencias de sus acreedores. Pero Alemania y otros acreedores de Grecia, ha denunciado el Nobel, insisten en que Grecia ha de aceptar la política económica de austeridad… que ha demostrado ser un fracaso. Y, como ya se quitan la careta, el comisario europeo Günter Oettinger ha advertido que hay que prepararse para un “estado de emergencia”. Considera que las conversaciones para rescatar a Grecia han fracasado e incluso señalan la posible salida de Grecia de la zona euro.
¿Pero, acaso la Troika ha tenido en algún momento voluntad de llegar a un acuerdo con el gobierno de Grecia? Como ha escrito recientemente el también Nobel de Economía 2008, Paul Krugman, ¿la obsesión por el déficit y la austeridad no es una estupenda excusa para recortar las políticas sociales que benefician a la población?
Es sintomático que, cuando el primer ministro Papandreu, antes de las elecciones que ganó Syriza, agobiado por la situación económica planteó convocar un referéndum ciudadano sobre las políticas de ajuste impuestas, la respuesta inmediata de la Troika fue que ni se le ocurriera siquiera pensar en tan extravagante consulta popular. Porque para esa gente la ciudadanía no pinta nada, absolutamente nada; sólo están en el paisaje como simples figurantes.
Es esclarecedor que muchos economistas coincidan en la necesidad de reestructurar la deuda griega y critiquen los objetivos fiscales de la Troika. También coinciden en que más austeridad es absurdo tras el desastre de los últimos años, porque finalmente, dicen, éste no es un debate económico sino político, plagado de las peores intenciones.
En estos tiempos de sobreproducción, frenazo del crecimiento y disminución de ganancias en la economía real, los intereses de la deuda son un negocio principal del poder financiero y, para mantener ese modo de obtención de beneficios, harán lo que sea.
Xavier Caño Tamayo*
*Periodista y escritor
[OPINIÓN]
Contralínea 443 / del 29 de Junio al 05 de Julio 2015