La razón de Estado [antidemocrática y antirrepublicana], cuyo nombre encubre la imposición de todo el complejo de postulados políticos [autoritarios] favorables al autócrata y sus secuaces
Han Kelsen, Teoría general del Estado
La Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos y sus leyes reglamentarias, en este caso electorales –si todavía están vigentes y no han sido derogadas por Felipe Calderón, Enrique Peña Nieto y el golpista presidente del Instituto Federal Electoral (IFE) e incluso el Tribunal Federal Electoral, con Televisa y los empresarios tras el botín del peñapriísmo– otorgan derechos y recursos a los protagonistas de competencias electorales para impugnar y cuestionar, antes y después de los resultados de las urnas, lo que les parezcan victorias sin pleno sustento legal.
El cacaraqueado triunfo cuantitativo de Peña Nieto y el Partido Revolucionario Institucional (PRI), con su palero el Partido Verde Ecologista de México, no es suficiente para ungirlo presidente, como lo han hecho desde el IFE y Los Pinos, Leonardo Valdés Zurita, Vicente Fox y Felipe Calderón, quienes con espuma en la boca han soltado su rabia contra el candidato del Partido de la Revolución Democrática, Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano, Andrés Manuel López Obrador, porque éste ha impugnado la elección de Estado que trata de imponer a toda costa a Peña Nieto.
Con excesiva furia, ignorancia y seudoargumentos, la elite en el poder presidencial y económico enseña los dientes para ladrar y morder a los ciudadanos que votaron por López Obrador y lo apoyan en su demanda de anular una elección que supuestamente ha ganado el priísta, con su anticipadísima campaña desde hace seis años siendo el desgobernador del Estado de México, ayudado por los López Dóriga, los José Cárdenas, los Carlos Marín, los Salinas de Gortari, los Carreño Carlón, los Rodolfitos Echeverría, con una propaganda neonazi de millones de pesos a Televisa, Tv Azteca y con diputaciones federales y senadurías a sus testaferros, más sobornos que han enriquecido a periodistas y locutores.
Arrebatados y coléricos, los que detentan los poderes empresariales, de comunicación en radio y televisión, se han echado encima del candidato perredista exigiéndole que reconozca a Peña Nieto cuando éste no ha sido, todavía, legalmente investido como presidente electo. Y es que las pruebas de las impugnaciones (los monederos electrónicos de Soriana, las donaciones y los acarreos antes y después de ir a las urnas) no han sido revisadas por el Tribunal Federal Electoral, quedando el recurso de las instancias judiciales internacionales (con apoyo en reportes de observadores que dictaminaron serias anomalías e inequidad en la competencia), con lo cual es posible demandar la anulación de las elecciones, designando a un presidente interino para reponer el proceso electoral en un plazo no mayor a dos años.
A López Obrador le asisten los derechos constitucionales y los recursos establecidos en las leyes electorales.
Televisa y sus secuaces; Salinas de Gortari y su pandilla; Peña Nieto y su PRI de los Hank, Chuayffet, Moreira, las camarillas del Sindicato Nacional de los Trabajadores de la Educación, de Petróleos Mexicanos, la destartalada Confederación de Trabajadores de México y los desgobernadores priístas con los Fox, Rosario Robles, Manuel Espino y el resto de la delincuencia politiquera, están dispuestos a imponer al sucesor de Calderón y éste, ya se “arregló” con los peñistas para su huida del país, en lo que se perfila como un golpe de Estado técnico.
Es un enojo histérico el que han organizado con sus gritos los que saben que Peña Nieto invirtió millones de pesos desde hace seis años para apoderarse de la Presidencia, con una “mayoría” fabricada por “encuestas” compradas y sobornos, para que siga la derechización. Peña es otro Fox y otro Calderón, que hará más ricos a los millonarios, mientras el empobrecimiento masivo de la nación, el pavoroso desempleo, las injusticias y los jóvenes no tengan ni voz ni voto, para que el priismopanista, que con Salinas y Zedillo se consolidó, profundice la desigualdad, los bajísimos salarios, el alza de precios, la “guerra” contra el narcotráfico y que la población viva atemorizada (varios autores, Arquitectura política del miedo, Instituto de Investigaciones Gino Germani, Universidad de Buenos Aires, ediciones Insumisos Latinoamericanos, Argentina, 2010).
¿Que qué quiere López Obrador? ¡Lo mismo que queremos más de 15 millones de mexicanos que votamos a favor de una auténtica alternancia política contra las opciones de la ultraderecha panista y la derecha peñapriísta!
Iracundos, vomitando descalificaciones y defendiendo una elección que, pisoteando la Constitución, no fue una “fiesta democrática” llevada en paz, sino un funeral con la compra de votos y promoción ¡durante seis años! Que ensució las elecciones con prácticas inequitativas y sobre todo y ante todo una vez más el viejo PRI, resucitado como un cadáver, seguirá siendo una complicidad por seis años más para manipular a los televidentes.
Ganará el cargo Peña Nieto como uno más de los presidentes del montón con la carga de ilegítimo e investido por la legalidad a modo del IFE (Valdés Zurita ya tiene asegurado un trabajo con Peña a la luz del día o en la oscuridad como lo tuvo Luis Carlos Ugalde) y la anticipada votación favorable del Tribunal Federal Electoral (tribunal tapadera), que han venido justificando, interpretando antidemocráticamente las leyes, desde Salinas (éste, el nuevo manager de Peña; Aspe, su guía financiero y maestro de Luis Videgaray; con su tío Arturo Montiel, los Moreira, los Yarrington y demás desgobernadores del PRI, quienes compraron y acarrearon votos) a Zedillo (el “cacha votos”); y después Fox, el loquito suelto, y el espurio Calderón, que prefirió transar con el PRI-Peña que impedir su corrupción política y económica para creer que se ha vengado de López Obrador.
*Periodista
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Fuente: Contralínea 294