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¿Un político o un copete?

Publicado por
Álvaro Cepeda Neri *
¡Qué magistral la caricatura de David Manrique! (Contralínea, 11 de septiembre de 2011) en la que ejerce el periodismo en el contexto de la libertad de expresión, su “derecho a inventar sus propias comparaciones y símiles, a caracterizar nuevos sucesos en términos de situaciones familiares” (Ernst H Gombrich, “El arsenal del caricaturista”, Meditaciones sobre un caballo de juguete, Seix-Barral, traducido por José María Valverde). Caricaturiza al exgobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, a través del personaje de El fantasma de la ópera (relato clásico del violinista demente cuyo rostro ha sido severamente desfigurado y atemoriza a trabajadores y espectadores de la Ópera de París). Y como ese personaje, el del copete, estrella de Televisa, creación del grupo-cártel de Atlacomulco, a la cabeza en las encuestas del zedillista Liébano Sáenz y producto del golpismo del viejo Partido Revolucionario Institucional (PRI) salinista, se cubre la mitad del rostro con una máscara que es parte de la cara de Carlos Salinas de Gortari.
El caricaturista Manrique sintetiza a Peña Nieto (el “Luis Miguel de la política”, Ignacio Rodríguez Reyna, Los suspirantes 2012, coordinado por el columnista político Jorge Zepeda, Temas de Hoy) como lo que es ya en vísperas de culminar su candidatura mediática del “partido” oligárquico Televisa, diseñado a imagen de las amañadas encuestas de Liébano Sáenz y apoyado por la “cargada” al estilo del ala antigua del PRI; para confrontarlo con las propuestas del senador Manlio Fabio Beltrones, que presentó un programa de modernización de reformas políticas, económicas y sociales como opción para que el PRI regrese al poder presidencial. Esto si no quiere correr el riesgo de perder las elecciones ante el Partido de la Revolución Democrática (PRD, Andrés Manuel López Obrador-Marcelo Ebrard) o vérselas negras ante el apocado Partido Acción Nacional (PAN), pues Peña Nieto sería ridiculizado en los debates contra los perredistas o contra Santiago Creel o Josefina Vázquez Mota… ¡y sería minúsculo ante el mismo enano de Ernesto Cordero!
Son dos los PRI. Uno de ellos está secuestrado por Francisco Rojas-Emilio Chuayffet-Arturo Montiel, y liderado por Salinas de Gortari, quien ya vislumbró cómo ser el nuevo jefe máximo del obregonista Peña Nieto (leer el ensayo novelado de Ignacio Solares, El jefe máximo, Alfaguara, 2011).
Nuestra pobre República está en decadencia por la embestida conservadora y derechista del PAN con Vicente Fox y Felipe Calderón (¿éste ya pactó con Peña Nieto para que sea su guardaespaldas cuando huya del país tras dejarlo en un drama sangriento al estilo de la tragedia de Macbeth, que “augura alguna extraña conmoción en nuestro Estado”?); y la cuestión es si el PRI postula a un político como Beltrones o una cabeza hueca que necesita apuntadores como Peña Nieto. Con éste, la nación al borde del golpismo militar (este fantasma se materializa en las entrañas de la cúpula militar) entraría en una descomposición total gobernada por el mismísimo Salinas de Gortari, manager de Peña Nieto y de la vieja guardia del priísmo de 40 años atrás: de Gustavo Díaz Ordaz a Ernesto Zedillo.
El peñanietismo quiere dar el golpe preventivo dentro del PRI con sus cómplices, para asegurar la candidatura al invalidar y marginar al senador Beltrones; por ello buscan ponerle un cerco con los Gamboa Patrón (el Gamboa cetemista) y el resto del oportunismo a la antigua, al creer que para todos alcanzará del botín mexiquense, del botín de la campaña y del asalto presidencial.
Televisa; Salinas de Gortari; Zedillo-Liébano; los atlacomulquenses con Montiel, y los desgobernadores de Veracruz, Javier Duarte; Hidalgo, Francisco Olvera Ruiz; Tamaulipas, Egidio Torre Cantú; Coahuila, Jorge Juan Torres López con los Moreira (la investigación del todavía presidente del PRI por la cuantiosa deuda heredada a su hermano junto con la gubernatura) son la corte de Peña Nieto que supone puede gobernar al país al estilo mexiquense y como antes, cuando el PRI reinaba como unidad en torno al único en la silla presidencial; pero el país es otro con la acumulación de problemas sin disiparse por el PAN en sus casi 12 años de incapacidad política, administrativa y de total ingobernabilidad, más el tsunami del narcotráfico y la delincuencia.
Con el peñanietismo-salinista se anuncia “una noche polar y una oscuridad helada”. Si el antiguo PRI triunfa sobre su ala renovadora con el planteamiento de Beltrones, el político frente al mediático Peña Nieto, entonces el giro será de 360 grados para que el PRI regrese a su punto de partida que representa el salinismo, la máscara sobrepuesta en la mitad del rostro de Peña Nieto, para más y peor de lo mismo. Si logra la candidatura y pasa los debates con el PAN y PRD, llevaría a la nación al despeñadero.
Beltrones propone dos debates al interior de ambos PRI, a menos que el peñismo pase por encima de las reglas para el proceso interno y como un cártel, en busca del “Estado eficaz” (¿fascismo, stalinismo, nazismo… o salinismo?, es lo mismo: autoritarismo maquillado), activa eso de que “algo está podrido en Dinamarca” a su total descomposición política.
No hay para el ala progresista del PRI más que un candidato: Beltrones, como no hay más para el PRI putrefacto que Peña Nieto. La disputa interna del priísmo se daría con la presentación previa de un programa político, económico y social y al menos dos debates entre sus aspirantes (Beltrones y Peña Nieto). Pero el exgobernador del Estado de México, con su golpismo, quiere marginar al senador que propone no un cambio de piel del PRI, sino una reforma política con arreglo a “la ética de la responsabilidad y la ética de la convicción, que no son términos absolutamente opuestos, sino elementos complementarios que han de concurrir para formar al hombre auténtico, al hombre que puede tener vocación política”, de acuerdo con el pensador Max Weber.
Beltrones es el político del PRI que puede, también, hacer victoriosa su candidatura, al debatir de cara a la democracia-republicana de la nación, confrontándose, para vencer, internamente a Peña Nieto y externamente a sus adversarios.
*Periodista
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