El gobierno del presidente Nicolás Maduro lucha contra muchos frentes en los últimos tiempos. Más allá de la crisis económica que perdura y la caída de los precios del barril de petróleo, principal ingreso de la nación sudamericana, ahora se enfrenta a la posibilidad de ver su país expulsado del Mercosur. Luego, está el reciente intento de golpe de Estado, que fracasó el 25 de octubre, mediante un impeachment político en la Asamblea Nacional, aún fresco en la vida política venezolana.
En el plano diplomático se declaró una guerra dentro del Mercosur, desde que Uruguay dejó la presidencia pro-tempore a mediados del año. A estas alturas del partido se está barajando no solamente la presidencia, sino si Venezuela pueda permanecer como miembro pleno desde su ingreso en 2012.
En el marco de la Cumbre Latinoamericana que se celebró en Cartagena de las Indias, Colombia, los días 28 y 29 de octubre de 2016, el tema no fue menos polémico. Por su lado, las cuatro naciones restantes del Mercosur (Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay) se reunieron en Cartagena de Indias, donde discutieron la situación del bloque respecto a su quinto miembro. Todas las cancillerías parecen estar de acuerdo en aislar a Venezuela, algunas hasta en excluirla del Mercosur enteramente. Caracas, por su lado, calificó de “ilegal” esta reunión de cancilleres, al no ser convocada por su gobierno, el cual de iure lleva la estafeta del grupo.
La presencia del presidente Nicolás Maduro fue el tema de especulación durante la cumbre. Primero, Caracas canceló su asistencia, para luego rectificar que siempre sí iba, para finalmente volver a desistir y mandar a su canciller Delcy Rodríguez en su lugar. Ahora mismo los diálogos entre la oposición y el gobierno están en pleno proceso, por lo que su presencia podría haber sido más importante ahí mismo que en un foro internacional en Colombia.
En septiembre de 2016 los cuatro miembros fundadores acordaron llevar una presidencia colegiada, entre los cuatro, en sustitución de Venezuela. Esto estaría fundamentado en un posible incumplimiento por parte de Maduro de incorporar normas comunitarias a su legislación nacional, para lo cual dispuso cerca de 2 años, suficiente tiempo de acuerdo con los fundadores para haber desarrollado los cambios. Si en diciembre Venezuela estuviera por debajo de lo esperado, su membresía entonces sí sería suspendida.
Es interesante observar el menosprecio y los roces que se han producido dentro del Mercosur a raíz del cambio de gobiernos en Argentina y en Brasil. Es evidente que la Argentina de hoy, de Mauricio Macri, se aleja de las buenas relaciones que tuvo la administración anterior (de Cristina Fernández de Kirchner) con Caracas. Incluso en Uruguay estamos ante un cambio pragmático de actitud, donde Tabaré Vázquez se ha alineado con Buenos Aires y Brasilia. Brasil, bajo el ahora sí presidente Michel Temer, es el otro enemigo jurado del régimen bolivariano, tanto por razones ideológicas como porque Maduro estuvo muy cerca de la expresidenta Dilma Roussef.
El más ardido de todos con Venezuela es Paraguay, quien en el momento de la destitución de Fernando Lugo, y el golpe parlamentario consecuente, abrió las puertas a la entrada de Venezuela, al ser su parlamento inhabilitado dentro del bloque. Es la hora de la revancha, y parece ser el gobierno paraguayo quien más fervor muestra en su antichavismo.
Ambos alegan a su modo las normas del bloque económico. Venezuela se sostiene en el formalismo de su presidencia de iure, emitiendo comunicados y declaraciones. Sin embargo su impacto resulta limitado, cuando los cuatro restantes los desacatan unánimemente. El grupo colegiado que fue a suplir lo anterior, realmente demuestra que las decisiones las toman Brasil y Argentina, cuando se ponen acuerdo. Uruguay y Paraguay no son más que jugadores secundarios. Por ello resulta más irónico que sea Asunción quién quiera presionar tanto en sacar al gobierno de Maduro del mismo.
Esta Cumbre Iberoamericana –una sombra de sí misma– demuestra el grado que la polarización regional ha alcanzado. El tema de todos es la crisis en Venezuela, aunque los apoyos de Maduro sean aún suficientes para mantener a raya a sus contrincantes. Las voces críticas, fundamentadas o no, buscan conseguir, al final del mandato de Barack Obama, lo que no pudieron alcanzar por mucho tiempo, especialmente bajo el fallecido Hugo Chávez: aislar y tumbar al régimen más anti-establishment de la zona.
Si Venezuela cae, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, Cuba, etcétera, se van a ver afectados. Sobre todo Cuba, con la dependencia energética que tiene, vería de nuevo en un escenario similar al del colapso de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), si mañana Venezuela dejara de enviar los barriles de petróleo a la isla mayor de las Antillas.
La posición geoestratégica de Caracas se ha deteriorado en los últimos meses. En el caso de la difícil relación con la oposición en la Asamblea Nacional, o debido a la escasez de alimentos, la atención de los medios internacionales se centra en ese país de forma creciente. Algunos medios responsabilizan al gobierno enteramente. Otras opiniones matizan este aspecto, al ver otros factores externos como causantes, como el sabotaje económico, las guarimbas, el tráfico clandestino de alimentos hacia Colombia, etcétera. En cualquier caso, la revolución bolivariana está hoy día a la defensiva, y en algunos aspectos casi en retirada. Donde antes predominaban los gobiernos de centro-izquierda, considerados progresistas, muchos gobiernos de la región han hoy pertenecen a la derecha y al Consenso de Washington. Esta realidad deja entrever una lucha de la derecha por recuperar el terreno perdido, por más de 1 década, y lo hace con insistencia, y de mala forma.
Los más acérrimos críticos del chavismo dirán que los días de Maduro están contados, que esto es un castillo de naipes a punto de colapsar. Objetivamente las condiciones de vida se han deteriorado sensiblemente en tiempos recientes, si consideramos que gran parte de los programas sociales dependen del ingreso petrolero. En el plano político vemos un empantanamiento tanto de las elecciones internas, pospuestas hasta el año entrante, como el referéndum revocatorio, que presumiblemente no será hasta después de 2016, para el pesar de los antichavistas.
El futuro político de Nicolás Maduro y ulteriormente de la Revolución Bolivariana está en juego hoy mismo. Las estructuras generales aún responden por dentro, pero los apoyos internacionales, sobre todo regionales, ya no están en su lugar.
Si el Mercosur fuera a expulsar a su quinto miembro a la brevedad, de forma análoga al caso de la salida Cuba de la Organización de Estados Americanos en 1961, basado en la carta democrática, sería la prueba fehaciente del grado de dominio que aún prevalece por parte de Estados Unidos sobre su patio trasero que es América Latina. En Sudamérica, Venezuela está (o estuvo) como centro neurológico de la izquierda, donde llegó a tener el apoyo de la mayoría de los países. Hoy Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay ya se posicionaron en su contra, y quedan solamente Bolivia, Cuba y Ecuador como aliados naturales de Caracas.
Aún queda margen para que Maduro restablezca el equilibrio, pero este margen va en constante retroceso. Situaciones como la reciente en Venezuela dejan ver una posible situación, donde el golpe de Estado ahora sí triunfe en Venezuela, y que la oposición regrese a las posiciones de poder antes perdidas. El golpe de Estado de Chile en 1973 contra Salvador Allende fue un precedente para su época. Ojalá y Maduro en Venezuela no se convierta en otro en la actualidad.
Axel Plasa
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]
Contralínea 513 /del 07 al 12 de Noviembre 2016
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