Niños soldados: la descomposición de la sociedad

Niños soldados: la descomposición de la sociedad

Un número indeterminado de niños son reclutados por diferentes organizaciones en todo el mundo para hacer la guerra. La descomposición social que permite que menores de 15 años sean entrenados y obligados a matar se agudiza conforme las infancias son incorporadas en hechos violentos. Las consecuencias son devastadoras para la comunidad y para el niño soldado: sometido en una etapa de su desarrollo en donde no se ha terminado de formar su personalidad, el niño es adiestrado para cometer hechos más atroces que los adultos

Jonathan Rozen/IPS

Organización de las Naciones Unidas, Nueva York. El ugandés Moses Otiti tenía 15 años y caminaba junto a su padre y otras personas cuando insurgentes del Ejército de Resistencia del Señor (LRA, por su sigla en inglés) los emboscaron en 2003.

Por ser niño, fue el único que sobrevivió. Durante los siguientes 12 meses se vio obligado a engrosar las filas del LRA y combatir al gobierno de Uganda.

 “No me mataron porque estaban [buscando] gente joven… A la que querían incorporar a la batalla contra el gobierno”, relata Otiti a Inter Press Service (IPS).

Muchas guerras actuales se libran dentro de las fronteras de un Estado y eso facilita que se imponga la inquietante tendencia de hacer guerrear a los niños.

En los conflictos donde está presente ese fenómeno hay más probabilidades de que se cometan atrocidades, estiman investigadores.

 “Los niños no tienen la misma capacidad que un adulto para tomar decisiones o para entender qué está bien o mal”, explica Shelly Whitman, directora de la Iniciativa sobre Niños Soldados Roméo Dallaire, en entrevista con IPS.

 “Están en una etapa en que son muy impresionables, y todavía están configurando su identidad y su orientación moral”, añade.

 “También [es importante] observar la economía, el desarrollo y la dinámica social”, apunta. Cuando se llega al grado de reclutar menores es “porque hay una gran cantidad de problemas, y es posible que permitir que eso ocurra profundice aún más la degradación social”, sostiene.

El rol de la violencia

Otiti describe la violencia como un aspecto crucial del reclutamiento. Los rebeldes del LRA amenazaron con matarlo igual que a su padre si no se unía a ellos.

 “Te golpean hasta que estás a punto de morir, y si sobrevives significa que puedes ser un soldado. Pero si mueres significa que no hubieras sido un buen combatiente… Y ese habría sido tu fin de todos modos”, dice a IPS.

Los jefes prefieren a los niños porque es más fácil manipular su sicología para que participen en atrocidades masivas.

A consecuencia de esa maleabilidad, los niños soldados en la Camboya del Jemer Rojo (1975-1979) se comportaron más despiadadamente con los civiles que los combatientes adultos, señalan Jo Boyden y Sara Gibbs en su libro Children of war (Los niños de la guerra).

Pero a su vez, “los niños son particularmente afectados por la violencia excesiva porque se manifiesta en una etapa crucial del desarrollo del ser humano”, dice Marie Lamensch, asistente del director del Instituto de Montreal para los Estudios sobre Genocidio y Derechos Humanos, entrevistada por IPS.

 “El entorno en el que crece un niño afecta su desarrollo cognitivo y afectivo. Los niños soldados, maten o no, están expuestos a la violencia física y verbal, y sometidos al temor y la indefensión”, explica.

 “Ese trauma influirá en la manera en que reaccionen a su entorno, ahora y en el futuro”, agrega Lamensch.

Esto no significa que los niños carezcan de moral. Los niños reclutados por la fuerza “conservan sus principios morales en las primeras semanas posteriores al secuestro y saben que lo que están haciendo está mal, pero cuanto más matan y más violan, su conciencia se va desconectando”, dice, en entrevista con IPS,?Moses Makasa director de desarrollo en Watoto, una organización ugandesa que ayuda a rehabilitar a niños soldados como Otiti.

Otiti recuerda haber pasado por un proceso similar: “Durante el primer mes yo no estaba cómodo con las cosas que estaban pasando, pero entonces llegué a una situación donde todo se volvió prácticamente normal”, dice.

 “Cuando me uní [al LRA], realmente sentí que lo que ellos hacían no estaba bien, pero luego ese pensamiento se fue desvaneciendo de mi mente… [Sin embargo,] nunca me gustó”, relata.

Y fue esa volátil distinción entre el bien y el mal lo que hizo que la vida con el LRA fuera más soportable, apunta.

Pasado, presente y futuro

Varios conflictos actuales muestran la relación directa entre reclutamiento de menores y potencial de crímenes de lesa humanidad.

En Sudán del Sur y la República Centroafricana “están ocurriendo graves violaciones a los derechos humanos y hay gran peligro de atrocidades masivas”, dijo el secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Ban Kimoon, en una reunión de la Asamblea General el 17 de enero.

El 4 de febrero la ONU publicó un informe especial sobre el empleo de niños en la guerra civil de Siria.

Los niños soldados son “la herramienta de alerta [de atrocidades masivas] más fácilmente identificable”, dijo el senador canadiense Roméo Dallaire, quien en 1994 comandó la misión de paz de la ONU en Ruanda, fundador de la Iniciativa que hoy lleva su nombre.

En 2002 entraron en vigor el Protocolo Facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño, relativo a la participación de niños en los conflictos armados, y el Estatuto de Roma, que estableció la Corte Penal Internacional.

Los dos instrumentos ilegalizaron la participación de menores de 18 años en hostilidades y tipificaron como crimen de guerra la conscripción, reclutamiento o uso de menores de 15 en hostilidades. En 2004, el Consejo de Seguridad de la ONU también condenó por unanimidad el empleo de niños soldados.

Desde que Moses Otiti escapó del LRA durante un enfrentamiento armado con las fuerzas del gobierno, ha trabajado para reconstruir su vida y ahora estudia medicina.

 “Cuando todavía estaba allí [en filas del LRA], había ciertas cosas que ellos hacían, como matar gente, y así era como yo entendía las cosas. Pero cuando volví a casa […] realmente cambió el valor que le daba a las vidas de otras personas. Cada vida es muy importante”, dice a IPS.

 “Estos niños que tanto sufren hoy son los que sanarán a sus sociedades o repetirán la violencia de esas sociedades en la próxima generación”, dijo en febrero Anthony Lake, director ejecutivo del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.

Si el mundo no aborda seriamente la educación y la rehabilitación de estos niños, “perderemos generaciones”, advirtió.

 

  Contralínea 378 / 17 al 23 de marzo de 2014