Tras la muerte de Miguel Hidalgo y de José María Morelos, la lucha siguió adelante. En 1815 Guadalupe Victoria logró total control de la carretera que unía Veracruz y Jalapa, fortificado en el puente del Rey. Era un constante dolor de cabeza para las tropas realistas. El nuevo virrey, Juan José de Ruiz Apodaca, que a la postre sería el último virrey, ofreció el indulto a los insurrectos. Muchos se indultaron, aunque algunos siguieron luchando en secreto.
Miles de insurgentes seguían en la lucha en condiciones muy difíciles, como Vicente Guerrero en el sur, Guadalupe Victoria y Nicolás Bravo en Veracruz, Francisco Javier Mina –españo,l quien llegó el 11 de abril de 1817 y murió fusilado el 11 de noviembre de 1817– fue apoyado por Pedro Moreno, quien murió en combate el 27 de octubre. Como siempre, fueron determinantes en la lucha mujeres como Gertrudis Bocanegra, fusilada por los realistas en Pátzcuaro, y Gabriela Carrasco; y muchas otras: Antonia Nava, la Generala; Ángeles María Herrera; Luisa Martínez; Fermina Rivera… muchas patriotas murieron fusiladas o en batalla. Pocas vieron el triunfo y pudieron saborear la victoria, como Antonia Nava, Rita Pérez y Leona Vicario, la primera periodista de México, siempre atenta de la difusión de informaciones e ideas que colaboró con El Correo Americano del Sur y escribió El Ilustrador Americano, El Ilustrador Nacional y El Semanario Patriótico Americano. Durante la insurgencia, su labor intelectual fue muy grande, así como su influencia ideológica.
Fueron 11 años y 11 días de lucha. Agustín de Iturbide combatió ferozmente a Hidalgo en el Cerro de las Cruces y en la trágica batalla de Puente Calderón, donde los insurgentes perdieron su Ejército y fue este realista quien derrotó a Morelos en la crucial batalla de Valladolid que inició su declive. Se hizo conocido Iturbide porque reprimía brutalmente a la población que apoyaba a los insurgentes, apoyado por militares como Anastasio Bustamante. Centenares de mujeres e hijas de los insurgentes fueron fusiladas o apresadas por Félix Calleja y por Agustín de Iturbide, acusadas de tener una relación familiar con los rebeldes, como si eso fuese un delito. Eran práctica común los ajusticiamientos masivos, como el realizado por Iturbide en Guanajuato. Además, ganó fama de corrupto, al grado que fue castigado por el Virrey Apodaca a fines de 1816. Ese feroz enemigo de la Independencia actuaba en conveniencia propia y defendía los intereses de los españoles y de la elite de grandes propietarios criollos.
Siempre habían combatido la Independencia los ricos terratenientes criollos y los españoles con grandes fortunas. Pero se sintieron amenazados en 1820 con el triunfo de Rafael Riego en España que impuso la Constitución de Cádiz, la cual Fernando VII había derogado. Ellos no querían que aquí hubiese libertades, defendían el viejo régimen y sus privilegios. Para evitar la aplicación de la Constitución Liberal consideraron conveniente separarse de España, aprovechando el movimiento patriótico. Agustín de Iturbide, luego de ser derrotado por Vicente Guerrero el 2 de enero de 1821 en Zapotepec, lo buscó en Acatempan para proponerle unir fuerzas y convinieron el 10 de febrero lanzar el Plan de Iguala con el fin de consumar la Independencia.
Guadalupe Victoria se sumó al Plan, proponiendo que se construyera la República y se dejara atrás a las monarquías extranjeras, mientras que el Plan de Iguala apoyaba la Independencia, pero proponiendo que reinara Fernando VII. Agustín Iturbide desconfiaba de Victoria y no le otorgó ningún grado en el Ejército. Mientras tanto, Nicolás Bravo realizaba una campaña por Zacatlán, Tulancingo, San Cristóbal y Pachuca con 4 mil efectivos y se disponía a avanzar hacia Puebla. Multitud de mujeres y hombres voluntarios lucharon con valentía en todo el país, hubo una lucha generalizada.
El 19 de agosto se dieron en Azcapotzalco las batallas de Puente de Guerra y luego la del atrio de la Iglesia de Felipe y Santiago, y los independentistas derrotaron definitivamente a los realistas en la que fue la última batalla en nuestras tierras. Los realistas, destrozados, se fueron a refugiar al fuerte de San Juan Ulúa en Veracruz.
Ya derrotados los españoles, el 24 de agosto de 1821 Iturbide se reunió con Juan O’Donojú, quien llegó de España para desempeñarse como virrey, pero nunca ejerció el cargo. Se firmaron los Tratados de Córdoba, donde se acordó que: I. Esta América se reconocerá por nación soberana e independiente, y se llamará en lo sucesivo “Imperio Mexicano”. II. El gobierno del Imperio será monárquico constitucional moderado. III. Será llamado a reinar en el Imperio mexicano (previo juramento que designa el artículo cuarto del plan), en primer lugar el señor don Fernando VII, rey católico de España; y por su renuncia o no admisión, su hermano el serenísimo señor infante don Carlos; por su renuncia o no admisión, el serenísimo señor infante don Francisco de Paula; por su renuncia o no admisión, el serenísimo señor don Carlos Luis de Borbón Parma, infante de España, antes heredero de Etruria, hoy de Lucca; y por renuncia o no admisión de éste, el que las Cortes del Imperio designen. Aunque España se negó a aceptar lo firmado, la consumación de la Independencia era ya un hecho.
El 27 de septiembre de 1821 se realizó la entrada del Ejército Trigarante a la capital de la República. Al día siguiente Iturbide ni siquiera invitó a Guerrero y Victoria a la firma del acta de la Independencia. Ofrecía “la corona” a Fernando VII o a algún príncipe Borbón. Por lo pronto, se instauró como nuevo gobierno independiente una Junta Provisional Gubernativa formada por 38 miembros. Ninguno de los líderes insurgentes fue incluido dentro de este organismo. Para responsabilizarse del Poder Ejecutivo, se nombró una regencia de cinco miembros; ningún insurgente pero sí incluyeron al español a Juan de O’Donojú.
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Aun así, debemos admirar la decisión de Vicente Guerrero y Guadalupe Victoria, que en realidad se llamaba Manuel Fernández, por la decisión que tomaron. En esa época, la prioridad para México era separarse de España y conseguir la Independencia nacional. Con su actitud en 1821 lo lograron, conquistaron la liberación nacional. Otra tarea era la de transformar la situación política, económica y social de México y destruir el viejo orden feudal que impuso el Imperio Español. A esa segunda tarea es a la que se dedicaron ellos y todos los revolucionarios que buscaban la liberación social, y combatir el enorme poder de los terratenientes y de la Iglesia que era dueña de la mitad de las propiedades urbanas y rurales del país. Una vez lograda la independencia, se tardarían 48 años en lograr un cambio profundo de las relaciones económicas y sociales hasta el establecimiento de la República Restaurada. Aunque la liberación y el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios siguieron sin reconocerse por el régimen liberal.
La Constitución de Apatzingán y el ideario de Morelos establecieron un nuevo régimen: la República. Pero el monárquico Agustín Iturbide, al no lograr que aceptara el trono de México ningún príncipe borbón, aprovechó hábilmente la oportunidad para hacerse del poder absoluto, estableció el Imperio y se hizo coronar el 21 de julio de 1822 como emperador con el apoyo de sus partidarios. El país había quedado en ruinas, pero en lo que él gastó fue en imitar los lujos de las cortes europeas y nombrar princesas a sus hermanas. Así fue como Iturbide y Bustamante y Lucas Alamán derrotaron la Revolución Popular, no hicieron efectiva la abolición de la esclavitud y mantuvieron intacto el viejo régimen económico y social. El iluso fue derrocado en 8 meses.
Pero los conservadores se treparon a la cúpula del poder durante décadas. Casi todos los presidentes, hasta 1850, habían sido realistas y también combatieron la Constitución de 1857 y a los patriotas como Vicente Guerrero o los reformistas como Valentín Gómez Farías. Fueron quienes combatieron a los insurgentes quienes dominaron México hasta 1855. Trece de los máximos mandatarios del país combatieron por el rey con las armas en la mano y otros dos fueron funcionarios virreinales.
Solo cuatro presidentes fueron insurgentes y lucharon por la Independencia desde sus inicios: Vicente Guerrero, Guadalupe Victoria, Melchor Muzquiz y Nicolás Bravo, quien por cierto se volvió conservador. Hasta Pedro Anaya comenzó siendo realista. Mientras que Agustín de Iturbide, Pedro Celestino Negrete, Manuel Gómez Pedraza, Antonio López de Santa Anna, Miguel Barragán, Valentín Canalizo, José Joaquín de Herrera, Mariano Paredes y Arrillaga, José Mariano Salas, Manuel Arista, Manuel María Lombardini y Martín Carrera lucharon con el rey español contra los independentistas mexicanos durante una década, Fue hasta 1821 que se unieron a la causa de la Independencia.
Los conservadores, tras ser derrotados en la Guerra de Reforma, apelaron a la invasión extranjera e importaron de Europa a un príncipeaustriaco a reestablecer la monarquía. Fue hasta que Benito Juárez García, al frente de todo un pueblo reestableció, la República en 1867 cuando se consolidó la Independencia de México.
Conmemoramos el 27 de septiembre los 200 años de la consumación de la Independencia, pero hoy –tras años de neoliberalismo, neocolonialismo e integración a Estados Unidos– debemos nuevamente alcanzar la plena independencia y la soberanía, tan odiada por la globalización capitalista y las oligarquías mundiales. Hoy los recursos de México y el trabajo de su población son explotados por las grandes corporaciones y gobiernos extranjeros. En las décadas de neoliberalismo se perdió soberanía económica, política, social y también soberanía popular y se colocó a México al servicio de las corporaciones norteamericanas y a los planes estadunidenses de dominación mundial y de competencia contra China y Rusia. Se avanzó en el plan de sujetar a nuestro país y controlarlo e integrarlo dentro de la región norteamericana, incluso a nivel militar, para usar nuestro territorio y nuestra gente en los planes de guerra de Estados Unidos. Los pueblos originarios son actualmente víctimas de graves agresiones: asesinatos (30 defensores del territorio asesinados sólo en 2020), ocupación de sus tierras, contaminación ambiental, acaparamiento del agua por los grandes intereses, saqueo minero, abuso de las mujeres… al grado que se habla de que actualmente vivimos una nueva Conquista.
Es necesario luchar hoy, siguiendo el ejemplo de nuestros patriotas, por la plena Independencia: económica, política, social, cultural y por el respeto cabal a los derechos de los mexicanos, por encima de todo. México será libre y soberano, la lucha sigue, y el pueblo de México cuenta con experiencias que lo harán prevalecer. A 200 años de la consumación, ¡viva la Independencia!
Pablo Moctezuma Barragán*/Tercera y última parte
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