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Capitalismo: ecocidio y genocidio

Publicado por
Ornela De Gasperin Quintero*

Las emisiones provocadas por el genocidio en Gaza y la guerra en Ucrania generarán la muerte de, al menos, 60 mil personas en el mundo, como efecto directo de la contaminación. Las mismas empresas que lucran con el genocidio, lucran con negocios que generan la crisis climática, como la empresa armamentista y manufacturera de aviones, Boeing.

Figura 1. Las mismas empresas que lucran con el genocidio crean la crisis climática: cartel político de Olga González, estudiante de cartel político de la Universidad Veracruzana.

Las actividades humanas están calentando nuestro planeta, al punto tal que estamos en riesgo de cruzar puntos de inflexión o de no retorno. El consenso científico es claro: cruzar esos puntos es un riesgo enorme para la estabilidad de nuestras sociedades, ya que, de ocurrir,  el planeta se transformaría en un infierno inimaginable. A pesar de que tenemos un consenso científico contundente desde hace décadas sobre las causas y las consecuencias de la crisis climática, no se ha logrado frenar el aumento de las emisiones de gases que calientan la atmósfera y que amenazan la estabilidad de nuestras sociedades. De hecho, hemos contaminado más en las tres últimas décadas, desde que se llevan a cabo las Conferencias Internacionales dizque enfocadas en mitigar la crisis climática, que en toda la historia humana previa.

Figura 2. Se han emitido más gases con efecto invernadero desde el comienzo de las Conferencias de las Partes (en donde se toman acuerdos para reducir las emisiones) que en toda la historia humana previa, y las emisiones siguen subiendo. La línea roja representa el año 1992, cuando 154 naciones firmaron la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en donde se comprometieron a “prevenir interferencias antropogénicas peligrosas en el sistema climático de la Tierra” y a “hacer reducciones sustanciales de las emisiones de gases de efecto invernadero”.

Cada año se rompen récords de emisiones y de temperatura, y nos azotan cada vez más Otis y Dana. ¿Por qué, a pesar del consenso unánime de miles de artículos científicos y 29 Conferencias de las Partes, no frenamos ni desaceleramos la amenaza más grave que ha enfrentado nuestra especie jamás?

Porque no estamos atacando el problema de raíz: el sistema económico capitalista. Siempre expansivo, siempre depredador, siempre asesino, siempre contaminante. La crisis climática no es generada por ‘el ser humano’, sino por ciertas industrias, y por las personas que lucran con ellas. Uno de los sectores más contaminantes son las guerras y los genocidios resultantes.

Israel ha asesinado directamente a más de 40 mil personas en Gaza, incluidos, al menos, 16 mil menores. Eso equivale al asesinato de uno de cada 55 seres humanos en Gaza, una tasa de mortalidad mayor al riesgo de muerte por suicidio en Estados Unidos. Israel está usando el hambre como arma en el genocidio palestino, y las Naciones Unidas reportan la situación en Gaza como inhumana. Así como el genocidio es un crimen de lesa humanidad, la escala de las emisiones producidas en Gaza es catastrófica y también atenta contra la vida humana. Una investigación de Al Jazeera descubrió que en un año de guerra, el volumen de explosivos lanzados sobre Gaza había llegado hasta 75 mil  toneladas, produciendo más de 42 millones de toneladas de escombros. Reconstruir 100 mil edificios dañados en Gaza, con métodos convencionales, podría generar 30 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero. Hay 133 países que contaminan menos que esa cantidad en un año, incluidos Dinamarca, Bolivia, Cuba, Panamá, Costa Rica y Uruguay. Lo anterior no se debe hacer, sino distribuir la vivienda para los desplazados, en la Palestina no bombardeada por Israel, y usar métodos de bioconstrucción.

Hace unos días, salió un reporte que informa que se han emitido más de 50 millones de toneladas equivalentes de dióxido de carbono (tCO2e) como resultado de este genocidio. Asimismo, la guerra en Ucrania ha generado 175 millones de tCO2e: hay 133 países y 175 países que contaminan menos que eso en todo un año, respectivamente.

Para dar noción de lo que significa emitir esta cantidad de CO2, de manera conservadora se estima que cada vez que se inyectan 4 mil toneladas de CO2 a la atmósfera, muere un ser humano como efecto directo del incremento de la temperatura. Este es un estimado conservador, ya que no considera los efectos no lineales (como si cruzamos puntos de inflexión), sobre la migración y mortalidad humana. Esto significa que la guerra en Ucrania ha asesinado (o asesinará) a 43 mil 750 personas como efecto del incremento de la temperatura, y el genocidio en Gaza a 13 mil 750 personas.

Figura 3. Las emisiones matan: cartel político de Andrea Pérez, estudiante de cartel político de la Universidad Veracruzana.

El Pentágono es el mayor consumidor institucional de hidrocarburos del mundo, con más emisiones que países industrializados, como Portugal y Dinamarca.

Por si fuera poco, el gobierno israelí anunció que iba a otorgar concesiones para la búsqueda y extracción de gas natural a empresas israelíes y extranjera, incluida a SOCAR para la cual ha trabajado el presidente de la COP 29 que acaba de terminar, en zonas dentro de las fronteras marítimas de Gaza.

Además, las mismas empresas que lucran con el genocidio, sacan provecho de industrias que  generan la crisis climática. La empresa multinacional Boeing lucra diseñando, ensamblando y produciendo aviones comerciales, incluidos los 737, 767, 777 y 787. La aviación genera el 3 por ciento de las emisiones globales, lo que equivale a 1 mil millones de toneladas de CO2 anuales  (equivalente a la muerte de 250 mil personas por año, como efecto directo del aumento de la temperatura). Asimismo, Boeing lucra diseñando, ensamblando y produciendo las bombas que caen sobre seres humanos en Gaza.

Otras empresas que se enriquecen de forma obscena con el genocidio en Palestina, son Ford (cuyas camionetas comerciales son blindadas y vendidas al ejército israelí); General Motors (que suministra motores y unidades de transmisión para múltiples vehículos utilizados por el ejército israelí), Hyundai (fabrica excavadoras y demoledoras que se usan para demoler infraestructura y vivienda en Palestina), y Toyota (que fabrica camionetas utilizadas por el ejército de Israel. Todas estas empresas obtienen grandes utilidades económicas con la venta de sus productos, aunque estos vehículos emiten gases contaminantes y asesinos.

Finalmente, las soluciones a la crisis climática, como transporte público eléctrico gratuito, trenes, tranvías y bicis, llevarían a una reducción en las ganancias de estas empresas, al crecimiento económico de cada país, medido a partir de la medida absurda del producto interno bruto.

¿Qué podemos hacer, contra el genocidio, la crisis climática, y las injusticias actuales?

  1. Comprender y hacer saber que todas las formas de opresión que vivimos actualmente, tienen el mismo origen: el sistema irracional y antidemocrático que rige la economía mundial
  2. Informarnos, informar.
  3. Acciones: boicot. Movilización. Difusión.

El movimiento BDS (boicot, desinversiones y sanciones, en inglés boycott, divestment and sanctions) se inspira en parte en los boicots que se organizaron contra el sistema de apartheid de Sudáfrica.

Los boicots comenzaron cuando el líder del Congreso Nacional Africano, Albert Luthuli, los convocó en 1958, y al año siguiente se fundó el Movimiento de Boicot (más tarde Movimiento Antiapartheid), con sede en el Reino Unido. Al principio pedía el boicot de los productos sudafricanos, pero se amplió para exigir la desinversión total y sanciones económicas a Sudáfrica. Estas presiones ayudaron a poner fin al apartheid sudafricano.

Lo más importante es reconocer  como enemigo al sistema económico de explotación de los seres humanos y la naturaleza. Y tener presente y no olvidar que el capital decide qué sectores económicos crecen, aunque para ello deban cometer atroces genocidios, como el que actualmente perpetran contra el pueblo de Palestina.

Ornela de Gasperin Quintero*

*Bióloga por la UNAM y doctora en zoología. Investigadora Titular A, red de eco-etología, INECOL; miembro de Rebelión Científica, capítulo México; miembro del laboratorio nacional CONAHCyT de la biología del cambio climático; miembro del grupo Académicxs con Palestina

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