De Qatar a Carlos Slim: estos son los países y las personas más contaminantes del mundo

De Qatar a Carlos Slim: estos son los países y las personas más contaminantes del mundo

Carlos Slim contamina con 6 millones de toneladas de CO2 al año, mientras que un mexicano promedio contamina 6 toneladas de CO2 al año.
FOTO: 123RF - GRACIELA LÓPEZ/CUARTOSCURO.COM

El sexto y último informe del Panel Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC) –un panel formado por casi 1 mil científicos y científicas– señala que las actividades humanas han calentado nuestro planeta. A pesar de que tenemos un consenso científico contundente desde hace décadas sobre las causas y las consecuencias de la crisis climática, no se ha logrado frenar el aumento de las emisiones de gases que calientan la atmósfera (Stoddard et al., 2021). Cada año, se rompen récords de emisiones y de temperatura, y nos azotan eventos meteorológicos cada vez más extremos.

Sabemos, con absoluta certeza, que hay una crisis climática. Sin embargo, una pregunta frecuente es: ¿quién la causa? Esta pregunta es sumamente importante, porque, dependiendo de quién la causa, también podemos preguntar: ¿quién debe hacerse cargo de frenarla? O, ¿quién debe cubrir los daños económicos de las consecuencias?

La respuesta real es: el sistema económico; es decir, el capitalismo, pero sobre todo en su fase neoliberal.

Sin embargo, existen otros ángulos de la misma pregunta: ¿qué país contamina más? ¿Qué grupo de personas contamina más? ¿Qué industria o sector económico contamina más?

Comencemos por lo que dicen los medios de desinformación corporativos: ‘es China quien causa la crisis climática’. Es cierto que, como país, China es quien más contamina en el mundo. A China se le pueden atribuir la contaminación de más de 12 mil millones de toneladas de CO2 (el gas con efecto invernadero más abundante y el que se correlaciona casi perfectamente con la temperatura atmosférica). Pero, para comparar contaminación entre países, hay tres factores que se deben incorporar, si consideramos que las palabras justicia y equidad tienen un valor importante:

  1. Contaminación por habitante o per cápita
  2. Contaminación histórica
  3. Contaminación por consumo

Controlando por el tamaño poblacional actual, la contaminación de China per cápita es 61 por ciento menor que la de Estados Unidos. Esto es sencillo de comprender si pensamos que en China viven 1.4 mil millones de personas, y en Estados Unidos sólo 333 millones.

Entonces, por tamaño poblacional, el país que más contamina es Qatar. En promedio, un habitante de Qatar contamina 123 veces más que un habitante de Haití, y seis veces más que una persona en México. Sin controlar el tamaño poblacional, vemos una responsabilidad muy distinta de quién causa la crisis. Y no deberíamos poder contaminar más simplemente porque vivimos en un país con pocos habitantes. Si no, China podría simplemente separarse en varios países, y cada uno de esos sub-países dejaría de ser ‘un problema’.

Un problema adicional es que inclusive controlando por tamaño poblacional perdemos noción de la variación que hay dentro de países. Carlos Slim contamina con 6 millones de toneladas de CO2 al año (figura 1), mientras que un mexicano promedio contamina 6 toneladas de CO2 al año. Eso significa que Carlos Slim contamina 1 millón de veces más que un mexicano promedio, y 20 millones de veces más que un haitiano promedio. De hecho, Haití entero contamina 3 mil 209 toneladas de CO2 por año; por lo que Carlos Slim contamina dos veces más que todo Haití.

Gráfica 1: Contaminación de multimillonarios de la micro-élite, en millones de toneladas de CO2 equivalente (hay distintos gases con efecto invernadero, y para tener una medida general si convierte la contaminación de esos otros gases a lo que equivale en CO2), por sus viviendas, transporte, yate, e inversiones. Fuente: https://www.theguardian.com/environment/2023/nov/20/twelve-billionaires-climate-emissions-jeff-bezos-bill-gates-elon-musk-carbon-divide

Sin embargo, sólo controlar por tamaño poblacional oculta dos aspectos importantes. El primero es que los países no empezaron a contaminar ayer, y los gases con efecto invernadero se quedan en la atmósfera hasta por mil años. Si consideramos históricamente quién ha contaminado más, surge otra narrativa: Estados Unidos de América contribuye con el 25 por ciento de las emisiones del mundo, Europa con el 33 por ciento y China con el 12.7 por ciento (https://ourworldindata.org/contributed-most-global-co2 ).

Un último factor a considerar es si la contaminación es por producción o por consumo. ¿Sería justo echarle la culpa a los mineros de las emisiones de la minería, cuando la persona que usa los celulares o vehículos que requieren esos minerales viven en Alemania? ¿Y cuando la persona que lucra con esa minera vive en Nueva York? Especialmente, si consideramos que a partir de las reformas neoliberales de la década de 1990 y de la globalización de la economía, las cadenas de producción se volvieron internacionales. Esto redujo los costos económicos de producir y mover productos, ya que la mano de obra pasó a ser subcontratada a países de la periferia económica. Esto quiere decir que mucho de lo que produce China es consumido en Estados Unidos.

Si consideramos contaminación por consumo, per cápita, e históricas, EUA ha generado el 40 por ciento de las emisiones de gases contaminantes, y el norte global (o el núcleo económico) ha generado el 92 por ciento de las emisiones totales excedentes (Hickel, 2020). En contraste, el 98 por ciento de las muertes generadas por la crisis ambiental ocurren en nuestros países, en la periferia económica (Hickel, 2020).

Figura 1: Responsabilidad de la crisis climática. Tomada y traducida de Hickel 2020.

Sin embargo, el planteamiento de qué país o qué consumidor contamina más deja fuera del marco el factor más importante: son los capitalistas quienes poseen, controlan y se benefician de la producción de contaminación.

Entonces, otra manera de considerar quién causa la crisis climática es por el sector económico que la produce y, sobre todo, quienes lucran con esos sectores. No deberíamos rastrear las emisiones de las mercancías a los consumidores, sino al dinero que fluye hacia los inversores de todo el mundo, que suelen concentrarse en el norte global. Esto es especialmente importante, porque no existe consulta democrática sobre qué sectores económicos deben crecer y cuáles no. Finalmente, somos rehenes de un sistema económico irracional y antidemocrático. 

Existe una micro élite que controla las finanzas y las inversiones, y esto es lo que determina qué sectores económicos operan y crecen, y cuáles no. Datos publicados este año muestran que los inversores institucionales poseen actualmente 4.3 billones de dólares en bonos y acciones de empresas de combustibles fósiles. Estas inversiones están en manos de fondos de pensiones, compañías de seguros, gestores de activos, fondos de alto riesgo, y en manos de los bancos comerciales. En 2022, los bancos Citi, HSBC, BBVA y Santander, en conjunto, invirtieron más de 50 mil millones de dólares en empresas fósiles (https://www.fossilbanks.org/fossil-banks ).

A nivel internacional, se habla de los ‘asquerosos cuatro’: Vanguard, Capital Group, BlackRock, y State Street. Todas son empresas de gestión de dinero y de activos financieros. Vanguard posee y gestiona activos financieros de empresas de carbón, petróleo y gas por valor de 413 mil millones de dólares. BlackRock, la mayor empresa de gestión de activos del mundo, tiene activos en combustibles fósiles que suman 400 mil millones de dólares. Los inversores en combustibles fósiles número 3 y 4 son State Street, que posee 171 mil millones de dólares, seguida por Capital Group (165 mil millones). En conjunto, estos cuatro gestores de activos estadunidenses poseen y gestionan activos en empresas de combustibles fósiles por valor de 1.1 billones de dólares (https://investinginclimatechaos.org/reports ).

Otro ejemplo proviene de la industria del cemento. El cemento produce el 3 por ciento de las emisiones totales, y su producción genera entre el 3 y el 7 por ciento de las emisiones. El proceso químico de fabricación del cemento –la calcinación del carbonato cálcico (CaCO3)– crea dióxido de carbono como subproducto residual, que a su vez constituye entre la mitad y un tercio de las emisiones. A pesar de esta amenaza clara y actual para el clima, la industria cementera ha mostrado una total indiferencia por el problema. Desde el año 2000, la producción mundial de cemento ha aumentado de 1 mil 700 millones a 4 mil 100 millones de toneladas métricas, lo que supone un incremento del 241 por ciento.

Entonces, ¿quiénes son los capitalistas que se benefician del cemento? Fuera del mercado chino, se calcula que unas 671 empresas producen cemento en todo el mundo. Sin embargo, las 10 principales empresas producen aproximadamente el 60 por ciento de la producción total. Y hay una que destaca: Holcim Limited, que produce 345.2 millones de toneladas métricas al año. Esto significa que una sola empresa –con un director general (Jan Jenish) y 10 miembros del Consejo de Administración– es responsable del 0.5 por ciento de todas las emisiones mundiales. Dicho de otra manera, 11 individuos controlan las operaciones de una empresa que emitió aproximadamente 88.9 millones de toneladas métricas de carbono tan sólo en 2017 (datos tomados de Huber, 2022).

En otras palabras, contrario a la narrativa de la responsabilidad difusa (si pensamos en consumidores o en países), la responsabilidad de la crisis climática está muy concentrada.

Referencias:

Hickel, J., 2020. Quantifying national responsibility for climate breakdown: an equality-based attribution approach for carbon dioxide emissions in excess of the planetary boundary. The Lancet Planetary Health, 4(9), pp.e399-e404.

Huber MT. 2022. Climate Change as Class War: Building Socialism on a Warming Planet.

Ornela De Gasperin Quintero*

*Bióloga por la UNAM y doctora en zoología. Investigadora titular A de tiempo completo, INECOL, AC; miembro del Laboratorio Nacional Conahcyt de Biología del Cambio Climático; integrante y vocera de la colectiva Rebelión Científica, capítulo México.

 

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