Alcanzar la soberanía alimentaria tardará un sexenio más con un proyecto que dé continuidad a la cuarta transformación, considera el subsecretario de Agricultura Víctor Suárez Carrera. Ello, dice, por el abandono que sufrió el campo mexicano durante el neoliberalismo.
En este sector, todavía prevalecen los “monstruos” del acaparamiento, como Nestlé, Gruma, Bayer, AgroScience, Monsanto, Pioneer y Syngenta; hay deficiencias en los procesos de comercialización y hace falta la tecnificación para recuperar la fertilidad de las tierras, opinan productores.
Y es que después de dos años de crisis por la pandemia de Covid-19 y el efecto de la inflación, consecuencia del conflicto bélico en Europa del Este, el impacto económico en el precio de los alimentos ha puesto en alerta al presidente Andrés Manuel López Obrador para que no haya carestía en el mercado interno y ha llamado a los productores nacionales a incrementar la producción en el campo mexicano.
Desde el inicio de este sexenio, el diagnóstico para el campo había sido de abandono a causa del neoliberalismo, que “tuvo consecuencias negativas para el bienestar del pueblo de México”. El modelo de desarrollo instrumentado en los últimos 30 años condujo a una alta concentración del ingreso que limitó el progreso con justicia y el desarrollo económico con bienestar.
El Programa Sectorial Derivado del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 indica que “el 50 por ciento de la riqueza del país se concentra en un 20 por ciento de la población, y más del 50 por ciento de los habitantes que vive en pobreza extrema se encuentra en los territorios rurales, donde una cuarta parte de la población tiene carencias alimentarias.
Para alcanzar la soberanía alimentaria, dice el subsecretario de Autosuficiencia Alimentaria, Víctor Suárez Carrera, “realistamente lo lograríamos en el segundo sexenio de la cuarta transformación, pero ahora lo que vamos a lograr es atender la emergencia [inflacionaria] incrementando la producción interna de alimentos, principalmente para el autoconsumo y el mercado, también abriendo las fronteras a las importaciones de cualquier parte del mundo sin cupos y sin arancel. Se trata de una decisión de emergencia temporal, como cuando se encaró la emergencia de coronavirus: se mandó la instrucción de buscar vacunas contra el SARS-CoV-2 en cualquier parte del mundo y no se escatimaron recursos”.
Lo anterior, en el marco de los encuentros regionales con miles de productores para impulsar la campaña de producción de maíz, frijol, arroz y trigo para el autoconsumo y en contra de la carestía.
El Panorama Agroalimentario 2022 –elaborado por la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural (Sader) y el Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP)– indica que de los 55 millones de mexicanos que trabajan, 5.3 millones lo hacen en actividades agrícolas; otros 838 mil en la cría y explotación de especies ganaderas y 174 mil en la pesca y acuacultura.
El documento señala que el 37 por ciento de la población rural obtiene apenas un salario mínimo; 27 por ciento entre uno y dos salarios mínimos; 5.7 por ciento de dos hasta cinco salarios mínimos; 0.7 por ciento más de cinco salarios mínimos, y el 21.8 por ciento no recibe ingresos.
Antonio Medrano , líder duranguense perteneciente a la Coalición de Organizaciones Democráticas Urbanas y Campesinas (Coduc), comenta que la pobreza prevalece en el campo mexicano como consecuencia del modelo económico impuesto con anterioridad y porque “uno en el campo pelea con grandes empresas y termina siendo víctima”.
Ejemplifica que Nestlé y Gruma acaparan el maíz mexicano para la producción de alimentos para mascota: “tan sólo Gruma se queda con la producción de maíz de Tamaulipas, Guerrero y Estado de México. Otras de las que operan en México y son referentes mundiales son Bayer, AgroScience, Monsanto, Pioneer y Syngenta”.
La convocatoria del presidente López Obrador de impulsar la producción campesina de alimentos para el autoconsumo y enfrentar de esta manera la emergencia alimentaria, representa un hecho histórico, dice Suárez Carrera. El funcionario expone que con ello se deja atrás la política neoliberal de dependencia alimentaria y “establece la política de soberanía alimentaria como la política agroalimentaria de la cuarta transformación, que representa, junto con la soberanía energética, los dos pilares de la recuperación y afirmación de la soberanía nacional. Lo anterior no significa dejar de apoyar al sector agroexportador, sólo que ahora se establece con claridad dónde están nuestras prioridades”.
El subsecretario de Agricultura añade que se reconoce y revaloriza, “como nunca en los últimos 40 años, a las agriculturas campesinas e indígenas, a la agricultura en pequeña escala. A ellos como el sector productivo principal para enfrentar la emergencia alimentaria que atravesamos”.
Lo anterior, dice, “frente a la negación, desvalorización y estigmatización de la agricultura campesina por las políticas y gobiernos neoliberales que únicamente dan valor y existencia a la producción de alimentos de los agrotitanes y de los acaparadores de tierras y aguas”.
Francisco Chew Plascencia, líder del Movimiento Social por la Tierra (MST), explica que la producción de alimentos en México recae en pequeños productores campesinos, que en un 70 por ciento son ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios. Asimismo, observa que uno de los aspectos que está golpeando más a los productores es el aumento en el precio de los fertilizantes.
Lo anterior, dice, porque parte de los nitrogenados y sulfatos que se usan en el campo venían de Ucrania y Rusia. “Obviamente la guerra ha bloqueado las exportaciones de Ucrania de una manera significativa y en estos momentos los productores están enfrentando un problema del alza del cien por ciento del fertilizante; se fue al doble la urea: conseguías la tonelada en 15 mil pesos y ahora la encuentras en el mercado en 30 mil. Éste es un problema muy grave”.
Agrega que también existe un empuje inflacionario fuerte, “con respecto a los combustibles, el diésel. Es una gran preocupación de los productores, aunque se ha estado conteniendo de cierta manera el aumento a comparación de otros países; sin embargo, no se ha podido detener del todo y afecta los costos de producción”.
Adicional, expone el líder del MST, se tiene un problema en la operación de Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), en donde se descubrieron irregularidades millonarias. “Estamos hablando del desvío de recursos millonarios y no sería sólo escandaloso sino grave de no ser porque está afectando al tema alimentario en medio de una crisis como la que hoy se está viviendo y se ha profundizado”.
Julio Manuel Valdez Alcántara, responsable comercial de la Red de Empresas Comercializadoras Campesinas de Michoacán, comenta que uno de los retos que hay en el sector es el atraso de muchos años. “No es un problema que haya surgido en los últimos cinco o 10 años, estamos hablando de más de 20 años en que se cambió la forma de operar: entramos a este sistema de globalización y empezamos a dejar de producir muchas cosas para importarlas porque es más barato. Al menos ese era uno de los supuestos que le daban sustento a esto: es más fácil importar maíz, arroz, trigo, que producirlo”.
Expone que en México se consumen alrededor de 46 millones de toneladas de maíz de las cuales sólo se producen 27 millones. “Necesitaríamos más de tres Sinaloas para producir la cantidad de maíz que se necesita, es un reto bastante grande”.
Valdez Alcántara comenta que este problema se ha venido planteando desde hace más de 26 años, cuando se empezó a alertar del riesgo que significa la dependencia alimentaria y es ahora cuando ya se ven las consecuencias.
El Programa Sectorial Derivado del Plan Nacional de Desarrollo 2019-2024 también revela que la erosión de la tierra es otra problemática del campo mexicano, pues “la reducción de la fertilidad y vida de los suelos se estima que el 48 por ciento de los suelos en México tiene algún tipo de degradación. De esta superficie, el 5 por ciento muestra un deterioro severo o extremo y en el restante 95 por ciento es ligero o moderado”.
Luis Chaparro Arredondo, encargado en Asociación Nacional de Empresas Comercializadoras de Productores del Campo (ANEC) en materia de bioinsumos, señala que esa información no es actual. “En los suelos de nuestros productores y socios hemos medido esta situación y en 2017 hicimos más de 1 mil 500 análisis de suelo, en doce estados del país, y lo preocupante es que encontramos un promedio de materia orgánica de 0.8 por ciento, ni siquiera un uno por ciento y esto es grave porque limita la producción”.
La carencia de materia orgánica, que es el elemento principal que usan las plantas para alimentarse con la ayuda de microorganismos, limita los rendimientos y, en consecuencia, los productores se ven obligados al uso de más fertilizantes químicos, “como si eso fuera la solución, momentáneamente lo es, pero también acentúa la degradación de los suelos”, señala.
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