sabado, marzo 29, 2025

Irrupción en Tenochtitlan y el papel de Cuauhtémoc

Irrupción en Tenochtitlan y el papel de Cuauhtémoc

Cuauhtémoc estaba en Ixcateopan, donde se ocupaba de labores de dirección de su pueblo. Con 18 años de edad, la gente confiaba en él.
FOTO: 123RF

Cuauhtémoc estaba en Ixcateopan, donde se ocupaba de labores de dirección de su pueblo. A pesar de contar apenas con 18 años de edad, la gente confiaba en él. Vivía en compañía de su mamá, Cuayauhtitali, quien lo había visto crecer. Medía alrededor de 1.80 cm; era fuerte y decidido.

Entonces, recibió la tremenda noticia y la orden de regresar a Tenochtitlan. Moctezuma, junto los dirigentes de la Triple Alianza y de pueblos aliados, habían sido secuestrados a traición por los extraños visitantes extranjeros. Estaban siendo retenidos y sus vidas corrían peligro. Rápidamente, Cuauhtémoc, acompañado de los mejores guerreros, se dispuso a viajar a la cuenca de México.

El 8 de noviembre de 1519, año ce acatl (uno caña), Hernán Cortés y sus huestes habían llegado a Tenochtitlan. Fue recibido por Moctezuma, acompañado por los otros dos tlahtoanis de la Confederación: Cacama de Texcoco, y Totoquihuatzin de Tacuba, además de los 30 tlahtoanis incorporados a la red de alianzas. De esta forma, daban la bienvenida a sus visitantes, al seguir sus costumbres ancestrales.

El haber enviado regalos a los extranjeros y recibirlos eran señales de buena voluntad; una invitación para negociar. Se efectuaban tres entrevistas cada mes (que eran de 20 días) para proponerles integrarse a la red de alianzas.

El más fuerte le regalaba alimentos y armas al más débil para estar en pie de igualdad al tratar los asuntos. Si había un enfrentamiento, no se hiciera en condiciones inequitativas.

Si luego de tres entrevistas no se ponían de acuerdo, la batalla era al mes (20 días en su calendario) en fecha y lugar prefijada por ambas partes, durante el día. Se realizaba entre ejércitos y la finalidad no era matar, sino hacer prisioneros; la población civil no era afectada de ninguna manera.

De modo que el que Moctezuma y los dirigentes hayan recibido a la embajada de los españoles significó tan sólo su forma de actuar habitual, con gran cultura y diplomacia.

Jamás hubieran podido imaginar, nadie lo hizo –porque no estaba en su experiencia–, que sus huéspedes iban a traicionarlos, a atacar por sorpresa y apresarlos. Éste fue el método de los invasores españoles (en Cuba, La Española, Perú, etcétera.). Y también, lo aplicaron aquí.

A la primera oportunidad, hicieron prisionero a su anfitrión, Moctezuma, y a los altos dignatarios. Luego, siguieron apresando a los otros. Para liberarlos, pidieron un rescate en oro, y a los que iban a entregar el tesoro, también los retenían.

Cuauhtémoc había sido convocado a preparar la defensa de la ciudad de Ixcateopan; rápidamente, llegó a México-Tenochtitlan. Entre los prisioneros estaba Izcuauhtzin, el gobernante de Tlatelolco, ciudad hermana de Tenochtitlan. Era necesario un tlacatecatl (jefe del ejército) en Tlatelolco para encabezar la lucha. Cuauhtémoc fue elegido para ocupar ese importante cargo.

En sus historias, Cortés, junto con Bernal Díaz del Castillo y los otros militares cronistas, ocultaron lo que hicieron para iniciar la invasión y el saqueo. Al narrar los hechos buscaban justificarse para no quedar fuera de la ley. Así pues, Cortés inventó el cuento de que Moctezuma, voluntariamente, colaboró para entregarlo todo. Esto es falso. Lo mismo repitieron los cronistas, quienes habían cometido los crímenes junto con su cabecilla, y los que vinieron después.

Moctezuma siguió el protocolo hospitalario para recibir a visitantes extranjeros. Acompañado de su comitiva, condujo a los “visitantes” a la Casa de Axayácatl (Casa Comunitaria construida cuando éste fue tlahtoani). Ya dentro del recinto, a la mala, fueron hechos prisioneros.

Es falso que fuera conciliador y cobarde; al contrario, siempre tuvo una actitud de resistencia y dignidad. La mayoría desconoce que Moctezuma Xocoyotzin, prisionero y mantenido como rehén, encadenado y bajo severa vigilancia, declaró la guerra a los españoles. Lo hizo en los siguientes términos, según Bernal Díaz del Castillo:

“La respuesta y mando que nuestros teules han dado a nuestros papás y a mí y a todos mis capitanes, y es que os demos guerra, y os matemos, y os hagamos ir por la mar adelante, lo que he colegiado de ello y me parece que antes que comiencen la guerra, que luego salgáis de esta ciudad y no quede ninguno de vosotros aquí, y esto, señor Malinche os digo que hagáis de todas maneras que os conviene: si no mataros han, y mirad que se os va la vida” (Díaz,1961: 625).

Esto, traducido a sus costumbres, quería decir: luego de evaluar la situación, la respuesta a la que se ha llegado, y a nombre y por determinación del Tlahtocan (Consejo), que ha dado órdenes a mí y a mi ejército, es que les dé a ustedes un ultimátum, así que mejor salgan de la ciudad, y que no quede ninguno aquí, antes de que comience la guerra. Así pues, señor Cortés, te advierto que lo vas a tener que hacer, y les conviene, porque si no, serán muertos y quedarán sin vida.

De este modo, Moctezuma Xocoyotzin declaró la guerra a los españoles a su manera tradicional; misma que sus captores no comprendieron, porque nunca avisaban antes de atacar.

Aquí llegaron los intrusos a aplicar las estrategias que habían usado en otros lugares. Otro de sus métodos era, una vez aprisionados los principales, desencadenar matanzas contra la población para producir pánico y parálisis.

Una vez retenido Moctezuma, meses después, ya en mayo de 1520, año ome tecpatl (dos pedernal), se realizó la gran masacre de la fiesta de Tóxcatl, en la que centenares de jóvenes, quienes danzaban ataviados con joyas, fueron asesinados y robados por los españoles.

Después de enterrar a sus muertos, Cuauhtémoc, lejos de paralizarse, pasó a la acción. Convocó a los mexicas a comenzar el asedio contra la casa de Axayácatl, donde estaban los españoles con sus rehenes. No dejaron entrar alimentos; los sitiaron.

Los españoles comenzaron a sufrir hambre. Entonces, Hernán Cortés le gritó a Moctezuma encadenado: “Perro, haz que nos traigan abasto”. El prisionero aprovechó la oportunidad para sugerir a Cortés que enviara a Cuitláhuac, quien también estaba preso.

Así logró liberarlo. Tras esta gestión, en la que se sacrificó él, los principales y sus familiares secuestrados, le dio la orden no de traer provisiones, sino de dar guerra a muerte.

Luego de comenzar el combate, el tlahtoani Moctezuma Xocoyotzin fue obligado a subir a la azotea en medio del ataque y la lluvia de piedras, pero se negó a hablar.

FOTO: GERMÁN ROMERO/CUARTOSCURO.COM

Los españoles lo asesinaron (lo dicen los cronistas indígenas y religiosos españoles). Tras esto, su cuerpo fue aventado fuera de la casa de Axayácatl, junto al de Izcuauhtzin de Tlatelolco, para aprovechar y huir en medio de la noche, mientras el pueblo hacía las honras fúnebres.

Cuauhtémoc vio caer el cuerpo de Moctezuma sobre una tortuga de piedra que había afuera del palacio y se estremeció de dolor. Él sabía que su tío había sacrificado su vida, la de sus seres queridos y la de los dirigentes presos, en aras de comenzar el ataque abierto. Era la hora de la verdad.

En medio de la noche, los españoles huyeron tras asesinar a decenas de sus rehenes en la casa de Axayácatl. Sin embargo, una mujer vigilante dio la voz de alarma y comenzó el ataque.

Cuitláhuac desató la ofensiva al grito de: “¡Atlachinolli, atlachinolli!” (¡Agua y fuego, agua y fuego!). Y, a la orden de “¡Tiahui, tiahui!” (¡Adelante, adelante!), Cuauhtémoc, los guerreros mexicas y sus aliados reaccionaron como de rayo. Derrotaron por completo a los ladrones de oro.

Los invasores vivieron su “Noche Triste”, pero para los mexicas fue la “Noche Victoriosa”. Murieron 2 mil 66 europeos (sobrevivieron 425), además de miles de sus aliados indígenas, a los que mandaron por delante como escudo protector. También, perdieron los tiros de artillería; la pólvora; casi todas las ballestas y escopetas; 79 caballos, y casi todos sus perros.

Los mexicas pudieron haberlos perseguido y aniquilado. Sin embargo, no era su costumbre pisotear al vencido. Cortés pudo llorar su desgracia bajo el ahuehuete conocido como “Árbol de la Noche Triste”, como reza la versión romanizada de Bernal Díaz del Castillo, con la intención de enaltecer la “heroicidad esforzada” de los invasores en desgracia. En realidad, sólo tuvieron tiempo de huir despavoridos.

Ésa fue nuestra noche victoriosa, triste para ellos. Hemos de reinterpretar la historia, analizarla desde el punto de vista mexicano y deshacernos de las mentiras medievales y de la oscuridad colonial que hoy se sigue usando para mantenernos sometidos.

La historia, sin embargo, nos la enseñan al revés. Luego de 500 años de la “conquista”, nos siguen contando las mentiras de los invasores españoles. La realidad es que, para nosotros, esa noche fue un gran triunfo contra los crueles ocupantes.

Fue inconcebible el dolor que sufrió Cuauhtémoc al constatar la muerte no sólo de su admirado y valiente tío, sino también de decenas de familiares y sabios dirigentes de pueblos aliados. Pero convirtió su pena en fuerza para seguir en la lucha.

Así fueron los hechos que protagonizaron los europeos que llegaron a apropiarse de nuestra tierra para beneficio de la corona española. Ahora los modernos hispanistas han salido con el cuento de que los mexicas fueron derrotados en una guerra intestina entre pueblos indígenas. Esto debido a que los españoles contaron con aliados nativos.

Sí los tuvieron. Hay que recordar que aquí no había una sola nación, sino decenas de naciones originarias. Cada una podía hacer sus alianzas particulares. Cortés engañó, amenazó y traicionó a sus aliados, los cuales actuaban según sus costumbres ancestrales de conjuntar fuerzas y unirse a varios pueblos en términos de equidad para lograr hegemonía.

Tras 500 años, hay que abandonar la versión hispánica que justifica el genocidio en nuestras tierras. España invadió el territorio del Anáhuac y estableció “la Nueva España”. Aquí no había un imperio, sino confederaciones; había muchos pueblos. Cortés los engañó e impuso el dominio extranjero.

Como llegó sin permiso del rey para conquistar, junto con Bernal y compañía, tuvo que justificarse inventando que Moctezuma entregó todo voluntariamente. Por otro lado, en toda invasión, hay locales que se alían al extranjero.

Incluso después, cuando México era una nación, hubo aliados del extranjero en la guerra de Independencia, en la invasión estadunidense y en la intervención francesa. Que el ocupante tenga aliados no implica que no sea una invasión.

Además, aquí no había una sola nación. No hubo tal sublevación de todos contra los mexicas, sino un invasor que se aprovechó de aliados coyunturales: tlaxcaltecas, totonacas, huejotzincas y cholultecas, sometidos por medio del terror, como hicieron con la matanza de Cholula, y con promesas de un trato equitativo. Luego fueron traicionados y reducidos al dominio de la corona española.

Tampoco olvidemos que, a su vez, durante la Invasión del Anáhuac, los mexicas tenían muchos aliados: matlaltzincas, malinalcas y cohuixcas, tepanecas, tlalnepantlenses, los pueblos de Cuauhtitlán, Tenayuca, Otumba, Cuautlalpan y a los pueblos tlatelolcas para ayudar a la defensa.

Es importante activar, a 500 años de estos hechos, nuestra memoria  y difundir lo que realmente pasó en estas tierras. La historia oficial se basa en los dichos y los alegatos del mitómano y criminal Hernán Cortés. A tantos años de la Noche de la Victoria, unámonos, organicémonos y luchemos para conquistar nuevos triunfos.

Cuauhtémoc al convocar a la alianza y la unión del Anáhuac puso la primera piedra para la construcción de México, el cual se forjó en el combate contra el invasor extranjero y logró su independencia de España en 1810. Cuauhtémoc es nuestro símbolo de resistencia y soberanía.

Pablo Moctezuma Barragán*

*Doctor en estudios urbanos, politólogo, historiador y militante social

 

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