Imagen en sombra de un niños secuestrado

Al zapatista Francisco Reyes Fuentes, guardián del Ajusco, In memoriam

Son las 6:10 de la mañana del martes 21 de mayo de 2019 en Amatlán de los Reyes, Veracruz. El autobús, con niños de la Escuela Secundaria Técnica Industrial 129, ubicada en Peñuelas, en el municipio contiguo de Córdoba, es interceptado por el taxi CO-1947 de esta demarcación municipal. Del vehículo –Tsuru, Nissan, 2016– desciende un grupo de hombres con armas de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas. Somete al chofer. Aún no amanece. Faltan todavía 40 minutos para la aurora.

Los delincuentes violentan y encañonan a los estudiantes, menores de edad todos. Escogen a cuatro que a golpes sacan del transporte. El pánico se desata: llantos, gritos, agitación que es apaciguada con más violencia. Les preguntan: “¡¡Quién es Arturo!!”. El niño, entonces de 14 años de edad, es su objetivo porque estos secuestradores han “investigado” a la familia y consideran que pueden exigirle un poco más dinero que a otras de la región. Lo cierto es que nadie de quienes viajan en este transporte colectivo y asiste a escuela pública vive en el lujo o la opulencia.

Cuando descubren quién responde al nombre de Arturo, le golpean la cabeza con la cacha de una de las armas. Lo trepan al vehículo compacto que había sido robado a un taxista media hora antes. Son las 6:20 y los secuestradores huyen con el niño. Por semanas y meses después, varios de los alumnos de secundaria que presencian estos hechos requerirán de atención psicológica para superar el trauma. Algunos no soportan aún dormir con la luz apagada.

En efecto, 2 horas luego del secuestro, los familiares de Arturo Vázquez Pérez comienzan a recibir las violentas llamadas de los secuestradores para pedir el rescate. Las víctimas logran reunir el monto 15 días después y lo entregan acatando las condiciones e instrucciones de los plagiarios. La familia de Arturo quiere abrazarlo, besarlo, confortarlo, a su regreso. Le esperan con angustia. Pasa un día, luego dos, tres… se hacen semanas. Y meses.

Hoy se cumplen 843 días ­–o 2 años con 3 meses y 3 semanas– de que unos delincuentes arrebataron a Arturo del autobús que lo llevaba a la escuela. No lo han liberado y se desconoce su paradero. Al momento de ser secuestrado, vestía su uniforme escolar: playera polo blanca con cuello café; pantalón de vestir café con estampado de cuadros blancos, zapatos de vestir negros…

Las autoridades federales, estatales y municipales conocen del caso. Incluso el presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, recibió a la familia en junio de 2019 y ordenó a integrantes de su gabinete que se atendiera a las víctimas y se hiciera justicia. La Secretaría de Gobernación, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, la Fiscalía General de la República, la Comisión Nacional de Búsqueda, la Fiscalía General del Estado de Veracruz y la Comisión Estatal de Búsqueda dieron muestra de avances importantes en las investigaciones antes de la pandemia. La irrupción del SARS-Cov-2 detuvo las indagaciones. O esa es la justificación.

Dos personas fueron detenidas, imputadas en estos hechos. Nada las saca de su silencio, de su pacto. Conforme la instrucción del presidente fue quedando semanas y meses atrás, el ímpetu de las autoridades perdió fuerza y todo se estancó.

Apenas hace una semana se emitió el boletín de búsqueda del niño que fue secuestrado por la delincuencia organizada hace casi 27 meses. ¿Qué excusa dan a la madre, al padre, a los hermanos, a los tíos, a los primos, a los amigos por haber demorado tanto? Este burocratismo indolente se vuelve cómplice de los delincuentes. Ninguna pandemia vale dejar perder hilos de investigación en un secuestro.

Formalmente, las autoridades han reanudado la búsqueda. Los seres queridos de Arturo tienen la convicción de que está con vida. Saben de casos donde los delincuentes toman a niños, adolescentes y jóvenes –hombres y mujeres– para obligarlos a trabajar.

Arturo es de San Isidro Cacahuatal. Ahí lo espera su familia. Una madre rota aguarda el regreso de su niño; un muchacho apenas adolescente que deseaba ser ingeniero, y cuya inocencia se topó con la maldad más descarnada. La mujer debe tomar antidepresivos y, con su dolor, tocar puertas, andar caminos y preguntar por su hijo.

El presidente dijo que no existirá la 4T si no se abaten los índices delictivos y se hace justica. “Si no terminamos de pacificar México, por más que se haya hecho, no vamos a poder acreditar históricamente a nuestro gobierno”. Tiene razón. De qué sirve un Estado que no puede dar respuestas sobre el paradero de su hijo a una madre que el dolor apaga poco a poco.

Fragmentos

En el país siguen agrediendo a defensores del territorio, del agua y de derechos humanos. Preocupante, la andanada contra integrantes del Congreso Nacional Indígena, entre ellos, Carlos González. Son inaceptables las amenazas y la persecución contra estos activistas y todas las personas que desde los pueblos, tribus y naciones que pueblan México defienden su cultura y asumen una lucha anticapitalista.

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