Caracas, Venezuela. Muchas personas se han preguntado cómo ha sido posible que una nación considerada la más pobre de Asia Occidental haya sido capaz de resistir y vencer a una coalición formada por algunos de los países más ricos del planeta.
En 2015, Yemen, un país desconocido para muchos en Occidente, inició una guerra en defensa de su soberanía que estaba siendo amenazada por una alianza intervencionista liderada por Arabia Saudita. El pueblo yemení tuvo que pagar con la vida de casi 400 mil de sus hijos para mantener su independencia
Aunque el conflicto se ha prolongado por casi una década, parece haber llegado a una situación que podría llevar a un posible cese del mismo. Si bien se mantiene una situación tensa y acciones bélicas de diferente índole, ha habido una reducción de las acciones militares en los últimos meses.
Ya no es una guerra total, pero tampoco ha llegado la paz. Bajo mediación de China, Arabia Saudita e Irán se reconciliaron. Allanaron el camino para la superación de varios conflictos en Asia Occidental y el norte de África. Aparentemente, el de Yemen es uno de ellos.
Ahora, tras la invasión israelí a Gaza, Yemen –junto al movimiento libanés Hezbollá y otras fuerzas revolucionarias árabes y musulmanas– ha asumido un papel activo en solidaridad con Palestina. Una vez más, Yemen ha sorprendido al tomar decisiones que no sólo tienen impacto local, sino también regional y global.
De nuevo, el mundo se ha preguntado cómo ha sido posible que ello ocurriera. Voy a dar a conocer algunos elementos que permitan a los lectores conocer a Yemen, saber de la histórica lucha y el heroísmo de su pueblo, con el fin de ayudar a entender el alcance y la dimensión de la decisión yemení de apoyar con todos los recursos a su alcance la justa lucha del pueblo palestino.
La república de Yemen está ubicada en un lugar estratégico del planeta. Está en una región de confluencia de rutas comerciales que conectan Asia, la zona oriental de África y el Mediterráneo. Su territorio –situado en las costas del mar Arábigo y a las puertas del mar Rojo– domina el estrecho de Bab el, Mandeb.
Esto coloca al país en un lugar privilegiado del globo terráqueo. Sobre todo a partir del siglo XX, cuando, por una parte, se descubrieron grandes yacimientos de energía –petróleo y gas– en la región, y por la otra, al considerar el enorme crecimiento económico y desarrollo de Asia Oriental. Esta situación transformó a Yemen en paso obligado de la mayor parte del comercio mundial.
Las antiguas ciudades del territorio se unificaron en la antigüedad en el bíblico reino de Saba. Ya desde ese momento, comenzó la lucha de los habitantes por su liberación e independencia, al tener que enfrentar al imperio romano en el siglo I de nuestra era. La poderosa Roma fue derrotada en su intento de dominación.
A diferencia del resto de la península arábiga, el actual Yemen poseía una vegetación prodigiosa. Ésta proporcionaba cuantiosas riquezas a la población por las grandes posibilidades de consumo y comercio que ofrecía. Así, se le atribuye al matemático griego Ptolomeo la denominación de Yemen como la “Arabia feliz”.
En el transcurso de la historia, los yemeníes tuvieron que luchar con himyaritas. Desde su religión judía, persiguieron a la mayoritaria población cristiana hasta la intervención de los etíopes en el siglo VI. El islamismo llegó a la región durante el siglo VII. Entonces, comenzó a configurar una cultura que se sustentaba en la imbricación de variados saberes que hicieron grandes aportes a la humanidad.
No obstante, durante muchos siglos, Yemen se mantuvo al margen del desarrollo cultural y económico que estableció el islam. Fue en el siglo XV cuando comenzó a cobrar valor estratégico. En su afán de expansión comercial, los europeos iniciaron la dominación de territorios a lo largo y ancho del planeta.
Los primeros en llegar fueron los portugueses. Controlaron al país, con el fin de dominar la vía marítima que les permitía el comercio de especies desde Asia a Europa, a través del mar Rojo.
En el siglo XVI, se inició la conquista otomana con la ocupación de algunos lugares en la costa del mar Rojo. Mientras tanto, el interior del país y la costa sur permanecieron independientes, gobernados por un imán. Poco después, los ingleses hicieron su aparición en la zona, al instalar un puesto de la Compañía de las Indias en el puerto de Moka.
En el siglo XIX, expandieron su presencia al ocupar el extremo sudoccidental. En 1839, se instalaron en Adén, el mejor puerto de la región. Y en 1872, los turcos consiguieron consolidar el dominio en el interior del país. Para ello, instalaron de facto una monarquía hereditaria en el nombre de un imán local. Esta división hizo que Yemen se partiera en dos países.
Hacia 1870, con la inauguración del Canal de Suez y la consolidación del dominio turco sobre el norte de Yemen, Adén adquirió nueva importancia para la estrategia global británica: era la llave del mar Rojo y, por lo tanto, del nuevo canal.
A principios del siglo XX, Turquía y el Reino Unido marcaron una frontera entre sus territorios. Pasaron a llamarse Yemen del Norte y Yemen del Sur, respectivamente. Y en 1934, Inglaterra se aseguró el control del sur del país hasta la frontera con Omán.
Durante la Primera Guerra Mundial, el Imán se alió con el Imperio Otomano. Se mantuvo fiel a él hasta el fin del conflicto armado, cuando la derrota de los turcos le permitió a Yemen recuperar su independencia en noviembre de 1918. No obstante, tras reconocer la independencia de Yemen, Gran Bretaña convirtió a Adén en un protectorado en 1925, y en una colonia en 1937.
Una vez más, los yemeníes tuvieron que recurrir a la lucha armada por la independencia. En 1940, surgió el movimiento nacionalista Yemen Libre para luchar contra el control del país por los imanes que se habían aliado con Gran Bretaña.
La lucha tomó caminos separados en el norte y en el sur. En 1962, se creó la República Árabe de Yemen en el norte. Y en el sur, el Frente de Liberación Nacional –creado en 1963– tomó Adén en 1967 y proclamó la independencia. De esta manera, inició una revolución socialista.
Yemen del Sur pasó a llamarse República Democrática Popular del Yemen. Clausuró las bases británicas en 1969; tomó control de la banca, el comercio exterior y la industria naval, y emprendió una reforma agraria. En política exterior, mantuvo una estrecha alianza con la Unión Soviética (URSS). Asimismo, promovió una abierta lucha antisionista y de apoyo al pueblo palestino.
En octubre de 1978, en un congreso que contó con considerable apoyo de la población, el Frente de Liberación Nacional fundó el Partido Socialista de Yemen. En diciembre, se realizó la primera elección popular desde la independencia. En éste, se designaron a los 111 integrantes del Consejo Revolucionario del Pueblo.
Desde los primeros años de su existencia, la República Democrática Popular de Yemen tuvo que enfrentar la permanente hostilidad de Arabia Saudita. Este país aspiraba a controlar partes del territorio; en particular, aquellas donde se habían descubierto yacimientos de petróleo. Las tensiones se agravaron ante la creciente presencia militar estadunidense.
Mientras tanto, en el norte, el Frente Nacional Democrático (FND) –que agrupaba a las fuerzas progresistas– desarrollaba la lucha armada contra Alí Abdullah Saleh, quien había llegado al gobierno en 1978.
Cuando el FND estaba a punto de tomar el poder, Arabia Saudita intrigó para que el conflicto se desviara hacia una guerra contra la República Popular Democrática de Yemen. La mediación de algunos países árabes propiciaron un alto al fuego y un acuerdo, por el cual se reanudaron las negociaciones para la reunificación, suspendidas desde 1972.
Finalmente, el 22 de mayo de 1990, ambas repúblicas se unieron formando la República del Yemen. Se estableció que la capital política fuera Sana’a –excapital de la República Árabe de Yemen– y se designó a Adén como la capital económica –excapital de la República Democrática Popular del Yemen–.
En sesión conjunta de las Asambleas Legislativas de ambos Estados realizada en Adén, se eligió un Consejo Presidencial dirigido por el general Alí Abdullah Saleh. Sin embargo, la unificación de Yemen no fue bien vista por Arabia Saudita que inició una política de apoyo a la secesión. En mayo de 1994, los secesionistas proclamaron una república de Yemen en el sur del país, pero fueron derrotados por fuerzas leales al gobierno.
Entre junio y agosto de 2004, hizo su irrupción un movimiento que expresaba las creencias de una rama específica del islam de orientación chií: los zaiditas, cuyo líder era el clérigo Hussein al-Houthi. En honor a él, tras su muerte en combate en septiembre de ese año, el movimiento asumió la denominación de hutí, huthi o Ansarolá –partidarios de Dios–.
Aunque esta corriente es expresión de una minoría en Yemen, su historia no es reciente, se remonta a mediados del siglo VIII. El zaidismo se identifica por una mayor preparación de sus miembros. Además, está asociado a la lucha por la justicia y a la defensa de la ética musulmana. Esta ideología –sumada a la posición de marginalidad a la que se vieron sometidos después de perder el poder en 1962– vendría a conformar el sustrato, en el cual se desarrollaría el pensamiento hutí a futuro.
La lucha de los hutíes contra el gobierno prooccidental y prosaudí de Alí Abdullah Saleh fue larga y sangrienta. Debieron acudir a las armas en cinco ocasiones, entre 2006 y 2008, en defensa de su territorio, en el norte del país. Comenzaron a ensanchar su base de apoyo y el espacio geográfico bajo su control. Por ello, en un intento de detener a los hutíes, Saleh recurrió al apoyo de Arabia Saudita en 2009.
Para los hutíes, el hecho de que un país como éste –de corriente wahabí conservadora– estuviera presente en los asuntos del país fue visto como una amenaza a la soberanía de la nación en general, y a la suya como minoría, en particular. A partir de ese momento, su lucha –que tenía un carácter estrictamente interno– se transformó en enfrentamiento contra la intervención extranjera.
Aunque en un primer instante los combatientes hutíes sufrieron duras derrotas –las cuales incluyeron la caída de su máximo líder, como se dijo antes–, se fueron fortaleciendo en el tiempo.
A partir de 2011, bajo el nuevo liderazgo del hermano menor de al-Houthi, Abdul Malik, comenzaron a propinar importantes reveses al enemigo. La retórica antiimperialista y antisionista se fortificó al identificar a Arabia Saudita como socio ejecutor de los planes de Estados Unidos e Israel en la zona.
La mal llamada “primavera árabe” tuvo especial influencia en el crecimiento del apoyo al pensamiento hutí, en la lucha contra el gobierno represivo de Saleh. En Yemen, el movimiento telúrico que agitó a parte importante del mundo árabe tuvo una respuesta mucho más organizada que en los países vecinos.
Ante la fuerza de las protestas, Saleh huyó del país y se refugió en Arabia Saudita. Fue reemplazado por su vicepresidente, Abdo Rabu Mansur Hadi, quien intentó poner orden al llegar a un acuerdo con facciones opositoras a Saleh, “para cambiar todo sin cambiar nada”. Sin embargo, dejó fuera al movimiento hutí.
A finales de 2014, los hutíes decidieron iniciar la ofensiva sobre la capital. En este contexto, Saleh –en un intento por recuperar el poder– estableció una alianza con los hutíes para enfrentar a Hadi. Los hutíes –quienes no habían apoyado los acuerdos de paz– se aliaron con el que fuera su mayor enemigo para tomar la capital.
La Guardia Republicana –fuerza leal a Saleh– favoreció la entrada de los hutíes a Sana’a. Hadi huyó a Riad –la capital de Arabia Saudita– desde donde “dirige” los territorios aún no controlados por Ansarolá. En realidad, es un títere de la monarquía wahabí.
Ya en el poder, los hutíes formaron un Comité Revolucionario para dirigir el país. Asimismo, se vieron obligados a combatir con las fuerzas terroristas de Al Qaeda y con Arabia Saudita que los protege.
Saleh consideró que los hutíes no habían cumplido los acuerdos. Según él, significaban que debía asumir el poder. Y, con apoyo saudita, se volvió contra ellos. Al consumarse la traición, los hutíes atacaron la casa de Saleh, ajusticiándolo en la acción.
Desde Riad, Hadi pidió la intervención de Arabia Saudita en Yemen. Ante tal solicitud, la monarquía organizó una coalición de países suníes. En 2015, lanzaron la operación “Tormenta Decisiva”. Fue estructurada a partir de ataques aéreos sobre los principales enclaves controlados por los hutíes que causó miles de muertos
Esa acción fue prevista como una ofensiva definitiva para hacerse con el control del país, a fin de lanzar una segunda operación denominada “Restaurar la Esperanza”. Estaba centrada más en el acercamiento diplomático.
Sin embargo, en realidad, la actividad bélica no cesó en ningún momento. Al contrario, las acciones terrestres, aéreas y marítimas de la alianza se vieron reforzadas por un bloqueo naval. Éste impidió la entrada de ayuda internacional y sumió al país en la peor crisis humanitaria de su historia. Esta situación perduró hasta que se desataron las actuales acciones sionistas en Gaza; ambas, con apoyo explícito de Estados Unidos.
Con un amplio margen de maniobra sustentado en un mayor y mejor conocimiento del terreno y esgrimiendo tácticas de guerrillas inspirados –según ellos– en la lucha de liberación de Vietnam y “los movimientos de resistencia en América Latina”, demostraron gran capacidad para golpear a un ejército invasor sin disposición ni moral de combate, además de carentes de disciplina y motivación para la batalla.
Asimismo, la amplia procedencia de los soldados de la coalición –la cual ha incluido la participación de un muy numeroso contingente de mercenarios contratados por empresas privadas– ha mermado la capacidad combativa de la alianza bajo la vanguardia de Arabia Saudita.
Riad recibió contundentes golpes incluso en su propio territorio. Por ejemplo, las operaciones combativas de Ansarolá se trasladaron a la profundidad de la geografía saudita, a través de un avanzado sistema de ataque. Con drones y misiles de largo alcance, impactaron cuarteles de las fuerzas armadas, refinerías de petróleo y obras de infraestructura crítica a distancias muy lejanas de la frontera común.
Los medios transnacionales de comunicación han sembrado la idea de que los hutíes actúan bajo la influencia del gobierno de Irán.
Aunque no han negado su pertenencia a un eje de resistencia al imperialismo, el colonialismo y el sionismo –que también incorpora a fuerzas políticas del Líbano, Siria, Bahréin y la propia Palestina–, simplificar la ecuación a una relación de “subordinación” no deja de ser superficial y banal, habida cuenta del propio historial de lucha del pueblo yemení.
En Asia Occidental, la creciente agresividad de Israel y la presencia intervencionista de Estados Unidos han ido polarizando la situación política. El reciente acuerdo de Irán para dirimir diferencias con Arabia Saudita, así como otros convenimientos que han acercado a Egipto y Turquía, Catar y la misma Arabia Saudita, entre otros –después de años de distanciamiento–, sumado a la propia paralización de la guerra en Yemen, apuntan al debilitamiento del polo imperialista-sionista y el fortalecimiento de la resistencia.
En este contexto, por historia y por ubicación geográfica, el papel de Yemen y del movimiento hutí es determinante. Vale decir que Ansarolá nunca ha ocultado su relación con Irán.
Los une su común pertenencia a la rama chií del islam. Tanto el fundador del movimiento Ansarolá como su hermano –quien lo dirige hoy– pasaron parte de su vida en Qom (Irán). Se formaron política e ideológicamente, al mismo tiempo que estudiaban la corriente chií.
Sustentada en la idea de que la sucesión legítima de Mahoma corresponde a los descendientes de su yerno, Alí, es opuesta a la concepción de los suníes, quienes piensan que los sucesores debían ser los compañeros del profeta. Suní viene de “Ahl al-Sunna” que se traduce como “la gente de la tradición”, y chií proviene de “Chiat Ali” que significa “el partido de Ali”.
Sin embargo, esto no significa que los yemeníes sean simples “accesorios” de Irán. Más allá del apoyo financiero, militar, comunicacional y político que ha recibido de Teherán, el movimiento Ansarolá ha demostrado autonomía y decisión propia en el diseño y ejecución de sus acciones tanto en la guerra contra Arabia Saudita y sus aliados desde 2015, como ahora en el apoyo a la causa palestina.
Se debe saber que además de su auxilio a Palestina, Yemen tiene un conflicto directo con Israel, debido al soporte que la entidad sionista le dio a los Emiratos Árabes Unidos Unidos (EAU) durante la guerra iniciada en 2015. Esta intervención israelí permitió la ocupación de las estratégicas islas yemeníes de Socotra –que se encuentran en el mar Arábigo, a unos 350 kilómetros al sur de las costas del país–, con el fin de establecer una serie de bases de espionaje. El propósito explícito era reunir información de inteligencia en la región, en particular del estrecho de Bab el-Mandeb.
Algo importante a señalar es que la base de EAU e Israel en Socotra también beneficia a Estados Unidos. A través de ésta, podría controlar al puerto de Gwadar en Pakistán que forma parte del Corredor Económico China-Pakistán (CPEC). En éste, Pekín desarrolló un puerto para que las mercancías descargadas pudieran ser enviadas por tierra a territorio chino, en particular a la región occidental.
Sin embargo, en relación con los hechos actuales, hay que saber que las acciones de Yemen en apoyo a Palestina comenzaron casi después del 7 de octubre. El 19 de ese mes, un buque de la armada estadunidense derribó misiles y drones disparados por los hutíes contra Israel, de acuerdo con información del Pentágono publicada entonces.
Unos días después, el 27 de octubre, seis personas resultaron heridas cuando dos drones cayeron sobre Taba, un poblado egipcio fronterizo con Israel, después de la intercepción de los mismos por parte de la fuerza aérea israelí. El 31 de octubre, los hutíes reivindicaron un ataque con drones contra la entidad sionista. Su ejército informó que había interceptado un misil lanzado desde el sur.
El portavoz militar hutí, el general Yahya Sari, afirmó en una declaración televisada que el grupo había lanzado un “gran número” de misiles balísticos y aviones no tripulados hacia Israel y que habría más ataques en el futuro “para ayudar a los palestinos a lograr la victoria”.
En respuesta, el asesor israelí de Seguridad Nacional, Tzachi Hanegbi, dijo que los ataques de los hutíes eran intolerables, pero no quiso dar más detalles cuando se le preguntó cómo respondería Israel.
A mediados de noviembre, Ansarolá comunicó que sus fuerzas armadas atacarían a los barcos que navegaran con bandera israelí o que fueran operados o propiedad de empresas israelíes.
Unos días después, el general Sari indicó que “las fuerzas armadas yemeníes siguen impidiendo que los barcos de todas las nacionalidades, las cuales se dirigen a puertos israelíes, naveguen por el mar Arábigo y el mar Rojo, incluso aquellas que transportan los alimentos y medicinas necesitados por los palestinos en la Franja de Gaza”.
Ante esta decisión, y tras los primeros ataques a barcos que se dirigían a Israel, cuatro grandes empresas navieras –la línea de contenedores más grande del mundo, Mediterranean Shipping Co con sede en Suiza; la danesa Maersk; la francesa CMA CGM, y la alemana Hapag-Lloyd– suspendieron el paso de sus buques por el mar Rojo.
Estas empresas transportan aproximadamente el 53 por ciento de los contenedores marítimos del mundo, y alrededor del 12 por ciento del comercio mundial en términos de volumen. Hay que decir que el 30 por ciento del tráfico mundial de contenedores pasa por Bab al-Mandeb.
En respuesta, el 19 de diciembre, Estados Unidos se propuso crear una alianza naval a fin de iniciar una operación que denominaron “Guardián de la Prosperidad”. Supuestamente, dedicada a “garantizar la libertad de navegación en el Mar Rojo”, en los hechos, significó declarar la guerra a Yemen y militarizar ese mar.
Sin embargo, el país árabe se ha mantenido incólume en su posición. Sus fuerzas armadas han afirmado que “cualquier ataque contra bienes yemeníes o contra las bases de lanzamiento de misiles de Yemen teñiría todo el Mar Rojo de sangre”. Asimismo, aseguró que poseen “armas para hundir vuestros portaaviones y destructores”.
El escalamiento de las acciones a partir de entonces ha sido evidente. El 20 de diciembre, en un discurso, el líder de Ansarolá, Sayyed Abdul Malik Al-Houthi, afirmó que la responsabilidad del mundo islámico ante el conflicto en Palestina era grande, especialmente de la región árabe por ser “el corazón de ese mundo”. En este sentido, deploró la posición islámico- rabe en las cumbres que se realizaron para debatir el tema; en particular, aquella que se celebró en Arabia Saudita. Al Houthi caracterizó como débil ese punto de vista.
Apuntó que debería haber un compromiso de los pueblos árabes y musulmanes de apoyar a Palestina. Al mismo tiempo, reprobó el enfoque de algunos países sobre lo que llamó la “conspiración contra Palestina”.
El líder yemení dijo que su nación no esperaba de Estados Unidos y los países europeos una posición o papel positivo hacia Palestina. Por tales razones, consideró que la perspectiva del eje de la resistencia debería ir encaminada a elevar el nivel de apoyo militar a Palestina.
En ese marco, Al Houthi advirtió que Ansarolá iba a “arremeter contra los buques de guerra estadunidenses si sus fuerzas eran atacadas por Washington, tras el lanzamiento de la operación ‘Guardián de la Prosperidad’”. Según Al Houthi, Estados Unidos no intenta proteger la navegación mundial, sino que busca militarizar ese espacio.
No obstante, Estados Unidos no logró un consenso para llevar adelante las misiones de la alianza naval creada. Se generaron desacuerdos con los países árabes que fueron convocados para formar parte de la coalición, lo cual ha dificultado una respuesta coherente a los ataques de los hutíes contra los buques que transitan por el mar Rojo.
Dos países clave de la región implicados en la larga guerra contra Yemen –Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita– mantienen posturas opuestas hacia los hutíes. Esto ha significado un importante obstáculo para el plan estadunidense de poner fin a los ataques marítimos.
Una posibilidad manejada por Washington es dar una respuesta militar a los hutíes, pero algunos aliados árabes se han negado a ello. Estos prefieren insistir en la vía diplomática y reforzar la protección marítima a los barcos.
Analistas especializados consultados al respecto coinciden en señalar que los objetivos de la operación son vagos si se considera que a los jefes navales no se les han impartido misiones precisas.
Asimismo, los buques de la coalición –aunque equipados con armamento avanzado– sólo pueden limitarse a repeler los ataques con misiles y escoltar a los buques mercantes con buques de guerra. Esto último resulta cuestionable, toda vez que el arsenal de misiles de Yemen es inagotable, a la luz de las acciones emprendidas en los últimos ocho años.
Además de que “ni la dirección de las compañías de transporte mundiales, ni los capitanes de los buques mercantes, ni las aseguradoras estarán dispuestos a jugar a esta lotería”, dijo Iliá Kramnik, experto ruso en fuerzas navales.
El cofundador de Red Sea Analytics International –firma de asesoría independiente dedicada a ofrecer análisis imparciales sobre las dinámicas de seguridad en el mar Rojo–, Michael Horton, señaló que los hutíes “sólo han desplegado una parte de sus armas, sin utilizar misiles de mayor alcance, drones más avanzados y minas marinas difíciles de detectar”.
En esta situación, el vicealmirante estadunidense, Kevin Donegan, indicó que “Estados Unidos también ha estado aceptando como normales los persistentes ataques […] de los hutíes”. Según el New York Times, esto ha llevado a que el presidente Joe Biden se vea obligado a afrontar una difícil elección relacionada con los futuros planes de disuasión de los hutíes.
Para ello, debe considerar que Arabia Saudita no busca una escalada del conflicto. La guerra podría hundir una tregua con los rebeldes negociada con mucho esfuerzo. Por su parte, el enviado especial de Estados Unidos para Yemen, Tim Lenderking, afirmó a mediados de diciembre que “todo el mundo está buscando una fórmula para reducir las tensiones”.
En la otra parte del conflicto, el pasado 24 de diciembre, el comandante de la Guardia Revolucionaria de Irán, el mayor general Hossein Salami, anunció que se podría avanzar hacia un bloqueo naval total de Israel si se llegara a cerrar el Mar Mediterráneo, el Estrecho de Gibraltar y otras vías navegables.
A la fecha, Yemen ya logró bloquear casi en su integridad el puerto israelí de Eilat, situado en el Mar Rojo. Hoy, está funcionando sólo al 15 por ciento de su capacidad.
Vale decir que las fuerzas misilísticas de Ansarolá lograron golpear un barco israelí en lo profundo del Mar Arábigo, cerca de la India, a mucha distancia del territorio yemení. Por su parte, Irán cuenta con drones y misiles hipersónicos de largo alcance que –en caso de una guerra total contra el sionismo– podrían apuntar a barcos comerciales que se desplacen por el Mediterráneo hacia los puertos israelíes.
Asimismo, en la preparación de un combate de otras dimensiones contra Israel, el ejército de Yemen anunció que cuenta con 20 mil soldados reservistas entrenados y dispuestos a luchar junto a las Fuerzas armadas del país en contra de la entidad sionista y la coalición que lidera Estados Unidos.
El 28 de diciembre, Yemen advirtió a Estados Unidos y sus socios sobre la militarización del mar Rojo. Afirmó que intensificará sus ataques contra los enemigos si continúa el bloqueo a Gaza. En este contexto, un día antes, los principales comandantes de las Fuerzas Armadas de Yemen se reunieron para discutir los últimos acontecimientos regionales y revisar la disposición combativa de las tropas. Al final del encuentro, manifestaron estar listas para cumplir las órdenes del líder de Ansarolá.
El 4 de enero, después que un contingente naval yemení enfrentó cara a cara las fuerzas militares estadunidenses en el mar Rojo, con la pérdida de tres pequeñas embarcaciones y 10 combatientes, el comandante de las Fuerzas de Defensa Costera de Yemen, el general de división Muhammad Al-Qadiri, advirtió que su país no se reservaba el derecho a responder, sino que respondería determinando el objetivo en cada caso en las islas, en el mar Rojo y en “las bases donde están estacionados los sionistas y los estadunidenses”.
Si Estados Unidos, junto con su alianza, decidiera desafiar a los hutíes en el mar Rojo, se enfrentará a una vasta guerra naval desde el golfo de Adén, el mar Arábigo y el océano Índico. Si esto ocurriera, se desataría una espiral indetenible de confrontaciones de dimensiones incalculables.
En cualquier caso, Yemen ya logró emplear su posición estratégica como fuerza en los equilibrios globales e imponerse como parte importante en la ecuación de confrontación en curso.
Expresó una de las formas más valientes de apoyo al pueblo palestino que enfrenta la maquinaria de guerra israelí apoyada por Estados Unidos y Gran Bretaña. Se convirtió en una importante carta de presión contra el sionismo y su mentor estadunidense.
Controlar el canal de Suez es controlar el 90 por ciento del comercio mundial. Afecta a Israel al golpear su economía. En este sentido, los hutíes lograron hacer lo que Israel y Estados Unidos han tratado de evitar a toda costa hasta ahora: “convertir el genocidio en Gaza en una crisis global”.
El periodista libanés, Khalil Harb, citando al Banco Mundial afirmó que Israel importa y exporta “casi el 99 por ciento de los bienes por río y mar” y más de un tercio de su PIB [Producto Interno Bruto] depende del comercio de bienes”, en un artículo en la revista online The Cradle.
Por su parte, el periodista brasileño especializado en política internacional, Eduardo Vasco, señaló que además de la incidencia directa que está causando el movimiento hutí en Asia Occidental, sus acciones están “paralizando la economía mundial; es decir, el funcionamiento mismo del régimen capitalista, que está en la raíz del problema de la guerra de agresión en el Medio Oriente”.
En este marco, opina que Estados Unidos e Israel están limitados para realizar un ataque directo a Yemen porque podría haber represalias contra los aliados de Estados Unidos en la región, “principalmente contra sus yacimientos petrolíferos”. Esto agravaría brutalmente la crisis económica con una de petróleo –que ya ha comenzado–. Por esta razón, mientras los Emiratos Árabes Unidos quieren acciones enérgicas contra los hutíes, los sauditas se muestran cautelosos.
A última hora y casi al cerrar este artículo llega la información de que Yemen había atacado un barco estadunidense que trasladaba suministros a Israel, dando respuesta de esa manera a los recientes ataques estadunidenses contra las fuerzas navales yemeníes.
Asimismo, respondiendo a las declaraciones del secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, el viceministro de Relaciones Exteriores de Yemen, Hussein Al-Ezzi, ratificó “la seguridad de la navegación a todos los destinos, excepto los puertos de la Palestina ocupada”. De igual manera, negó las informaciones falsas diseminadas por Washington, Londres y Berlín, con respecto a la seguridad de la navegación.
Las líneas precedentes dan cuenta de la capacidad y decisión del pueblo yemení de asumir un protagonismo cierto en la guerra de Israel contra Palestina. En los hechos, hacen patente que, aun siendo un país pequeño y marginado global y regionalmente del desarrollo económico, mantiene una voluntad de lucha que expresa el sentimiento milenario de existir como nación independiente. Y coloca en entredicho a las principales potencias mundiales al poner trabas e impedimentos a la ejecución imperial de su política en la región a través del pleno apoyo a Israel.
Sergio Rodríguez Gelfenstein/Prensa Latina*
*Doctor en Estudios Políticos, maestro en Relaciones Internacionales y Globales y licenciado en Estudios Internacionales
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