Corrupción en Kenia: a la caza de los buitres

Corrupción en Kenia: a la caza de los buitres

Un nuevo proyecto periodístico ciudadano cimbra las estructuras de poder en Kenia. Una página de internet impulsada por un fotorreportero documenta corrupción, lavado de dinero, malversación de fondos y abuso de autoridad de los candidatos a la Presidencia. Las elecciones, que se efectuarán el próximo año, podrían tener un derrotero distinto al que se vislumbraba antes de la publicación de las investigaciones periodísticas

 
Mike Elkin*/IPS
 
Nairobi, Kenia. Una nueva página de internet que vincula a políticos de alto rango con casos de corrupción y otros “escándalos” se convirtió en la más visitada en este país africano.
 
Muchosbuitres.com (mavulture.com en swahili) reúne, condensa y publica irregularidades cometidas por dirigentes políticos kenianos.
 
Creada el 13 de noviembre pasado, la página virtual es el último proyecto del activista Boniface Mwangi, conocido por sus grafitis y murales políticos en toda Nairobi, así como por sus exposiciones fotográficas sobre la violencia desatada en este país tras las elecciones presidenciales de 2007.
Luego de que fueran anunciados los polémicos resultados de los comicios en diciembre de aquel año, estallaron enfrentamientos tribales en todo el país, que dejaron cerca de 1 mil 200 muertos y unas 600 mil personas desplazadas.
 
Mwangi, fotógrafo independiente de 29 años, recibió en 2008 y 2010 el Premio Fotográfico Mohamed Amin, que otorga la cadena CNN, por su cobertura de la violencia postelectoral.
 
“¿Ya visitaron todos mavulture.com?”, pregunta en su cuenta de Twitter la revista keniana de entretenimiento Blink. “Creo que deben visitarla antes de que voten el próximo año”, añade.
 
Los kenianos volverán a las urnas en marzo de 2013 para elegir un nuevo presidente.
 
El portal electrónico, hasta ahora, presenta los perfiles de 17 políticos, incluido Uhuru Kenyatta, hijo del primer presidente de Kenia, actual candidato presidencial y uno de los hombres investigados por la Corte Penal Internacional por crímenes contra la humanidad cometidos durante la violencia en 2007.
 
Lavado de dinero, acaparamiento de tierras, tráfico de drogas y homicidio son apenas algunas de las acusaciones que señala mavulture.com.
 
Aparte de los artículos, el sitio incluye videos e infografías sobre cada político, así como carteles de “se busca” al estilo del lejano Oeste, que pueden ser descargados por los internautas.
 
El sitio web es financiado por donantes anónimos.
 
Mwangi dice a Inter Press Service (IPS) –en una entrevista concedida en su oficina de Nairobi– que la meta de la página es informar a los kenianos sobre el historial de sus autoridades.
 
“Vamos a publicar los registros de cada persona involucrada en el gobierno, cada caso de corrupción en el que han estado y cada acusación contra ellos”, anuncia.
 
“Así, a la hora de votar, uno puede contar con esta plataforma para tener una perspectiva informada. Tenemos corrupción a gran escala en este país, y son los mismos tipos involucrados en los últimos 49 años”, explica.
 
“De esta forma nos podemos comparar con ellos. Cuando dicen que estamos todos unidos, nosotros vemos que no es así. Nuestros niños no van a escuelas extranjeras y no tienen casas en Gran Bretaña.”
 
En el Índice de percepción de la corrupción 2011, elaborado por la organización Transparencia Internacional, Kenia obtuvo una calificación de 2.2 puntos de 10 posibles, con lo que se ubicó así en el puesto 154 de la lista de 183 países.
 
La organización estima que la corrupción le cuesta a Kenia más de 357 millones de dólares al año.
 
Mwangi explica que se dedicó al activismo político tras sentir frustración y furia por la violencia postelectoral.
 
En 2009 creó la exposición fotográfica itinerante Picha Mtaani, con imágenes de los asesinatos para recordarle a los kenianos lo ocurrido.
Mwangi luego organizó a un grupo de artistas para pintar controvertidos murales en toda Nairobi, que ilustran a los políticos del país como buitres y critican a la población por votarlos una y otra vez.
 
En junio pasado lideró una movilización que trasladó 49 ataúdes negros a las puertas del parlamento mientras éste sesionaba. Los féretros representaban cada uno de los años que los políticos gozaron de impunidad desde la independencia de 1963.
 
En ellos escribieron: “entierren a los buitres con su voto”, y cada ataúd estaba identificado con un escándalo político.
 
Las autoridades taparon muchos de los murales en la capital, pero una de las imágenes más icónicas de Mwangi permanece intacta, cerca del mercado de la ciudad. En ella, un hombre con cabeza de buitre está sentado sobre un trono mostrando una maliciosa sonrisa. En una de las manos sostiene una taza de té, la otra está esposada a un maletín.
 
El hombre buitre está pensando: “Ellos saquean, violan, queman y matan en mi defensa. Yo robo sus impuestos y acaparo tierra, pero los idiotas todavía votan por mí”.
 
“¿Usted sabe lo que hace un buitre?”, pregunta el taxista Kimani Jong Kimani Nganga mientras mira el mural. “Come carne… Hemos tenido políticos desde las elecciones que nos han estado comiendo. Así que debemos cambiar eso”, contesta.
 
Mwangi dice que desea provocar una respuesta entre los kenianos, pues su indiferencia frente a claros abusos políticos y económicos sólo fortalece a quienes se aprovechan del sistema.
 
“Hace poco, maestros y médicos realizaban una huelga en protesta por sus bajos salarios. Al mismo tiempo, los legisladores se sentaron [en el parlamento] y en 30 minutos se concedieron a sí mismos un aumento”, recuerda Mwangi.
 
“No hubo ningún alboroto [por esto]. Doscientos tipos [los legisladores] pueden hacer esto en un país de 40 millones de habitantes y nadie sale a las calles… ¡Cómo se llama eso! Es ilógico que las personas puedan ser esclavas de un sistema y nunca denunciarlo. Ven la injusticia cada día y sólo se quedan mirando”, dice, vehemente.
 
Una de las principales razones del silencio es el temor a sufrir represalias, reconoce. Por eso, Mwangi planea una protesta en la que todos los manifestantes usen máscaras.
 
“Este país es muy pequeño. La mayoría de las compañías son propiedad de políticos y buitres. Por eso algunas personas tienen miedo a sufrir represalias o a ser despedidas”, explica.
 
El activista comenta la ironía de que “con máscaras, la gente puede mostrar su verdadero rostro”.
 
* Con información de Lucas Laursen
 
 
 
Fuente: Contralínea 315 / diciembre de 2012