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Los periodistas combatientes de Baba Amro

Publicado por
Red Voltaire

Los principales medios de Occidente “cubren” la “revolución” en Siria. De acuerdo con su discurso, el pueblo de ese país ha sido reprimido salvajemente por su gobierno. Sin embargo, ocultan datos que convertirían en escándalo si en verdad impulsaran la “libertad” del pueblo sirio: los “rebeldes” instauran –donde momentáneamente se establecen– una tiranía islamista y algunos de los “periodistas” extranjeros son efectivos de las corporaciones de inteligencia de los países de la OTAN

Thierry Meyssan/Primera parte
Los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo Árabe (CCEAG) no han logrado desatar un ataque convencional contra Siria. Pero estuvieron preparándolo a lo largo de 10 meses mediante una guerra de baja intensidad, acompañada de una económica y mediática. La ciudad de Homs ha sido presentada como símbolo de ese enfrentamiento. El llamado “ejército ‘sirio’ libre” se apoderó de los barrios de Baba Amro e Inchaat, al proclamar allí un emirato islámico, que ofrece una imagen de su proyecto político.
Con el apoyo de Rusia –aún traumatizada por la experiencia del emirato islámico de Ichkeria– y de China, ambos preocupados por la protección que el gobierno de Damasco está obligado a prestar a sus ciudadanos, el Ejército nacional sirio emprendió un asalto el 9 de febrero pasado, después de haber agotado todas las posibilidades de mediación. Ya derrotado, el ejército “sirio” libre se atrincheró entonces en una zona de aproximadamente 40 hectáreas. Inmediatamente cercada por las fuerzas leales al gobierno, esta zona fue reduciéndose en los días posteriores y acabó por caer en manos de las fuerzas de Damasco, el 1 de marzo pasado. En venganza, los últimos elementos armados del emirato masacraron a cristianos de dos localidades que atravesaron en su huida hacia Líbano.
Durante todo ese tiempo, grandes medios de prensa han sido utilizados para camuflar la sórdida y cruel realidad de ese emirato y divulgar en su lugar la imagen ficticia de una revolución aplastada por la represión. Se ha insistido especialmente en hacer creer que miles de civiles se hallaban bajo el fuego de la artillería siria e incluso de la aviación. En medio de todo ese sistema de propaganda se hallaba un centro de prensa utilizado por los canales de televisión vía satélite de los países de la coalición antisiria, como Al-Jazeera, de Catar; Al-Arabiya, de Arabia Saudita; France 24, de Francia; la Corporación Británica de Radiodifusión, del Reino Unido, y la Cadena de Noticias por Cable, de Estados Unidos; todos, bajo la coordinación de periodistas israelíes.
Entre la versión de los hechos que ofrecen la OTAN y el CCEAG por un lado y por el otro, la de la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS), la opinión pública de países occidentales está en todo su derecho de preguntarse quién dice la verdad. Trataremos por ello de aportar elementos de juicio decisivos que permitan aclarar ésta. Para lograrlo, utilizaremos los videos transmitidos por canales televisivos occidentales y los de países del Golfo, testimonios recogidos entre sobrevivientes por la oficina de la Red Voltaire en Siria y los documentos descubiertos en el centro de prensa del emirato.

El doble rostro de los reporteros occidentales

Varios periodistas occidentales bloqueados en el emirato estuvieron lanzando llamados de auxilio a través de internet. En las imágenes, dos de ellos aparecen heridos y el tercero parece gozar de buena salud. Sus gobiernos convirtieron su rescate en una cuestión de principio. Francia envió un funcionario a negociar con los rebeldes. Otros países, específicamente Rusia, deseosos de reducir la tensión en el Levante, se ofrecieron como intermediarios.
Yo participé personalmente en ese esfuerzo colectivo. Una periodista francesa había rechazado una primera oportunidad de salir de allí con la Cruz Roja Internacional y con la Media Luna Roja siria. Por miedo a caer en una trampa, no aceptó la mano que se le tendía. Mi misión tenía dos objetivos. Primero, establecer un contacto con mis compatriotas, ponerlos al corriente del contexto político y militar y facilitar que fuesen entregados a un funcionario francés encargado de ponerlos bajo protección diplomática. Segundo, yo debía de informar a quienes trabajan a favor de la paz en la región sobre el exacto desarrollo de los acontecimientos y evaluar la buena voluntad de los distintos protagonistas.
Como es sabido, las negociaciones no prosperaron. Los delegados de los servicios de inteligencia de los diferentes Estados implicados pudieron comprobar que las autoridades sirias y organizaciones humanitarias hicieron todo lo posible y que el fracaso se debió única y exclusivamente al llamado “ejército sirio libre”.
Cuál no sería entonces la sorpresa, real o fingida, de los diferentes negociadores al enterarse un día de que los tres periodistas a los que habíamos tratado de sacar de Homs, y otro más que no quiso que lo ayudáramos, habían cruzado las líneas del ejército “sirio” libre y también las del Ejército nacional sirio para llegar a Líbano por sus propios medios.
Después de un primer momento de confusión y de verificar que las iniciativas paralelas de Rusia no habían corrido mejor suerte que las nuestras, comprobamos que un comando armado de una potencia occidental extrajo clandestinamente a los cuatro periodistas, (y quizás a otras personas), mientras que nosotros arriesgábamos nuestras vidas inútilmente. Es por ello que nada me obliga a guardar silencio sobre los detalles de lo sucedido. Sólo me abstendré de mencionar los detalles que pudiesen servir para identificar a los funcionarios y personas implicadas, esto para que puedan seguir trabajando por la paz, a pesar de que la mención de ciertos detalles sería de utilidad pedagógica para nuestros lectores.
No dudo que los fugitivos de Baba Amro publicarán su propia versión de los hechos para sostener la propaganda atlantista. Seguirán mintiendo, como hasta ahora lo han hecho. Precisamente por eso es que quiero, en primer lugar, ofrecer mi testimonio de todo lo que pude ver, en aras de contrarrestar la red de mentiras que se está tejiendo alrededor de estos hechos.
De acuerdo con la versión mediática actual, una revolución fue reprimida salvajemente. Varios periodistas occidentales, movidos únicamente por su deseo de informar, llegaron al lugar de los hechos para ver lo que estaba pasando y aportar su testimonio. Los rebeldes fueron atrincherándose en el barrio de Baba Amro, donde supuestamente sobrevivieron bajo un diluvio de fuego por espacio de tres semanas. El Centro de Prensa de los rebeldes fue bombardeado con fuego de artillería reactiva (lanzacohetes múltiples Grad, también conocidos como “órganos de Stalin o Katiuskas”), el 22 de febrero pasado. Fue al parecer en ese bombardeo que resultaron muertos Marie Colvin  del diario Sunday Times, y Remi Ochlik, de la agencia IP3 Presse, mientras que fueron heridos Edith Bouvier, del suplemento Le Figaro Magazine, y Paul Conroy, del Sunday Times. William Daniels, experiodista de Le Figaro Magazine (quien ahora trabaja para el Time Magazine), parece haberse quedado con los anteriormente mencionados mientras que Javier Espinoza, del diario español El Mundo, se separó del grupo.
Los sobrevivientes divulgaron a través de internet cuatro videos en los que contaban una historia bastante extraña.
Fue a través de un video proporcionado por el ejército “sirio” libre que supimos de las muertes de Colvin y Ochlik. Después de la caída del emirato, sus cuerpos de ambos fueron encontrados e identificados por los embajadores de Francia y Polonia, en representación del embajador de Estados Unidos.
Colvin era conocida por sus atuendos chic y por el contraste, que ella explotaba, entre la finura de sus vestidos femeninos y la dureza del parche que cubría la cuenca del ojo que había perdido. El video, que sólo muestra dos cuerpos que yacen bocabajo, es auténtico y fue validado por los distintos medios que lo divulgaron. Ambos periodistas aparecen con un uniforme de guerra. Habría que preguntarse cómo es posible que ese detalle, en flagrante contradicción con la condición de no combatientes de los periodistas presentes en el campo de batalla, no ha dado lugar a la menor interrogante de parte del público ni ha provocado el menor comentario de indignación entre los demás integrantes del gremio.
En el segundo video, el doctor Alí, representante de la Media Luna Roja Siria en el emirato y simple dentista de barrio que se dedicó valientemente a atender a los heridos, presenta a Bouvier y Conroy acostados en dos camas en lo que parece ser una especie de dispensario. Después, un soldado del ejército “libre” sirio que se hace llamar “doctor Mohamed”, bata azul y con un estetoscopio, hace un comentario revolucionario.
Hay tres elementos que debemos resaltar en este video: Bouvier se niega a revelar su identidad, que sin embargo es proporcionada a los espectadores, y trata de esconder su rostro. Conroy gesticula con los ojos expresando inquietud y desaprobación. El “doctor Mohamed” es toda una estrella de los videos de la oposición siria. Hace el papel de médico revolucionario, pero no es doctor. Se expresa en un lenguaje impreciso y vago, sin vocabulario médico, pero con referencias salafistas.
Todo hace pensar que el “doctor Mohamed” se aprovechó de las circunstancias para lograr que el verdadero médico y ambos periodistas participaran en una pequeña representación montada con el fin de dar un carácter dramático a la situación.
En un tercer video, el fotógrafo británico Conroy aparece aparte, acostado en un sofá, después de recibir cuidados. Pide ayuda y pone particular énfasis en precisar que no está allí en calidad de prisionero sino como invitado.
Pero parece tan incómodo como la primera vez y expresó varias indicaciones a los espectadores. Exhorta a las “agencias globales” a intervenir, ya que “trabajan por los mismos objetivos en el terreno”. ¿Qué “agencias globales” son esas que supuestamente pueden sacarlo del emirato? No puede tratarse de agencias públicas, ya sean intergubernamentales, como las de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), o nacionales, como las agencias de inteligencia. ¿Qué quiere decir “trabajar por los mismos objetivos en el terreno”? No puede ser una referencia a la ONU, que nada tiene que ver con el trabajo periodístico. La única interpretación lógica es que está recurriendo a las agencias de inteligencia aliadas y recordando que él forma parte de una agencia británica de inteligencia.
A diferencia de Colvin, a quien acompañaba como fotógrafo en la realización de reportajes para el Sunday Times, Conroy no lleva uniforme en el campo de batalla. No lo necesita para hacerse identificar.
El “doctor Mohamed” interviene entonces para darnos su diagnóstico. Afirma que Conroy fue herido el día anterior por un cohete del tipo Grad. Nos muestra una pierna con un vendaje inmaculado. A pesar de la extrema gravedad de la herida y de tratarse de una supuestamente reciente, la pierna no presenta la menor inflamación. Dicho “doctor” se ha ganado su sobrenombre: aunque carece de formación médica es capaz de hacer verdaderos milagros médicos.
Al final de su intervención, Conroy agrega un mensaje para tranquilizar a “su familia y amigos en Inglaterra”: “Estoy perfectamente bien”. El mensaje oculto se le escapa al “doctor Mohamed”. Pero pueden captarlo perfectamente quienes saben que no es inglés, sino que procede de Irlanda del Norte. El “fotógrafo” se dirige así a la jerarquía de la agencia militar británica, para la cual trabaja, y le señala que no se equivoquen con esta comedia y que se halla en perfecto estado de salud.
Esta vez es Conroy quien parece utilizar la puesta en escena del “doctor Mohamed” para transmitir su propio mensaje, a pesar de estar supuestamente inmovilizado a causa de la herida.
En el cuarto video, grabado y transmitido ese mismo día, Bouvier pide ayuda desde su lecho. Solicita uno, “la proclamación de un cese del fuego”; y dos, que “una ambulancia la lleve a Líbano”, para que pueda ser atendida.
Dado que las necesidades así expresadas corresponden a una tregua destinada a permitir la circulación de una ambulancia o de un transporte hacia un hospital con vista a proporcionar atención médica, sus exigencias son absolutamente incongruentes.
1. Un cese del fuego es un acuerdo que suspende totalmente las hostilidades entre las partes durante una negociación política, mientras que una tregua es una interrupción de los combates en una zona delimitada y por un periodo de tiempo también limitado con el fin de permitir el paso de personas o de material humanitario.
2. Además, llevarla a Líbano implica una amnistía para el delito de inmigración ilegal, ya que Bouvier entró Siria clandestinamente junto con los rebeldes.
Es importante señalar que ambas exigencias, no argumentadas, corresponden de hecho a la creación de un “corredor humanitario” como lo entiende el ministro francés de Relaciones Exteriores, Alain Juppé, quien es muy conocido por su habilidad para invertir papeles y por su uso de los “corredores humanitarios”. Ya en 1994 logró obtener del Consejo de Seguridad de la ONU una resolución que autorizaba la realización de la operación Turquesa, es decir la creación de un “corredor humanitario” para evitar que la población hutu de Ruanda fuese masacrada en venganza por los crímenes cometidos por el Hutu Power, esencialmente contra la población tutsi. Hoy sabemos que aquel corredor no tuvo un objetivo estrictamente humanitario ya que permitió que, junto con los civiles, Francia sacara de Ruanda a los autores del genocidio perpetrado contra los tutsis, para que no tuvieran que responder por sus crímenes. En esta ocasión, Juppé está tratando de facilitar la huida de los grupos armados responsables de las matanzas perpetradas en Siria.
Es decir, Bouvier no expresa sus necesidades personales sino que sus exigencias corresponden también a los intereses del ejército “sirio” libre, intereses que Francia defiende.
No resulta sorprendente que esta periodista se convierta en portavoz de Juppé. Bouvier fue contratada por el grupo editorial Le Figaro por su colega Georges Malbrunot. De acuerdo con las autoridades sirias, este último fue en la década de 1980 el agente de enlace de la Dirección General de la Seguridad Exterior, (la agencia de inteligencia exterior de Francia) con la Hermandad Musulmana. Después de ser arrestado en Hama, Malbrunot fue devuelto a las autoridades francesas a pedido del entonces presidente François Mitterrand.
En la siguiente secuencia, el “doctor Mohamed” explica la situación, mientras que su compañero el fotógrafo William Daniels –freelance en Le Figaro Magazine y más tarde en Time Magazine– insiste en que la situación es urgente. Un cuarto personaje, que no aparece en pantalla, traduce al inglés lo que se dice en árabe. Finalmente, una quinta persona, el joven Khaled Abu Saleh aporta una conclusión revolucionaria a esta pequeña película.
Si bien en los primeros videos tanto Edith Bouvier como Paul Conroy parecían bastante renuentes a cooperar con el “doctor Mohamed”, en este último la propia Edith le sigue el juego de buena gana.
Abu Saleh es el jefe del centro de prensa del ejército “sirio” libre. Conforme los periodistas que utilizaron esa instalación (situada en un viejo edificio), disponía de todo el equipamiento de alta tecnología necesario en un centro de prensa. Los periodistas podían hacer allí todo el trabajo de montaje de imágenes y disponían incluso de equipos de comunicación vía satélite para transmitir en vivo. Algunos incluso bromeaban comparando el nivel informático de aquel Centro con el del Ejército nacional sirio, que sigue utilizando sistemas de transmisión arcaicos.
Se ignora quiénes son los generosos padrinos que proporcionaron esa instalación dotada de lo último en materia de tecnología. Una pista aparece, sin embargo, cuando nos interesamos por la actividad profesional de Abu Saleh. Este joven revolucionario es también periodista. Es corresponsal permanente de Al-Jazeera. Además publica su propio blog en el sitio web de ese canal y trabaja como freelance para France 24, donde aparece como colaborador de la sección “Les Observateurs”. Estos dos canales de televisión satelital conforman la vanguardia de la propaganda de la OTAN y del Consejo de Cooperación para los Estados Árabes del Golfo Árabe en cuanto a justificar un cambio de régimen en Siria, como anteriormente lo fueron en el caso de Libia.
Como muestra de la ética periodística de France 24, el 7 de junio de 2011  transmitió una conmovedora intervención telefónica en la que la embajadora de Siria en Francia, Lamia Shakkur, anunciaba su renuncia en protesta por las masacres en su país. De inmediato, la maquinaria diplomática francesa comenzó a presionar a los embajadores de Siria en todo el mundo para que siguieran tan bello ejemplo. A pesar de que Renée Kaplan, directora adjunta de la redacción de France 24, juraba que la voz transmitida era la de la embajadora Shakkur, a quien además conocía personalmente, al final resultó que la persona que hablaba en la grabación era en realidad Fahd Alargha-Almasri, la esposa de Khaled Abu Saleh. Así llegó a su fin el engaño de France 24.
Bajo la influencia de Alain de Pouzilhac y de Christine Ockrent-Kouchner, France 24 y Radio Francia Internacional (RFI) han abandonado su misión de órganos de información para convertirse en instrumentos del aparato militar y diplomático francés. El 5 de julio de 2011, en su condición de presidente y director general del sistema Audiovisual Exterior de Francia, de Pouzilhac incluso firmó un protocolo de acuerdo con el ministro de Información de los rebeldes libios, Mahmud Shammam. De Pouzilhac se comprometía así a crear medios de prensa contrarios a Muamar el-Gadafi y a entrenar el personal necesario para facilitar el derrocamiento del “guía” libio. Este anuncio provocó la cólera de los periodistas de France 24 y de RFI, furiosos de verse utilizados como herramientas de propaganda. Todo hace pensar que medidas similares han sido tomadas para alentar “el periodismo ciudadano” de los “revolucionarios sirios”. En ese caso, el papel de Khaled Abu Saleh no se limita a hacer de corresponsal y a escribir algún trabajo de vez en cuando, sino que es un actor clave en la fabricación de noticias falsas por cuenta del aparato militar y diplomático de Francia.
Al principio, Edith Bouvier parece reticente a aquel montaje. Después, por el contrario, colabora con su colega de France 24 y graba un pedido de ayuda tendente a despertar la compasión de espectadores para justificar la apertura de un “corredor humanitario”, como el que necesita Alain Juppé para evacuar a los mercenarios del ejército “sirio” libre y a sus instructores occidentales.

Primeras conclusiones

Ya a esta altura del estudio de los videos emito varias hipótesis de trabajo.
El equipo del Sunday Times, es decir Marie Colvin y Paul Conroy, trabajaba para el servicio de inteligencia secreto conocido comúnmente como MI6, la agencia de inteligencia externa del Reino Unido. Mientras que la enviada de Le Figaro Magazine, Edith Bouvier, laboraba para la Dirección General de Seguridad Exterior (agencia de inteligencia exterior de Francia).
El “doctor Mohamed” aprovechó que los periodistas se hallaban en cama para grabar dos videos más, pero Conroy utilizó la ocasión para enviar un mensaje de auxilio a los aliados. En definitiva, el freelance de France 24, Khaled Abu Saleh, orquestó toda una puesta en escena favorable al objetivo de Alain Juppé.
¿Fracaso de las negociaciones o modificación de la negociación?
A lo largo de las negociaciones, yo mismo logré aportar varias aclaraciones que fueron tomadas en consideración. Pero en cada ocasión que mencioné los elementos que he señalado en este artículo se me respondió que el momento no era adecuado. Parecía que el ejército “libre” sirio se negaba a permitir la salida de los periodistas. Lo urgente era salvarlos. El estatus de cada cual ya se aclararía después.
En la noche del pasado 25 de febrero, las negociaciones habían fracasado. En aras de restablecer el contacto con los takrifistas, los sirios estaban buscando un jeque moderado con quien poder conversar, pero todos los religiosos solicitados se negaban a hacerlo, por miedo a posibles represalias. ¿Qué hacer?, ¿mantenerse en el lugar para poder retomar la discusión en cuanto se presentara algún jeque o regresar a descansar en la seguridad de Damasco?
La respuesta vino finalmente de las autoridades militares sirias. Fuimos invitados a regresar y se nos indicó que se nos informaría en cuanto apareciera una nueva posibilidad de negociar. Ya de regreso en la capital, recibimos un mensaje vía celular informándonos que las negociaciones estaban suspendidas por espacio de 48 horas.
Esta suspensión no significaba que nosotros pudiésemos relajarnos tranquilamente domingo y lunes mientras que nuestros colegas y compatriotas se hallaban en peligro de muerte, sino que otra negociación estaba en marcha durante esas 48 horas. Creí en aquel momento que nuestros amigos rusos estaban encargándose del asunto.
En la mañana del martes me despertó una amiga, reportera de guerra de un importante medio de prensa francés, que me telefoneaba porque se había enterado de que Paul Conroy había llegado a Beirut, probablemente junto con los demás periodistas. Aquello me dejó estupefacto. Desperté entonces a un alto responsable sirio, que me expresó su perplejidad. Al cabo de varias llamadas telefónicas pude comprobar que nadie en Damasco sabía absolutamente nada de aquello o que no querían hablar del asunto.
Descubrí, en definitiva, que el general Assef Chawkat había negociado con una alta personalidad francesa que él conocía un acuerdo tendente a hallar una solución política a todo aquel enredo. Las fuerzas leales al gobierno sirio abrieron sus líneas para que los consejeros militares franceses y los periodistas pudiesen pasar hacia Líbano durante la noche. El Ejército “libre” sirio no descubrió la fuga hasta la madrugada. Al comprender que habían sido abandonados a su suerte, los mercenarios decidieron rendirse, abandonando incluso su propio arsenal, mientras que los islamistas rechazaban las últimas invitaciones a deponer las armas. El general Chawkat ordenó el asalto final y tomó el emirato en cuestión de horas, liberando así de la tiranía islamista a los civiles allí atrapados.
Desde su cuartel general en el extranjero, el ejército “sirio” libre –ahora reducido a la mínima expresión– anunció un “repliegue estratégico”. Para llenar el vacío, el Consejo Nacional Sirio –también con base en el extranjero– anunció la creación de un comité militar que se compone de expertos sirios y, esencialmente, de extranjeros. En cuatro días la cuestión militar se desplazó del campo de batalla sirio a los confortables salones de los grandes hoteles parisinos.

 

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