Si la Guardia Nacional se suma a la Secretaría de la Defensa Nacional, México se acerca al modelo colombiano y se convierte en el factótum de poder dentro del Estado en relación con la sociedad, al enfrentar, simultáneamente, temas de seguridad pública y de seguridad interior del país, consideró Jorge Retana Yarto, exdirector de la Escuela de Inteligencia del Centro Nacional de Inteligencia (CNI, antes Cisen).
El doctor agregó que “la Guardia Nacional es una fuerza armada del Estado creada para hacer frente, simultáneamente, a los temas de seguridad pública y a los de seguridad interior”.
Por su parte, Emilio Vizarretea Rosales, doctor en ciencias políticas por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), indicó que México no está frente a un proceso de militarización: un fenómeno donde las Fuerzas Armadas buscaban que les dieran ciertas atribuciones. “El problema es distinto, las Fuerzas Armadas han recibido instrucciones del comandante supremo para asumir responsabilidades que no necesariamente querían ni quieren del todo”, aseguró.
Es decir, “el poder político le ha dado al poder militar una fortaleza y atribuciones en distintas esferas para bien o para mal que no es su asunto en términos de una búsqueda de mayor influencia y poder”.
Durante el foro virtual “Las dimensiones de la seguridad y defensa nacional”, convocado por el Centro de Estudios Políticos de la UNAM, el doctor Vizarretea Rosales afirmó que las organizaciones no gubernamentales llevaron a condicionar un tema de seguridad pública, que es necesario confrontarlo y atenderlo como si fuera una militarización.
El experto en seguridad nacional explicó que el tema “nos ha metido en una dificultad porque, en efecto, la cadena de mando es distinta para los operativos militares que para la cadena de mando que existe ya integrando a la Guardia Nacional”. Es decir, hay una competencia innecesaria entre el Ejército de tierra, la Fuerza Aérea, la Guardia Nacional y el ejército de mar (Semar), que está generando una distorsión de las actividades.
Respecto de la relación con Estados Unidos, refiere las presiones del vecino país del norte de indicar que “México no está avanzando o teniendo resultados en materia de combate al crimen organizado y reducción de la violencia, y tienen razón”. Ello, sin atender sus propios problemas, pues Estados Unidos tienen un problema fuerte de demanda de drogas cuyo consumo dejó más de 100 mil estadounidenses que han fallecido en 2021. “Es muy fácil decir ‘todo es producto del trasiego de drogas que viene de México, pero el problema de la droga en Estados Unidos no es un problema de México’”.
El debate de la militarización prende mucho entre organizaciones de la sociedad civil debido a un gran desconocimiento del funcionamiento de las Fuerzas Armadas y una gran distancia respecto de su día a día y su actuación, consideró Carlos Rodríguez Ulloa, maestro en ciencia política por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).
Agregó que en México se adolece de una cultura de la seguridad y defensa nacional, así como inteligencia, por lo cual hay que identificar el por qué se recurre tanto a las Fuerzas Armadas, si resultan ser como este ente “malévolo” según una versión muy binaria, de blanco y negro.
Indicó que se recurre a las Fuerzas Armadas, primero, por su altísima legitimidad social: es indiscutible. En México está perfectamente medido por el Inegi que las Fuerzas Armadas tienen un alto prestigio, y casi compiten con la Iglesia católica, además de que guardan una gran distancia entre las instituciones armadas, como son las fiscalías y policías estatales y municipales.
“Es un punto significativo porque para el actor político, independientemente de dónde esté situado, es muy benéfico asociarse con las Fuerzas Armadas, es un bono de legitimidad, de red y seriedad de trabajo”, agregó Rodríguez Ulloa, profesor de asignatura en el Centro de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM.
Otro argumento, dijo, es la solidez institucional de las Fuerzas Armadas, en virtud de la equivalencia de grados militares entre Sedena, Semar y GN, ilustran toda la carrera militar, una carrera de vida. Un general lleva más o menos 40 años de servicio, pues para escalar hay una gran competencia e institucionalidad.
Otro pilar de esta institucionalidad es el sistema educativo militar. Cuando un ciudadano es parte de las Fuerzas Armadas es parte de una carrera de vida. En permanencia se educan y cambian de posiciones, estados y funciones; esto les da una amplitud de perspectiva. La educación cubre todo el espectro de la vida: capacitación, aplicación, perfeccionamiento, especialidad.
Un tercer elemento, que no es menor, es el tema del presupuesto, de cuyo aumento se habla mucho de forma estruendosa, sin embargo el promedio mundial de gasto en defensa y seguridad es del 2.4 por ciento, en América Latina es del 2 por ciento, en México es de 0.6 por ciento según el Banco Mundial.
El académico reflexionó que hay dos características que impactan en las instituciones armadas, a partir del actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador: uno, es la seguridad pública, la construcción de la GN que, en tres años, ha reclutado 113 mil 833 elementos y construído 220 cuarteles. “Éste es un esfuerzo institucional brutal”. Y dos, “el uso de las Fuerzas Armadas para el desarrollo nacional, mediante la creación del aeropuerto [de Santa Lucía], el Tren Maya, los bancos del Bienestar, [el combate al] sargazo, [la administración de] puertos y aduanas, [la construcción d]el Transístmico. Desde el enfoque institucional me parece lo suficiente sólido para poder hacer estas obras sin descuidar otros elementos propios de la defensa nacional”.
Por ello, afirmó: “yo no veo una lógica de militarización”, pues aún si se recurre mucho a mandos militares para funciones civiles, el hecho de que haya un mando militar en lo civil no hace en automático que el resto del aparato se militarice.
Adicionalmente, observó un tercer elemento que se debe considerar: que en México no hay políticos militares. “Sólo tenemos un diputado congresista que es marino retirado. No hay representantes en el Senado, y en la Cámara de Diputados la participación política militar es muy marginal. Dentro de su estructura institucional y de formación, no desarrollan esta relación de cooperación política. Es muy sano, ese es objetivo de las Fuerzas Armadas que cumplan instrucciones del mando civil”.
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