La pesadilla se materializó: Javier Milei es el nuevo presidente de los argentinos y les ha declarado la guerra. Este Calígula contemporáneo surgió un poco de la nada, en la azarosa coyuntura de la pandemia. En ese momento, representó a unos insólitos quema-cubrebocas, quienes protestaban en las plazas por el confinamiento exigido, tanto por el gobierno como por el sentido común para evitar la propagación de la peste.
A partir de entonces, se consolidó como “libertario”. Nos enteramos que era fanático de Ron Paul –el ideólogo del libertarismo anarcocapitalista que tuvo algunos seguidores en la década de 1990 en Estados Unidos– y de Von Hayek, economista de la “escuela austriaca” en la década de 1930, rechazada hasta por el mismo Milton Friedman por exceso de liberalismo.
Este chalado afirma comunicarse –vía su hermana, quien se supone es una médium– con su perro muerto, Conan. Y, supuestamente, lo ha clonado en varios ejemplares que debe mantener separados en la Quinta Presidencial de Olivos, porque resulta –al parecer es sabido– que hermanos genéticamente idénticos suelen no llevarse bien entre sí.
Sin embargo, las características mentales de este sujeto son irrelevantes o anecdóticas en tanto, como probó enseguida, conformó a un gabinete que saben lo que hacen, con experiencia en el saqueo. Vaya, una colección de vendepatrias, uno más infame que el otro, sin contar con su insólita hermana, quien fue ungida como jefa de gabinete.
En esta galería, se destaca el ministro de economía, Luis Caputo, artífice en el gobierno de Mauricio Macri del endeudamiento por 50 mil millones de dólares con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en cuyo seno “la” Giorgieva no dilató en darle el visto bueno.
La otra es la inefable Patricia Bullrich, cabeza visible del macrismo duro y tercer lugar en las elecciones generales. Fue confirmada por Milei como ministra de Seguridad, por haber nucleado a las huestes que –sumadas a las de Milei– lograron derrotar –con holgura– al oficialismo en la segunda vuelta.
Además, es la representante más visible de los intereses del “Occidente Colectivo”. Esto último no es sorpresa porque se sabe (1) que en Argentina andan pululando 160 legisladores nacionales y provinciales. Integran oscuras fundaciones que son financiadas por esta agencia, no más que por las dudas. Por desgracia, el sistema judicial argentino pone en carpeta cualquier denuncia.
La Suprema Corte, como última instancia, siempre emitirá lo que le convenga a este grupo. No es difícil darse cuenta el tamaño del coloniaje más abyecto al que se ha caído y de cómo se blinda esta canalla.
Uno de los objetivos de esta reedición ultraneoliberal del Plan Cóndor –plan del Departamento de Estado de Estados Unidos en la década de 1970, para dominar países sudamericanos mediante dictaduras militares– es lograr un ingreso más activo del Comando Sur de Estados Unidos.
De esta manera, lubricar las “relaciones carnales” con dicho país, promovidas en la administración de Carlos Menem. Y, por lo tanto, empujar a que se instale un aliado incondicional del pertinaz imperio en Buenos Aires. Esto, a su vez, permitiría instalar las bases militares necesarias y volver a la Patagonia un blanco termonuclear como Dios manda.
Y pasado sólo un día de la toma de posesión, este cachorro de la ultraderecha –con toda la pandilla detrás– anunció un Decreto infinito en cadena nacional: devaluación del peso en un casi 50 por ciento, la detención absoluta de la obra pública, la eliminación de varios ministerios; entre ellos, el de Educación Pública y el de salud pública.
Y, para rematar al muerto, agregó una insólita Ley Ómnibus, un cabal compendio de cómo vender y arruinar un país en pocos pasos: el mamotreto de 183 páginas propone reformas fiscales; la suspensión de la aplicación de la fórmula de actualización de las jubilaciones; la posibilidad de privatizar más de 40 empresas estatales; cambios en el sistema electoral; la autorización para aplicar sanciones a las manifestaciones; entre otras medidas. Además de vender el país en fragmentos, quiere hacerlo rápidamente, lo cual explica el blindaje represivo necesario.
Esta sarta demencial debe entrar esta semana al Congreso y ser aprobada o rechazada por diputados o senadores. Los bloques afines al gobierno apoyarán, pero también lo hará el que alguna vez fuera un partido de raigambre popular y nacionalista, la Unión Cívica Radical –la de Raúl Alfonsín, por ejemplo–. Hoy, la UCR es sólo una marca registrada que está del lado de los saqueadores.
El megadecreto, así como la Ley Ómnibus se ubican sin problema en el terreno del delito de traición a la patria. Violan la Constitución Nacional y dan vía libre a la pérdida total de soberanía.
Los mismos que festejaban el Campeonato Mundial en Qatar, en diciembre de 2022 –mientras entonaban Muchachos, canción emblema que incluye la estrofa “por los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”– votaron en un 54 por ciento por quien sí desea su olvido.
La respuesta a cómo puede estar sucediendo esto en Argentina se encuentra, desde luego, en el dominio de la ideología y la pura y lisa alienación y llano antiperonismo, inoculado en los últimos 20 años a través de los periódicos Clarín y La Nación, verdaderas cabezas de playa de cualquier proyecto antipopular a favor del latrocinio colonizado.
Curiosamente, este supuesto contestatario entusiasmó a parte de la masa que probó ser la más ignorante, “porque la inflación era insoportable”. La inflación se disparó mucho más en estos 40 días y van a quitar los planes sociales.
La resistencia comenzó el 24 de enero con el primer Paro Nacional, convocado por la CGT (la Confederación General de los Trabajadores). Sin embargo, reunió mucho más que sólo trabajadores agremiados. La movilización fue muy nutrida en varias ciudades del país.
Pero, ¿cómo terminará todo esto? Atacar a la población debe implicar que, es esperable, ésta reaccione y se voltee contra este gobierno, el cual sólo les ha prometido sufrimiento. Hay un país detrás con tradición de lucha que debe despertar. Esta vez será mucho más difícil.
Oliverio Jitrik Mercado*
*Doctor en física por la Facultad de Ciencias de la UNAM; hijo de los escritores Noé Jitrik y Tununa Mercado, quienes vivieron muchos años en el exilio mexicano
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