Es una aberración que un gobierno de origen ilegítimo y de tendencias reaccionarias, contrarias al bienestar del pueblo, disponga de los restos de los héroes que lucharon por la libertad y la independencia del país.
La derecha, que siempre se ha opuesto a las libertades nacidas de las luchas populares, de la Independencia, de la Reforma y de la Revolución, hoy tiene la posibilidad, aunque no la autoridad moral, de manipular esas reliquias, en lo que cabe entender como una hipócrita profanación.
Como hace cotidianamente, en este caso el gobierno derechista actuó de forma arbitraria y con oscuras motivaciones, pues desde que la derecha llegó al poder en 2000 ha estado tratando de promover la visión conservadora de la historia, mediante maniobras que van desde la solapada anulación del calendario cívico, que conmemoraba las gestas revolucionarias, hasta la sospechosa manipulación de los restos de los próceres.
En 1925, haciendo valer el carácter laico del Estado mexicano, Plutarco Elías Calles trasladó los restos de los héroes de la Catedral Metropolitana al Ángel de la Independencia. En este año del Bicentenario, esas reliquias vuelven al poder de la jerarquía católica, a cuyas consignas obedece el gobierno de Calderón.
El 30 de mayo de 2010 él, funcionarios de su gobierno y representantes de otros poderes, como el presidente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Guillermo Ortiz Mayagoitia, encabezaron la ceremonia de traslado de los restos de Hidalgo, Allende, Aldama y otros héroes de la Independencia, del Ángel al Castillo de Chapultepec.
Tenazmente, Ortiz Mayagoitia ha respaldado las posiciones de la jerarquía católica en asuntos como el aborto y el matrimonio homosexual. Hoy, al igual que en la época de la Independencia, dicha jerarquía busca reprimir a los disidentes religiosos.
A Hidalgo, la Inquisición lo persiguió y acusó de “hereje, apóstata, deísta, materialista y ateísta, libertino, excomulgado, sedicioso, enemigo implacable del cristianismo, lascivo, hipócrita, astuto, traidor al Rey, judaizante, secuaz de sectas y herejías, etcétera” (Los procesos militar e inquisitorial del padre Hidalgo y de otros caudillos insurgentes, introducción y suplementos de Luis González Obregón, Ediciones Fuente Cultural, México, 1953, p. 273).
Actualmente, la derecha católica en Guanajuato, con saña casi igual a la que el Santo Oficio mostró contra el padre de la patria, encarcela durante largos años, apelando a acusaciones desmesuradas, a mujeres que, incluso, involuntariamente han transgredido las normas de la jerarquía católica acerca del aborto.
Como registraron las crónicas periodísticas, el discurso de Calderón en esa ceremonia fue interrumpido por gritos de protesta de integrantes de sectores populares reprimidos, como el Sindicato Mexicano de Electricistas (La Jornada, 31 de mayo de 2010).
Al igual que los virreyes, Porfirio Díaz y Victoriano Huerta, Calderón dispone del Ejército, en el que se escuda contra la inconformidad popular.
En esa ocasión, un humilde comerciante expresó además un reclamo que es obvio para mucha gente, y que cuestiona las raíces de la derecha católica, es decir, la idea de que la nación tiene sus raíces en la Conquista y por lo tanto en el catolicismo.
Expresó: “¿Por qué no incluyeron a Cuauhtémoc o a Moctezuma y a Cuitláhuac? Ellos también lucharon por la Independencia. Nosotros no somos mexicanos desde hace 200 años” (La Jornada, 31 de mayo de 2010).
Cierto, los aztecas defendieron la Independencia antes de que los españoles vinieran a imponer sus instituciones y su religión.
En el ciberespacio, algunas personas expresaban otras críticas contra el gobierno derechista. Por ejemplo, que el “traslado de los restos mortales de los héroes de la patria sólo será para hacerles estudios de ADN y así poder decir pomposamente después que no corresponden a los héroes mexicanos…”; o bien que “Calderón ha de querer cambiar de lugar los restos de los héroes para poner en su lugar los de Miramón, Mejía, Iturbide y a lo mejor también va por los de Maximiliano…”
Nada bueno se puede esperar del uso que hará la derecha en el poder de los restos de los héroes de nuestra patria.
El 15 de agosto de 2010, esos vestigios se trasladaron, nuevamente, del Castillo de Chapultepec al Palacio Nacional.
En la ceremonia estuvieron, entre otros, además de Calderón, Alonso Lujambio, titular de la Secretaría de Educación Pública, muy alineado con las tendencias ultraderechistas de este sexenio, y a quien se considera prospecto del Partido Acción Nacional para las elecciones de 2012; Ortiz Mayagoitia; así como José Manuel Villalpando, quien funge como coordinador nacional de los Festejos del Bicentenario y Centenario.
En abril de 2000, en plena campaña foxista, la editorial Planeta publicó el libro Mi gobierno será detestado, de Villalpando César, que, como ficticia autobiografía de Félix María Calleja (1755-1828), es una apología del famoso militar realista, perseguidor de los insurgentes.
Como señalaba el propio Villalpando, su afán de revisar la imagen de Calleja revestía un “sentido de contemporaneidad”. En efecto, hace 10 años, el país estaba entrando en su mayor retroceso histórico, marcado por el ascenso de la derecha al poder.
Con un poco de imaginación, en esos días ya se podía prever que, 10 años después, el poder derechista se esforzaría por imponer su visión de la historia, con ayuda de los personajes afines a ella, e incluso a costa de las reliquias de Hidalgo y de otros héroes.
En 2000, el hoy encargado de los festejos del bicentenario describía a Calleja como un precursor de los políticos católicos del “bien común”, al atribuirle este imaginario monólogo que evoca las promesas de Fox en su campaña presidencial: “…Dios había puesto en mis manos el poder. Puso bajo mi cuidado al pueblo mexicano para llevarlo al bien común, o para tenerlo en justicia… Dios me daba la oportunidad de verdaderamente hacer justicia, de verdaderamente traer la felicidad a millones de personas…” (p. 113).
Diez años después, los restos de Hidalgo están a merced de admiradores de Calleja.
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
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