De anuncios, encuestas y debates

De anuncios, encuestas y debates

El número de anuncios publicitarios callejeros de Enrique Peña Nieto es 20 veces mayor que el de Andrés Manuel López Obrador, y quintuplica el de Josefina Vázquez Mota, según una investigación del periódico Reforma publicada el 24 de abril pasado. Y si escuchamos la radio o vemos la televisión, las emisiones del mexiquense son tres veces más que las del tabasqueño y también superan a las de la mujer con falda y pantalones.
 
Claro, ya sabíamos que mientras el priísta viaja en aviones privados y se desplaza en helicópteros, el izquierdista lo hace en vuelos comerciales, mientras que la señora que desea ser viuda en ocasiones utiliza jets privados, incluso de empresarios amigos.
 
Por si algo faltara, diríamos que el exgobernante del Distrito Federal es apoyado abiertamente por el Partido del Trabajo (PT), de menor forma por la antigua Convergencia y casi nada por la organización negroamarilla, pues son contados los espectaculares que vemos del perredismo.
 
Además, es notorio que el equipo del señor del copete se preparó muy a tiempo para hacer su tarea. Eso se nota en muchas cuestiones, especialmente en la pantalla chica, y a veces en el cine, donde las filmaciones presentadas son de mejor calidad que las de sus adversarios.
 
Estamos, pues, en una contienda inequitativa muy clara. Sea porque el dinero fluye a manos llenas en un caso y, además, porque hay batallas internas en el panismo y las izquierdas; sea porque el famoso árbitro (Instituto Federal Electoral, IFE) no ha intervenido y cuando lo haga el mal ya esté hecho –la ley es un anacronismo– o debido a que el mismo IFE únicamente puede emitir reclamos cuando el mismísimo Felipe Calderón viola las reglas emulando a su odiado antecesor, Vicente Fox, cuyos malos pasos sigue…
 
Ante ese panorama, lo único que podía equilibrar la contienda eran los debates. No los dos que tendrá a su cago el organismo presidido por Leonardo Valdés, quien como juez es un mal articulista (ver su serie en El Universal a partir del 23 de abril), sino los propuestos en infinidad de medios.
 
Dos eran los más esperados: al que citó el 25 de abril la periodista Carmen Aristegui y el de Milenio Noticias.
 
En el primero, ella aseguraba que Peña aceptaría, tal vez por algún guiño de Luis Videgaray, quien los miércoles discute en MVS con Roberto Gil y Ricardo Monreal. Pero tenía razón Sergio Aguayo, el cual le dijo a la conductora que el punto débil de Enrique era la improvisación y confrontar a sus rivales; afirmación comprobada.
 
Milenio no hizo mayor alusión a su convocatoria y guardó silencio en cuanto supo que el llamado puntero no quiere que se mueva una sola rama del bosque.
 
Claro, el paseo por la televisión era necesario y el firmón de promesas lo mismo apareció con León Krauze (Univisión), Mario González (CNN), Ciro Murayama (TV UNAM) y otros. Ya sabemos que no es lo mismo utilizar el método Ollendorf para responder (hablar del clima en lugar de los feminicidios en el Estado de México, entre otros asuntos peliagudos), que entrarle a un debate en serio.
 
Todo el mundo, incluidos algunos tundemáquinas proclives al que se dice ganador y que antes elogiaban al “hombre de Los Pinos” –según reclamo de los albiazules–, propalan que es mejor votos de “castigo” al señor de la Gaviota que hacer un ridículo que le disminuya una gran cantidad de puntos y, lo más grave, llevar a cabo un numerito más bochornoso que en la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.
 
Así pues, en abril y mayo veremos al suspirante tricolor con grupos pequeños, sonriendo en cada momento, firmando compromisos (no importa que jamás se cumplan) y diciendo algo que parece la fórmula mágica descubierta: “No dividamos al país como hace seis años”.
 
Es necesario, empero, decir que si bien los que emplearon la propaganda negra entonces fueron los acólitos de Felipe Calderón, el Partido Revolucionario Institucional lo aceptó calladamente, aprovechó la pugna entre los contendientes serios (Andrés Manuel y Felipe de Jesús) y, al final, le alzó la mano y le dio todas las facilidades a este último para tomar posesión. Incluso al senador priísta Manlio Fabio Beltrones, en los años iniciales del calderonismo, se le consultaban muchas acciones de gobierno.
 
La más reciente encuesta de Mitofsky nos dice a finales de abril: Peña Nieto tiene 40 por ciento de las preferencias; Vázquez Mota, 21 por ciento, y López Obrador, 18. Es decir, pareciera que no hubiera cambios desde el comienzo de la liza electoral.
 
Ya sabemos por Güicho Domínguez: “billete mata… lo que sea”. Y más en tiempos donde las ideologías y las transformaciones serias están fuera de la contienda.
 
Por otro lado, en el Distrito Federal los vientos son diferentes. Según la más reciente investigación de El Universal (publicada el 24 de abril), la situación está así: Miguel Ángel Mancera cuenta con el 41 por ciento de las preferencias; Beatriz Paredes con el 29; Isabel Miranda de Wallace con 14, y Rosario Guerra, con sólo 1 por ciento.
 
Pareciera que la candidata panalista ya se contagió de Gabriel Quadri, a quien hemos apodado Míster 1 por Ciento, y que no levanta ni con las amenazas de Elba Esther a los mandos de la Secretaría de Educación Pública.
 
Es cierto que todavía no se inicia la lucha abierta por el gobierno de la ciudad de México, pero no se ve cómo las señoras puedan derrotar al exprocurador, quien suma adeptos incluso entre escritores tan prestigiados como Gabriel García Márquez y su paisano, Álvaro Mutis, quien alguna vez estuvo preso en México.
 
*Periodista