En un municipio mexiquense –de los 121 atrapados en los feminicidios que el machismo peñista dejó cuando fue desgobernador, antes que Televisa y los sobornos lo hicieran inquilino de Los Pinos–, Peña soltó su desesperado “SOS” (siglas de la señal de petición náutica de auxilio), porque la nave estatal que supuestamente conduce, va a la deriva por sus erráticas maniobras en el timón gubernamental y el oleaje de Trump. Solicitó que no se pierda la memoria y se admitan sus “logros sociales”. Pero olvida que ningún funcionario, y menos los supuestamente “electos”, tienen porqué recibir reconocimiento ni debemos darles las gracias por el cumplimiento de sus obligaciones. En cambio, una y otra vez hay que bajarlos del pedestal al que los suben sus corifeos, reclamándoles lo que han hecho mal y lo que dejaron de cumplir.

Gobernar no es para recibir elogios; y mucho menos porque ha llevado al país al despeñadero con la pobreza de más de 50 millones de mexicanos; el desempleo e informalidad que ronda los 40 millones, y una sangrienta criminalidad que tiene al país en la lista prohibida a los turistas (y entre los 10 más corruptos debido a las raterías de los funcionarios). Y estamos en vísperas del golpe de Estado si se legaliza que soldados y marinos sean la policía, igual que en un régimen dictatorial de manu militari, como Peña le propone al Congreso. Nada hay que reconocerle a Peña; y sí un largo listado de reclamaciones porque ha desgobernado con sus mexiquenses y, en particular con Videgaray, al que quiere imponer como sucesor para que siga la misma entrega y dependencia a los estadunidenses, ahora en manos de un neonazi que está cumpliendo sus amenazas.

Peña ha seguido la ruta de los últimos cuatro expresidentes; pero de mal en peor, porque ha rematado las pocas riquezas naturales que quedaban al neoliberalismo económico del capitalismo salvaje, y permitido los robos y abusos del poder político y económico que convive con la criminalidad. Pero reclama la “falta de memoria” porque olvidan –dice– lo que ha hecho el peñismo (Erika Hernández, Reforma; y Rosa Elvira Vargas, La Jornada; 11 de marzo de 2017). Aunque su legado sea de miseria, enfermedades, corrupción, impunidad, inseguridad total y poniendo en grave riesgo la soberanía de la nación, por su servilismo a Trump; dejando al país a punto de revueltas en lugar de elecciones para el 2018. Nada ha cumplido en beneficio del país. Al contrario, pues su reformismo, su incapacidad política y su corrupción y la de su grupo han saqueado a la nación.

Y es debido a este panorama que Peña está desesperado porque en las elecciones del Estado de México, refugio del priísmo más corrupto y de los más antirrepublicanos y antidemocráticos desde las “elecciones” de Salinas a Peña, está en juego el futuro inmediato del PRI; y sabe que a como dé lugar debe conservar su hegemonía en la entidad, a pesar de que el partido Movimiento Regeneración Nacional (Morena) está a punto de arrebatársela, porque el pueblo está harto de su incapacidad. Está en manos de Delfina (Gómez Álvarez), que López Obrador siga en la ruta de su singular populismo, inevitable en un país con tanta pobreza. En su trayectoria del PRI al PRD y su remate con la creación de Morena, López Obrador ha sembrado lo que está por cosechar para –tras dos intentos– ahora sí obtener la Presidencia de la República en 2018; insistiendo en presentarse como la opción frente a la corrupción, donde se bate en retirada el peñismo, llevando al PRI a su final.

Y todo se centra en el espacio mexiquense, donde la candidata de Morena es una maestra (y catequista) que en las encuestas menos amañadas lleva 7 puntos de ventaja al candidato peñista y a su competidora panista. Alfredito y Chepina se han rezagado ante los ciudadanos que parecen estar decididos a quitarse de encima al grupo Atlacomulco, nacido con Isidro Fabela, los Hank González y todos los que se apoderaron de la entidad hace más de 80 años. La maestra Delfina es la esperanza para que Morena-López Obrador llegue al último escalón hacia las urnas en el 2018, haciendo que el tabasqueño se suba sobre sus hombros y derrote, incluso, a una coalición PRI-PAN-PRD, pues estos tres partidos no tienen un candidato para enfrentarlo a López Obrador.

Y es que necesitan postular un político. Pero Peña, Videgaray, Osorio y Nuño no serán capaces de sacrificarse para darle paso a ese político de larga experiencia administrativa como gobernador, legislativa como senador y diputado federal e incluso partidista, que podría competir contra Morena e imponer el viraje que acaba de suceder en las elecciones de Holanda. Una disputa presidencial entre Manlio Fabio Beltrones Rivera y Andrés Manuel López Obrador, resucitaría a nuestra agonizante democracia representativa desde sus raíces en la democracia directa.

Así que Delfina Gómez Álvarez es la piedra de toque para que López Obrador se coloque en una real opción de victoria en las urnas, ya que el Estado de México es punto de partida para voltear la tortilla hacia una auténtica alternancia en el presidencialismo; pues la del PAN-Fox-Calderón no se concretó, porque fueron más y peor de lo mismo: un priísmo empanizado. Así que la candidata morenista de larga trayectoria social y magisterial: Delfina, necesita ganar ampliamente y como nunca al enconchado priísmo mexiquense, para entregarle la estafeta al tabasqueño en junio del 2017; para con esa delantera asegurar su victoria en la disputa presidencial a la que llegan agonizando el PAN y el PRI.

Y es que, nacidos éstos en 1939 y en 1929, respectivamente, se batieron en la corrupción, la impunidad, los malos gobiernos y terminaron traicionando sus ideologías. Así que Delfina-Morena tiene en sus manos la esperanza para la sucesión del 2018; pues de ganar en el Estado de México, sería imposible cerrarle el paso a la oposición de centro-izquierda, para implantar una alternancia en el presidencialismo que han dominado el PRI y el PAN.

Álvaro Cepeda Neri

[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: CONTRAPODER]

 

Contralínea 536 / del 24 al 30 de Abril 2017

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