Hace unas semanas, cuando los modernísimos aviones F 22 de la Fuerza Aérea estadunidense aterrizaron en el aeropuerto Mihail Kogalniceanu, situado al borde del Mar Negro, en las inmediaciones de Constanza, los politólogos rumanos acogieron su llegada con un escueto aunque contundente “ya era hora”. Los famosos cazas invisibles efectuaban una misión disuasoria en los países de Europa oriental –Polonia, Rumania y los Estados bálticos– amenazados, según la jerga de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), por la agresión rusa. El mensaje enviado por el actual inquilino de la Casa Blanca debía tranquilizar a sus aliados europeos e increpar a los dueños del Kremlin, acusados de haber desencadenado una guerra híbrida en los confines con el nuevo… mundo libre. Una retórica muy parecida a la de las décadas de 1950 o 1960, cuando Moscú y Washington dialogaban por intermedio de sus arsenales de ojivas nucleares. Hoy en día, la llamada guerra híbrida tiene por escenario la península de Crimea o el Este de Ucrania, territorios que Rusia sigue considerando su patio trasero. Muy distinta es, sin embargo, la percepción del Pentágono o el Departamento de Estado, que fantasean con un sinfín de puntas de lanza en los confines del Este europeo.
Adrián Mac Liman*/Centro de Colaboraciones Solidarias
Es obvio que para convertirse en auténtica amenaza, las elucubraciones de los estrategas de Washington o de Bruselas necesitan el respaldo popular. No hay que extrañarse, pues, al comprobar que los medios de comunicación de Europa oriental publican resultados de los sondeos efectuados por el Instituto Gallup, que se hace eco sistemáticamente del miedo de los pobladores de la región ante la amenaza rusa. Los argumentos esgrimidos recuerdan las ofensivas mediáticas de la Guerra Fría.
¿Pura propaganda? A veces el miedo es real. Los habitantes de la localidad rumana de Deveselu, convertida desde finales de 2015 en una de las principales bases militares del llamado escudo antimisiles, no disimulan su temor ante un posible ataque balístico. “El día en que los rusos se enfaden con los estadunidenses seremos las primeras víctimas de la guerra. Los misiles nos alcanzarán a nosotros. A nosotros no nos preguntaron si queríamos tener aquí a los estadunidenses. Es cierto que han invertido mucho dinero, pero…”.
Cuando los estadunidenses se instalaron en Deveselu, se insinuó que la base contaría con 44 misiles de intercepción. El costo del operativo ascendió a 550 millones de dólares. No se trataba de una operación relámpago: la OTAN había escogido el municipio rumano en… ¡2011! Sin embargo, los temores empezaron a perfilarse tras la materialización del proyecto.
¿Un caso aislado? No. Ni muchísimo menos. La Alianza Atlántica espera contar con una fuerza de intervención naval en el Mar Negro, compuesta por buques de guerra turcos, búlgaros y rumanos. En el Báltico, la otra extremidad de los confines con Rusia, cazas holandeses y españoles vigilan el espacio aéreo de Estonia y Letonia, países que carecen de medios suficientes para dotarse con aviones de combate modernos. Mas los incidentes aéreos registrados últimamente tuvieron por protagonistas aparatos rusos y… estadunidenses.
En febrero, los ministros de Defensa de la OTAN, reunidos en Bruselas, tuvieron que pronunciarse sobre la viabilidad de un plan de inversiones por un monto global de 3 mil millones de euros, destinado a incrementar la presencia militar estadunidense en el viejo continente. Para su puesta en práctica se barajan varias opciones. Mientras el conservador Donald Trump –que se perfila como candidato del Partido Republicano a la Presidencia de Estados Unidos– aboga por el envío de tropas a Europa –lo que algunos tildan abiertamente de reocupación–, el actual presidente Barack Obama, Premio Nobel de la Paz, estima que sería conveniente aumentar la presencia militar de la Alianza en la frontera con Rusia utilizando contingentes británicos y… alemanes.
La propuesta, formulada en la minicumbre de jefes de Estado celebrada en Hanover, tropezó con las reticencias del inglés David Cameron y la alemana Angela Merkel. Cameron alegó que las tropas británicas están desplegadas en otras latitudes –léase en antiguos países pertenecientes al Commonwealth– mientras que la canciller germana tuvo en mente el mal recuerdo que dejaron las tropas alemanas en el frente del Este, tanto en la Primera como en la Segunda Guerra Mundial. Queda, pues, la última opción, que el Nobel Obama trata de descartar: la presencia estadunidense. La decisión se tomará en julio próximo, durante la cumbre de la OTAN que se celebrará en Varsovia.
Cabe preguntarse –y es una mera especulación– si los pobladores de Europa oriental emularán a los ilusos protagonistas del filme Bienvenido míster Marshall, quienes se echaron a la calle con aquel inolvidable “americanooos, os recibimos con alegrííííííaaaa”…
Adrián Mac Liman*/Centro de Colaboraciones Solidarias
*Analista político internacional
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]
Contralínea 488 / del 16 al 21 de Mayo 2016
ENTRESACADO:
La llegada de los aviones F 22 de la Fuerza Aérea estadunidense a Mihail Kogalniceanu, mensaje de la Casa Blanca al Kremlin por la guerra híbrida