Lo único seguro para este 1 de julio es que el Partido Acción Nacional (PAN) sufrirá una derrota histórica al abandonar el poder. Ese partido ni siquiera resulta en un contendiente por la Presidencia de la República. En 2012 se ubicará en el tercer lugar de las preferencias electorales, algo que no le había ocurrido desde 1988.
Dicho partido dejará de recibir
jugosas prerrogativas de manos del Instituto Federal Electoral (IFE) y no podrá seguir usando los programas sociales del gobierno federal para coaccionar el voto a su favor. Ésta no es una afirmación frívola: el Tribunal Electoral ha anulado nueve elecciones en las que el PAN había resultado ganador y ocho de ellas tuvieron lugar desde que ocupa la Presidencia de México. Será, por lo tanto, una derrota de la que difícilmente podrá recuperarse.
La explicación de esta debacle no debe buscarse tanto en la pésima campaña electoral de su candidata, sino en los terribles resultados de su gestión de gobierno. La población mexicana está castigando el enfoque prohibicionista y militarista empleado por la derecha para enfrentar el tráfico de drogas ilegales. Este modelo represivo fue impuesto por el gobierno de Estados Unidos mediante la
Iniciativa Mérida.
Se trata de un plan cuyo objetivo público era controlar el flujo de narcóticos y de migrantes ilegales hacia Estados Unidos, pero que ha tenido un resultado adicional funesto –perfectamente planeado por el gobierno de Washington– por primera vez en la historia del Ejército Mexicano, que responde directamente a las órdenes y filtraciones de “inteligencia” que le hace llegar la embajada vecina. El concepto de soberanía en nuestro país es un asunto del pasado.
Esta sumisión a las órdenes estadunidenses generó en México un baño de sangre inocultable. Se suele hablar de la gravísima crisis humanitaria provocada por la guerra calderonista, pero casi nunca se comenta la agresión generalizada contra migrantes latinoamericanos en su camino hacia Estados Unidos, que constituye un verdadero crimen de lesa humanidad. Las fosas clandestinas, los secuestros masivos de migrantes, la venta de migrantes como esclavos, la explotación sexual a la que son sometidas las mujeres y niños indocumentados, las desapariciones forzadas o los asaltos de que son objeto son actividades en las que participan tanto cárteles de la droga como autoridades militares, policiacas y ministeriales mexicanas (del ámbito federal y local). Esto ha sido denunciado incluso por los gobiernos de las naciones al Sur de la frontera mexicana, y a pesar de ello el gobierno panista insiste en garantizar impunidad a los culpables.
Por eso la elección en México es también una derrota de la política exterior estadunidense, pues pierde a su más dócil aliado para enfrentar y desarticular la unidad, el crecimiento económico y la liberación de las naciones latinoamericanas. Es en este contexto que se puede explicar el proceso que enfrenta Felipe Calderón ante la Corte Penal Internacional.
Los “intelectuales” que decidieron plegarse a los intereses del gobierno de derecha hoy abandonan la nave. Saben que se hunde electoral y jurídicamente. Jorge Castañeda, exsecretario de Relaciones Exteriores en el gobierno de Vicente Fox, publicó recientemente un artículo denunciando que el gobierno calderonista llevó a cabo múltiples cabildeos e intentos de tráfico de influencias para forzar al fiscal de la Corte Penal Internacional a cerrar el caso en su contra (“Sin carpetazo en la CPI”, Reforma, 14 de junio de 2012). En su columna, advierte además que el análisis preliminar que 23 mil personas solicitamos a la Corte Penal Internacional sí podría proceder.
El exfuncionario panista pareciera un tanto paranoico si se comparan sus opiniones de hoy con sus declaraciones de hace unos pocos meses, en las que afirmaba que la petición de análisis preliminar sobre la situación de México no tenía “ni pies ni cabeza”, y que “además de estar condenada al fracaso, evidentemente, constituye una venganza”.
Jorge Castañeda, gracias a la posición privilegiada de excanciller, tiene acceso a información privilegiada que provoca un cambio radical en sus afirmaciones. Hoy filtra información para distanciarse de sus aliados de ayer.
La crisis humanitaria provocada por la derecha, así como el clima de impunidad que impera en México, generarán que la Corte Penal Internacional admita el “análisis preliminar” que solicitamos. Igual que Castañeda, muchos “intelectuales” más tendrán que retractarse de sus descalificaciones.
La etapa de “análisis preliminar” será la última oportunidad del (futuro) gobierno mexicano para evitar la apertura de casos específicos sobre nuestro país, pues tendrá que demostrar que sí existe voluntad y capacidad para terminar con la impunidad que marcó al gobierno calderonista.
Sin embargo, ni el Partido de la Revolución Democrática (PRD) ni el Partido Revolucionario Institucional (PRI) plantean un nuevo enfoque de seguridad ciudadana, sustentado en policías comunitarias al servicio y bajo el control de los pueblos, sino que optan por la propuesta autoritaria del mando único. Estas organizaciones no cumplen las expectativas de la población.
El PRI se consolida como un partido en el que sus mejores cuadros son dejados de lado para dar preferencia a los más corruptos y cínicos personajes contratados para defender los intereses monopólicos. Además, sus dirigentes continúan mostrando el clásico autoritarismo que caracterizó al partido hegemónico durante 70 años a la hora de reprimir los movimientos sociales.
El PRD aspira a convertirse en una opción socialdemócrata al estilo del Partido Laborista inglés o del Partido Socialista Obrero Español. Es decir, anhela su transformación en una agrupación capaz de ganar elecciones, sin atreverse jamás a cuestionar las bases del modelo de especulación y concentración financiera que hoy está en crisis. Los perredistas no ven el gran fracaso de la socialdemocracia del primer mundo: no fue capaz de ofrecer alternativas frente al capitalismo. La socialdemocracia no tiene respuestas ante la crisis.
Es evidente que en México no existe hoy una organización de izquierda capaz de definirse altermundista y plantear verdaderos proyectos renovadores para la nación. La transformación del país vendrá de los jóvenes estudiantes del Yo Soy 132 y otros, que hoy son la conciencia del pueblo mexicano, de los grupos de campesinos ecologistas, de las cooperativas, de los indígenas, de los defensores de derechos humanos, de los medios alternativos y radios comunitarias, de quienes estamos dispuestos a construir otro mundo a partir de relaciones horizontales. Sin embargo, la victoria de López Obrador será indudablemente el mejor marco posible para que estos nuevos movimientos actúen y defiendan sus derechos en libertad.
La ideología del consumismo, de la comida chatarra, de la Tv-basura, de la obsolescencia programada, del pensamiento único, de las recetas neoliberales, de los rescates bancarios, de las privatizaciones de servicios públicos, de los monocultivos y los transgénicos, de los monopolios trasnacionales, de la libertad para la especulación financiera, de la esclavización y persecución para los migrantes justificada en la xenofobia, del desprecio a la naturaleza, de la privatización del agua, de la democracia delegada y de la educación como privilegio, llega a su fin. El neoliberalismo tiene fecha de caducidad. Nos acercamos a ella.
*Abogado por la Universidad Nacional Autónoma de México; posgraduado en administración de justicia
Fuente: Contralínea 291