Categorías: Opinión

La necesaria reforma fiscal

Publicado por
Jorge Meléndez Preciado *

Hay optimismo en los gobernantes de la federación. Sus estrategias para demostrar que pueden hacer cambios importantes han sido tomadas muy en serio por los organismos y los medios internacionales. Tanto, que al coro de los periódicos que elogian a Enrique Peña Nieto se sumó The Washington Post, el diario más influyente en lo político del imperio, pues en lo económico, obviamente, está The Wall Street Journal, que también habla positivamente de las posibles reformas mexicanas, especialmente en el codiciado petróleo.
El diario español El País, con todo y sus broncas internas, generalmente trae dos o tres noticias diarias del “auge mexicano”, lo que incluye asesinatos. Quizá porque los españoles están realmente hartos de la clase política que dice gobernar esa nación. Acá como allá, muchas de las acciones las impone la troika diabólica: el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio.
Los encargados del servicio exterior –entre ellos el exsecretario de Hacienda y Crédito Público durante el gobierno de Felipe Calderón, José Antonio Meade; el embajador en Estados Unidos y exprocurador general de la República también en el sexenio anterior, Eduardo Medina Mora, entre otros– van a los medios importantes y les conceden largas explicaciones acerca de los proyectos en muchos terrenos; mientras que a los corresponsales mexicanos en yanquilandia y otros países les invitan únicamente un cafecito y la conversación es off the record (sin ser grabados).
Lo anterior lo denunció en el noticiario de Carmen Aristegui la gran periodista Dolia Estévez. Añadió la compañera que esa misma táctica (halagar a los extranjeros y menospreciar a los que pagamos impuestos en México) fue implantada desde el régimen de Carlos Salinas. Así pues, el “nuevo” Partido Revolucionario Institucional muestra su verdadero rostro.
Recientemente supimos que los capitales extranjeros –también llamados golondrinos– inundaban el país (El Financiero, 2 de abril de 2013) de tal manera, que los ubicados en valores gubernamentales (127 mil 694 millones de dólares) eran más que la deuda externa del sector público (127 mil 78 millones de dólares), algo peligroso, ya que a la menor incertidumbre pueden fugarse y tendríamos –John Keynes no lo quiera– una situación similar a la ocurrida en la transición entre Salinas y Ernesto Zedillo que nos llevó al Fobaproa (Fondo Bancario de Protección al Ahorro), anterior al Corralito en Argentina y el cual hoy padece Chipre.
Pero mientras esa tragedia no se dé, el dólar va a la baja, y se dice que el año próximo, incluso, andará en menos de 11 pesos a la venta. Merrill Lynch –una de las compañías que contribuyeron a la crisis económica que padecemos, debido a sus fallidos análisis– llama a invertir en pesos, dado que el rendimiento es mayor que en otras partes. Y es que, según estimaciones, los Cetes (certificados de tesorería) darán una tasa de 4 por ciento, mientras que en el país del Norte los beneficios andan en 0.5 por ciento o menos.
Sabemos que la especulación no tiene patria, principios ni deseos de ayudar, sino que va a donde tiene mayores ganancias, y cuando hay el aleteo de una mariposa que no le gusta, por medio de un par de teclazos en la computadora, huye a otro sitio más confortable.
A decir de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, este año creceremos al 3.5 por ciento y el próximo al 4 por ciento (nada mal en un orbe que se encuentra estancado). Ello sin considerar la “eventual aprobación de una reforma hacendaria” (El Financiero, 2 de abril de 2013); es más, no obstante que el barril de petróleo baje –por la recesión mundial– de 86 a casi 83 dólares.
El anterior pronóstico da idea de que los subordinados de Peña Nieto no están muy seguros de poder aplicar el famoso impuesto en alimentos y medicinas que tanto habían presumido, debido a que les puede estallar el famoso Pacto por México: el Partido de la Revolución Democrática y el Partido Acción Nacional, en ese orden, no aceptarían la medida.
Este gravamen aumentaría únicamente el presupuesto en 150 mil millones de pesos, cifra ridícula para lo que se necesita sólo para la tan mentada Cruzada Nacional contra el Hambre, que no se inicia a pesar de tantos anuncios en voz de Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Social.
Mientras existen esas dudas, nos enteramos que de 2000 a 2011 la citada Secretaría de Hacienda devolvió a los empresarios 1 billón 641 mil 473 millones de pesos. Con ese monto se hubieran construido 111 refinerías, dotado de presupuesto a la Universidad Nacional Autónoma de México por 48 años o rescatado a 1 mil 262 empresas, como Mexicana de Aviación (Zorayda Gallegos, Emeequis, 30 de marzo de 2013).
El sacrificio de la mayoría no es importante mientras que unos pocos se enriquecen a lo bestia y burlan al erario como les da la gana. Ante ello, las autoridades se decidieron, por medio de la Procuraduría General de la República, a cobrar las evasiones de impuestos a las empresas deudoras, las cuales van en aumento, pues hace 1 año se hablaba de 28 y ahora están en la mira 45 (Reforma, 2 de abril de 2013).
En esa situación se encuentran Manuel Borja Chico y Jorge Eduardo Gámez, presidente y consejero de Mexicana de Aviación, respectivamente, con un adeudo de 12 millones de pesos; Juan Alberto Mena, con 39 millones de pesos, por evasión; y la empresa Showmex, que maneja el Club de Futbol Jaguares de Chiapas, de la Liga MX, entre otras.
Recientemente leímos un reportaje muy interesante que en un parte decía: “la gestión del futbol […] ha sido desastrosa, el dinero se ha dilapidado en fichajes desorbitados y con frecuencia innecesarios, hay un mar de comisiones más que sospechosas y Hacienda y las administraciones han mostrado, durante años, una sorprendente manga ancha a la hora de renegociar las deudas” (El País, 31 de marzo de 2013). Si eso ocurre en España, ¿qué estará sucediendo en México, donde ni siquiera la hebra de la madeja tenemos a la mano?
Reforma hacendaria sí, pero no contra los débiles, sino que meta en cintura a los grandes evasores, esos beneficiarios que antes se amparaban y que ya no lo podrán hacer tan fácilmente debido a los cambios en la ley; y también cobrarles en serio a quienes tienen negocios como el futbol, el beisbol y otros espectáculos, los cuales gozan de prebendas sin fin.
¿Se atreverá Enrique Peña Nieto a llevar a cabo dichas medidas?
*Periodista
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Fuente: Contralínea 330 / abril 2013

 

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