Nueva York, Estados Unidos. Los desafíos que deben afrontar las 2 mil millones de parejas que hay en el mundo varían de forma considerable según distintas variables: edad, sexo, educación, ingresos, situación conyugal, tamaño de la familia, duración de la relación, lugar de residencia, costumbres, religión y región del mundo.
Joseph Chamie*/IPS
Para empezar, a pesar de acuerdos internacionales, políticas estatales y campañas de concienciación, los matrimonios forzados y tempranos siguen ocurriendo en muchos países en desarrollo, en especial en África subsahariana y Asia meridional.
Por ejemplo, no menos de dos de cada tres mujeres de entre 20 y 24 años en Níger, República Centroafricana, Chad y Bangladesh se casaron o tuvieron una unión similar antes de los 18.
Las familias suelen coaccionar a las adolescentes y casarlas o entregarlas a hombres mayores, en muchos casos por temor a que tengan un comportamiento, una vinculación o relaciones sexuales con varones de otras comunidades, grupos étnicos, culturales, religiosos o castas.
Además, los padres pueden haberse comprometido a entregar a sus hijas en matrimonio con el fin de fortalecer vínculos familiares, proteger y mejorar la situación de ellas, reducir los gastos domésticos o asegurarse de que las tierras, las propiedades o las riquezas queden en el ámbito familiar.
Cuando se estima que una hija violó el honor de la familia o tuvo un embarazo no deseado la pueden obligar a casarse o, en casos extremos, la asesina algún integrante de su propio núcleo familiar. Los matrimonios forzados pueden derivar en abusos y ser más bien un castigo, así como un medio para restaurar el honor familiar.
En segundo lugar, el abuso conyugal no se limita sólo al matrimonio forzado y constituye un serio desafío para las relaciones de pareja. Las peleas domésticas, que incluyen reclusión, intimidación, abuso sicológico y violencia, son un problema mundial que ocurre tanto entre parejas casadas como en concubinato.
Casi una de cada tres mujeres que mantuvieron una relación de pareja dijeron haber sufrido algún tipo de agresión física y/o sexual en ella. Aunque unos 125 países prohibieron la violencia doméstica, se estima que más de 600 millones de mujeres viven en países en donde no es delito.
Tercero, las relaciones sexuales, la intimidad y el amor y/o afecto constituyen otro ámbito que presenta desafíos para las parejas. El descontento con las relaciones sexuales en muchos casos deriva en infidelidades, relaciones extramaritales, erosión de la confianza, separación y divorcio.
Una de las dificultades recurrentes observadas es que las mujeres suelen quejarse de que sus compañeros acostumbran querer tener relaciones sexuales muy a menudo sin prestar atención a sus deseos; y los hombres dicen sentir que sus parejas utilizan la intimidad sexual como instrumento estrictamente de compensación o castigo.
Esos asuntos adquieren mayor relevancia, pues algunas personas sostienen que el matrimonio implica automáticamente derechos conyugales según los cuales el marido tiene derecho a tener intimidad con su esposa cuando quiera y es el deber de ella acceder.
En cuarto lugar, las decisiones sobre si tener o no hijos y cuándo, cuántos y el tiempo entre cada uno, así como su crianza, presenta un importante desafío con consecuencias para muchas parejas.
Hombres y mujeres pueden tener distintas opiniones sobre tener hijos, sus respectivos papeles y responsabilidades en la paternidad, expectativas y objetivos para el futuro de ellos.
El uso de anticonceptivos y del aborto para limitar y espaciar a los hijos sigue siendo un asunto sensible para las parejas en muchas partes del mundo. En muchas naciones industrializadas, las mujeres suelen tener la última palabra en materia de embarazo y reproducción; sin embargo, en muchos países en desarrollo este sigue siendo un asunto controvertido.
En quinto lugar está la cuestión de la comunicación. A menudo no se trata de una incapacidad o de falta de voluntad para comprender al otro, sino más bien de un obstinado rechazo de permitir o de aceptar la existencia del punto de vista o de la posición de la pareja.
La falta de buena comunicación genera disputas y puede derivar en violencia física.
En sexto lugar aparecen cuestiones económicas. Muchas parejas discuten por los gastos y los ahorros, el ingreso de uno de los cónyuges, los diferentes estilos de gasto y la herencia. Por lo general, uno de los integrantes de la pareja, es muy común que sea el hombre, trata de controlar los recursos económicos, limitar el gasto de la otra parte y tomar las principales decisiones financieras.
En el lugar siete está el problema de combinar empleo, carrera y vida de pareja, un desafío cada vez más difícil para muchas de ellas. Con el aumento de parejas con dos carreras y una estructura familiar nuclear, los papeles y las responsabilidades de hombres y mujeres casados o en pareja cambian.
En el luchar ocho se ubican los problemas personales como malos comportamientos o hábitos, como adicciones, promiscuidad, celos, mentiras y narcisismo, que afectan a las parejas.
Las dificultades pueden aumentar cuando uno de los integrantes se niega a buscar ayuda o a tomar medidas para remediar la situación.
En el lugar nueve están las diferentes expectativas sobre el matrimonio o las relaciones íntimas. Las personas suelen tener distintas ideas, necesidades y prioridades sobre el matrimonio, el amor, el romance y la naturaleza de las relaciones íntimas.
Por último, para muchas parejas, la relación con la familia política puede resultar un desafío agobiante y pueden discrepar sobre el tiempo apropiado, la asistencia y el cuidado otorgados a la familia de una de las partes.
Esos asuntos se complican más cuando se trata de un matrimonio en segundas nupcias, de familias combinadas, de exesposos y la crianza de hijos y nietos.
Muchas personas podrán discrepar sobre estos 10 desafíos comunes en la relación de las 2 mil millones de parejas existentes, pero casi todo el mundo coincidirá en que en todas partes aparecen desafíos significativos y dificultades entre los cónyuges o las parejas en distintas etapas de la relación.
Estas dificultades se han considerado problemas personales que competen a las parejas. Pero a las sociedades modernas les interesa promover las relaciones de pareja sólidas y armónicas, en respaldar la formación de familias y la crianza de los hijos, en asegurar los derechos humanos, la dignidad y la seguridad de hombres y mujeres, así como de proteger el bienestar de niñas y niños. Como reza el dicho: “familia en paz, país con prosperidad”. (Traducción de Verónica Firme)
Joseph Chamie*/IPS
*Demógrafo, consultor y exdirector de la División de Población de las Naciones Unidas
[BLOQUE: OPINIÓN][SECCIÓN: ARTÍCULO]
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