Calderón

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Aeronaves y seguridad nacional

En la administración de Felipe Calderón hubo varios accidentes aéreos que costaron la vida a dos secretarios de Gobernación, varios subsecretarios, directivos de la Procuraduría General de la República (PGR) encargados de combatir a la delincuencia organizada y otros funcionarios de niveles inferiores. Esto llamó la atención porque los dos secretarios fallecidos eran precisamente responsables de la seguridad nacional, lo que de inmediato hizo suponer el vacío provocado por los gobiernos panistas en esta importante área de gobierno.

El sexenio de Calderón y su atroz legado

Felipe Calderón Hinojosa abandonó el poder y dejó como herencia un país ensangrentado, con una deuda interna superior a los 5 billones de pesos, un desempleo galopante y un aniquilado nivel de vida para millones de nuevos pobres que ahora serán presa fácil, en su calidad de asalariados, de la voracidad empresarial gracias a los cambios operados en su contra por su reforma laboral; calamidades de la hecatombe del sexenio a la que ahora se suma, como dramático epílogo, la fuga de 111 mil millones de dólares.

Estupidez y crimen de García Luna

Desde el salinismo, la nación ha vivido la creciente deslegitimación del poder presidencial y su órgano apéndice: el Ministerio Público federal, y que es identificado con la sigla PGR (Procuraduría General de la República); hoy arrastrará al Congreso de la Unión, si el peñismo sigue la ruta del perdón y olvido y este órgano colegiado no ejerce su facultad de encauzar a los calderonistas por medio del juicio político, al otorgar impunidad a los que en la elite del presidencialismo abusaron del poder sin recibir la sanción que merecen a sus actos y omisiones en perjuicio (daño político y daño material) de los intereses del Estado, la sociedad y el gobierno.

La consolidación del autoritarismo

Es el orgullo de las histriónicas elites mexicanas y para más de un compatriota. Es considerada como ejemplar para el resto del mundo libre, incluso para el mismo Estados Unidos, según Robert A Pastor. Al día siguiente de las elecciones presidenciales en México, cual Cliff Robertson y su peliculero desembarco en Normandía, el insigne intelectual y político de ese país dijo, con alegre frescura (al cliente lo que pida), de la mancebía llamada Instituto Federal Electoral, y para alborozo de Leonardo Valdés y sus muchachos que no han dudado en publicitar sus chabacanas palabras en su inútil tarea por tratar de limpiar su imagen ensuciada en la cloaca electoral: “luego de haber sido el peor del continente, [México] hoy es el mejor […]. El sistema electoral mexicano es más equitativo, profesional, independiente y apartidista que el estadunidense”. México pasó de “un sistema cuasiautoritario” a una “democracia”, remató el profesor.

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