En nuestro país existe la corrupción presidencial. Y es que fueron pillados Enrique Peña Nieto, su esposa y su secretario Luis Videgaray sin destapar toda cloaca que se acumula desde Miguel Alemán (1946-1952), y de cuyo abuso del poder han salido fortunas de “empresarios” y “banqueros” que han creado la actual narcopolítica hasta hacer de su mayor capo al Chapo Guzmán, uno más de la lista de Forbes a partir de los 70 mil millones de dólares de Carlos Slim al millón del narcotraficante que dejaron escapar Vicente Fox y Peña por la corrupción del sistema presidencial, tan podrido como el Judicial y Legislativo, a cuyos tres poderes los de Guatemala acaban de darles una lección democrática cuando el pueblo, sus representantes y sus jueces, funcionaron como vasos comunicantes entre la democracia directa y la indirecta.