La especulación como principio y fin
En el principio, cuando llegó como un dios pendenciero por las artes del “haiga sido como haiga sido”, con el plumaje manchado entre las cloacas electorales por las cuales se vio obligado a cruzar antes de poder elevarse hasta las cumbres presidenciales, la tierra era caos y confusión y oscuridad, merced a la furia especulativa desatada por el “mercado” en contra del precio de las tortillas, el alimento básico de pobres y miserables. Observó el problema, si es que reparó en él, y no hizo nada. Le ganó la indiferencia. Es cierto que amenazó a los especuladores con terribles castigos. Pero apenas había usurpado el trono ya tenía cosas más importantes que hacer para afianzarse en el sitial. En ese momento la alimentación de las mayorías era irrelevante, como lo fue en todo el sexenio.