Una década, de Fox a Calderón (2000-2010), bastó para que el Partido Acción Nacional (PAN) traicionara los postulados de los padres fundadores de ese partido y a la pléyade de mexicanos, a los que el tufo de corrupción de entonces empujó a crear el partido conservador de derecha. Abortando los principios de honradez (y honestidad, que no son lo mismo, por lo que son vasos comunicantes que se complementan) que enarboló Manuel Gómez Morín, quien alegó e impugnó que las conquistas de la Revolución (su centenario, convertido en una mascarada de marionetas, por la coalición-alianza-complicidad de Calderón y Ebrard, es decir el concubinato del Partido de la Revolución Democrática de los Chuchos y el PAN de César Nava) se habían pervertido. Y decidieron emprender la cruzada de exorcismos hasta contra lo salvable de la posrevolución: la separación entre el Estado y la iglesia, la educación laica, la expropiación petrolera y las reivindicaciones campesinas y obreras. Y combatieron a Lázaro Cárdenas para tratar de hacer tabula rasa. Era la utopía religiosa.
La moral cristiana-católica del PAN los obligó a postular la honradez como condición del ejercicio de la política. Fue su mejor bandera, sino es que la única; pero se erigieron en vigilantes del abuso del poder presidencialista, lo cual debe reconocérseles. Poco más de medio siglo (1939-2000), fueron oposición pacífica, leal a algunos fines constitucionales, pero desleales a otros. Y andando el tiempo, pasaron de la repugnancia al ejercicio del poder público a participar en las disputas electorales, para ir escalando desde sus victorias municipales y en las legislaturas de la entidad bajacaliforniana, hasta postulaciones federales, cuyos sufragios, finalmente, los llevaron hasta la Presidencia de la República. Y han fracasado como partido político y en los cargos públicos: son corruptos, fundamentalistas del más rancio moralismo, ineficaces administrativamente, payasos, mentirosos e incompetentes como gobernantes.
Los panistas, contra lo que sostuvieron Carlos Castillo Peraza-Felipe de Jesús Calderón, perdieron el partido y perdieron el gobierno. En una década, mostraron que no estaban preparados para la administración pública; pero sí para, piratas de tierra, asaltar la nave del Estado y hacer de éste un botín al amparo de la impunidad. Han sido ladrones, rateros y cínicos hasta superar al antiguo priismo, hermanados en los mismos vicios con el perredismo chuchista–ebradorista e imitadores del peñanietismo, nadando en el mito del libre mercado y el libre comercio absolutos, negándose a toda intervención para gobernar a favor del pueblo, contra los abusos empresariales de Televisa y TV Azteca, sobre todo, que han estado preparando el golpismo mediático a la par del golpismo militar calderonista (Jorge F Malem Seña, La corrupción, aspectos éticos, económicos, políticos y jurídicos).
Y han minado los derechos humanos y sus garantías en una atmósfera de total desacato a las resoluciones judiciales para proteger a las jerarquías clericales, de la alta burocracia, banqueros y empresarios. Sus “asesores” son los Enrique Krauze, los Vargas Llosa, saqueadores de Karl R Popper a su conveniencia interpretativa, impugnadores de Keynes, cuando éstos proponen intervencionismo para paliar las desigualdades sociales, los abusos y actuar contra la corrupción (Popper, Después de la sociedad abierta, y Keynes, Ensayos de persuasión).
Los desgobernadores panistas, del foxismo al calderonismo, convirtieron sus proclamas de honradez en una perversa corruptela política (de favores a los suyos y seguidores… quien quebró a Mexicana financió con millones la campaña electoral de Calderón) y corrupción económica, ante las cuales los panistas desoyeron las denuncias formales (en la Secretaría de la Función Pública, tapadera de Pronósticos Deportivos, la Lotería Nacional, las casas de apuestas de Televisa, de Petróleos Mexicanos). Son iguales los desgobernadores del PAN a los Ulises Ruiz, Fidel Herrera, Guillermo Padrés (éste, con el herraje del PAN, en un año ya rompió todos los récords de corrupción, a través de las manos negras de su hermano y cuñado, el presidente municipal de Monterrey, Larrazábal Bretón), etcétera.
No tienen llene para enriquecerse (en Francia se rastrean depósitos de un alto funcionario policiaco, cuya bomba estallará en el quinto año de mal gobierno calderonista, como venganza-respuesta de su presidente Nicolas Sarkozy contra Calderón, por la disputa de Florence Cassez, en cuyo asunto de corrupción está Genaro García Luna, el poder tras el trono corrupto del presidencialismo). La sociedad está impotente contra todas esas corrupciones (Peter Eigen, Las redes de la corrupción y la sociedad civil contra los abusos del poder; Francisco J Laporta y Silvia Álvarez, editores, La corrupción política).
Es devastadora esa conducta panista extendida en la complacencia al contrabando de libre comercio, tanto estadunidense como chino, que está acabando de destruir la agricultura, la industria y todas las actividades de nuestra economía que se encuentra en total desgracia (Jorge F Malem Seña, Globalización, comercio internacional y corrupción). Calderón quisiera dejar en el trono a un guardaespaldas para que le dé impunidad a él y a su grupo (si antes no se decide a dejar a un émulo de Victoriano Huerta, dadas las condiciones actuales del militarismo policiaco). Pero se pasea por Los Pinos el Santa Anna llevado a juicio político. Democracia y republicanismo, con sociedad abierta para apuntalar las libertades constitucionales, exigen deslinde de responsabilidades, rendición de cuentas y averiguación sobre el patrimonio de esos panistas. Calderón debe ir a juicio político.
*Periodista