Al 10 de diciembre pasado, al menos 6 mil 465 migrantes mexicanos habían muerto en Estados Unidos por la pandemia de Covid-19. Para Luis López Reséndiz –director de la organización Comunidades Indígenas en Liderazgo, radicada en Los Ángeles–, entre los principales problemas que enfrentan los connacionales contagiados destaca el casi nulo acceso a los servicios médicos, la falta de atención sanitaria en idioma español, el hacinamiento de las familias y el escaso acompañamiento del Consulado de México en LA
Al menos 6 mil 465 migrantes mexicanos que vivían y trabajaban en Estados Unidos perdieron la vida por la Covid-19 –desde que empezó la pandemia y hasta el 10 de diciembre de 2021–, indican datos de la red consular de México en el vecino país. Al respecto, el indígena y defensor de derechos de los migrantes Luis López Reséndiz expone que estas cifras oficiales se quedan cortas: “aquí no hay números fijos. No sé si la Secretaría de Relaciones Exteriores ha hecho el trabajo para identificar las muertes por Covid, sin embargo son números increíblemente altos”.
El director de la organización Comunidades Indígenas en Liderazgo (Cielo), radicada en Los Ángeles, California, agrega que a su organización le ha tocado acompañar casos de migrantes mexicanos fallecidos en estos tiempos de pandemia, por lo cual han contribuido a organizar la repatriación de muchos cuerpos. Mucha gente murió, unos por Covid-19 y otros por causas distintas, detalla a Contralínea. Al respecto, López Reséndiz explica que en este mismo contexto de la emergencia sanitaria mundial “mucha gente salió de sus comunidades a buscar suerte en Estados Unidos, y muchos murieron en el desierto”.
También refiere que uno de los principales problemas a los que se han enfrentado los migrantes mexicanos en territorio estadunidense es al acceso a los servicios de salud, que no son públicos. “Vivimos en un país en el que el sistema médico es, desgraciadamente, capitalista. No es accesible a todas las personas. Hay muchas personas que prefieren no ir al doctor por lo que implica una visita. Cuando una persona tiene una emergencia prefiere no ir en ambulancia porque los costos son demasiados. Se buscan los remedios naturales y tradicionales, aunque no tenemos uno para la Covid en los pueblos. Ha sido muy difícil tratar de navegar en ese sistema médico. Las clínicas comunitarias no tienen la capacidad ni los recursos de un hospital. Es complicado”.
En entrevista con Contralínea, el activista de origen indígena detalla que quienes sí acuden al servicio médico se enfrentan a otros obstáculos, entre los que destaca la barrera del idioma. “No todos los hospitales ofrecen los servicios en español; aunque estamos a 5 o 10 años de que el español sea el idioma dominante en Estados Unidos, aún no se ofrecen esos servicios, mucho menos se van a ofrecer en idiomas indígenas. Es siempre una lucha cuando los paisanos van a los hospitales que les ofrezcan un intérprete en español, o uno en su idioma materno”.
Por ello, indica que es “muy importante hacerle saber a la comunidad migrante indígena que, una vez en Estados Unidos, todos tienen derecho a un intérprete al igual que en México. Esto debería ser garantizado, sin embargo no se da. Pero es importante que la gente sepa que aquí en Estados Unidos es un derecho constitucional, y se debería de respetar. Más gente debería de saberlo para que sea más fácil pedir ayuda”.
—Sin duda esta barrera del idioma complica la situación para los enfermos de Covid-19; en ese sentido, ¿cuál ha sido el acompañamiento del Consulado?
—Ha sido pésimo el acompañamiento del consulado. Tenemos un caso de una persona de la región mixe, del mixe bajo. Me acuerdo de este caso porque al señor le pedían una identificación para entrar a un hospital por otras enfermedades, y porque en aquel entonces apenas estaban dando las vacunas, y nos decían que era una forma de identificarnos. El señor había sido asaltado, le robaron sus documentos. Va al consulado mexicano, les cuenta que fue asaltado y necesitaba una matrícula consular para conseguir medicamento para su enfermedad y vacunarse contra la Covid. El señor habla muy poco español, y le preguntan: “¿de dónde eres?”, respondió “soy del Paraíso Mixe”. Lo acusaron de loco. “¿Cómo que va a ser del paraíso?”, le decían. La comunidad se llama San José El Paraíso [Oaxaca], en la sierra mixe, pegado al Istmo de Tehuantepec. Le dijeron que no parecía mexicano sino guatemalteco, y lo enviaron al consulado guatemalteco. El señor dijo que era mexicano, mixe. Le dieron la dirección del consulado guatemalteco. De tanta desesperación él fue al consulado de Guatemala, una vez ahí le dijeron que él era mexicano y debía ir al consulado de su país. El señor se enteró de nosotros [la organización Cielo], nos visitó a la oficina y nos pidió ayuda para procesar su matrícula consular. Tuvimos que llamar a los dirigentes del consulado, a los jefes, decirles que teníamos una reportera escribiendo sobre esto, a ellos no les gustan los periodicazos, entonces vinieron pidiendo que por favor desmintieran el caso y diciendo que hablarían con el personal. Asumieron que fue una injusticia la que hicieron. Uno de los contactos que teníamos se aseguró de que el señor recibiera su matrícula consular. Pero fue en medio del caos: el consulado ya estaba en una mala posición, fue muy difícil pedir que nos acompañaran en esos procesos de proveer un intérprete. En su página web dicen tener intérpretes en zapoteco, mixteco, y otros idiomas que se hablan aquí, como el chinanteco. Nosotros llamamos esperando un intérprete, llamamos con las comunidades y les dijeron que no había intérpretes disponibles, que no tenían personal que hablara esos idiomas. Ha sido pésimo el apoyo que hemos recibido en el consulado.
—¿Estas mismas condiciones se replicarían en otros consulados?
—Estamos hablando del Consulado de Los Ángeles; y sé que el Consulado de Oxnard [California] también tiene sus fallos. Creo que es importante mencionar que están ahorita intentando hacer diferentes las cosas. Justo el Consulado va a estar trabajando desde nuestras oficinas proveyendo matrículas consulares a los paisanos durante todo el mes de enero [de 2022]. Nos costó mucho llegar ahí, han sido 2 años de mucha presión, y hasta apenas vamos a tener un poco de reconciliación del mal sabor de boca que nos había dejado el Consulado.
—¿Cuántas matrículas se piensan generar?
—No sabemos cuántas. Pero será al servicio de la comunidad de lo que es el Sur Centro de Los Ángeles.
Otro de los desafíos que enfrentan las comunidades mexicanas de migrantes en Estados Unidos es el hacinamiento. Al respecto, Luis López Reséndiz considera que se vienen tiempos muy difíciles con la nueva variante de ómicron. “Vemos que más gente y muchas familias vivían en diferentes hogares. A nosotros nos tocó trabajar con la comunidad triqui [oaxaqueña] al norte de Los Ángeles. Mirábamos que en una casas de tres recámaras vivían tres familias, que eran un total de 12 personas; incluso nos tocó ver casos de hasta 16 personas. Aquí en Los Ángeles hay departamentos pequeños donde viven ocho o 10 personas. Nosotros pensamos en qué pasará si una de esas personas se contagia de Covid en su trabajo: eso significaría unas pérdidas dobles. Pero mucha gente sí recurrió a vivir con otras personas”.
Remesas
Pese a la pandemia, en México uno de los principales sostenes de la economía siguen siendo las remesas que mandan a sus familias los migrantes asentados en Estados Unidos. De acuerdo con un análisis de BBVA Research, en octubre pasado México recibió 4 mil 819 millones de dólares por ese concepto, lo que representó un 33.8 por ciento más respecto al mismo mes de 2020. Además, durante los primeros 10 meses de 2021, las remesas acumularon 42 mil 168 millones de dólares. Ello colocó al país como el tercer lugar mundial en la recepción de remesas.
Acerca de cómo le hacen los connacionales para sobrevivir a la crisis y además seguir apoyando a los suyos, López Reséndiz narra que no es fácil para ellos, sobre todo por la pérdida de empleos que ha habido en el vecino país del norte. No obstante, refiere que siempre se hace un esfuerzo por ayudar a la familia.
Al respecto, expone que antes de que empezara la pandemia, él trabajaba en un restaurante: “tenía un trabajo de tiempo medio, y después tenía otro. Cuando pasó la pandemia sí me tocó ver que mis compañeros de trabajo pensaron que iba a ser una cuarentena de dos a tres semanas, y dijeron: ‘no vamos a mandar dinero a nuestras familias por aproximadamente un mes’ –el primer mes de pandemia fue cuando más dinero se envió a México; fueron cifras altas–; muchos paisanos dijeron: ‘mandamos todos nuestros ahorros, dinero, para que nuestras comunidades estén bien, y nosotros regresemos a trabajar en 40 días’. En un año y medio dentro de la pandemia muchas personas estaban lamentándose de haber enviado todos sus ahorros, porque también la renta no paró, la comida, el estilo de vida en Los Ángeles es muy caro: es la segunda ciudad más cara para vivir en el país, también es la segunda ciudad más diversa con gente trabajadora. Era un caos total, la gente estaba preocupadísima. Sin embargo, nosotros hicimos una repartición de apoyo económico y veíamos que la gente usaba la mitad para pagar su renta y la otra mitad para mandarla a sus países de origen, a su comunidad. Eso nunca paró, las remesas no pararon y el deseo de la gente de apoyar a sus familiares y comunidad nunca se detuvo, aunque muchos estuvieron en muy malas situaciones médicas”.