De forma oficiosa e interesada, hay quienes usan su pluma (o su voz) en los medios de comunicación para beneficiar a grupos de poder político, económico o fáctico y utilizan la información como mercancía, cuando es un derecho humano. Quienes lo hacen no deberían ser llamados periodistas, profesión que lejos están de honrar.

En una abierta y sistemática defensa del suntuoso gasto del Instituto Nacional Electoral (INE), el opinador Ricardo Miguel Raphael de la Madrid lanzó una diatriba –en el diario Milenio– por una de mis participaciones en la conferencia de prensa del presidente Andrés Manuel López Obrador, en donde aseguró que no sé preguntar, cuando preguntar es precisamente la base del trabajo reporteril, le guste a él o no.

En realidad, lo que le molestó a este opinador es que pregunté al primer mandatario si daría un informe pormenorizado de los abusos y excesos que los consejeros de ese Instituto cometen con el presupuesto público, es decir con el dinero del pueblo, así como su opinión al respecto. Este académico que se asume como periodista –y al mismo tiempo trabaja para partidos políticos y su nombre aparece en la lista de proveedores del INE–, publicó una serie de insultos en mi contra para tratar de amedrentarme y que ya no vuelva a hablar de este tema en la conferencia matutina, lo que definitivamente no conseguirá. Y por si esto no le bastara, escribió un segundo infundio en el cual vuelve a arremeter contra mi trabajo profesional para desprestigiarme, al sugerir que mentí al referirme a su trayectoria.

En su respuesta a mi columna “Preguntas para el ‘teórico del periodismo’ Ricardo Raphael”, “precisó” que no es ni ha sido proveedor del INE como yo afirmé. Pues parece que eso debería informárselo a Lorenzo Córdova Vianello, consejero presidente del Instituto que tanto defiende en opiniones en prensa escrita, radio y televisión, porque su nombre: Ricardo Miguel Raphael de la Madrid se incluye en el padrón de proveedores actualizado a enero de 2022 –con el número 3929– https://www.ine.mx/wp-content/uploads/2022/01/Proveedores_enero_2022.xlsx , y también en el de marzo de 2021 https://www.ine.mx/wp-content/uploads/2021/03/Proveedores_marzo_2021.xlsx [número 3284]; así como en el “Registro Único de Contratistas” del 31 de agosto de 2021, con el número 3783 https://compras.ine.mx/esop/ife-host/public/attach/registro_unico/padron-contratistas.xlsx y https://compras.ife.org.mx/esop/ife-host/public/attach/registro_unico/padron-contratistas.xlsx . ¿Quién miente entonces? ¿Quién hizo el trámite para incluirlo en la lista de proveedores del INE?

De acuerdo con el INE, éste “es el registro de los proveedores y contratistas que cumplen con los requisitos del Instituto para participar en sus procedimientos de comprahttps://compras.ife.org.mx/esop/ife-host/public/web/login.html .

Como se aprecia en las ligas, esa información proviene de las páginas oficiales de la autoridad electoral y en ellas no aparece cualquier persona o empresa, sino sólo aquellas que por motu proprio se inscriben y cubren una serie de exigencias. Entonces, si como afirma no es y nunca ha sido proveedor del INE, Ricardo Raphael debería preguntarle a ese órgano autónomo por qué lo incluye en sus padrones, ¿o acaso fue Lorenzo Córdova quien lo registró sin su consentimiento para poder contratarlo en el futuro? ¿O está haciendo méritos para que lo contraten?

Además, en esta otra página,  se da cuenta de los servicios profesionales que brindó al IFE: https://portalanterior.ine.mx/documentos/TRANSP/docs/adquisiciones/2004/2004-may.htm tal como referí en mi columna.

En esa misma respuesta, el opinador de Milenio y otros medios de comunicación –incluidos los públicos, como Canal Once– señala que “es incorrecto” que fue representante del partido Encuentro Social, e incluso dice que el representante fue Adolfo Sánchez Rebolledo. Nuevamente este deslinde tendría que hacerlo ante la autoridad: los archivos históricos del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación documentan claramente quién miente. En esos documentos oficiales se indica que Ricardo Miguel Raphael de la Madrid actuó como representante de ese partido. Aquí las pruebas:

https://www.te.gob.mx/sentenciasHTML/convertir/expediente/SUP-JRC-0046-2000

https://www.te.gob.mx/sentenciasHTML/convertir/expediente/SUP-JRC-00026-2000

https://www.te.gob.mx/sentenciasHTML/convertir/expediente/SUP-JRC-00035-2000

https://www.te.gob.mx/sentenciasHTML/convertir/expediente/SUP-RAP-00020-2000

https://www.te.gob.mx/sentenciasHTML/convertir/expediente/SUP-RAP-00040-2000

Otra vez se trata de páginas oficiales, en este caso del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. ¿Será que Ricardo Raphael tiene tan corta memoria que ya olvidó su relación política con ese partido? Además, hay constancia en el Diario Oficial de la Federación (12 de julio de 1999), en un apartado hecho por el entonces IFE, de su participación en Encuentro Social [página 170]: http://www.dof.gob.mx/nota_to_doc.php?codnota=4951298

En su respuesta, Ricardo Raphael también dice que no fue espía del Cisen. Jamás afirmé tal cosa: escribí que fue empleado de ese órgano de espionaje [a estas alturas ya nadie duda que el Centro de Investigación y Seguridad Nacional intervenía ilegalmente comunicaciones –incluso, a últimas fechas, con la plataforma Pegasus– y se infiltraba en movimientos sociales, instituciones, academia y otros sectores de la sociedad con fines no legales]. Él mismo acepta que fue contratado y le pagaron por sus servicios y, según su dicho, fue como académico. Si fue para impartir un diplomado a los agentes del Cisen o para cumplir otra función, nunca lo sabremos con certeza porque los archivos del Centro permanecieron siempre en secreto y luego fueron destruidos.

A la pregunta de cuándo fue reportero y si pisó alguna vez una redacción, él dice que durante tres años fue subdirector del diario El Universal. Déjeme aclararle que ser directivo, socio o dueño de un medio de comunicación no los hace periodistas y como muestra observe la mayoría de los medios de comunicación, en donde directivos y dueños sólo buscan el interés del dinero y tratan a la información como mercancía, por eso abundan las noticias falsas.

Para ser reportero, la mejor profesión del mundo como dijo el periodista y escritor Gabriel García Márquez, hay que trabajar duro en campo y ése es el tipo de labor que desconoce este académico, porque opinar cualquiera lo puede hacer.

Por eso, quienes sí ejercemos esta profesión, esperamos que pronto vaya a Palacio Nacional a dar su clase magistral de cómo preguntar. Y, cuando vaya, aplique eso que me reprocha en su primer infundio: hágalo con una “dosis alta de humildad”, para que no “acabe siendo un arrogante” o haciendo una “falsa pregunta”. Ahí, defienda al INE con 15 palabras ante el presidente de la República.

Aclaro que el tema de los gastos en el Instituto Nacional Electoral lo he investigado por meses y es producto del trabajo de reportera –que tanto me gusta y al que le dedico tiempo completo–; en éste incluyo entrevistas con académicos y especialistas en cuestiones electorales y gasto público, así como diversos documentos oficiales que dan cuenta del uso discrecional y dispendioso del presupuesto en el INE.

En mis trabajos sobre ese organismo autónomo abordo desde los sueldos de los consejeros electorales –por más de 220 mil pesos mensuales–, contrarios a lo que marca la Constitución porque superan por muchas decenas de miles de pesos lo que percibe el presidente, hasta el despilfarro en la renta de vehículos de lujo, el gasto en seguros de vida y médicos mayores, la contratación de asesores y hasta de choferes, así como las “ayudas” de 400 pesos diarios para sus comilonas y los viáticos.

Ése es el tema de fondo que el opinador de Milenio no quiere abordar, porque tanto en artículos de prensa escrita como en opiniones en radio y televisión él siempre ha defendido al INE, sólo basta revisar cualquier opinión de él en los distintos medios de comunicación para darse cuenta. Por eso decidió escribir un artículo en mi contra, cuando es conocido que él nunca ha escrito nada que critique al Instituto. Por ejemplo, el 27 de diciembre de 2021, defendía a los consejeros, entonces denunciados penalmente porque no querían cumplir con su obligación constitucional de convocar a la revocación de mandato; para ello, hablaba del despropósito que sería que cinco de ellos fueran detenidos.

Otro ejemplo de su oficioso proceder es su artículo del 7 de junio del año pasado, cuando aseguró que la organización del INE sobre las elecciones intermedias fue “eficaz y exitosa”, y según él, ésa era la percepción de la mayoría de la sociedad mexicana.

Pero no sólo es el tema del INE o mi pregunta en la conferencia sobre los excesos de los consejeros electorales, sino que abiertamente este opinador se ha manifestado en contra de las conferencias matutinas de López Obrador. Ejemplo de ello es que el 12 de enero de 2021 –en una entrevista con el IMER– criticó la legislación electoral por no dar herramientas al Instituto para evitar la transmisión de dichas conferencias en las redes sociales donde todos los que quieran las pueden ver. Ello, en el contexto de aquellas elecciones intermedias.

Ahora bien, en su respuesta a mi columna “Preguntas para el ‘teórico del periodismo’ Ricardo Raphael”, dice que su artículo no es en modo alguno una critica a mí. Entonces, ¿para qué usó mi nombre como ejemplo de lo que según él no se debe hacer en periodismo y en medio de una retahíla de calificativos negativos?

A la cobertura informativa de la conferencia del presidente López Obrador acuden entre 25 y 30 personas por día (más los fotoperiodistas y camarógrafos). Y podría decirse que, en promedio, se realizan unas 15 preguntas o más en cada sesión. Imposible saber cuántas se han hecho desde la primera conferencia hasta la fecha. De todos esos cuestionamientos, Ricardo Raphael escogió uno solo para lanzar su diatriba. Le puso nombre y apellido: la pregunta de Nancy Flores, reportera de la revista Contralínea. Nunca, en su texto, se refiere a nadie más, sólo a mí; pero en su respuesta “lamenta” que yo haya tomado como “personal” algo que, asegura, no tenía como propósito “ofenderme”.

También indica que “yo le ofrecí” –el jueves 21 de enero– un ejemplo puntual sobre un tema que viene “reflexionando” desde hace tiempo. Curiosamente, de las más de 75 preguntas que se hacen en promedio por semana en esa conferencia (unas 300 cada mes), la única que le “ofreció ser ejemplo” de cómo no se debe preguntar fue la mía, donde precisamente hablo de los gastos excesivos de los consejeros a los que él siempre defiende oficiosa o interesadamente. Por cierto, en esa conferencia hice tres preguntas, no una. Pero él sólo se refirió a la del INE.

Ricardo Raphael indica que su texto no era para ofenderme, pero usó calificativos y frases como: “presumir la famélica sabiduría”; “con tal de salir de la frustración, aprovechan la sesión de preguntas para dar lecciones y recitar convicciones”; “la arrogancia que caracteriza a quien no sabe preguntar”; “arrogancia del pendenciero”; “lisonja del adulador”; “interrogadores deshonestos”. Su único ejemplo, repito, fue la pregunta de esta reportera. Ah, pero lamenta que yo “me lo tome personal”.

En lugar de ofrecer, “me pide una disculpa” –el término correcto para disculparse es ofrecer y no pedir– y dice que en otro momento me “defendió”. Ésta es la clásica postura del macho: creer que las mujeres, en este caso yo como reportera, necesitamos un hombre que nos defienda. No se equivoque Ricardo Raphael, usted no me defendió, lo que hizo fue emitir una opinión sobre un caso de violencia de género (agresión cometida por el columnista Óscar Mario Beteta en mi contra), y eso, se suponía, lo hacía por convicción y no para echármelo en cara algún día. Ahora veo que lo hizo por su propio protagonismo de macho. Y le aclaro: no necesito que usted me defienda, sólo respete mi trabajo como periodista.

En sus dos textos lo único que ha hecho es ofenderme y difamarme. Y el hecho de que haya opinado alguna vez por una agresión en mi contra no le da derecho ahora a denostarme y menospreciar mi trabajo profesional, que hago con esfuerzo y pasión sustentado en los cuatro principios que ya le había explicado en la columna pasada (búsqueda de la verdad, honestidad, independencia y responsabilidad social). Que le quede claro, los tiempos en los cuales se proferían injurias en los grandes medios de comunicación y las personas ofendidas no tenían manera de defenderse ya se acabaron. Nunca más tendrán de nosotras el silencio.

Por cierto, en su último escrito no respondió a la mayoría de cuestionamientos que le hice:

¿Por qué figura como proveedor del INE?

¿Por qué no va al fondo del problema y por única vez opina acerca del dispendio que se vive en el INE con recursos de un pueblo empobrecido? ¿O de eso no habla por sus intereses?

¿Por qué no aprovecha este debate para informarnos cuántas investigaciones ha hecho sobre el gasto en el INE a lo largo de su vida “reporteril”?

¿Cuántas preguntas le ha hecho usted al presidente para pretender decir cómo es la forma correcta de hacerlo?

¿Cuándo fue usted reportero?

¿Para usted es un espectáculo revisar cómo se ejercen los recursos públicos en el INE?

¿Usted cree que los datos duros que he aportado en mis investigaciones y que cité en mi pregunta son “ideas” y “concepciones que pudieran verse amenazadas”?

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