Se le preguntó a AMLO sobre hechos de presunta corrupción que involucran a Marcelo Ebrard, quien fuera su secretario de Relaciones Exteriores

Con ira reaccionaron algunos a las preguntas que Contralínea realizó al presidente de la República el pasado lunes 19, durante la conferencia de prensa matutina. Al titular del Poder Ejecutivo federal, Andrés Manuel López Obrador, se le preguntó sobre hechos de presunta corrupción que involucran, por un lado, a quien fue su secretario de Relaciones Exteriores por más de 4 años, Marcelo Ebrard Casaubón; por el otro, a funcionarios de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), encabezados por el rector, Enrique Graue Wiechers.

Los trabajos periodísticos que dieron origen a las preguntas están basados en documentos que ninguno de los señalados, ni sus defensores, han podido desestimar. Su “defensa” se reduce a cuestionar los “tiempos” de publicación de los reportajes, argüir que son objeto de “campañas negras” con aviesas intenciones y, como ya es costumbre, pregonar que son “perseguidos políticos”. Emplean la vieja falacia de desviar la atención de hechos en los que directamente están involucrados.

En las mediocres defensas que los oficiosos de Ebrard y Graue pudieron sincronizar, hay insultos contra la persona de este reportero y esta casa periodística. Entre los exabruptos y balbuceos, nada pueden argumentar sobre el contenido de los reportajes. Nada dicen sobre la calidad de la investigación. Y es que no pueden. Las pruebas en que se sustenta cada texto resultan abrumadoras.

Saltaron por Ebrard y Graue antiguos “periodistas” que tenían derecho de picaporte en Los Pinos y que construyeron su carrera como “líderes de opinión” con base en su cercanía con el poder. Destacan los casos de Raymundo Riva Palacio, aquel adulador y socio de Genaro García Luna, y de Carlos Loret de Mola, que construyó su fábrica de propaganda con recursos públicos que le triangularon, entre otros personajes, Roberto Madrazo y Silvano Aureoles. Loret dedicó varios minutos de uno de sus programas a gritar improperios, indignado porque alguien se atrevía a cuestionar el impoluto buen nombre del funcionario Graue. En el mismo tenor, Riva Palacio lanzó una campaña en redes sociales y en su columna que le publica El Financiero.

Caso aparte es el del columnista de Milenio Carlos Marín. Campeón en los insultos, salió al quite de Ebrard y Graue fiel a su estilo: sin un solo argumento lógico y sin un dato. Se presenta como alguien que tiene 40 años en el oficio periodístico pero, para su vergüenza, sólo sabe acomodar adjetivos ahí donde debería haber datos. No los tiene. De hecho, de ningún tema. Lo suyo es la “opinión” a botepronto, construida con base en sus profundos prejuicios y su vicio de quedar bien con el poderoso, el funcionario, el empresario, con el abusador.

Carlos Marín es quien, entusiasta, se formaba para hacer vallas a los presidentes panistas y priístas; elmismo que exigió a los padres y la madres de los normalistas de Aytozinapa que pidieran perdón a Murillo Karam; el que exigió represión para movimientos como el del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y el de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE); el que, entre la cobardía, la sumisión y el ridículo, pidió perdón a Regino Díaz Redondo, de Excélsior; el que va a las fiestas de lo que queda de la nomenclatura priísta y panista y en fotos se le ve departiendo con personajes tan respetables para él como Juan Collado, Carlos Salinas, Diego Fernández de Cevallos

A diferencia de estos tres oficiosos del poder, en Contralínea acompañamos nuestras publicaciones con documentos. Sus balandronadas en nada mellan nuestra determinación de investigar a los poderes formales y fácticos con los que estos tres personajes se han asociado. Seguiremos con firmeza y hasta mayor ánimo. Recibir ataques de estos personajes –por lo demás, muy fáciles de rebatir– confirma que ahí debemos seguir indagando.

Sin duda, el caso más curioso es el de Carlos Marín, opositor, hasta la irracionalidad, a la 4T y al gobierno de López Obrador y que hoy sale en defensa, rabiosamente, de Marcelo Ebrard. ¿Casualidad del tipo: “No me defiendas, compadre”? ¿Casualidades, también, las entrevistas a modo que los grandes medios de comunicación le arman al exsecretario? ¿O será que realmente el candidato de Marín y compañía es Marcelo? Con una oposición electoral en la lona, sin ninguna oportunidad de ganar la Presidencia en 2024, la disputa por el país está al interior de Morena.

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